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martes, 2 de enero de 2018

Triunfo electoral de la derecha: ¿Qué se viene?


Fernando Quintana y Javier Pineda

Aurora Roja

Este domingo se realizó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. En esta ocasión triunfó el candidato de la derecha reaccionaria, Sebastián Piñera. Más allá del ejercicio estéril y moralista de buscar culpables, es necesario preguntarse por las razones políticas que explican dicho triunfo.

El discurso de la derecha

Una de las razones del triunfo de la derecha se encuentra en el discurso que lograron instalar a nivel de masas. Desde que ganó Michelle Bachelet articularon una oposición sin tregua, utilizando sus vocerías de clase como la CPC y la Sofofa y teniendo a su servicio todos los medios de comunicación de masas.

La derecha logró instalar un discurso efectivo. En primer lugar, defendiendo el modelo instalado por la dictadura y administrado por los gobiernos de la Concertación, incluyendo al Gobierno de Piñera dentro de ellos. Utilizaron la figura de la retroexcavadora para caricaturizar las reformas, e instalaron comunicacionalmente la idea de que el Partido Comunista estaba ejerciendo un liderazgo en el Gobierno que de hecho no tenía. Todo este despliegue les permitió asimilar las reformas de Bachelet a las políticas públicas implementadas por Cuba o Venezuela, aún cuando Heraldo Muñoz fuera un fiel lacayo de Estados Unidos en términos de política internacional.

En segundo lugar, a pesar de que casi todos los ministros de Sebastián Piñera estaban procesados o formalizados por caso Penta, Soquimich y otros, el gran afectado fue el Gobierno por el caso de Soquimich, que le costó la cabeza primero a Rodrigo Peñailillo. Luego, con el Caso Caval, el foco de la crítica pública se concentró en atacar – y con justa razón – a Sebastián Dávalos, hijo de Bachelet. Esto le permitió a la derecha jugar a la “teoría del empate”, tal como siempre lo han hecho.

En tercer lugar, se logró instalar la idea de que el último gobierno de Piñera fue la panacea en términos económicos. En el sentido común se instaló la idea de que un nuevo gobierno de Piñera se traduciría necesariamente en crecimiento económico y mejoras concretas para los problemas concretos que aquejan a nuestro pueblo.

En cuarto lugar, poniéndose en contra de toda la agenda “valórica” del Gobierno de Bachelet. Principalmente, del Acuerdo de Unión Civil, del aborto en tres causales, y recientemente en la discusión de la ley de identidad de género y la ley sobre matrimonio igualitario. Además, las temáticas asociadas a la seguridad ciudadana, relacionadas también con las últimas oleadas migratorias, fueron aprovechadas para instalar el discurso de “la mano dura” contra la delincuencia.

Discurso simple: “se vienen tiempos mejores”. Sin ninguna propuesta programática clara se constituye en la simple y pura negación del otro, y en el lema “mejor diablo conocido que diablo por conocer”.

Esta efectividad en el discurso fue de la mano con el dominio que presentan en el campo económico. Lograron superar la crisis del financiamiento ilegal, y a pesar de las tensiones en las elecciones de la Sofofa, fueron capaces de unir a su clase tras las figuras de Alfredo Moreno en la CPC y Bernardo Larraín en la Sofofa. Asimismo, articularon a los sectores latifundistas del sur de Chile, a quienes pusieron en rol de “víctimas de la violencia rural”, ante lo cual lograron sumar bastante apoyo en las regiones del Maule, Ñuble, Biobío y Araucanía.

Balance del Gobierno de Bachelet y la campaña de Guillier

Otra de las razones del triunfo de la derecha debemos encontrarla en lo que fue el gobierno de Bachelet. La Nueva Mayoría intentó instalar un discurso grandilocuente sobre el programa “progresista” que Bachelet había impulsado, y respecto al cual Guillier hubiera representado la continuidad. Este discurso les quedó grande. Las reformas que realizaron no es que hayan sido insuficientes, sino que mantuvieron intacto el sistema neoliberal en nuestro país, y abiertamente lo profundizaron en algunos aspectos.

Primero, la reforma tributaria acordada con el gran empresariado, que no cumplió su objetivo de ser la caja desde donde financiar las reformas progresistas.

Segundo, la reforma educacional, la cual no ha sido implementada del todo, pues se decidió hacerlo por parte. De hecho, la Ley de Inclusión, diseñada en gran parte por Revolución Democrática, lo único que ha conseguido es fortalecer a los mercaderes de la educación particular subvencionada y entregarle la misma cantidad de recursos que a las Escuelas Municipales.

Por otra parte, la reforma a la educación superior no se va a aprobar en este Gobierno. La tan anunciada gratuidad no ha sido más que un voucher a los estudiantes, quienes tienen la libertad de “elegir” – según sea su puntaje PSU – la institución pública o privada donde lo utilizan. Esto se ha traducido en un fortalecimiento de la educación de mercado y ningún avance para la educación pública. Sin lugar a dudas, la beca gratuidad es un beneficio para quienes acceden a ella, pero ni la forma de su financiamiento ni la forma institucional en que se instaló (vía glosa presupuestaria) son lo que queremos como sistema de educación pública.

Tercero, la reforma laboral. No se legisló sobre la negociación colectiva por rama o sector; se profundizó la flexibilización laboral a través de los pactos de adaptabilidad (llamados por la ley pactos de condiciones especiales de trabajo); se complejizó la negociación colectiva mediante la figura de los servicios mínimos y las mediaciones obligatorias; se privó en los hechos a los trabajadores subcontratados del derecho de huelga.

Cuarto, la negativa a realizar una reforma estructural al sistema de pensiones como exigía el Movimiento No+AFP. Anunciaron un proyecto que mantiene intacto el negocio de las AFP, y a pesar de contar con todos los votos necesarios en el Congreso, se niegan a realizar cualquier tipo de reforma.

Quinto, si bien anunciaron la derogación de la Ley Antiterrorista y que no lo aplicarían más en contra del pueblo mapuche, la siguieron aplicando. Inclusive, con más decisión que en el gobierno de Sebastián Piñera. En materia de delincuencia, aprobaron el “control de identidad preventivo” (antiguamente llamado detención por sospecha), herramienta inútil para combatir la delincuencia, pero bastante útil para ser utilizadas en contexto de reprimir la protesta social.

Sexto, en cuanto a la Nueva Constitución, lo único que hicieron fue una serie de cabildos en los cuales solo participaron los funcionarios de Gobierno y sus familias, sin que se generara resultado sustancial alguno. No fueron capaces de posicionar la Asamblea Constituyente y terminaron delegando todo al Congreso, espacio donde sabían que no tendría avance alguno.

La “Agenda valórica” es quizás la que ejecutaron con mayor éxito y aún cuando las medidas no fueron las deseables, a lo menos constituyeron “avances” que es necesario reconocer.

En definitiva, las reformas que realizaron no fueron sustanciales y no cuestionaron el modelo neoliberal en Chile. Tenían los votos tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado para haber terminado con las AFP, con las ISAPRES, derogar el Código del Trabajo y aprobar uno nuevo, construir un Nuevo Sistema de Educación Pública como pedían los estudiantes y trabajadores de la educación, entre otras medidas. Sin embargo, no quisieron. Sus mismos partidos no quisieron. Y no sólo la Democracia Cristiana, sino también el Partido Radical, el PPD y el Partido Socialista, según fuera la materia. Esta decisión política expresa claramente los intereses de clase que representan.

Sólo al final de su período de Gobierno lograron levantar un discurso que defendiera lo que habían hecho, porque hasta hace unos meses atrás, cuando el porcentaje de aprobación de Bachelet con suerte alcanzaba un 30% y seguía estando afectada por el Caso Caval, ni los propios partidos de la Nueva Mayoría defendían al Gobierno (con la excepción del Partido Comunista, leal aunque le informaran por la prensa algunas reformas). Apenas en el último mes lograron posicionar la gratuidad y el aborto en 3 causales, como las grandes reformas del Gobierno que valía la pena defender en un gobierno de “continuidad” encabezado por Alejandro Guillier.

Otro elemento a tener en consideración: Guillier no tuvo un programa claro. Sólo dijo que sería continuador de las reformas de Bachelet y repitió como loro que iba a mantener la gratuidad. Por el lado se levantó la candidatura de Carolina Goic y demostró una coalición de Gobierno debilitada. La misma bajada de Ricardo Lagos y el apoyo tibio de los sectores históricos de la Concertación demuestran la gran debilidad de la candidatura de Guillier. Sólo para la segunda vuelta se activaron con el temor de perder el empleo. Sin embargo, fueron incapaces de generar una mística propia del candidato que permitiera posicionarlo como un ganador.

Sumado al discurso histórico posdictadura, llamaron a votar por el “mal menor”, ni siquiera muy convencidos de qué estaban apoyando. El “todos contra Piñera” dejaba de lado cualquier discusión programática y sólo convenció a las dirigencias del Frente Amplio. ¿Por qué no dijeron No+AFP si sabían que contaba con altísimo apoyo popular? Nuevamente, por los intereses de clase que representan.

Las vacilaciones del Frente Amplio y la debilidad de la izquierda rebelde

El Frente Amplio fue la novedad de las elecciones y logró obtener un resultado inesperable incluso para ellos mismos. Más de 1.300.000 votos obtuvo Beatriz Sánchez, dejándola a menos de 200.000 votos de diferencia para haber pasado a segunda vuelta y haber dejado en el camino a Alejandro Guillier. Asimismo, resultaron electos 20 diputados y 1 senador, con hegemonía de Revolución Democrática y el Partido Humanista.

En la segunda vuelta se demostraron vacilantes, sin conducción y cayeron en el discurso del mal menor. Dejaron a sus militantes en “libertad de acción”, aún cuando sus organizaciones más significativas y rostros visibles llamaron a votar por Guillier, amparados en la apuesta de realizar un supuesto tensionamiento programático a su candidatura. Lo cierto, es que no tensaron nada el programa de Guillier, pero de todas formas igual lo apoyaron. Lo más problemático fue la instrumentalización a la que sometieron a los espacios del movimiento social en los cuales tienen la conducción, tales como las federaciones estudiantiles, las cuales utilizaron para apoyar a Guillier, tal como lo hizo la UNE-Nueva Democracia con sus federaciones en Santiago y Concepción.

De todas formas, el Frente Amplio no tiene la culpa de la derrota de Guillier, relato que algunos miembros de dicho conglomerado han querido instalar. La responsabilidad de esta derrota electoral es exclusiva de la Nueva Mayoría. Primero, el Frente Amplio no es dueño de los votos de la gente que los apoyó, y un sector considerable de los votantes del Frente Amplio lo hizo por novedad y no por coincidencias programáticas o pertenencias orgánicas reales. Así, los votos del Frente Amplio no eran votos que pudieran traspasar a voluntad. En segundo lugar, las comunas donde mayor votación tuvo el Frente Amplio, como Valparaíso y Puente Alto, Guillier ganó, así que efectivamente hubo un cierto traspaso de la construcción frenteamplista a la candidatura de la Nueva Mayoría. Pese a esto, Guillier ni con todos los votos del Frente Amplio le ganaba a Piñera, pues su votación creció en más de un millón de votos.

En cuanto a la izquierda rebelde, simplemente no fuimos un actor en estas elecciones. Más allá de las declaraciones testimoniales, lo cierto es que no tenemos incidencia de masas en el pueblo de Chile, aunque sí en determinados movimientos sociales. Las campañas de abstención de algunos sectores fueron irrelevantes – y casi caricaturescas – mientras que otros sectores se remitieron a guardar silencio.

El único movimiento social con capacidad de haber modificado un poco el panorama en términos de volumen de votos habría sido el Movimiento No+AFP. Sin embargo, ¿cómo la Nueva Mayoría puede ser tan descarada para exigirle al Movimiento No+AFP que apoye a un candidato que pretender mantener el negocio de las AFP?

En definitiva, creemos que debemos hacernos una autocrítica como izquierda de intención revolucionaria. Dicha autocrítica, sin embargo, no dice relación con nuestras decisiones frente al escenario electoral. Las causas profundas del triunfo de Piñera no se encuentran en las decisiones que la izquierda ha tomado en esta coyuntura electoral, sino en años de hegemonía neoliberal sin que emergiese un actor político capaz plantear un proyecto de sociedad distinto, que le haga sentido a nuestro pueblo. Nuestra autocrítica es que no hemos sido capaces de constituirnos como una alternativa real de conducción para los sectores descontentos del pueblo en proceso de reconstitución. No hemos sabido disputar el sentido común de las grandes mayorías, y mientras sigamos sin romper la inercia que nos ha mantenido en la marginalidad por años, esta situación no cambiará.

Los espacios de organización popular que han emergido, y en los que hemos trabajado en los últimos años aún son insuficientes y no se vislumbran como una alternativa. La respuesta a esta derrota del movimiento social no pasa por replantearnos y, eventualmente, abandonar la necesidad de constituir organización y constituir pueblo. Todo lo contrario, nos demuestra que es necesario acelerar el “tranco del pueblo”, a través de la densificación programática, la articulación de los sectores en lucha, el fortalecimiento de nuestra inserción en los espacios naturales del pueblo, el rearme teórico de la clase, la formación de los cuadros del movimiento social y, por último, un trabajo sostenido por crear organizaciones que permitan dar luchas que mejoren la situación concreta de vida del pueblo.

¿Qué se viene?

Sebastián Piñera llegará con su programa de “restauración concertacionista”. ¿Qué podría significar esto? Ajustes a la reforma tributaria para profundizar y perfeccionar los mecanismos de elusión y evasión; seguir destinando fondos a la “gratuidad”, pero entregando mayores cuotas de estos recursos a empresarios de la educación, principalmente, a Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales; aumentar la flexibilización laboral y facilidades a los empresarios, sobre todo de PYMES, para la precarización laboral; frenar todos los proyectos en materia de “agenda valórica”; continuar con las concesiones en materias de obras públicas; nepotismo en la Administración Pública; frenar toda discusión sobre reformas constitucionales; aumentar la represión en el Wallmapu y la probable declaración de Estado de Excepción de derecho (aunque en los hechos esto ya es así).

De todas formas, en el Congreso no tiene mucha capacidad de maniobra para cambios sustanciales, dada la composión de ambas cámaras. Esto significa que para aprobar cualquier ley, aun aquellas de quórum de mayoría simple, requerirá contar con los votos de los diputados del núcleo duro de la Concertación, en especial, de la Democracia Cristiana.

Tareas Inmediatas

El escenario que se abre es complejo en cuanto al retorno de la derecha al gobierno, y todo lo que eso implica. No obstante lo anterior, también se abren oportunidades para el movimiento social. En la medida en que las fuerzas de izquierda que apuestan por un proyecto anticapitalista y antipatriarcal estén a la altura de las circunstancias, está planteada la posibilidad de que una fuerza política y social emerja como un actor político relevante, con la capacidad de influir en el escenario nacional. La izquierda debe abandonar toda perspectiva marginal o sectaria, sacudirse de la inercia, y plantearse el objetivo inmediato de ser una alternativa de conducción para el pueblo trabajador en su conjunto, no sólo para sus sectores más radicalizados.

En concreto, nuestras objetivos inmediatos deben ser: i) Constituirnos como una alternativa de conducción para amplios sectores de nuestro pueblo, lo cual implica un salto cualitativo en nuestra inserción en los espacios naturales del pueblo, abrir la discusión política en la izquierda de intención revolucionaria en torno a la perspectiva de referencias públicas comunes, y adoptar una perspectiva política de masas, que se plantee seriamente una polítca desde la izquierda para las políticas públicas; ii) Fortalecer orgánica y políticamente el naciente movimiento popular chileno, en torno a plataformas programáticas amplias con la capacidad de referenciar a los sectores en lucha; iii) Articular a los sectores clasistas del movimiento de trabajadores en torno a un proyecto de sociedad distinto, que les permita consolidarse como el centro de gravedad político del naciente movimiento de masas.

Los tres objetivos señalados (fortalecimiento del naciente movimiento popular; construcción de una alternativa anti-capitalista y anti-patriarcal con perspectiva de masas; desarrollo de un polo clasista) no son tres procesos independientes entre sí. Son tres caras de un mismo proceso de desarrollo de las capacidades de auto-conducción política del pueblo trabajador. Dicho proceso, es necesario mencionar, estará lleno de dificultades y contradicciones. Seguramente el escenario no se ve favorable a su consecución. El desafío es gigantesc, y debemos dar lo mejor de nosotros para enfrentarla.

De los objetivos planteados se desprenden una serie de tareas inmediatas, en las cuales tenemos que ponernos a trabajar desde ya. A continuación, desarrollaremos un breve punteo con algunas ideas al respecto:

1) Articulación de la izquierda rebelde. La izquierda de vocación revolucionaria debe seguir encontrándose en la lucha, avanzando en mayores grados de cohesión programática y de unidad en la acción. Esto, con la perspectiva de ir prefigurando la necesaria superación de nuestra fragmentación orgánica.

2) Fortalecimiento de nuestra inserción en los espacios naturales del pueblo. La izquierda en los últimos años ha logrado buenos despliegues en distintas plataformas de lucha que han surgido del movimiento social. Sin embargo, nuestra inserción en los espacios naturales del pueblo, tales como sindicatos, juntas de vecinos o federaciones sigue siendo débil. Sin abandonar nuestra política hacia las plataformas programáticas, debemos darle prioridad a la inserción en los espacios naturales del pueblo, pues su estabilidad en el tiempo y su enraizamiento en los sectores populares los vuelve la mejor alternativa para construir pueblo organizado.

3) Superar las lógicas sectarias de la izquierda rebelde. No podemos caer en el sectarismo de juntarnos solo con quienes nos son más afines. En la lucha contra las políticas reaccionarias de la derecha, debemos ser capaces de dialogar políticamente con los sectores del Frente Amplio, e incluso del Partido Comunista en determinadas coyunturas. Dialogar políticamente no implica generar alianzas artificiales, renunciar a nuestras posiciones políticas ni mucho menos abandonar la legítima crítica a quienes consideramos que incurren en errores. Más bien, implica que, cada vez que coincidamos en nuestros objetivos específicos frente a coyunturas específicas, debemos ser capaces de articular tareas de manera conjunta, o al menos sin entorpecernos entre nosotros de manera innecesaria. La tarea inmediata de enfrentar a la derecha, y la perspectiva política de cambiar radicalmente nuestro país, no admite sectarismos ni purismos de carácter infantilista.

4) Fortalecer los maduros e incipientes movimiento sociales y proteger su autonomía política. El Movimiento No + AFP, el movimiento feminista, el movimiento estudiantil, el movimiento socioambiental, el Movimiento Salud para Todas y Todos y los demás movimientos sociales que han emergido en los últimos años serán fundamentales a la hora de impedir que la derecha nos haga retroceder en lo poco que hemos conquistado en los últimos años. Es fundamental impulsarlos con fuerza. Sin embargo, no debemos olvidar que ciertos sectores de la Nueva Mayoría, en su línea histórica de cooptación y subordinación de los movimientos sociales, intentarán cooptarlos y utilizarlos para acumular para sus apuesta electorales venideras. Debemos resguardar la autonomía política de los movimientos sociales, en la perspectiva de construir un movimiento popular sólido, con un programa propio y con capacidad de disputa.

5) Desarrollo de las capacidades defensivas de los sectores en lucha. Uno de los rasgos distintivos del gobierno de Piñera será una política cruda de represión en contra de los luchadores sociales. Debemos desarrollar una infraestructura capaz de hacerle frente, en términos jurídicos, comunicacionales, y políticos. Frente a la represión, la unidad y solidaridad de los sectores en lucha es nuestra mejor defensa.

Por último, queremos cerrar este pequeño aporte al debate con un llamado a la organización y la lucha como perspectivas de construcción cotidianas. Hay que organizarse en todos lados los lugares de trabajo y de estudio, en las poblaciones, en torno a los consultorios, los espacios culturales y deportivos. Todos los lugares que habitamos cotidianamente son espacios de disputa, y en todos esos lugares debemos cavar trincheras para avanzar, o para impedir el retroceso.

Frente a la ofensiva de la derecha: ¡organización, educación y lucha!

https://www.auroraroja.cl/2017/12/21/triunfo-electoral-de-la-derecha-que-se-viene/

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