Ampliar su legitimidad y crecer por encima del 4 por ciento representan los dos desafíos más importantes del presidente Evo Morales en un año que, como el mismo ha reconocido, será bastante duro. |
Tras alcanzar en
2017 un rendimiento económico menor al proyectado -pero que no le quita
al país su condición de líder en crecimiento de la región-, y de
enfrentar una avalancha de conflictos políticos, con expresiones de
resurgimiento de la violencia y el racismo, Evo Morales inicia este 22
de enero su décimo tercer año consecutivo como presidente de Bolivia –el
más largo de la historia nacional-, con el objetivo de superar el 4% de
crecimiento y, mucho más importante que lo anterior, de ampliar su
legitimidad en la perspectiva de las elecciones de 2019.
Para
lograr ambos objetivos, en un año que será decisivo en la construcción
de relaciones de fuerza para el gobierno y la oposición, el titular del
Estado Plurinacional estima continuar con el ambicioso plan de inversión
que desde 2015 se ha propuesto ejecutar hasta 2020, estimado en unos
50.000 millones de dólares, para potenciar la economía nacional. Avanzar
en la industrialización de los recursos naturales, mantener el ritmo en
la construcción de carreteras, creación del empleo juvenil y la
otorgación de servicios, donde los programas de acceso a agua potable y
riego son esenciales, figuran en los planes gubernamentales.
En
realidad, aunque los economistas partidarios de la escuela de Chicago
se esfuerzan en desconocer y descalificar de manera más o menos
sostenida, Bolivia ha conquistado por quinto año consecutivo el sitial
de país con mayor crecimiento de la región sudamericana gracias a la
dinámica de su demanda interna, lo que ha compensado los bajos precios
de las materias primas. En 2018, Morales aspira que Bolivia sea la
primera economía en crecimiento de toda América Latina.
Lo que no se conoce todavía es qué hará Evo Morales en el campo de lo
político, donde parecen concentrarse los mayores problemas del gobierno.
Desde el 21 de febrero de 2016, cuando la propuesta de modificar el
artículo 168 de la Constitución fue derrotada por estrecho margen en un
referéndum en el que la oposición, asesorada por Estados Unidos- basó su
campaña en una estrategia de la mentira que tuvo como hilo conductor
del relato a un inexistente hijo del Presidente, la iniciativa política
–empleando similar estrategia y método- está de lado de las fuerzas que
se oponen al proceso de cambio. Esto se nota, por ejemplo, en el uso
político del nuevo Código del Sistema Penal que, a pesar de los
problemas de redacción en varios de sus artículos-, expresa un paso
adelante en la búsqueda de eliminar la retardación de justicia. La
modificación parcial de su gabinete político apunta a resolver el vacío
dejado por el ex ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana en
enero de 2017.
En realidad, la causa principal de las
movilizaciones propiciadas por la oposición desde diciembre pasado es el
rechazo a la candidatura de Morales en 2019, luego que el Tribunal
Constitucional Plurinacional diera curso a un Recurso Abstracto de
Inconstitucionalidad contra cuatro artículos de la Constitución que
limitan la aplicación del derecho preferente.
Las reacciones
ante el fallo del TCP, al que la oposición rechaza por desconocer el
resultado del referéndum del 21 de febrero, han sido duras y en las
calles en un primer momento, aunque luego tomaron forma en la
movilización, principalmente de médicos, contra el código penal.
Pronunciamiento conjunto de una parte de la oposición, agresión contra
varias instituciones del Estado en Santa Cruz, comunicado del
Departamento de Estado de EEUU, intervención de una congresista
cubano-americana en el Congreso de ese país, llamados a desatar la
guerra en varios columnistas de los medios hegemónicos, resurgimiento de
las acciones de racismo como en Santa Cruz y Beni, así como decir que
“prefiero una dictadura de botas y no de ojotas” de parte de una
diputada, representan apenas una rápida descripción de la tensa
situación que Morales enfrentó desde diciembre.
Morales ha
encontrado en las redes sociales su principal flaqueza y el arma que
mejor emplea la oposición para atacar su gestión. La aseveración no está
fuera de foco, en un país en que el predominio en el manejo de las
redes sociales está principalmente en manos de los sectores no
populares, a lo que coadyuva el papel de la mayor parte de los medios de
comunicación, periodistas y analistas.
Lo que sí, la
interpretación de Morales -que en realidad hace referencia al enorme
impacto de la llamada Guerra de Cuarta Generación en la manipulación de
la subjetividad de la gente-, se matiza al observar el fortalecimiento
de las corrientes de ultraizquierda en los movimientos sociales que,
como en la década de los 70 y 80, fueron un factor de desestabilización y
caída de los gobiernos populares de Juan José Torres y Hernán Siles
Suazo.
La explicación de este momento difícil, en el que la
alta aprobación de Morales no condice con la intención de voto, aunque
sigue en primer lugar en las preferencias si las elecciones fueran
ahora, parece centrarse en la ausencia de trabajo político de sus
flácidas organizaciones en la sociedad, que es donde se construye
hegemonía, como señala el teórico italiano Antonio Gramsci y al que el
vicepresidente Álvaro García Linera lo citó varias veces.
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