Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada
Es necesario recordar
que el neoliberalismo en América Latina, entro por la vía militar. Las
fuerzas armadas fueron el instrumento para cambiar las dinámicas
sociales, políticas, económicas y culturales de Chile. Su proyección en
América Latina derivo en una aceptación de los marcos de un capitalismo
predador y excluyente bajo el manto de una economía de mercado. En la
actualidad, las fuerzas armadas, de regreso a sus cuarteles, cumplen una
función de control hemisférico bajo una militarización de la sociedad.
Su influencia es mucho más importante que si estuviesen en el poder
político. Son el gobierno permanente. Bases militares de Estados Unidos
inundan la región controlando la política de seguridad con un grado de
independencia sobre el poder civil, nunca antes pensado.
La experiencia chilena abrió la puerta a pensar en una transición pacífica al socialismo. Eran tiempos de la guerra fría.
Los ojos se pusieron en Chile. La redefinición del Estado, las
nacionalizaciones, la reforma agraria y el enfrentamiento con el capital
trasnacional fue el escenario donde el capitalismo se jugó el ser o no
ser. Las clases dominantes chilenas no compartían los ideales
democráticos. En cuanto fueron un obstáculo los abandonaron.
El bombardeo a La Moneda fue su respuesta a la democracia. La tiranía
trasformo las estructuras sociales y de poder, desplazando a la
burguesía desarrollista y su representación política. Nacía el
neoliberalismo militarizado. Privatizar, desregular, flexibilizar y
descentralizar bajo la bota militar. El capital trasnacional y los
sectores financiero especulativos tomaban el relevo.
Los partidos de la Unidad Popular fueron declarados ilegales, sus
bienes confiscados, sus militantes encarcelados y asesinados. Mientras
tanto, los partidos golpistas: la Democracia Cristiana y el Partido
Nacional brindaron con champagne. Su participación en las
políticas económicas y las tareas del gobierno militar les delata.
Ministros, subsecretarios, intendentes, etcétera, formaron parte del
régimen. Entre 1973 y 1991 el país fue puesto patas arriba. Prohibición
de los partidos políticos, sindicatos de clase, organizaciones populares
y desaparición de opositores. Así se impuso el neoliberalismo
militarizado.
Hoy parece existir consenso. Los muertos fueron necesarios para
reinsertar a Chile en el mundo. El ex presidente de la Democracia
Cristiana y ministro de exteriores de la Concertación con Michelle
Bachelet, Alejandro Foxley, sentencio: “Pinochet realizó una
transformación sobre todo en la economía chilena, la más importante que
ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de
globalización que ocurrió una década después, al cual están tratado de
encaramarse todos los países del mundo, descentralizar, desregular, etc.
Esa es una contribución histórica que va a perdurar por muchas décadas
en Chile y que, quienes fuimos críticos con algunos aspectos de ese
proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia
histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente
por todos los sectores. Además ha pasado el test de lo que
significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de
todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo y eso
sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar”.
Hoy, de forma explícita o implícita, este argumento se interpreta como un punto y aparte. Fue una transición
ejemplarentre civiles y militares, implicados en el golpe de Estado, y una oposición sumisa que aceptó mantener la Constitución de 1980, redactada por los golpistas, como Carta Magna.
Para esta traición histórica se construyó un consenso a derecha e
izquierda, asentado en demonizar el proyecto de la Unidad Popular y
presentarlo como ajeno a la idiosincrasia del pueblo chileno. Un
trasplante a Chile de los planes quinquenales soviéticos y un atentado a
la propiedad privada. Así todo calza. El único responsable del golpe de
Estado, sería la propia Unidad Popular que llevo el país al caos. Hoy
hablaríamos de una
crisis humanitaria. Las fuerzas armadas debieron actuar en defensa de la libertad, los valores patrios, evitando la trasformación de Chile en un Estado totalitario, marxista leninista. Así, la candidata a presidente por el Frente Amplio, coalición que reúne a la nueva izquierda, Beatriz Sánchez, se despachó a gusto en 2017, en su entrevista a la revista Paula señalando que el gobierno de Salvador Allende intentó
imponer un modelo totalitario. En pocas palabras transformar Chile en un Gulag. La experiencia chilena alerta. Estados Unidos, el capital trasnacional y las clases dominantes utilizan la técnica del golpe de Estado, en cualquiera de sus modalidades, cuando se ven amenazados por el triunfo electoral de proyectos populares, anticapitalistas, socialistas y democráticos.
Hoy, América Latina vive un punto de inflexión, el proyecto de
neoliberalismo militarizado se impone en países como Argentina, Brasil,
Colombia, Honduras, Perú, Chile o Paraguay. Los gobiernos están en manos
de ex militares iluminados, empresarios corruptos, políticos de baja
estopa o intermediarios de Estados Unidos. Es necesario, como señala el
EZLN, romper el cerco. El continúo llamado a un golpe de Estado en
Venezuela, el mantenimiento del bloqueo a Cuba, los ataques a Bolivia y
los procesos desestabilizadores a los gobiernos
progresistasdejan claro que la experiencia chilena no puede caer en el olvido, ni dejar su interpretación a sus verdugos.
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