La situación que nos ha
dejado cuatro años de neoliberalismo explícito en la Argentina es
calamitosa, en todos los aspectos. La CEOcracia o gobierno de los
gerentes de los grupos económicos del capital mas concentrado del país,
siempre aliados al gran capital trasnacional -como buenos herederos de
la oligarquía que fundó nuestros estados nacionales a sangre y fuego- se
ha situado a ambos lados del mostrador y desde allí ha perpetrado un
verdadero saqueo a la nación y un enorme retroceso en las condiciones de
vida de la población, así como de las conquistas populares en general.
Una rápida mirada sobre los principales indicadores sociales nos
muestra la profundidad del desamparo, desempleo, pobreza e indigencia en
que han sumido a partes crecientes de la población. Para no hablar de
la reducción drástica de nuestros salarios mediante los descomunales
tarifazos de los servicios públicos y la suba de precios generalizada de
medicamentos y alimentos, y todos los demás bienes de la canasta
básica. Al mismo tiempo ni siquiera han sido eficaces en lograr números
macroeconómicos para autosatisfacción de las elites supranacionales,
sino que la velocidad de la rapiña deja una economía destrozada, un PBI
reducido, y un endeudamiento colosal que ata a varias generaciones
volviendo al viejo tema de la dependencia generada por la deuda externa,
que había sido superada con el gobierno de Néstor Kirchner. Podríamos
seguir mencionando decadencias varias que nos deja este gobierno de
rapiña neoliberal, pero podemos reducirlas con esa palabra que usamos
mas arriba: saqueo.
Pero, por otro lado, no ha cesado la lucha y
la resistencia de las y los trabajadores ocupados y desocupados, y,
desde el kirchnerismo y el peronismo en general se ha apostado a
articular políticamente esa resistencia. Esa unidad estuvo articulada,
primero, fuertemente y en las calles por los sindicatos y centrales
sindicales mas representativas (verdadera fortaleza de cualquier
proyecto popular en la Argentina), y, luego, nuestrxs principales
referentes políticxs, sobre todo la ex presidenta Cristina Fernández de
Kirchner, pudieron y supieron tejer esa articulación en una propuesta
política unitaria y amplia que hoy genera muchas esperanzas y
expectativas para el futuro, aunque no va a ser nada fácil salir del
pantano. Por eso, las elecciones no van a resolver la crisis en lo
inmediato, pero sí hay expectativas y posibilidades de superarla en el
mediano plazo. Pues, el próximo gobierno y la unidad que simboliza -muy
profunda y amplia a nivel social y que articula un pacto entre el
empresariado y la clase obrera- va a generar políticas de estado que
apunten a mejorar la distribución del ingreso, o, al menos, a elevar la
capacidad adquisitiva del salario real y eso va a sentirse en el
bolsillo de las y los trabajadores y jubilados, lo cual redundará en una
reactivación paulatina del mercado interno. Además, los incrementos
presupuestarios para resguardar la salud y la educación públicas, sumado
a políticas sociales de inclusión, y retomar una cultura y simbología
descolonizadora o progresista en la que volverá a enraizarse el proyecto
que va a gobernar, se plasmarán sin duda en el avance de la unidad
latinoamericana. Vientos de cambios oxigenantes para los pueblos asoman
en Nuestra América.
El próximo nuevo gobierno y el ciclo progresista en América Latina y el Caribe
Por todo eso, el próximo nuevo gobierno de Alberto Fernández y Cristina
Fernández de Kirchner -impulsado por esta última-, sin duda va a
oxigenar al ciclo progresista del siglo XXI en América Latina que se
encontraba en reflujo o cierto estancamiento, pero que de ninguna manera
estaba agotado (como algunas y algunos analistas se empeñaron en
señalar). Por el contrario, ahora de la mano del nuevo gobierno popular
en México, de la resistencia de la Revolución Bolivariana en Venezuela,
si es que vuelve a triunfar el progresismo en Uruguay y la Revolución
Cultural y Democrática en el Estado Plurinacional de Bolivia y
permanecen resistiendo y construyendo revolución en Cuba y también
Nicaragua, pues, entonces, hay muchas condiciones para re-impulsar el
ciclo progresista y restablecer el camino de la unidad latinoamericana.
Para Macri, como tantas veces repitió, “el mundo” al que había que
regresar era el de Estados Unidos y Europa, para lo cual junto a los
otros presidentes de derecha, se dedicó a destruir los ámbitos
inter-estatales de la integración nuestroamericana para arrodillarse
frente a Washington. En cambio, el gobierno que vendrá, de la mano de
una amplia unidad articulada por el peronismo de la que participa la
izquierda latinoamericana, propone reforzar la unidad e integración de
América Latina y el Caribe, reimpulsar la UNASUR, la CELAC, y
neutralizar espacios oscuros y nefastos comandados por el imperialismo
estadounidense, como el grupo de Lima y la OEA dirigida por el
detestable traidor de Luis Almagro (expulsado del Frente Amplio
uruguayo) desde donde recientemente se intenta invocar y resucitar ese
infame tratado de “cooperación” para la defensa de los territorios
americanos (TIAR) inventado por los EEUU en la guerra fría, negado por
la potencia del norte al ser invocado durante la Guerra de Las Malvinas
en 1982, y ahora revivido por ésta y sus empleaditos del sur contra
Venezuela. Así como nuevos experimentos como Prosur inventados por los
perros falderos de su jefe imperial, como gustaba autodescribirse sin
vergüenza alguna, el ex presidente destituido por corrupto del Perú,
Pedro Pablo Kuczynski.
El nuevo gobierno argentino pondrá
énfasis en regenerar los espacios de articulación con una mirada
latinoamericana, pues se comprende que es la única manera de retomar una
senda que pueda ir generando mayores grados de soberanía política
interna y externa, e independencia cultural y económica, para afrontar
la calamitosa situación social de masas y el endeudamiento condicionante
con el FMI a largo plazo.
Ser de izquierda en Argentina y en América Latina
“La izquierda” es un término que hay que poner en discusión. Pues
entiendo que es un concepto que no refleja una posición dogmática,
congelada, sino que debe ponderarse en función de los posicionamientos
frente a cada coyuntura y de acuerdo a las correlaciones de fuerza
existentes en cada momento de la lucha de clases en nuestro país y en
Nuestra América. Considero de izquierda hoy a aquellas fuerzas
políticas y sociales que se posicionan en la disputa real y concreta: 1.
tejiendo e integrando alianzas que cuestionen a las políticas de los
grupos hegemónicos del capital concentrado transnacional y local, 2.
apoyando los procesos populares de lucha en toda su diversidad y aún con
todas sus contradicciones, pero, sobre todo, 3. apoyando y defendiendo a
los gobiernos populares que trabajosamente se mantienen en el poder del
estado, bajo un asedio intenso y perpetuo de una guerra de amplio
espectro comandada en forma directa y descarada por el imperialismo
estadounidense. Resistencia que por otra parte, viene resultando
exitosa, aún con todas las contradicciones que cualquier proceso
revolucionario o de reformas revolucionarias debe atravesar (como nos
enseña la historia de todos los procesos revolucionarios o reformistas) y
todos los sacrificios que esa situación implica para los pueblos
asediados.
Por eso en la Argentina considero a LA
izquierda, a aquella de orientación latinoamericanista, que está en su
totalidad y diversidad dentro del Frente de Todos y Todas apoyando la
candidatura de les Fernández.
Ahora bien, desde esa misma
izquierda consideramos que el próximo gobierno que expresa una amplia
unidad anti ceocracia, a nti neoliberalismo puro y duro, será un
gobierno en disputa y, por lo tanto, deberemos seguir acumulando
fuerzas para pasar a la ofensiva en la defensa de los gobiernos
populares de nuestra región e impulsar, tanto en la calle como en las
instituciones, la lucha por mejorar las condiciones de vida de la clase
trabajadora y el pueblo, para lo que, sin duda, tendremos mucho mejores
condiciones.
Por eso, para lo que llamo la izquierda Argentina
-que es la izquierda latinoamericanista que apoya a los gobiernos
populares en el continente fuertemente al lado de Cuba, de Venezuela y
de Bolivia-, construir una política alternativa, no es en este momento
apoyar un programa de salida radical a la crisis. Por el contrario,
necesitamos apostar a esta amplia unidad, pues lo que se juega ahora y
se va a poner en práctica después, es un programa de salvación nacional.
Sólo después podremos proponernos profundizar la lucha hacia salidas
posneoliberales o poscapitalistas en un escenario de lucha más profundo
que sin duda se abrirá luego con el gobierno en disputa que comandará
Alberto Fernández. Esta contradicción principal que se juega en la
próxima inmediata batalla electoral no es posibilismo, como lo fue, por
poner un ejemplo, la disputa electoral entre el menemismo y la Alianza
(UCR – FREPASO) en 1999, dado que ambas opciones disputaban por la
administración del mismo modelo de acumulación de capital, por el mismo
proyecto de país neoliberal para pocos y pocas. Aunque la última se
disfrazaba de “progre” asumiendo el ropaje oficial del fin de la
historia y de la lucha de clases y poniendo su pretendido afán
cuestionador en la corrupción del menemismo, planteándose, entonces,
como administradora mas eficaz de las políticas de concentración de las
riquezas, para lo cual una vez en el gobierno ¡pusieron al mismo
ministro de economía Domingo Cavallo!!! Eso sí que fue posibilismo.
La lectura actual de la correlación de fuerzas sociales y políticas
internas e internacionales, y los niveles de destrucción social,
económico y político a los que nos trajo la política de rapiña del
gobierno de Macri, en cambio, llevan a plantear un programa inmediato de
salvación nacional, que sin duda, una vez lograda llevará a desatar las
contradicciones siempre presentes en el orden capitalista. Dichas
nuevas batallas por venir y por librar, podrán sacarnos de la defensiva
popular, siempre y cuando el tinte de nuestra integración
latinoamericana y caribeña continúe siendo el del rumbo emancipador que
se expresó a principios de este siglo retomando lo mejor de nuestra
historia.
Para salir del neoliberalismo en Argentina: lucha de calles y lucha institucional, antes y después de las elecciones
A pesar del actual momento de debilidad en que nos encontramos como
pueblo hambreado y desocupado, con miedo a perder el trabajo -que es la
mayor de las extorsiones del sistema-, las luchas de calle en Argentina
no han cesado. Han estado siempre presentes a lo largo de estos 4 años
de neoliberalismo con el FMI a la cabeza. Pueden estar más visibles en
determinados momentos, pero no han cesado ni un solo día de estar
diferentes fracciones sociales en la calle. Las y los maestros,
trabajadores estatales, mujeres, trabajadores de la economía popular o
desocupados y desocupadas, los sindicatos, federaciones y centrales
sindicales mas importantes, entre otros. Se han desarrollado 5 huelgas
generales con masivas movilizaciones en su mayoría, como también
numerosas huelgas regionales o por rama. Ahora mismo, por ejemplo, en la
provincia de Chubut no han comenzado las clases escolares desde julio y
las trabajadores de la educación se mantienen en lucha cortando la ruta
con temperaturas bajo cero por las noches en plena Patagonia. El
argentino es un pueblo con una sólida tradición de lucha en las calles y
esto afortunadamente es parte de un patrimonio que ni las oligarquías
con sus terrorismos de estados pudieron extirpar del todo sin que nuevos
retoños asomaran venciendo todo tipo de mecanismos de disciplinamiento.
Pero sí es cierto que hay un pasaje a la lucha institucional,
porque ahora mismo, la decisiva batalla se juega en el plano electoral.
La lucha de clases ha pasado al plano de la lucha institucional. Y es en
este momento la batalla estratégica por librar. No hay duda que después
de diciembre la lucha volverá a estar, no solamente en las
instituciones, sino también en las calles. Habrá que usar la
inteligencia política de las organizaciones populares para presionar sin
ser funcionales a la derecha que estará al acecho desde el primer día
con toda la maquinaria comunicacional a su servicio, y en medio de una
salvaje ofensiva imperialista para disciplinar a las Américas bajo su
doctrina Monroe, vital en su disputa geopolítica con China y Rusia,
entre otras potencias emergentes.
La perspectiva de lucha
contra el neoliberalismo es posible en nuestra Argentina de la mano de
la permanencia de los gobiernos populares en varios países de nuestra
América y el retorno de las fuerzas populares -la mayoría desalojadas de
los gobiernos por golpes de estado- a otros tantos, para poder librar
la guerra superestructural contrahegemónica desde la imprescindible
complementariedad que nos dará retomar la senda de la unidad
latinoamericana y caribeña. Sin duda las elecciones en Argentina traerán
buenas noticias para nuestros pueblos y darán impulso a un nuevo
momento de ascenso del ciclo progresista en Nuestra América.
Paula Klachko es coordinadora del Capítulo Argentina REDH (Red de
Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la
Humanidad).
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