ALAI
Foto: CELAG
El
segundo quinquenio de los 90 del siglo pasado estuvo signado para la
economía internacional por la denominada crisis asiática, inaugurada en
1997 con el derrumbe del bath tailandés, a la cual siguieron las
tormentas financieras en Rusia y Brasil, así como una agudización de la
situación en la vecina Colombia.
Fisiología del crack financiero
No
obstante su condición de eslabón perdido en la cadena del capitalismo
mundial, Ecuador resintió esas conmociones por la vía del deterioro de
sus exportaciones primarias (petróleo, banano, camarón, flores) y de la
contracción de los flujos de inversión productiva externa. La asfixia
fiscal no se hizo esperar, agudizada por las protuberancias del servicio
de la deuda externa y por los coletazos de la corriente de El Niño que,
entre 1997 y 1998, devastaron la agricultura y la infraestructura de la
Costa.
Este orden de factores -desequilibrios externos y
fiscales- galvanizaron una situación recesiva que no tardaría en
proyectarse al sector financiero, que hasta entonces había sido el
principal beneficiario de un modelo económico especulativo, exacerbado
por las reformas liberales y aperturistas del gobierno de Sixto Durán y
el “mago” Alberto Dahik. En esencia, tal modelo consistía en privilegiar
al capital financiero sobre el capital productivo y en fomentar el
ingreso de capitales externos cortoplacistas -“golondrinas”-
garantizándoles elevadas tasas de interés.
Cuando Mahuad juró la
presidencia con su memorable discurso cosmogónico (10 de agosto de
1998), el terreno de las finanzas se encontraba minado, tanto por las
tendencias económicas descritas como por las recurrentes prácticas
permisivas y corruptas de la mayoría de entidades bancarias. Apenas dos
semanas después de la posesión del mandatario demócrata cristiano, el
ministro de Finanzas, Fidel Jaramillo, anunciaba la liquidación del
Banco de Préstamos. En noviembre del mismo año y a pesar de un jumbo e
ilegal préstamo de salvataje por 760 millones de dólares otorgado por el
Banco Central, se derrumbó La Filantrópica (Grupo Isaías),
supuestamente la institución financiera más poderosa y sólida del país.
El
liberalismo esquizofrénico de Mahuad —Estado del bienestar para los
ricos, Estado mínimo para los pobres- terminó por desnudar el descalabro
económico-financiero que había incubado en Ecuador el Consenso de
Washington.
Presionado por la rancia oligarquía costeña liderada
por “Corleone” Febres Cordero, el gobierno mahuadista hizo aprobar en el
Congreso, a fines del 98, la creación de la Agencia de Garantía de
Depósitos (AGD), un instrumento de protección estatal a la banca
privada. Igualmente, respaldó un proyecto de ley, promovido por el
entonces diputado socialcristiano Jaime Nebot Saadi, norma que sustituyó
al Impuesto a la Renta por el Impuesto a la Circulación de Capitales
(ICC). La entrada en vigor de esta última ley terminó por detonar la
institucionalidad financiera nacional, puesto que para eludir el nuevo
tributo los banqueros y financistas nativos y extranjeros intensificaron
sus operativos de descapitalización del país.
Similar efecto tuvo
la desaprensiva decisión de Carondelet de disponer, ateniéndose a una
recomendación del FMI, la flotación del tipo de cambio. Algo similar a
buscar apagar el fuego con gasolina.
A resultas de las susodichas
medidas, entre enero y febrero de 1999 habrían fugado al exterior unos 2
mil millones de dólares, un equivalente a la mitad de las exportaciones
anuales del país. De su lado, el servicio de la deuda extenuaba el
presupuesto estatal (a comienzos de ese año el 80 ciento de los ingresos
ordinarios del Fisco se destinaba al pago de ese tributo imperial, del
cual se nutrían también connotados “buitres” criollos.
Esta
constelación de factores tornaba inminente la “explosión” de la
fragilizada economía ecuatoriana, misma que llegó en marzo de 1999.
La semana negra y el desplome del sucre
La
primera y simbólica víctima del colapso económico/financiero de Ecuador
fue la moneda nacional. Entre el 1 y el 5 de ese mes, el sucre se
desplomó desde una relación de 7 mil por dólar hasta los surrealistas
niveles de 17 y 18 mil.
A propósito de evitar nuevas “corridas” de
depósitos y proteger a las entidades con problemas de
liquidez-particularmente al Banco del Progreso (Grupo Aspiazu)- Mahuad
decretó un feriado bancario que se extendió entre el 8 y el 12 de marzo.
La reapertura del sistema se concretó ligada a un
congelamiento/incautación de una gran masa de depósitos e inversiones
del público, aproximadamente unos 4 mil millones de dólares.
El
“corralito” ecuatoriano perjudicó inmediatamente a un estimado de dos
millones de agentes económicos, pese a lo cual la mayoría de entidades
financieras terminó desbarrancándose. A la quiebra del Banco del
Progreso, en abril de 1999, siguieron las caídas del Banco Popular,
Pacífico, La Previsora, Azuay, etc. La debacle bancaria derivó en una
estatización pro capitalista del 70 por ciento del sistema financiero y
en la fuga a Miami de sus principales protagonistas y responsables.
Ni
qué decir que para comenzar a equilibrar nuestros desequilibrios
económico/financieros, la mano invisible del mercado dispuso el éxodo de
1.5 a 2 millones de depauperados compatriotas, especialmente a USA,
España e Italia.
Además de la macro “socialización de las
pérdidas” y sus inherentes tragedias humanas, el derrumbe del sistema
bancario debilitó aún más las finanzas públicas al punto que, en
septiembre del 99, el régimen mahuadista se vio forzado a declarar una
moratoria de la deuda Brady, aproximadamente unos 6 mil millones de
dólares, y abdicar de la soberanía monetaria mediante la
inconstitucional dolarización decretada el tristemente memorable 9 de
enero del 2000, medida que nos convirtió en una opaca estrella de
Washington y Wall Street.
Acción y reacción. La espectacular
decisión del hasta ahora prófugo Mahuad derivó en vastas movilizaciones a
lo largo y ancho del país con proclamas de orden ético y nacionalista.
La mayor de ellas, concertada por la CONAIE y los mandos medios de las
Fuerzas Armadas, y cumplida en Quito el 21 de enero del referido año,
desalojó de Carondelet al mandatario “dolarizador”. A este evento, la
prensa internacional lo identificó como “el primer golpe de Estado del
siglo XXI”, en tanto que los shamanes lo bautizaron con el estético
nombre de la Revolución del Arco Iris.
El futuro previsible
Jorge
Luis Borges dejó escrito que “la historia de la humanidad no es más que
un encadenamiento de simetrías”. El ingenioso apotegma borgeano aparece
particularmente útil para comprender la actual transición
político/económica ecuatoriana desde la fase I a la fase II del tozudo
“correísmo”.
René Báez es autor de Antihistoria Ecuatoriana (Universidad
Central del Ecuador, 2010), exdecano de la Facultad de Economía de la
PUCE y miembro de la International Writers Association.
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