Arturo Balderas Rodríguez
El martes pasado se
efectuó el último debate entre los candidatos demócratas que se
disputan el derecho a representar a su partido en la elección
presidencial del próximo noviembre. La economía, el gasto social, la
salud, la política exterior y la estrategia a seguir en cada uno de esos
rubros han sido el tema de los debates y la campaña entre los
demócratas.
Lo diferente en esta campaña es el trasfondo del juicio en contra del
presidente Trump, que los demócratas iniciaron casi desde el momento en
que tomó posesión como tal. Primero pugnaron para que se nombrara un
fiscal especial que investigara la posible colusión de los rusos con el
equipo de campaña de Trump para infiltrar el sistema electoral de
Estados Unidos y evitar la elección de Hillary Clinton. Las conclusiones
de tal investigación no arrojaron una culpabilidad explícita de Trump,
pero tampoco lo exculparon de tal delito. Dejaron en el limbo la
intención de los demócratas de llevar a un juicio al presidente.
Posteriormente, en el transcurso de los siguientes meses, Trump cometió
un nuevo desaguisado. Condicionó la entrega de la ayuda militar que el
Congreso estadunidense había autorizado para que Ucrania se defendiera
de las agresiones rusas, a que primero se investigara en ese país al
hijo de Joe Biden, su más destacado rival político en la carrera por su
relección. Evidentemente se trató de una maniobra para socavar la
popularidad de Biden.
Dicha situación ha matizado la campaña demócrata, no obstante los
esfuerzos que los precandidatos han hecho por referirse a las
diferencias que existen entre demócratas y republicanos en su proyecto
de país. La campaña ha tomado un inesperado sesgo ante la urgencia de
derrotar a Trump, no por sus atrabiliarias medidas en la conducción del
país, que las hay y muchas, sino por su involucramiento con los rusos
para desvirtuar la elección de 2016, y por el chantaje a Ucrania para
desvirtuar la de 2020. En el último debate entre los precandidatos
demócratas este fue el telón de fondo. Aunque con diferente acento y
estilo, trataron de expresar sus diferencias en lo sustantivo de la
política que involucra el bienestar de la sociedad. Sin embargo, el
contencioso asunto de los juicios contra el presidente fue el elefante
que en el debate trataron de soslayar. Todos ellos están conscientes en
que uno de los principales elementos que moderará la opinión de los
electores el próximo noviembre es la pertinencia de haber sometido al
presidente a un juicio en el que, al parecer, no todos consideraron
oportuno, necesario y justo, no obstante, los elementos de sobra que hay
para ello
El problema real es que ninguno de ellos ha logrado posesionarse
claramente en las preferencias de los electores. Hay ambivalencia sobre
quién tiene mayores posibilidades de enfrentar a Trump y derrotarlo en
la próxima elección. Eso es lo que, a los simpatizantes del Partido
Demócrata y a buena parte de la sociedad estadunidense, les causa una
extraña, aunque explicable angustia. Es por lo que, con excepción de
Bernie Sanders, quien una y otra vez ha reiterado sus convicciones
sociales con aplomo y sin concesiones, los otros candidatos han debido
matizar sus puntos de vista con el objeto de ganar mayor aceptación
entre diversos segmentos del electorado demócrata. En este sentido, en
su propósito de evitar la relección de Trump, los demócratas harían bien
en explorar y explotar lo dicho por el Nobel Joseph Stiglitz, cuando
apunta que el
supuestoéxito económico de Trump es un castillo de arena, si se le analiza desde el punto de vista de los nulos beneficios y las grandes pérdidas que han sufrido la mayoría de los estadunidenses.
Las semanas que vienen serán cruciales en la vida política de Estados
Unidos. Por un lado, precedido de un barroco protocolo se inicia el
juicio al presidente Trump en el Senado, por el otro, se iniciará la
primera fase de las elecciones primarias. Las claves que se deriven de
ellos tal vez ayuden a descifrar lo que viene.
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