República Dominicana
En República
Dominicana, la delincuencia común y la delincuencia política actúan en
estrecha asociación. Se confunden entre sí, y se funden formando un
abominable entramado. La delincuencia política coordina la relación con
el poder imperialista y la colaboración del entramado en el proyecto de
saqueo y dominación.
Gobiernos que dan vergüenza y opositores de
derecha que buscan protagonismo en el esquema colonialista, rinden
cuentas ante el poder imperialista, el cual les exige, en términos
reales, obediencia y sumisión.
No es casual que el Gobierno
dominicano haya votado el pasado día 12 por la activación del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
Con el voto en
la Organización de Estados Americanos (OEA) el presidente Danilo Medina y
el canciller Miguel Vargas comprometieron el nombre de República
Dominicana en el apoyo a una propuesta que tiene el sello de Iván Duque,
ultraderechista presidente de Colombia, y la dirección de Donald Trump,
de John Bolton y de la ultraderecha inserta en el poder estadounidense.
El presidido por Danilo Medina es un gobierno que da vergüenza.
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Estados Unidos,
Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay y República Dominicana, votaron a
favor de convocar al órgano de consulta.
Hay que destacar que
los medios de comunicación controlados por la oligarquía añaden a esta
lista el nombre de Venezuela, por el voto del representante de Juan
Guaidó (manejado igualmente por Donald Trump y Elliott Abrams). ¡Suman
ilegitimidad como si no bastara la que arrastran los otros once
asquerosos gobiernos! ¡Qué descaro!
Danilo Medina sigue la
línea de sus antecesores. Leonel Fernández, durante su primer mandato,
dispuso el envío de policías dominicanos a Kosovo. Hipólito Mejía envió
tropas a Irak en el año 2003 y respaldó después en la ONU una propuesta
yanqui de condena contra Cuba. Son los antecesores inmediatos. Y hay
elocuentes crónicas que muestran el entreguismo de Joaquín Balaguer y de
los gobiernos encabezados en la década de 1980 por dirigentes del
Partido Revolucionario Dominicano.
¿Reformando la podredumbre?
Cuando la podredumbre es evidente y se manifiesta la inconformidad de
la población con la corrupción de los multimillonarios funcionarios, el
poder imperialista aparece en escena, interviene las instituciones sin
cuidar siquiera las formas y se erige en tutor justiciero que otorga
premios y castigos.
Pero la corrupción se torna inocultable.
Los estrategas imperialistas chantajean y los funcionarios se ven obligados a obedecer.
La oposición electorera, derechista y entreguista como el propio
gobierno, celebró la llamada del secretario de Estado, Mike Pompeo, al
presidente Danilo Medina, afirmando que resultó de la misma (culminación
de la gestión del desacreditado senador Bob Menéndez), la decisión del
gobernante de no repostularse.
Esta oposición, formada por
politiqueros con vocación de gobernadores de colonia, prefiere hablar de
lo que se ve, no por ingenuidad, sino porque tiene el compromiso de
hacer invisible la intromisión, la manipulación y el chantaje
imperialista.
La ultraderecha que colocó a Donald Trump en la
Presidencia de Estados Unidos cosecha lo que ha sembrado junto a la
derecha sometida. Aplica sin disfraces la política injerencista, porque
le basta con presentarse como justiciera.
Cabe destacarlo a
propósito de lo que ocurrió recientemente (aún ocurre, aunque el poder
intenta sacarlo de los medios que controla) en República Dominicana.
La Drug Enforcement Administration, bien conocida en América Latina
como DEA, y el Federal Bureau Of Investigation, FBI, encabezaron el mes
pasado un operativo en República Dominicana.
Nadie se opondría a
la búsqueda y captura de un capo de la droga y menos al intento de
desarticular una red de tráfico de drogas, y no es secreto que el
Ministerio Público, la Policía Nacional y grupos politiqueros ligados al
presidente de la República y a destacados dirigentes de la oposición,
además de grupos empresariales con nombres sonoros, tendieron un colchón
a las actividades de esa organización criminal. Pero la injerencia es
más que grosera, y eso no puede soslayarse.
La DEA y el FBI
suplantaron sin disfraces al Ministerio Público y lo hicieron porque, en
el ambiente político dominicano, la injerencia no crea un escándalo de
grandes dimensiones.
Quienes señalan que esos organismos
movieron la acción contra el crimen son incapaces (por compromiso, hay
que reiterarlo, no por ignorancia) de observar que, en el operativo
realizado bajo la dirección de la DEA y el FBI no fue capturado el
protagonista y menos no fue evidenciada la composición de la red.
Es una vieja práctica que, localmente, han ejercido gobiernos y
sectores con algún nivel de inserción en el poder, y que el poder
estadounidense, en su afán de preservar la hegemonía en el esquema
global, puede ejercer a mayor escala. Se trata de manejar a conveniencia
los detalles de un expediente, que puede tener muchas ramificaciones,
es decir, puede ser la suma de muchos hechos y del accionar de varias
redes, y darle un uso politiquero.
No se hace justicia, pero se arrodilla y se pone a inclinar más hacia abajo la cabeza a quienes están vinculados.
El nombre de César Emilio Peralta, conocido por el apodo César el
Abusador, es el que puede sonar, pero la manipulación política no se da
solo a partir de las acciones del capo (¿acaso tan poderoso que, por más
de un mes, ha podido esconderse de las autoridades dominicanas, del
FBI, la DEA, la CIA y demás). También a partir del ejercicio de la
delincuencia política.
¿Qué otra denominación puede darse a la
comprobada estafa en operaciones como la instalación y adquisición de la
central termoeléctrica Punta Catalina, la adquisición de los aviones
Tucano, y los numerosos fraudes contra el Estado durante el gobierno
encabezado por Hipólito Mejía?
Ese grupo, marcado por la
corrupción y siempre en busca del apoyo imperialista para mantener sus
privilegios y preservar su inserción en el esquema de poder, es obligado
a arrodillarse.
Por eso el Gobierno votó en la OEA por la
activación del TIAR a sabiendas de que se trata de crear las condiciones
para acorralar a Venezuela y aumentar la magnitud de las sanciones
contra Cuba. Si ha pretendido utilizar los escasos espacios de autonomía
para administrar a su interés las relaciones internacionales, no puede
negarse a dar apoyo a Estados Unidos en objetivos fundamentales. ¡Es un
gobierno arrodillado, asquerosamente arrodillado!
La oposición
electorera no se mueve por esta razón, porque está llena de politiqueros
con vocación de gobernadores de colonia. Uno de ellos, Luis Abinader,
celebró la llamada de Pompeo y la gestión de Bob Menéndez, y no se ha
tomado la molestia de analizar la actuación en el país de la DEA y el
FBI.
Es obvio que, en un entramado sostenido por el soborno y
la corrupción, la delincuencia común tiene garantizado un espacio
importante y desempeña roles en los cuales, si no se presenta en
principio como tal, termina por imponer su definición.
Los
delincuentes de cuello blanco temen que se destapen sus vínculos con los
encargados de realizar el trabajo sucio, y el temor a la humillación y a
ser despojados de sus bienes y privilegios los hace arrodillarse y
bajar la cabeza hasta el suelo si es preciso.
El sector de la
delincuencia común que es capaz de mover grandes sumas ha actuado en
consonancia con la delincuencia política y la ha marcado.
La imposible renovación
El propio Danilo Medina reconoce el desgaste y habla de sangre nueva.
Pero nada limpio (peor que el pus ha de ser) puede salir de un sistema
podrido, marcado por la corrupción y el entreguismo y por la prevalencia
de la delincuencia común.
La oferta del sistema hiede, y ya no basta con taparse las narices.
El poder estadounidense lo sabe, pero no manipula para desarticular ese
grupo, porque se sirve de él. No espera que César, Toño o cual sea el
nombre del imputado, le ofrezca informaciones, ya las tiene.
De
modo que no es el afán de hacer justicia, sino los intereses de grupos
los que determinan, en esta sociedad, el hecho de que un individuo se
convierta en capo buscado o prófugo después de haber sido capo
consentido por dirigentes empresariales y partidarios.
El
imperialismo utiliza los expedientes de corrupción para convertir en
títeres baratos al procurador general, a los jefes policiales y
militares y al propio presidente de la República, y para asignar el
papel de alabarderos de los injerencistas a dirigentes dizque como
Lenoel Fernández, Hipólito Mejía, Quique Antún y Luis Abinader.
Estos hacen lo que sea, ante el riesgo de que sean desempolvados y
presentados ante la opinión pública los expedientes en los cuales están
seriamente comprometidos.
¿De qué renovación se habla en el marco de este sistema político?
Es ridícula la que quieren vender desde el norte, que se apoya en el
TIAR, un pacto firmado en 1947, y en la Ley de Comercio con el Enemigo
que, además de ser netamente estadounidense, data de hace más de un
siglo y sirve de apoyo para prolongar y reforzar el criminal bloqueo
contra Cuba.
A los estrategas imperialistas, a la oposición de
derecha y al Gobierno dominicano, la podredumbre les sirve de marco.
Cualquier declaración contraria de alguno de sus personeros, es pura
pose.
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