Los 9 años
transcurridos entre 2009 y 2017 nos han dejado una contraofensiva
conservadora contra los gobiernos progresistas de la región. Los
diferentes proyectos progresistas, de izquierda y/o nacional-populares,
que se incorporaron al ciclo abierto por el Comandante Chávez en 1998,
llegaron a acumular al mismo tiempo 11 gobiernos en el conjunto de
América Latina y el Caribe.
Sin embargo, el golpe de Estado contra
Mel Zelaya en Honduras en 2009, el golpe parlamentario contra Fernando
Lugo en Paraguay en 2012, el impeachment contra Dilma en Brasil en 2016,
y la victoria electoral de Macri en Argentina (el único gobierno de
izquierda perdido en las urnas) lograron cristalizar parcialmente el
intento de restauración conservadora. Si a ello le sumamos la
manipulación informativa que se da contra los gobiernos actuales, como
Venezuela o Bolivia, y la persecución judicial contra ex mandatarios
como Lula en Brasil y Cristina en Argentina, el panorama se complica.
Aun más si añadimos que en ocasiones ni siquiera hace falta que la
derecha llegue al poder mediante la vía electoral o el golpe, si no que
los propios sucesores de los grandes líderes se convierten en caballos
de troya, como es el caso de Ecuador donde el gobierno de Lenin Moreno
ha destituido al Vicepresidente Jorge Glas, y maniobra en el ámbito
político-electoral para impedir una futura reelección de Rafael Correa.
Los
últimos meses de 2017 sintetizan la nueva etapa del ciclo progresista
en América Latina: fraude electoral descarado en Honduras; indulto a
Fujimori por un Kuczynski cuestionado tras haber recibido cantidades
millonarias de la constructora brasileira Odebrecht; y victoria de
Piñera en Chile a pesar de que el conjunto del centro-izquierda había
superado el 50% de los votos en primera vuelta, en un país que mantiene
vigente la Constitución de Pinochet.
En todos los casos citados
podemos encontrar motivos estructurales y debilidades de los gobiernos
progresistas (no siempre las mismas), que han sido explotadas por la
derecha para hacerse con el poder: un Estado herencia del neoliberalismo
que solo ha sido reformado parcialmente y que cuenta con una
institucionalidad débil; ausencia de un partido que controle el
territorio, y en muchos casos, sustitución del partido por el Estado;
falta de formación política y de cuadros dirigentes; corrupción
inherente a cualquier espacio de poder amplificada por los oligopolios
mediáticos; incapacidad para construir herramientas que disputen la
batalla mediática en igualdad de condiciones; y un largo etcétera de
debilidades lógicas en procesos que rondan la década de existencia y
que, al contrario que la revolución cubana, no tiraron abajo el Estado
para construir uno nuevo (también con debilidades, pero nuevo al fin y
al cabo), sino que construyen sobre los cimientos del anterior. Y a
veces los cimientos son más sólidos de lo que parece.
Sin
embargo, y a pesar de la necesaria autocrítica que debe hacerse, todos
estos procesos lograron, en mayor o menos medida, recuperar el Estado de
la devastación neoliberal, y avanzar hacía un escenario de derechos y
justicia social, redistribuyendo la riqueza y reduciendo la desigualdad.
6 procesos electorales en 2018
El
año que comienza va a ser fundamental para determinar si se logra
remontar y consolidar el ciclo progresista en la región, o la
vieja-nueva derecha avanza posiciones y conquista más espacios de poder,
en este caso alguno de los 6 gobiernos que serán electos durante los
próximos 12 meses.
Costa Rica el 4 de febrero, Paraguay el 22 de
abril, Colombia el 27 de mayo (con una más que posible segunda vuelta el
17 de junio), México el 1 de julio, Brasil el 7 de octubre (la posible
segunda vuelta sería el 28 de ese mismo mes) y Venezuela con una fecha
por definir, pero con total seguridad antes de diciembre, son los 6
escenarios de disputa geopolítica electoral para 2018. También en El
Salvador el 4 de marzo se realizarán elecciones municipales y
parlamentarias, que pueden ser un indicador de la fortaleza del FMLN de
cara a las presidenciales de 2019.
Si bien sería importante el
triunfo del centro-izquierda del Frente Amplio en Costa Rica, y en
Paraguay de la Alianza (Ganar) entre el Partido Liberal Radical
Auténtico (quien pone el candidato a Presidente, Efraín Alegre) y el
Frente Guasú de Fernando Lugo (que coloca a Leo Rubín como candidato a
Vicepresidente), probablemente son las otras 4 elecciones presidenciales
(sumadas a las de Bolivia y Argentina en 2019) las que van a determinar
el rumbo de la región en los próximos años.
México, ¿la tercera es la vencida?
Por
su locación geopolítica, el país que muchos califican como frontera sur
de los Estados Unidos, nunca gobernado por la izquierda, es la elección
más importante de 2018 para Nuestra América.
También para
México es probablemente la elección más importante de su historia
electoral, pues además de la Presidencia de la República, el 1 de julio
se eligen 128 senadurías, 500 diputaciones y 9 gobernaciones (entre
ellas una fundamental como es la de la Ciudad de México), además de
centenares de cargos locales.
Y por tercera vez Andrés Manuel
López Obrador, el candidato de una amplia alianza con raíces en la
tradición del nacionalismo revolucionario de Benito Juárez, Francisco I.
Madero y Lázaro Cárdenas, además de la izquierda del PT, y un sector de
la derecha como el PES (Partido Encuentro Social), se presenta como
favorito en todas las encuestas1 para ganar una elección donde puede pesar más que nunca el descontento ciudadano hacia la clase política tradicional.
Enfrente
tendrá a José Antonio Meade, postulado por el PRI, que ha tenido que
recurrir al candidato menos priista de todos sus candidatos (un
tecnócrata que ha tenido altos cargos en diferentes administraciones del
PRI y del PAN).
Asimismo, el tercero en discordia es Ricardo
Anaya, candidato de una coalición anti natura entre la derecha del PAN y
la ex izquierda del PRD que, después de enterrar el proyecto histórico
para el que nació, va de comparsa del partido de Vicente Fox y Felipe
Calderón. El mayor peligro es que logre instaurar en el electorado no
politizado el mensaje de centralidad frente a los “extremos”, el PRI y
Morena.
También es necesario destacar la presencia de otros
candidatos y candidatas como Marichuy, la vocera del CNI y EZLN, que a
pesar de que previsiblemente no logre reunir las firmas necesarias para
poder postularse, es importante el recorrido que está haciendo por el
país, llevando la voz de los sin voz. Quienes sí parece reunirán las
firmas para presentarse como candidatos independientes son la ex panista
y esposa2
de Felipe Calderón, Margarita Zavala, y el ex priista y Gobernador de
Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”. Los porcentajes de votación que
puedan arañar estas candidaturas independientes podrían ser
determinantes para el resultado final.
El escenario de la
contienda electoral no es sencillo. Un gobierno en horas bajas acosado
por escándalos de corrupción y malversación de fondos públicos durante
todo el sexenio; una renegociación del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN) entre México, Canadá y la administración
Trump, favorable incluso a romper el acuerdo; violencia estructural, con
el narco cada vez enraizado en economía mexicana y 40 periodistas
asesinados durante el sexenio de Peña Nieto; y una Ley de Seguridad
Interior que permite entregar el control de la seguridad interna a las
Fuerzas Armadas en un escenario de por ejemplo, protestas populares ante
un posible fraude electoral al más puro estilo Honduras.
Ante
eso, López Obrador se ha rodeado de un equipo donde destacan varios
nombres como Esteban Moctezuma, ex secretario de Gobernación de Zedillo;
Víctor Villalobos, denunciado por Greenpeace3
y otras organizaciones por ser un hombre de Monsanto y los
transgénicos; o su coordinador de programa, y estrategia de campaña,
Alfonso Romo, empresario vinculado en el pasado con Pinochet4.
La
apuesta es clara, pragmatismo para ganar (y, sobre todo, que las élites
económicas que gobiernan México, y los Estados Unidos, te permitan
hacerlo), sin sacrificar el horizonte del proyecto político. Un gobierno
de López Obrador, aun desde la moderación, que combata frontalmente la
corrupción, afronte de verdad el problema del narco, redistribuya la
riqueza mejorando las condiciones materiales de los sectores populares, y
recupere la soberanía en política exterior, sería una importantísimo
avance para todo América Latina y el Caribe.
Brasil, ¿elecciones sin Lula?
Todo
parece indicar que, tras el impeachment contra Dilma, y después de
meses donde Lula aparece primero en todas las encuestas, el 24 de enero
se va a consumar el golpe parlamentario, judicial y mediático, si como
todo parece indicar Lula es finalmente condenado (sin una sola prueba)
en segunda instancia, y, por lo tanto, inhabilitado para volver a
postularse como candidato.
En ese caso, el PT y sus aliados de
izquierda, como el PCdoB, tienen la tarea de ganar con otro candidato o
candidata que no sean Lula o Dilma, con la enseñanza aprendida de que si
llegan de nuevo al gobierno no se puede pactar con las élites
económicas ni el agronegocio esperando que no te traicionen.
Todo
ello en un escenario de alta complejidad social donde el segundo
candidato con mejor intención de voto es Jair Messias Bolsonaro, un ex
militar de ultraderecha, la versión brasileira de Trump o Le Pen.
Venezuela, ofensiva chavista
2017
ha sido el año de la contraofensiva chavista, en el país donde la lucha
de clases se expresa de manera más descarnada en forma de chavismo
contra antichavismo.
Es probable que las elecciones sean
convocadas lo antes posible, una vez terminen las negociaciones entre
oficialismo y oposición en República Dominicana. La victoria en las
sucesivas elecciones, Asamblea Constituyente, Gobernaciones (19 de 23) y
Alcaldías (más del 90% para el PSUV y fuerzas aliadas), así como la
fragmentación y división opositora (entre quienes apuestan por el
diálogo y quienes lo hacen por la violencia), permiten avizorar un
escenario de recuperación para el chavismo.
Aun así, garantizar
la cohesión de las Fuerzas Armadas (eslabón que intenta romper la
oposición y el imperialismo), lucha frontal contra la corrupción, y el
mayor desafío de todos, recuperación económica después del terrorismo
político, económico y mediático sufrido por la Revolución Bolivariana
tras la muerte de Chávez, son los principales desafíos de un proyecto
que seguirá teniendo a Nicolás Maduro (el mejor Canciller que ha tenido
el ALBA, el mejor Presidente que pudo dejar Chávez a cargo) al frente.
Colombia, consolidar la paz
Mientras
tanto en Colombia se juega mucho más que la presidencia del país. En
las primeras elecciones tras los Acuerdos de La Habana, la antigua
guerrilla de las FARC-EP, ahora Fuerza Armada Revolucionaria del Común,
se presenta a unas elecciones que no va a ganar, pero donde es necesario
posicionar el discurso de la paz y la exigencia de cumplimiento de los
acuerdos. Suman más de 30 ex combatientes de las FARC-EP asesinados
desde la firma de la Paz, y un largo numero de acuerdos todavía por
cumplir en esta fase de posconflicto, como la amnistía para los más 600
presos y presas políticas farianas.
En ese escenario, son numerosos los candidatos y candidatas que se presentan a las elecciones, y todavía incierto el desenlace.
El
peor escenario posible, una segunda vuelta entre el candidato del
uribismo, Iván Duque, y el ex Vicepresidente de Santos, Germán Vargas
Lleras, que ha mostrado públicamente su discrepancia con algunos puntos
de los Acuerdos de La Habana. Este escenario sería ciertamente peor que
el de las anteriores elecciones presidenciales, cuando hubo que escoger
entre el uribista Zuluaga, y el ex Ministro de Defensa de Uribe, y
actual Presidente, Juan Manuel Santos.
Otro escenario podría ser
el de Vargas Lleras, apoyado por el uribismo, frente a una alianza más
amplia como la que se está conformando en torno al ex Alcalde de
Medellín y ex Gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, con el apoyo del
Polo Democrático y el Partido Verde (Jorge Enrique Robledo y Claudia
López serían candidatos al Senado por la Coalición Colombia).
En
este contexto, será determinante el discurso y el porcentaje de votos
que puedan obtener en primera vuelta no solo las FARC, si no otros
candidatos como el ex Jefe Negociador de Santos en La Habana, Humberto
de La Calle, avalado por el Partido Liberal, o la defensora de los
Derechos Humanos, Piedad Córdoba, que ha reunido las firmas necesarias
para ser candidata independiente, así como Gustavo Petro, ex Alcalde de
Bogotá, que podría terminar sumándose al bloque de Fajardo.
Las izquierdas posibles
En
la mayor parte de los escenarios electorales que hemos repasado, las
candidaturas son la izquierda posible en cada lugar y momento histórico.
Con excepción de Cuba (cuya Asamblea Nacional del Poder Popular
también escogerá Presidente de la República el 19 de abril), donde 59
años después de su triunfo, se sigue construyendo una revolución
socialista, en el resto de América Latina, la por otra parte única
región en el mundo donde se construyen escenarios posneoliberales, es
necesario seguir apoyando las alternativas posibles de izquierda para
hacer frente al auge, en otras parte del continente y el planeta, del
populismo de derecha que legitima las políticas criminales de Estados
Unidos y la Unión Europea, en lo económico terminando de desmontar, con
la complicidad de la socialdemocracia, las conquistas sociales de la
clase obrera; y levantando muros, físicos o mentales, que legitiman el
racismo y la xenofobia. Todo ello amparado un brazo armado, la OTAN, que
abre paso al saqueo de los recursos naturales de los países de Medio
Oriente, provocando un circulo vicioso de bombardeos, muertes,
migraciones y más muertes en las fronteras, como la invisible del Mar
Mediterraneo.
Mientras tanto, el desafío para estas izquierdas
posibles es el de construir alternativas al capitalismo en el ámbito
económico, donde la apuesta es la uberización de la economía, la
desregularización total de la misma (excepto cuando necesiten al Estado
para desmontan las conquistas del ciclo progresista); pero sobre todo,
construir alternativas en el ámbito cultural, disputar la hegemonía
capitalista en el ámbito cultural (y mediático) para construir pueblo y
no ciudadanos consumidores diluidos en la falsa ilusión de la clase
media.
Todo ello en un mundo devorado por
el penúltimo intento de Estados Unidos por mantener su hegemonía y donde
la victoria de Trump (que a pesar de las amenazas vía Twitter y su
vergonzosa política hacia Cuba o Palestina, hasta el momento ha
provocado menos guerras que Obama y Hillary Clinton) solo es un síntoma
de la época que nos ha tocado vivir, y de una enfermedad llamada
capitalismo.
Notas:
1
Una de las múltiples encuestas realizadas en estos días por medios
del régimen. En todas ellas aparece AMLO en primer lugar https://www.eleconomista.com.mx/politica/AMLO-sigue-al-frente-Anaya-en-segundo-sobre-Meade-20180117-0007.html
2
No debería ser argumento para ninguna mujer candidata ser la esposa
de nadie, pero en este caso es necesario subrayar que no se le conoce a
Zavala ninguna trayectoria política propia, más allá de ser la esposa
del ex Presidente Calderón, en una operación destinada a debilitar a
Anaya y fortalecer, en última instancia, a Meade, quien fue
Secretario/Ministro de Energía, y de Hacienda Crédito Público de
Calderón.
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