Arriba se pretendió que
se diluyera, que todo pasara, que los vientos cambiaran y la marea
regresa a la calma, pretendieron dejar morir lo que vive, los culpables
apostaron por el olvido y el desanimo, se escondieron su “verdad
histórica”, se mintieron a sí mismos queriendo salir impunes. Pero la
memoria sigue intacta, Ayotzinapa palpita en nuestros corazones, no hay
olvido, no hay brazos caídos, la resistencia sigue y persiste, crece a
pesar del tiempo, se entrelaza, avanza, abajo se teje la manta del
mañana con el hilo del presente, el porvenir se construye en los actos
cotidianos, el silencio no significa inactividad, el silencio es
organización, esperanza y voluntad, persistencia y dignidad. Se cumplen
cinco años y todo continúa, la impunidad sigue, el desprecio de muchos
poderosos continúa, abajo todo sigue, seguimos y seguiremos, andamos en
esta noche provocando que amanezca. Ayotzinapa es vida, vive en
nosotros.
Al iniciarse el actual gobierno federal se firmó un
Decreto para crear la Comisión de la Verdad de Ayotzinapa, un paso
necesario de reconocer, el presidente Andrés Manuel López Obrador indicó
que todas las instituciones relacionadas se pusieran a disposición de
la verdad, sin embargo, nuevamente el tiempo pasa y reiteradamente
contamos los días de la impunidad. La sociedad se mantiene vigilante de
los procesos que se instauraron, las medidas que se toman y sobre todo
de que realmente los actos que se efectúan estén dirigidos al
esclarecimiento de lo sucedido.
Muchas dudas circulan en el
aire, la liberación reciente de más de veinte policías relacionados con
la desaparición sin que el crimen este resuelto, despierta la duda,
agudiza los temores y pone al miedo en la palestra, la impunidad en
México es tan común, que a pesar de lo mucho que se ha efectuado contra
la corrupción, aún quedan resabios de las viejas formas de hacer
política y de usar las leyes, el temor frente a la injusticia no es
casual, es una vivencia tan cotidiana que es en verdad, muy difícil de
poder erradicar únicamente con palabras o buenas voluntades.
Todos quienes sentimos Ayotzinapa como algo nuestro, deseamos que el
Crimen de Estado sea juzgado con toda la profundidad necesaria y los
culpables paguen por su participación en las desapariciones forzadas y
en la criminalización que han padecido los estudiantes normalistas y sus
familiares. Ya han pasado cinco años, ¿acaso es necesario que
transcurran otros cinco para hablar de justicia? Es por demás urgente y
necesario poner fin a la violencia sistémica que desde los años sesenta
se aplica e impone sobre los movimientos sociales, los activistas y
demás ciudadanos conscientes que levantan la voz para exigir mejores
condiciones de vida. Establecer la justicia en Ayotzinapa sería un gran
paso para frenar la guerra sucia que hasta hoy ha existido en México.
Nos toca a nosotros seguir jugando nuestro papel, la sociedad tiene que
renovar su participación exigiendo transparencia y veracidad, haciendo
del tema un diálogo entre las partes. Las manifestaciones de repudio al
crimen y a sus perpetradores continuaran hasta que la justicia se
establezca, la solidaridad con los familiares de los desaparecidos es
una constante muestra de humanidad, México en su conjunto fue cimbrado
en lo más profundo por el crimen de Estado, resarcir ese daño transitará
por el cumplimiento de las demandas sociales, hacer de la justicia un
hecho palpable y no sólo un derecho alienado de la vida cotidiana.
La justicia no vendrá del cielo ni por bondad, los reclamos sociales
lograron que se crease la Comisión para la Verdad de Ayotzinapa, miles y
miles de mexicanos se expresaron junto al apoyo recibido desde
diferentes puntos del mundo, fueron todas esas voces las que pusieron el
tema como prioritario en la agenda política, esas mismas voces
multiplicadas reavivan el interés y la permanente demanda humana de que
al fin se pueda hablar de justicia en México.
La verdad no es
un acto que baje desde la pirámide vertical del poder, es la expresión
de la voluntad social organizada de manera horizontal para dar luz a
esta noche espesa y sombría que ha significado la desaparición de los
estudiantes normalistas. Ayotzinapa es muestra de dolor, de rabia,
desconfianza y de la violencia de Estado, únicamente la justicia puede
dar otro significado. Seguimos ondeando la bandera de la esperanza para
que la verdad aflore y la justicia se establezca, pero para ello, sigue
siendo necesaria la participación consciente de los oprimidos reclamando
el respeto a sus derechos, el fin de la violencia sistémica y un nuevo
orden social más equitativo y justo.
Ayotzinapa es también
vida, resistencia, alimento que nos enseña, es ejemplo de dignidad y
persistencia, el llanto continuo es fuerza para los espíritus
desgastados. Ayotzinapa es utopía realizable, es la verdad más fuerte
que nuestras voces gritan. Ayotzinapa es humanidad, es amor, es
sentimiento, es el canto de ilusión que desde nuestras almas brinda el
coraje para insistir frente a tanta impunidad, barbarie e inhumanidad.
¡JUSTCIA PARA AYOTZINAPA!
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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