Guillermo Oglietti y Alfredo Serrano, Celag
La Jornada
Bolivia era un país bimonetario.
Justo antes de la llegada de Evo Morales, en 2005, sólo 15 por ciento
de los depósitos estaban en moneda nacional; en materia de crédito,
únicamente 7 por ciento se otorgaba en pesos bolivianos. En esos años,
siempre bajo gobiernos neoliberales, todo el mundo usaba el dólar para
refugiarse de la desvalorización del peso. Aquellos que podían compraban
dólares mensualmente y los vendían a medida que necesitaban gastar. La
economía estaba más dolarizada que la de la Argentina actual. Sin
embargo, después de algo más de una década, en apenas unos 13 años, la
situación se revirtió completamente. En 2019, 99 por ciento de los
depósitos y 87 por ciento de los préstamos son en pesos bolivianos. En
la actualidad, todos prefieren prestar en pesos y tomar depósitos en
pesos porque es una moneda fuerte y rentable.
Esta transformación económica no tuvo lugar por arte de magia. En
economía, los milagros no existen. Todo tiene que ver con todo. Cada
resultado económico es la consecuencia de un gran conjunto de decisiones
que poco o nada tienen que ver con la creencia
paranormalde que los mercados, por sí solos, nos llevarán a un equilibrio virtuoso. No. La economía no funciona así. Ni mucho menos.
Evo logró la bolivianización del sistema financiero al mismo tiempo
que hacía crecer la economía más que nadie en toda Latinoamérica. Supo,
además, combinar el bienestar macroeconómico con el bienestar
microeconómico de las familias, algo diferente a lo que sucede en Perú,
Colombia o Paraguay, que sólo pueden presumir de buenos indicadores
macroeconómicos, y muy diferente de Argentina, que no disfruta bienestar
macro ni microeconómico.
¿Cómo lo hizo? He aquí una breve enumeración de las principales acciones:
1. Evo recibió el Gobierno con un tipo de cambio de ocho pesos por dólar, a poco de asumir
aprecióla moneda a siete pesos y, actualmente, se mantiene estable (cotiza en 6.95). Le generó una pérdida a los tenedores de dólares con la que rompió la inercia y mandó la señal de que quien le apuesta al dólar no siempre gana.
2. Desalentó la compraventa de divisas ampliando el
diferencial cambiario entre compra y venta de divisas hasta una
diferencia de 10 centavos.
3. Aumentó a 66.5% el encaje líquido que los bancos deben
tener por cada depósito en dólares, mientras el encaje para los
depósitos en pesos es de 11 por ciento. La medida encarece el costo de
los créditos en dólares.
4. Se ofrecieron tasas ligeramente más altas a los ahorristas en pesos.
5. Se estableció un impuesto a las transacciones financieras
en dólares, que afecta sólo a las cajas de ahorros con más de 2 mil
dólares y a los depósitos a plazos menores al año
6. Se aumentaron los requisitos para otorgar créditos en
moneda extranjera y se facilitó el crédito en moneda nacional, por lo
que aumentó mucho la preferencia a otorgar préstamos en pesos.
7. Se utilizó la Unidad de Fomento a la Vivienda, unidad de
cuenta actualizada con la inflación local, como instrumento para
realizar todo tipo de contratos en moneda local y desalentar el uso del
dólar como unidad de cuenta.
8. Se emitieron títulos públicos en moneda nacional y desaparecieron los títulos en dólares.
9. Se emitieron títulos especiales en pesos para pequeños tenedores.
10. Usando varios instrumentos, en especial los coeficientes
de reservas y cupos máximos, se orientó el crédito bancario a las
actividades productivas, especialmente vivienda, vivienda social,
empresas, microcréditos y Pymes, expandiendo la cartera de créditos en
casi siete veces. Los tipos de interés que resultaron de esta política
son envidiables: por debajo de 10 por ciento para los créditos
hipotecarios, por debajo de 7 por ciento a los créditos de vivienda
social, cercanos a 20 por ciento para el consumo, por debajo de 5 por
ciento si es crédito empresarial y de 7 por ciento cuando se trata de
Pymes.
11. Se prohibió indexar las tarifas en función de la evolución del dólar.
12. Se creó un fondo contracíclico de reservas internacionales que ronda 25 del PIB.
13. Implementó una política deliberada de control del
monopolio y abuso de posición dominante, con seguimiento casi diario y
control directo por parte de Presidencia sobre precios relevantes de la
economía.
14. Se llevó a cabo una obsesiva política de apoyo a la
producción, con crédito dirigido a la inversión productiva y una vasta
inversión en infraestructura que tuvo el efecto de extender el área
geográfica desde donde se provee a las grandes ciudades, por lo que la
oferta productiva se amplió y, con ello, muchos precios cayeron.
Y por si todo esto fuera poco, se hizo en un contexto de
nacionalizaciones que, según un informe de Celag, tuvo un impacto en la
economía boliviana de generación de riqueza por 74 mil millones de
dólares (dos PIB del año 2017), 670 mil puestos de trabajo, ahorro de
divisas de 45 por ciento, aumento de consumo de 125 por ciento y subida
de la inversión hasta 11 mil 200 millones de dólares (29.9 por ciento
del PIB). Además, ello tuvo lugar en un clima de inflación a la baja;
1.5 por ciento en el último año, igual o más baja que la de Estados
Unidos a pesar del fuerte ritmo de crecimiento sostenido y de la mejora
en absolutamente todos los indicadores de bienestar social y económico.
Después de todo lo expuesto, y mirando lo sucedido con Macri en
Argentina, ¿quién se atreve a decir que no hay alternativa ni
pragmatismo en esta propuesta económica boliviana?
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