Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
La nueva embestida del régimen
de Donald Trump contra Venezuela y Cuba se da en el caldeado contexto
de la 74 Asamblea General de la ONU (AGONU). Ahí, el emperador hizo gala
de su odio contra gobiernos y pueblos que no agachan la cabeza y
defienden resueltamente el derecho a decidir su destino sin
interferencias externas. En este cuadro encajan las calumnias y amenazas
que profirió contra Caracas, La Habana, Managua y, por supuesto,
Teherán, y su vulgar ataque macartista contra el socialismo y el
comunismo.
Aunque con retórica menos agresiva, amenazó también a China y Rusia, y
presumió de encabezar la mayor potencia del mundo, con un poderío
militar insuperable, según dijo. Esa actitud matonesca, la cotidiana
vulneración por su gobierno del derecho internacional y su desprecio por
el combate al ya presente colapso climático revelan una peligrosísima
entraña neofascista del líder de un Estado con miles de armas nucleares y
que realiza la mayor contribución en el mundo, por habitante, al
calentamiento global. Ahora mismo, la delictiva conducta hostil del
magnate hacia Irán, antecedida de su retirada del trascendental tratado 4
+ 1, puede detonar un conflicto de grandes proporciones en una zona
repleta de bases militares, buques y aviones de guerra de Estados
Unidos, de gobiernos enemigos de la antigua Persia armados hasta los
dientes y por donde cruza 30 por ciento del petróleo en el mundo.
Aprovechando la caja de resonancia mediática por el inicio del
segmento de alto nivel de la AGONU, la decadente pandilla trumpista se
lanzó con todo al cuello de Venezuela bolivariana. El fracaso del
acariciado plan de principios de año para lograr en tiempo récord el
derrocamiento del presidente Nicolás Maduro, la han reafirmado en su
genocida propósito de asfixiar aún más la economía de Venezuela para
matar de hambre y enfermedades y llevar a la desesperación a su pueblo.
Sin descartar del todo una intervención militar, busca ese objetivo
mediante el sucesivo recrudecimiento del bloqueo y otras formas de
desestabilización.
A la vez, intenta desprestigiar al gobierno chavista con el impulso a
una matriz de opinión totalmente falsa que pinta como corruptos y
cómplices del narcotráfico y del paramilitarismo a sus principales
líderes civiles y militares. Y es que lo saben. Por más daño que hagan a
la patria de Bolívar, no resulta fácil que el pueblo de Venezuela y sus
hermanos latinocaribeños olviden el exitoso proyecto chavista de
independencia, democracia participativa, ampliación y elevación
educacional y cultural, salud para todos, redistribución social y
disminución de la pobreza y la desigualdad, edificado desde 1999 con la
conducción de Hugo Chávez, defendido luego contra viento y marea por
Maduro, electo a la presidencia de Venezuela en 2013 y relecto en 2018.
El lunes 23, al margen de la ONU pero en Nueva York, una reunión del
ilegal Grupo de Lima, seguida por otra entre los ministros de relaciones
exteriores del espurio Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR), cargó de nuevo contra Caracas. Los acuerdos surgidos de ambas
reuniones apuntan a apretar al máximo las tuercas del bloqueo y a la
persecución, como si fueran criminales, de los líderes venezolanos.
Necesitamos más presión económica, verán más sanciones de parte de Estados Unidos, declaró el criminal de guerra Elliott Abrams, enviado de Washington para Venezuela.
La resurrección del TIAR, siempre utilizado por la potencia del norte
para sus sangrientas e ilegales intervenciones militares en nuestra
América, deja abierta la puerta para que vuelva esa abominable práctica.
Destacó en estas reuniones de Nueva York el gran protagonismo del
presidente Iván Duque, de Colombia, desesperado por echar tierra a los
constantes asesinatos de luchadores sociales y ex guerrilleros en su
país después de la firma de los acuerdos de paz, que no se han ido a
pique gracias a su defensa por millones de colombianos que no desean la
guerra. Duque también intenta ocultar el incremento de la actividad de
los paramilitares y narcotraficantes y el crecimiento como nunca de la
siembra y producción de coca. Todo ello en contraste con los éxitos de
Venezuela en contrarrestar el flagelo.
Paralelamente, el secretario estadunidense del Tesoro, Steven
Mnuchin, anunció nuevas medidas persecutorias de las empresas navieras y
buques que llevan petróleo a Cuba, adonde Washington ha prometido que
no llegará más crudo. Intenta justificar este acoso a la isla culpando
del fracaso de los planes contra Maduro a la nunca probada presencia de
militares y oficiales cubanos de seguridad en Venezuela.
Los delegados a la AGONU tuvieron que soportar la estupidez de
Bolsonaro, pero muchos nos hemos deleitado con esta saeta de Evo
Morales:
Digámoslo con mucha claridad: la raíz del problema está en el capitalismo, el problema de fondo está en el modelo de producción y el consumismo, en la propiedad de los recursos naturales y en la distribución inequitativa de la riqueza.
Twitter: @aguerraguerra
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