En abril del 2017, a unos tres meses de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, escribí un artículo titulado “Un ‘auto-golpe’ que nos pone al borde del abismo”(1),
en el cual señalaba que para paliar su extrema debilidad, el no poder
disponer de los funcionarios para llenar los puestos claves de la
maquinaria del Estado y así garantizar la aplicación y el seguimiento de
las políticas de su gobierno, Trump tuvo que aliarse con los militares y
los financieros de Wall Street, o sea con quienes detentan la mayor
cuota de poder real en Estados Unidos.
La Estrategia de
Seguridad Nacional (ESN) dada a conocer a mediados de diciembre del 2017
y la Estrategia de Defensa Nacional (EDN), publicada un mes más tarde,
es el primer parto de esa alianza, o mejor dicho (y recordando la
historia del imperio romano) el precio que un Emperador generalmente
paga cuando pide la protección de la Guardia Pretoriana y pacta una
alianza con los oligarcas en un vano intento de salvar el imperio de una
decadencia irreversible y de la ira del pueblo.
Lo
sucedido era previsible desde el momento en que Trump, un “maverick”
(iconoclasta) en materia política, logró ganar las elecciones luchando
contra el poderoso Partido Demócrata y también contra la mayor parte de
la maquinaria del Partido Republicano, su propio partido. El sistema
bipartidista estadounidense fue creado y funciona para mantener el
Estado bajo el control de los intereses capitalistas dominantes, lo que
explica que ambos partidos cooptan y forman la burocracia que dirigirá
el aparato e instituciones del Estado, que formulará y aplicará las
directivas políticas para hacer avanzar los intereses dominantes.
Trump
ganó las elecciones pero no tenía –y hasta perdió el acceso a- esa
casta de funcionarios experimentados del Partido Republicano. El
resultado estuvo a la vista en los fracasos de los sucesivos
nombramientos y cambios de personal, en la cacofonía que se produjo en
materia de política interior y exterior, y finalmente en los
nombramientos para los puestos claves del poder con militares,
financieros de Wall Street y Republicanos que representan tendencias
contrarias a las esbozadas por Trump en sus promesas políticas durante
la campaña electoral.
El equipo de Trump, incluyendo a
miembros de su familia, está ahora dominado por quienes quieren a toda
costa restablecer el “mundo unipolar”, ese poder mundial supremo que el
imperialismo estadounidense alcanzó con el planificado derrumbe de la
Unión Soviética, amenazado ahora por la “potencias revisionistas”.
¿Qué nos dice la EDN?
Las
intenciones de Washington manifestadas en la ESN se vuelven mucho más
claras en la reciente EDN, y confirman que el imperialismo de la
globalización neoliberal, ese “orden internacional” basado en la
aplicación de las leyes y de las políticas estadounidenses y la negación
de soberanía nacional para el resto de países, está perdiendo terreno
tan rápidamente como para que Washington se ponga –literalmente- en pie
de guerra, y de luz verde para modernizar “las fuerzas nucleares” así
como nuevas armas que aseguren el máximo de letalidad en caso de
confrontación militar.
Una lectura(2) de las 11 páginas de
la EDN –la parte pública- no convence ni fundamenta las “amenazas”
provenientes de armamentos militares o cuasi militares de parte de Rusia
y China. Lo que hay son tergiversaciones realmente infantiles, como
atribuirle a Rusia actos (invasiones de países vecinos) fraguados por
Estados Unidos con sus aliados, y situaciones políticas que pueden ser
resueltas mediante la negociación y acuerdos verificables, así como
pueden ser resueltas las “amenazas” que según la SDN representan Corea
del Norte e Irán.
Lo que realmente explica la EDN –en las
11 páginas de la versión pública y probablemente aún más en la parte
secreta del documento-, es la amenaza bien real al “orden internacional”
de la globalización neoliberal que representa la cooperación entre
China y Rusia en el continente euroasiático, lo que explica que sea el
motivo importante de un tercio de los párrafos del documento, comenzando
por el segundo, donde se explicita que “estamos enfrentando un
creciente desorden global, caracterizado por el declive en el largamente
aplicado orden internacional basado en reglas – creando (así) el ámbito
de seguridad más complejo y volátil que hayamos experimentando en
memoria reciente. La rivalidad inter-estatal, no el terrorismo, es ahora
nuestra preocupación principal en cuanto a la seguridad nacional de
EEUU”.
Esta “rivalidad inter-estatal” (en realidad
“la re-emergencia de una rivalidad estratégica de largo plazo”, sin duda
en referencia a la que existió durante la Guerra Fría) proviene de las
potencias “revisionistas”, y no combatirla “resultará en una
disminución de la influencia global de EEUU, el debilitamiento de la
cohesión entre los aliados y socios, y una reducción del acceso a los
mercados que contribuirá al declive de nuestra prosperidad y niveles de
vida”.
En el octavo párrafo se lee que la EDN
“reconoce un ámbito de seguridad global crecientemente complejo,
caracterizado por desafíos flagrantes al orden internacional libre y
abierto y la re-emergencia a largo plazo de rivalidad estratégica entre
naciones”, y en el siguiente se afirma que “el desafío central a la
prosperidad y seguridad de EEUU es la re-emergencia de la rivalidad
estratégica a largo plazo por quienes la Estrategia de Seguridad
Nacional clasifica como potencias revisionistas. Es cada vez más claro
que China y Rusia quieren modelar un mundo consistente con su molde
autoritario – ganando autoridad de veto sobre las decisiones económicas,
diplomáticas y de seguridad de otras naciones”, y en el párrafo
siguiente, focalizado en la acelerada modernización en China con su
supuesta política “económica predatoria para coaccionar países vecinos a
reorganizar la región Indo-Pacifico a su beneficio”, la EDN afirma que
China quiere alcanzar una “hegemonía regional a corto plazo (destinada) a
desplazar a EEUU para alcanzar predominio global en el futuro”.
Con Rusia, en el párrafo siguiente, la EDN afirma que Moscú busca
autoridad de veto sobre otras naciones en su periferia en términos de
sus gobiernos, de sus decisiones económicas y diplomáticas, para
destrozar la OTAN y cambiar a su favor las estructuras económicas y de
seguridad en Europa y el Oriente Medio.
En suma
(párrafo siguiente de la EDN), el otro cambio “del ámbito estratégico es
el resistente pero debilitado orden internacional de la pos-segunda
Guerra Mundial”, cuando EEUU y sus aliados “construyeron un orden
internacional libre y abierto”: “China y Rusia están ahora minando
el orden internacional desde el interior del sistema mediante la
explotación de sus beneficios mientras simultáneamente reducen sus
principios y reglas de funcionamiento”.
Y para colmo de hipocresía la EDN afirma que Rusia y China, y los ‘países canallas’, “están
compitiendo en todas las dimensiones del poder. Han aumentado esfuerzos
para conflictos casi armados mediante la expansión de la coerción en
nuevos frentes, violando los principios de soberanía, explotando la
ambigüedad y borrando deliberadamente las líneas entre los objetivos
civiles y militares”.
Más adelante la EDN –para justificar los astronómicos presupuestos- afirma sin ambigüedad que “los
desafíos a la ventaja militar de EEUU representan otro giro del ámbito
de la seguridad global. Por décadas Estados Unidos ha gozado de una
superioridad incontestada o dominante en todos los terrenos de
operación. Podíamos generalmente desplegar nuestras fuerzas donde
queríamos, ensamblarlas donde deseáramos y operar como quisiéramos. Hoy
día, cada terreno es contestado –el aéreo, el terrestre, los mares, el
espacio y el ciberespacio”.
Más claro imposible sobre
lo que causa la necesidad de EEUU de crear el pánico (en este caso
miedo compulsivo que hace cometer estupideces) para lanzarse en una
aventura extremadamente peligrosa para la humanidad, porque la EDN
anticipa que usará de todos los medios para volver a ser la potencia
suprema: “Una rivalidad estratégica de largo alcance requiere la
integración sin fisuras de múltiples elementos de poder nacional
–diplomáticos, informativos, económicos, de inteligencia, de policías y
de militares. Más que ninguna otra nación, EEUU puede expandir el
espacio competitivo, tomar la iniciativa para desafiar a nuestros
rivales cuando poseemos las ventajas y a ellos les faltan fuerzas. Una
fuerza más letal, robustas alianzas y asociaciones, la innovación
tecnología estadounidense, y una cultura de desempeño generará decisivas
y sustentadas ventajas militares para EEUU”.
Sobre
NuestrAmérica la SDN dice poco (en el documento publicado, pero quizás
mucho más en el secreto) y de manera sibilina, como “mantener un balance
de poder favorable” y “las ventajas” de que dispone en el Hemisferio
Occidental, señalando que un “hemisferio estable, pacífico, que reduce
las amenazas de seguridad de EEUU le reporta a éste último “inmensos
beneficios”, a pesar de lo cual Washington utilizará todos los medios a
su alcance para “profundizar las relaciones con los países de la región
que contribuyen con capacidades militares a los compartidos desafíos de
la seguridad regional y global”
En síntesis, suficiente
como para confirmar que seguirán y hasta se agravarán las nefastas
políticas de Washington hacia NuestrAmérica, con el objetivo de que todo
el Hemisferio quede bajo la globalización y responda a las órdenes de
EEUU. Y tampoco habrá cambios en la política que Washington y sus
aliados aplican en África, Continente en el cual EEUU actuará para
“limitar la maligna influencia de poderes no africanos”, es decir de
China, Rusia y otros países que busquen mantener relaciones económicas,
políticas y diplomáticas fuera de marco de la globalización que está
bajo control de EEUU.
El delirio de los “imperios ilimitados”
La
SDN señala la preparación para una confrontación en todos los frentes
con Rusia y China, dos potencias nucleares, y detrás del abandono formal
de la “lucha contra el terrorismo” como la prioridad militar de EEUU lo
que hay que ver es el retorno del fomento del terrorismo dirigido
contra Rusia, China y demás países “revisionistas” que anden sueltos por
el mundo.
Para este drástico cambio estratégico se
necesitan enemigos externos (y dentro de poco habrá que fabricar los
internos), misión que cumplen la EDN y la ESN, lo que de paso
justificará las decenas o cientos de miles de millones de dólares que
deberán agregarse al ya gigantesco presupuesto militar, para mantener o
readquirir la supremacía en armas, mejorar o crear tecnologías de uso
militar, por separado o en colaboración con las empresas privadas,
ampliar los medios de transporte y las formas de organización no
convencionales, etcétera.
Lo que emerge claramente del
documento del Pentágono, escribe el analista Bil van Auken (3) es una
visión del imperialismo estadounidense asediado por todos lados y en
peligro mortal de perder su dominación global, lo que refleja el
pensamiento dentro de la camarilla de militares retirados o en actividad
que dominan la política exterior de Trump y que durante 16 años
llevaron a cabo las interminables guerras en el Oriente Medio y Asia
Central, que fracasaron en ampliar los intereses estratégicos de EEUU y
crearon una serie de debacles que desgastaron las fuerzas militares de
EEUU.
Francis Boyle, profesor de Derecho Internacional de
la Universidad de Illinois, ve en la EDN la continuación y escalada de
la estrategia estadounidense de “Imperialismo Ilimitado” (denominación
del académico y experto en relaciones internacionales Hans Morgenthau
para los imperialismos que siempre buscan la expansión), y para ello “el
Pentágono está planeando para luchar y ‘ganar’ la Tercera Guerra
Mundial contra Rusia y/o China así como para controlar, dominar,
aterrorizar e intimidar el resto del mundo bajo uno u otro pretexto”(4)
¿Quiénes
son los primeros (y seguramente los únicos) ganadores de este criminal
aventurerismo? Sin la menor duda el poderoso complejo militar-industrial
que la EDN amplía considerablemente –por escrito- para incluir las
empresas del Silicon Valley y de otras ramas de la economía, y cuyos
accionistas se beneficiarán desde ahora con el aumento de las acciones
bursátiles, así como los financieros de Wall Street que financiarán o
especularán en qué y dónde se gastarán las sumas astronómicas que
recibirá el Pentágono para su extensa lista de pedidos.
Por
supuesto no hay y tampoco habrá la menor discusión en los medios de
desinformación y en el Congreso de Washington sobre lo que realmente
sucederá al financiar este “imperialismo ilimitado”, porque lo que gane
el presupuesto del Pentágono lo perderán los programas sociales y el
pueblo, y otros pueblos si aceptan –como exige la SDN- compartir los
gastos.
Como diría Mafalda (que a veces convoco para
explicarme lo inexplicable), “¡lo ilimitado en Washington son los
delirios de grandeza!”
Notas
3.- Bil van Auken, http://www.defenddemocracy.press/pentagon-unveils-strategy-for-military-confrontation-with-russia-and-china/
4.- https://sputniknews.com/analysis/201801231060981636-pentagon-trump-fails-oppose-military-industry/
- Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense.
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