La temperatura en Canberra,
capital de Australia, rebasó hace unos días 43 grados centígrados,
cuando el promedio anual es de 21, y en Penrith, situada cerca de
Sidney, alcanzó casi 49, siendo 17 la media.
Esto ocurre en medio de una de las temporadas de incendios forestales
más devastadoras en ese país. El fuego ha afectado principalmente a las
regiones de Victoria y Nueva Gales del Sur, en la parte sureste del
territorio, pero en total abarcan, según algunos reportes, más de 6
millones de hectáreas, con pérdida de vidas, destrucción de animales,
propiedades y, claro, superficies boscosas.
Se ha dicho que este año el fenómeno ha sido mucho peor de lo que
ocurre normalmente. Una cuestión cada vez más clara en los estudios
científicos y diversas posturas políticas es, precisamente, el
significado y las posibles consecuencias de una
nueva normalidaden materia climática y medioambiental.
Científicos apuntan a las consecuencias negativas del proceso de
calentamiento global. Mientras, los políticos insisten en que siempre
hay incendios en el país. En esta ocasión el gobierno australiano ha
sido rebasado plenamente por la magnitud de lo que sucede.
El enfrentamiento de ambos argumentos es muy notorio no sólo a escala
local, sino global. Las iniciativas de los gobiernos para establecer
medidas de control en relación con el clima y el medio ambiente han
conseguido aún poco. Se han fijado metas más ambiciosas para los años
próximos.
Todo eso ha sido desairado radicalmente por el actual gobierno de
Estados Unidos, cuyas políticas económicas son muy agresivas en contra
del ambiente.
La confrontación irá creciendo, en la medida en que las evidencias de
los efectos negativos del clima sean más contundentes. Sobre la forma y
repercusión de estos efectos puede verse el reporte de la Organización
Meteorológica Mundial sobre el clima en 2015-2019. Igualmente, el
Consejo del Clima publicó en 2013 el informe
Estar preparados. Cambio climático y la amenaza de los incendios forestales australianos.
Es útil distinguir entre cierto fenómeno que está relacionado con una
serie de condiciones diversas y entrelazadas de manera compleja, como
ocurre con el clima, y otros que están provocados por causas que pueden
identificarse y aislarse de manera más clara.
Para los efectos de lo relacionado con el clima, como son
calentamiento atmosférico, tormentas, inundaciones, deshielo de los
glaciares o incendios, puede partirse del concepto de la relación
compleja entre los fenómenos. Esto, cuando menos, hasta que se puedan
atribuir causas más directas, si es que tal cosa es posible, debido a la
naturaleza de procesos, detonantes y consecuencias.
Aun siendo así, es una base que debería ser suficiente para actuar de
modo más decisivo y no seguir en un camino que ya es muy destructivo.
Los avatares del clima no pueden ser pensados a partir de una
concepción en la que la naturaleza aparece como si fuese algo ajeno o
exterior a la sociedad. La relación involucra la subsistencia misma de
la humanidad.
Los hombres no somos ajenos a la naturaleza. Esa es, precisamente, la
responsabilidad frente a la soberbia que entraña creer que la
existencia del ser humano no sólo permite, sino exige, el control y
aprovechamiento a toda costa de las fuerzas naturales, hasta su
agotamiento. La historia y la idea misma del progreso está plagada de
esa noción.
Quienes investigan el clima y sus efectos parten de bases de conocimiento, como el modelo de
explicación de eventos extremos desde la perspectiva del clima(aparecido en 2011 en el boletín de la Sociedad Meteorológica Estadunidense). Lo que se intenta es
determinar las causas de una selección de eventos extremos ocurridos en años previos y detectar si el calentamiento global y sus efectos se encontraban entre ellas.
En medio de las incesantes polémicas hay un consenso científico
acerca de que los crecientes niveles de bióxido de carbono provocan el
calentamiento de la Tierra. Australia registra temperaturas cada vez más
altas desde hace varias décadas, y se espera que la tendencia continúe.
Los incendios son parte integral del ciclo climático de esa región,
pero se ha advertido que un clima más caliente y seco los hará más
frecuentes e intensos. Aumenta el riesgo de fuegos, y en condiciones que
promueven una mayor actividad y extensión.
Hay ya advertencias en Australia acerca del fuerte impacto económico
del fuego, por las condiciones propias antes señaladas y por su
localización geográfica. Más de una tercera parte de la población ha
sido afectada por el humo y es cada vez más difícil sostener que ese
episodio de incendios es similar a los anteriores.
Esto tiene que ver con los límites de la adaptación a condiciones
climáticas cada vez más adversas y peligrosas. Tal confín es distinto
entre diversos grupos de la población. De igual modo, se refiere la
tendencia que hay de negar lo que ocurre o bien pensar que siempre habrá
un modo de superarlo técnico o político.
Se ha llamado la atención desde hace ya mucho tiempo sobre la
confrontación social que surge de la lucha por el acceso a recursos
vitales, como es el caso del agua. El escenario de deterioro ambiental
del clima y la sobrexplotación de los recursos naturales extiende y
profundiza la disputa.
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