Alainet
En la primera semana de
febrero, el secretario del Departamento de Estado estadounidense Rex
Tillerson realizará una gira por diversos países de América Latina y el
Caribe. El objetivo central de la gira es incentivar y organizar una
nueva escalada de ataques contra la República Bolivariana de Venezuela,
bajo el ya remanido pretexto de la “ayuda humanitaria”. Los destinos a
visitar, todos gobiernos implicados en el “grupo de Lima”, no dejan
dudas.
Luego de una breve escala en la Universidad de Texas en
Austin, donde disertará sobre las políticas previstas por la
administración Trump en relación a la región, arribará a México el 1° de
Febrero para reunirse con el canciller Videgaray y el presidente
saliente Peña Nieto.
A partir del 3 de Febrero, el turno será de
Argentina. Tillerson viajará primero a Bariloche y luego a Buenos
Aires, para encontrarse con Macri y el ministro Faurie con el objeto de
discutir – según informa el comunicado del DoS “la agenda bilateral de
crecimiento económico y la cooperación en seguridad”.
Acto
seguido, el secretario viajará a Lima, para encontrarse con el
presidente Kuczynski y su ministra de Relaciones Exteriores Aljovin.
Entre los asuntos a tratar figura la preparación de la próxima Cumbre de
las Américas en Abril, en la que participará Donald Trump.
El
día 6 Tillerson visitará Colombia. En la reunión con Juan Manuel Santos y
su canciller Holguín se abordarán “el apoyo de Estados Unidos” – así el
comunicado – “a los esfuerzos de Colombia para enfrentar el crecimiento
de los cultivos de coca, la producción de cocaína, aspectos económicos y
el crecimiento de la población de refugiados”.
Por último,
Tillerson se encontrará con el primer ministro jamaiquino Andrew Holness
y su ministra de Asuntos Exteriores Kamina Johnson-Smith. Entre los
temas a tratarse en Kingston figuran “la seguridad bilateral y regional,
esfuerzos energéticos y las exitosas reformas de Jamaica en materia
económica.”
Nada bueno augura esta gira para la región
A
la luz del anuncio de la realización de elecciones presidenciales en
Venezuela en Abril próximo y de una oposición debilitada y desunida, el
periplo de Tillerson se vislumbra como un nuevo capítulo de la opción
intervencionista de la administración Trump.
Un propósito
similar tuvo el recorrido que emprendió el vicepresidente Mike Pence en
Agosto pasado por Colombia, Argentina, Chile y Panamá, En aquella
oportunidad el saldo fue infructuoso debido al cerrado rechazo que
recogió ante la mención de la “opción armada” contra Venezuela, incluso
por parte de estrechos aliados.
Por lo demás, el viaje de
Tillerson apunta a dar continuidad a la estrategia de fortalecer la
acción concertada del bloque de gobiernos de derecha, hoy agrupada en el
“grupo de Lima”, con el objeto de bloquear toda posibilidad de
integración regional de carácter emancipador.
Esta es la primera
vez que el secretario de Estado recorre la región y obedece también a
la necesidad de EEUU de mostrar presencia, frente a la propuesta que
hizo China a la CELAC en la reciente ronda de reuniones en Santiago de
Chile de incorporar a la región al gigantesco proyecto de
infraestructura conocido como La Franja y La Ruta o la Nueva Ruta de la
Seda.
Asimismo la inminente concreción del Tratado Transpacífico
entre once naciones de América Latina y Asia, a ser firmado en Chile en
Marzo próximo sin la participación de EEUU, es un desafío comercial ante
el cual el gobierno norteamericano no puede permanecer impasible.
El
comunicado emitido por el Departamento de Estado informando sobre la
gira prevista, indica que el secretario instará a sus socios a promover
un hemisferio “seguro, próspero, democrático y con seguridad
energética”. Por otra parte, la atención que Tillerson dedicará durante
las conversaciones a Venezuela, es explícita.
Más allá de
códigos formales, “seguridad” implica venta de armas y tecnología de
vigilancia y represión ante posibles estallidos sociales, al par que un
aumento de la retórica belicista contra Venezuela, bajo la excusa de
constituir un peligro para la democracia. Democracia de la que ha dado
una muestra espléndida el reciente fraude en Honduras, uno de los
principales enclaves asociados a EEUU en la región.
Alarmante,
más allá de los aspectos de retórica diplomática y propaganda, es la
mención de “apoyo” a Colombia. En el marco de una campaña electoral
presidencial que los sectores conservadores polarizarán con referencia a
Venezuela para ocultar (y canalizar) el descontento social frente al
retroceso económico del país, el “apoyo” estadounidense significa una
cosa: apoyo a los sectores de derecha – presentables o impresentables -
frente a la posibilidad cierta de una derrota política que descomprima
la región fronteriza con Venezuela.
En un momento de
recrudecimiento de los asesinatos a líderes campesinos y miembros del
ahora partido FARC, la remilitarización es un escenario bienvenido por
los halcones en Washington y Bogotá, echando así por tierra los avances
logrados con la finalización del conflicto armado. La amenaza para
Venezuela y el incremento de la tensión en la región sería el efecto
directo de ese desatino.
Del mismo modo debe interpretarse el
aspecto de “seguridad energética”. Es conocida la estrategia de EEUU
para que los estados insulares del Caribe, beneficiados por la política
preferencial de PetroCaribe, retiren su apoyo diplomático a Venezuela a
cambio de integrarse en una política de “energías limpias”. Esta
política implica, entre otras cosas, ampliar la reconversión energética
que ya se viene llevando a cabo en América Central con el objetivo de
minimizar la influencia de la exportación petrolífera de Venezuela,
recortando así su principal ingreso.
Es difícil creer con
seriedad que el ex ejecutivo de Exxon, ahora canciller de un país
renuente a aceptar compromisos ecológicos retirándose del Acuerdo de
París, esté interesado en políticas de conservación medioambiental.
Otro
escenario a tener en cuenta es la Cumbre de las Américas de la OEA
proyectada para Abril en Perú. Teniendo en cuenta las muestras de
parcialidad dadas por el secretario Luis Almagro, constituyéndose en un
alfil conspirativo de EEUU contra Venezuela, es altamente probable que
en esa reunión – por enésima vez y a pesar del retiro en curso de la
nación bolivariana de esa organización – se quiera lograr una “condena”
contra el país caribeño que incluya sanciones a nivel regional. Para
esto, EEUU y sus socios deberán contar con mayorías que no pudieron
lograr anteriormente, a pesar de haberlo intentado repetidamente en los
momentos más críticos del 2017.
A los problemas sociales que
deberán afrontar los habitantes de varios países de América Latina y el
Caribe gobernados por el dictamen neoliberal, se suma en el horizonte la
posible tragedia de una escalada bélica. Frente a ello, el repudio
generalizado a las acciones conspirativas de una potencia en declive y
la defensa irrestricta de la paz son esenciales.
Javier Tolcachier es un investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento Humanista.
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