IPS
Los escandalosos y
permanentes comentarios del presidente de Estados Unidos Donald Trump y
sus intentos de socavar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
podrían causar daños irreparables al foro mundial.
Las declaraciones
del mandatario estadounidense son nefastas: se retira de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
amenaza a estados miembro de la ONU que votan resoluciones contra
Israel, recorta fondos de la Agencia de las Naciones Unidas para los
Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (Unrwa), con 69 años de
actividad, y se retira del Acuerdo de París sobre cambio climático en
2016.
Pero además, amenaza con arrasar a Corea del Norte, otro
miembro de la ONU, retira 285 millones de dólares del presupuesto
regular para 2018-2019 y realiza el pernicioso intento de destruir el
acuerdo nuclear con Irán, de 2015.
Y lo último, se refirió a
Haití y a otros estados africanos como “países de mierda”, lo que generó
la inmediata protesta del grupo de 55 estados de la Unión Africana
(UA).
James A. Paul, quien fuera director ejecutivo de Global
Policy Forum (1993-2012), organización que estudia el trabajo de la ONU,
dijo a IPS que el gobierno de Trump es una gran amenaza para el futuro
del foro mundial y, en general, para el desarrollo de la cooperación
internacional.
El chantaje crudo para lograr votos favorables en
órganos de la ONU es una práctica habitual de Washington, pero ahora
adquirió un grado nunca antes visto, observó Paul.
No es que los
últimos acontecimientos sean novedosos, sino más bien son extremistas y
plantean amenazas más graves que nunca a la viabilidad del foro mundial
en un contexto peligroso y de extrema inestabilidad, opinó.
En
conferencia de prensa el 16 de este mes, el secretario general de la
ONU, António Guterres, se mostró “muy preocupado” por los recortes de
fondos de Estados Unidos.
“Espero que al final, Estados Unidos
pueda seguir financiando a la Unrwa, en la que tiene una participación
importante” y para la que ya anunció un recorte de 65 millones de
dólares, indicó.
La Unrwa atiende a millones de palestinos refugiados en el territorio palestino ocupado de Cisjordania, en Jordania y en Líbano.
“No
se trata de una institución palestina”, aclaró, porque parece haber
confusión al respecto. “La Unrwa es una institución de la ONU creada por
la Asamblea General”, precisó.
Pero fue la embajadora
estadounidense en la ONU, Nikki Haley, quien sugirió en diciembre
vincular la ventaja económica de Estados Unidos, como mayor donante, a
las necesidades políticas de Washington. Además de destacar la exitosa
negociación con la que logró reducir en 285 millones de dólares su
aporte al presupuesto del foro mundial para 2018-2019.
También
fue ella quien amenazó con cortar la asistencia a los países que votaron
a favor de la resolución de condena por el reconocimiento de Jerusalén
como capital de Israel por parte de Estados Unidos.
Ian Williams,
corresponsal de Tribune en la ONU, explicó al ser consultado por IPS:
“La ignorancia y la arrogancia de Trump generan un compuesto peligroso
cuando se mezclan con las ambiciones y los prejuicios proisraelíes de
Haley”.
Su trabajo como representante permanente en la ONU
implica informar a Washington de la opinión del resto del mundo, pero
por sus amenazas contraproducentes queda claro que no le importa,
observó.
“Trump no muestra ninguna señal de contener el daño que
Haley le hace a la ONU y al derecho internacional, ni, de hecho, a la
diplomacia estadounidense, que Haley más que ninguno de sus antecesores
convierte en un oxímoron”, opinó William, quien cubre la ONU desde 1989.
Mouin
Rabbani, colaborador del Proyecto de Investigación e Información sobre
Medio Oriente (Merip, en inglés), dijo a IPS que la historia demuestra
una vez más que hay una amenaza inherente a la paz y a la seguridad
internacional “cuando estados poderosos están encabezados por cabezas
huecas”.
La ONU está tan expuesta a esos peligros como cualquier
estado o institución, y quizá más por su dependencia no solo de los
fondos estadounidenses, sino de su participación, añadió.
“Pero
sería un poco injusto atribuir toda la responsabilidad a Trump y sus
diplomáticos, en este caso encabezados por la extraordinariamente vulgar
Haley”, observó.
Eso es porque desde décadas fustigar a la ONU
se volvió algo así como un deporte nacional, sino un requisito cívico,
alimentado por un flujo incesante de morbosas teorías de conspiración
totalmente fantásticas, que los estadounidenses se destacan en tramar y
disfrutan consumiéndolas, observó.
El problema para la ONU es que
convertir al foro mundial en una organización más efectiva no forma
parte de la agenda de los críticos estadounidenses, observó.
Y
con Trump, huelen la oportunidad de asestar un daño permanente e
irreparable a la ONU, y con ella a casi todo lo que identifican como la
civilización actual.
“La comunidad internacional tendrá que
decidir si, otra vez, se hace la muerta o evita que lunáticos se hagan
cargo del asilo”, declaró Rabbani.
Para no idealizar los primeros
años de la ONU, Paul recordó “las consecuencias negativas de la Guerra
Fría, como las guerras indirectas, los duros enfrentamientos por la
descolonización y la presión negativa constante sobre los presupuestos”.
“En
la actualidad, los recortes presupuestarios pueden ser el mayor peligro
para la ONU. En el anterior bienio, el gobierno de (Barack) Obama ya
presionó para reducir el presupuesto, pero esta vez, los recortes son
más profundos y fundamentales”, añadió.
Tras años de “hacer más
con menos”, el sistema de la ONU tiene una desesperada escasez de fondos
para programas básicos. Aún así, en Washington declararon que se
necesitan hacer más recortes.
Ese parece ser el plan de Trump,
incluso para organismos de Estados Unidos. “Maten a la bestia”, cantan
los ideólogos, aplaudidos por sus seguidores empresarios neoliberales,
apuntó Paul.
Concentrarse en una posible reelección de Trump en
2020, “no responde a la pregunta más importante: ¿qué pasa en el mundo
que surgen muchos populistas matones de derecha y muchos centristas
corruptos que se inclinan a la derecha?”, preguntó.
¿Podría ser
el surgimiento de una hegemonía de las multinacionales y sus dueños,
quienes creen que pueden gobernar sobre el sistema global con un mínimo
de interferencia de estados anticuados y organismos intergubernamentales
ineficaces?, planteó Paul, quien fuera editor de Oxford Companion to
Politics of the World.
Los ciudadanos del mundo se sintieron
atraídos hacia una trampa para sorpresa de intelectuales, mundialistas e
internacionalistas. Esa, y no Trump, es la amenaza existencial que
afronta la ONU.
“¿Podrá surgir un nuevo liderazgo, con nuevas
capacidades para que la gente recupere la conciencia? ¿Podrá la crisis
climática estimular el surgimiento de un nuevo movimiento político
trasnacional? ¿Podrán nacer un electorado para una política nacional
reactivada y una nueva y transformada ONU?”, se preguntó.
“De ello depende, por ciert, el futuro de la ONU”, subrayó.
Traducido por Verónica Firme
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