Por sus
experiencias, los cubanos ya están curados de espantos. En tal sentido,
puede afirmarse que poseen una vacuna especial, la optimina, que no es
otra cosa que un extracto de buena ideología y altos ideales políticos y
éticos
En la intervención de Donald Trump en el 74 periodo de
sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas se pudo constatar el
carácter ambivalente de su discurso, con afirmaciones tan
contradictorias que solo su estolidez le permite exponerlas ante la
audiencia sabia y crítica de la comunidad internacional.
Nuevamente desbarró contra los países que en su paranoia política
considera enemigos, y a los cuales desde su asunción al poder les está
haciendo la vida imposible –al menos eso es lo que pretende con las
sanciones que afectan la existencia cotidiana de los pueblos-.. Y no
podía faltar por supuesto la referencia a la pequeña pero grande Cuba,
porque la historia le ha demostrado al imperio que con este país se le
han hecho añicos todos los zarpazos lanzados en sesenta años.
Actualmente Cuba atraviesa un momento coyuntural de escasez de
combustible debido a la persecución demencial, un bloqueo inusitado,
contra las navieras y buques que trasladan el petróleo hacia Cuba desde
cualquier procedencia. Y parecen frotarse las manos por la alegría que
les produce tal acto ilegal y genocida. Vamos a ver hasta cuando les
dura esa felicidad insana al dictador Trump y a sus secuaces.
Vale la pena enfatizar y reiterar algunas ideas expresadas en una
entrevista el 4 de diciembre de 2016, como homenaje póstumo a Fidel, y
pocos días antes de la asunción de Trump a la presidencia. En resumen
estas ideas fueron:
“Fidel y la revolución han dejado como
legado al pueblo una patria grande, libre, digna, unida y solidaria como
la que soñaron sin alcanzarla nunca los patriotas de las épocas
pasadas. Y, por supuesto, han dejado un caudal inmenso de ideas que
pueden alimentarlo en lo ideológico y espiritual y constituirán una
antorcha de luz para iluminar el futuro.
En lo que se refiere a
posibles cambios en Cuba, se puede afirmar que no van a cambiar los
principios políticos, revolucionarios y éticos de la Revolución, esos
que permitieron salir triunfantes después de más de sesenta años, a
partir del ataque al cuartel Moncada.
La Revolución después de
su triunfo, fue generando cambios, aquellos necesarios según las
realidades nacionales y las circunstancias de la política imperialista
generalizada contra Cuba. Estos cambios nunca estuvieron regidos por
presiones externas de nadie, y menos por las presiones o amenazas de los
Estados Unidos. Así deben comportarse en el presente inmediato y en el
futuro.
Si se pudieran analizar esos cambios, que han sido
naturales del desarrollo, se podría constatar que durante cada década
aproximadamente en Cuba se hicieron cambios sustanciales, pues el
socialismo en Cuba y la construcción social y su proyección
internacional, nunca tuvieron bases ideológicas dogmáticas ni rígidas.
Por demás, esto tiene una respuesta clara en el concepto de Revolución
de Fidel, que en pocas palabras recoge la esencia política y humana de
un proceso verdaderamente revolucionario, y dialéctico por filosofía y
naturaleza, cuando dice que revolución es cambiar todo lo que deba ser
cambiado.
También cambiarán los dirigentes, y quizás en
determinados momentos los cubanos tendrán la nostalgia por la ausencia
de Fidel, por su modo de hacer y decir, pero el tiempo y la realidad se
impondrán como algo natural en la vida de los seres humanos y de los
pueblos.
Esta época de diez años en que el país ha vivido bajo
el liderazgo de Raúl Castro confirma que la Revolución se ha mantenido
incólume, así como su rumbo.”
Hoy en el 2019 se puede añadir que
bajo el liderazgo del presidente Miguel Díaz-Canel, Cuba marcha con la
normalidad y bajo las mismas condiciones de los tiempos anteriores.
En cuanto a lo que podría suceder en Cuba después de la ascensión al poder de Donald Trump en Estados Unidos, expresábamos:
“Por sus declaraciones actuales puede esperarse, aunque eso está por
ver, un cambio hacia la confrontación con determinados matices. Tal vez
no llegue a la ruptura de relaciones diplomáticas. Ya veremos.
A
partir de enero, Trump puede hacer lo que quiera. Si asume, al fin, su
papel de cawboy y se decide a implantar la vieja política de
enfrentamiento, fracasada como ha reconocido Obama, ya puede pedir el
último, detrás de Bush, en la larga cola de presidentes fracasados que
quisieron vencer por la fuerza a los cubanos.
Porque aquí está
el mismo pueblo que inspiró y alentó a Fidel con sus voces: “Para lo que
sea, Fidel, para lo que sea”, y que si ayer, cuando Reagan lo
amenazaba, voceaba en lo individual: “Yo soy la Revolución”, hoy retoma
la consigna: “Yo soy Fidel”. Y detrás de esas frases hay convicciones
profundas y valentías probadas en las tribunas, en las trincheras, y en
los campos de batallas, y, por supuesto, en la vida cotidiana del hogar,
del trabajo y la escuela, en esta vida difícil, sencilla y modesta de
la mayoría del pueblo cubano.
En cuanto al pensamiento de los cubanos sobre el futuro que les espera y la posesión de la optimina, dijimos entonces:
“Para las personas, para cada una, el futuro, sea más cercano o
distante, siempre puede entrañar o significar una inmensa incógnita o
pregunta.
Por sus experiencias, los cubanos ya están curados de
espantos, y en general ven con optimismo ese porvenir, a pesar de
tantos desafíos o amenazas. En tal sentido, puede afirmarse que poseen
una vacuna especial, llamémosla optimina, que no es otra cosa que un
extracto de buena ideología y altos ideales. Con dicho optimismo innato y
adquirido se pueden prevenir todos los miedos y las calamidades capaces
de debilitar tanto a los hombres como a los pueblos.
El futuro
de Cuba está garantizado por su pueblo, así que no habrá derrota. El
pueblo espera hacer realidad en el futuro el perfeccionamiento y
engrandecimiento de la obra realizada bajo la dirección de la Revolución
de Fidel, y seguir concibiendo sueños para ese futuro previsible de
Cuba y el mundo.”
Por eso hoy se puede afirmar que no será
Trump el escollo que interrumpa la marcha indetenible del pueblo cubano.
Ese dictador de la Casa Blanca, plutócrata vaya Ud. a saber a qué
precio y con cuantas trapisondas, como político no es más que un
personaje con ínfulas de prepotencia irrefrenable a la hora de manejar
los asuntos internos y externos de su país, tirando patadas a las
personas, instituciones y países que se les enfrentan..Pero no se le
olvide, a nadie que ahí está visible su talón de Aquiles. Y, por cierto,
Trump no es ningún Aquiles.
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