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martes, 7 de enero de 2020

Fuego



La temperatura en Canberra, capital de Australia, rebasó hace unos días 43 grados centígrados, cuando el promedio anual es de 21, y en Penrith, situada cerca de Sidney, alcanzó casi 49, siendo 17 la media.
Esto ocurre en medio de una de las temporadas de incendios forestales más devastadoras en ese país. El fuego ha afectado principalmente a las regiones de Victoria y Nueva Gales del Sur, en la parte sureste del territorio, pero en total abarcan, según algunos reportes, más de 6 millones de hectáreas, con pérdida de vidas, destrucción de animales, propiedades y, claro, superficies boscosas.
Se ha dicho que este año el fenómeno ha sido mucho peor de lo que ocurre normalmente. Una cuestión cada vez más clara en los estudios científicos y diversas posturas políticas es, precisamente, el significado y las posibles consecuencias de una nueva normalidad en materia climática y medioambiental.
Científicos apuntan a las consecuencias negativas del proceso de calentamiento global. Mientras, los políticos insisten en que siempre hay incendios en el país. En esta ocasión el gobierno australiano ha sido rebasado plenamente por la magnitud de lo que sucede.
El enfrentamiento de ambos argumentos es muy notorio no sólo a escala local, sino global. Las iniciativas de los gobiernos para establecer medidas de control en relación con el clima y el medio ambiente han conseguido aún poco. Se han fijado metas más ambiciosas para los años próximos.
Todo eso ha sido desairado radicalmente por el actual gobierno de Estados Unidos, cuyas políticas económicas son muy agresivas en contra del ambiente.
La confrontación irá creciendo, en la medida en que las evidencias de los efectos negativos del clima sean más contundentes. Sobre la forma y repercusión de estos efectos puede verse el reporte de la Organización Meteorológica Mundial sobre el clima en 2015-2019. Igualmente, el Consejo del Clima publicó en 2013 el informe Estar preparados. Cambio climático y la amenaza de los incendios forestales australianos.
Es útil distinguir entre cierto fenómeno que está relacionado con una serie de condiciones diversas y entrelazadas de manera compleja, como ocurre con el clima, y otros que están provocados por causas que pueden identificarse y aislarse de manera más clara.
Para los efectos de lo relacionado con el clima, como son calentamiento atmosférico, tormentas, inundaciones, deshielo de los glaciares o incendios, puede partirse del concepto de la relación compleja entre los fenómenos. Esto, cuando menos, hasta que se puedan atribuir causas más directas, si es que tal cosa es posible, debido a la naturaleza de procesos, detonantes y consecuencias.
Aun siendo así, es una base que debería ser suficiente para actuar de modo más decisivo y no seguir en un camino que ya es muy destructivo.
Los avatares del clima no pueden ser pensados a partir de una concepción en la que la naturaleza aparece como si fuese algo ajeno o exterior a la sociedad. La relación involucra la subsistencia misma de la humanidad.
Los hombres no somos ajenos a la naturaleza. Esa es, precisamente, la responsabilidad frente a la soberbia que entraña creer que la existencia del ser humano no sólo permite, sino exige, el control y aprovechamiento a toda costa de las fuerzas naturales, hasta su agotamiento. La historia y la idea misma del progreso está plagada de esa noción.
Quienes investigan el clima y sus efectos parten de bases de conocimiento, como el modelo de explicación de eventos extremos desde la perspectiva del clima (aparecido en 2011 en el boletín de la Sociedad Meteorológica Estadunidense). Lo que se intenta es determinar las causas de una selección de eventos extremos ocurridos en años previos y detectar si el calentamiento global y sus efectos se encontraban entre ellas.
En medio de las incesantes polémicas hay un consenso científico acerca de que los crecientes niveles de bióxido de carbono provocan el calentamiento de la Tierra. Australia registra temperaturas cada vez más altas desde hace varias décadas, y se espera que la tendencia continúe.
Los incendios son parte integral del ciclo climático de esa región, pero se ha advertido que un clima más caliente y seco los hará más frecuentes e intensos. Aumenta el riesgo de fuegos, y en condiciones que promueven una mayor actividad y extensión.
Hay ya advertencias en Australia acerca del fuerte impacto económico del fuego, por las condiciones propias antes señaladas y por su localización geográfica. Más de una tercera parte de la población ha sido afectada por el humo y es cada vez más difícil sostener que ese episodio de incendios es similar a los anteriores.
Esto tiene que ver con los límites de la adaptación a condiciones climáticas cada vez más adversas y peligrosas. Tal confín es distinto entre diversos grupos de la población. De igual modo, se refiere la tendencia que hay de negar lo que ocurre o bien pensar que siempre habrá un modo de superarlo técnico o político.
Se ha llamado la atención desde hace ya mucho tiempo sobre la confrontación social que surge de la lucha por el acceso a recursos vitales, como es el caso del agua. El escenario de deterioro ambiental del clima y la sobrexplotación de los recursos naturales extiende y profundiza la disputa.

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