La encrucijada de la unidad
Ponencia preparada para eventos en el marco de los “14 años de la partida física de Schafik Handal”, actos de conmemoración que el FMLN celebra todos los años desde el 2006. |
A lo largo de la
historia de las luchas de nuestro pueblo podemos observar que los
momentos culminantes y de fuerza siempre se encuentran relacionados con
el factor unidad de los movimientos revolucionarios. Y al revés,
momentos de división de los revolucionarios marcan períodos, largos o
cortos, de debilidad, de estancamiento y hasta de retraso. Ahora, para
nosotros, y después de las derrotas electorales de marzo 2018 y febrero
2019 y después de diez años de experiencia en el Gobierno, consideramos
que el momento es propicio para enfocarnos en el pensamiento y la
práctica de Schafik sobre la unidad como él la entendía.
Hablo de
unidad entre revolucionarios, no para autocomplacernos o mirarnos el
ombligo, como se dice en lenguaje coloquial; hablo de la unidad como
necesaria construcción como problema, sin duda teórico pero sobre todo
práctico. Creo que se puede decir que así lo vio Schafik, pues una cosa
es la unidad entre revolucionarios, otra las “alianzas” y otra “la
construcción de fuerza para lograr poder popular”. De modo, pues, que el
punto medular es a mi juicio la unidad entre revolucionarios.
Me
parece significativo en este sentido que en la primera publicación de
los seminarios que el FMLN organiza en memoria a los aportes de Schafik
al pensamiento revolucionario cada año desde el 2015, el primer aporte
lleve como título “Schafik, auténtico representante de la lucha por la unidad de la izquierda”.
El compañero Domingo Santacruz, autor de ese primer artículo, destaca
que “el principal aporte de Schafik fue y es haber logrado la unidad de
la izquierda salvadoreña a pesar de las diferencias ideológicas y
políticas, renunciando a aspectos soberanos muy propios del PCS”
Y
subraya Domingo Santacruz al respecto: “(…) no fue fácil renunciar. (…)
No fue fácil lograr que cinco organizaciones con diferencias fuertes en
materia de visiones, concepciones, métodos y estilos de trabajo, con
fuertes pensamientos muy propios, fueran capaces de lograr que al final
nos sentáramos y nos convirtiéramos en lo que hoy somos: el Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).”2
Cuando
revisamos las propias palabras de Schafik sobre este proceso éstas son
reveladoras respecto de la importancia que él otorga a la unidad entre
revolucionarios; así como del nivel de autocrítica del que él era capaz
acerca de conceptos de unidad, alianzas o incluso sobre el punto
neurálgico relativo a la cuestión del poder, el cual llegó a provocar
fuertes debates sobre si el FMLN debía conducir un proceso, o proponerse
ser gobierno o si debía ser solo una fuerza de apoyo. Me permito citar
las propias palabras de Schafik a pesar de que en numerosas
publicaciones han sido destacadas con considerable difusión:
“la unidad de izquierda revolucionaria en El Salvador es el factor clave
de todo nuestro esfuerzo: logramos la unidad de todas las fuerzas de
izquierda revolucionaria, sin que quedara nadie afuera.”3
Continúa Schafik:
“Esta fue una rara situación, un raro momento de afinidad que no es muy
común, ni tradicional en la izquierda. La izquierda es quien más habla
de unidad y es la que menos capacidad de unidad tiene.
La
derecha cada vez que necesita unificarse lo hace con una gran agilidad y
logra cambiar el curso de los acontecimientos o defenderse de amenazas
que tiene enfrente. Este es un caso raro en el que la izquierda hizo
algo parecido a eso que elogiamos de la derecha. Estábamos en una
polémica muy larga desde 1970 y que en 1979 había recrudecido; pero
triunfó la revolución sandinista. Eso nos impactó a todos. Porque el
elemento unidad allí había sido un factor importante. En medio de la
polémica más dura fuimos capaces de poner en marcha nuestro proceso de
unidad que duró muy pocos meses, desde diciembre del 79 cuando tres
organizaciones hicimos el primer pacto, a octubre de 1980 cuando terminó
ese proceso que culminó con la formación del Frente Farabundo Martí
para la liberación Nacional (FMLN) que nos incluyó a todos. En ese breve
tránsito logramos unificar a todo el movimiento popular de masas, y
creamos la Coordinadora Revolucionaria de Masas donde estaban todas las
tendencias y todas las alianzas. Eso nos permitió ir más lejos, logramos
también influir para que las fuerzas democráticas revolucionarias no
armadas se involucraran en el Frente Democrático Revolucionario, donde
también participamos. Este elemento de unidad de las fuerzas
revolucionarias es clave para todo.”4
En
esta cita hay elementos de gran importancia, particularmente para los
compañeros jóvenes de nuestro partido, quienes frecuentemente piensan
que se trataba de simples pleitos entre organizaciones con las cuales
ellos ya no tienen nada que ver, por haber “nacido en el FMLN”. Pero lo
que enfoca Schafik aquí no es la simple existencia de una diversidad de
organizaciones, sino la existencia de diversos enfoques, dentro de un
espectro de revolucionarios que él fue capaz de reconocer. Ese espectro
en aquel momento se expresaba en la existencia de cinco distintas
organizaciones revolucionarias; que, visto como “problema de teoría y
práctica revolucionaria” pueden existir también dentro de una misma
organización (como tendencias, por ejemplo).
Es importante
recordar también su mención de la Coordinadora Revolucionaria de Masas,
cuya gigantesca marcha del 22 de enero de 1980 acaba de cumplir este mes
40 años. Esa CRM, igual que el FMLN, fue la expresión de una unidad de
organizaciones de masas que, todas sin excepción, compartían proyectos
revolucionarios de sociedad, y que desde esa unidad formaron luego una
alianza con otras organizaciones, democráticas y progresistas, formando
el FDR, el Frente Democrático Revolucionario.
Sigo con otro aspecto de Schafik, que yo llamo capacidad de romper esquemas, cuando al referirse a esos mismos años 70 dice:
“(…) Ahora, cuando volvemos los ojos atrás, a esa década de los ‘70,
los comunistas hemos corregido nuestra visión sobre las organizaciones
armadas que surgieron en esa década y hemos considerado que sin esas
organizaciones el gran viraje de la población no hubiera tenido un
cauce, una puerta abierta hacia otra forma de lucha.”5
Lo
que Schafik está señalando es que si no hubiera existido la experiencia
político-militar, el pueblo salvadoreño, al haber reconocido que la vía
electoral se había agotado, no hubiese encontrado la manera de dar el
paso a formas de lucha que superaran las marchas, las huelgas y otras
que en lo estrictamente político debían desembocar únicamente en su
propia participación electoral. Esto, porque el paso a la lucha armada
no significaba solamente claridad teórica sino que implicaba una serie
de dificultades prácticas, desde conseguir un arma hasta las más mínimas
pero indispensables medidas de clandestinidad (compartimentación,
seguridad en los colectivos, formación militar y combativa etc.), lo que
suele ser considerado como aspectos meramente “técnicos” o “militares”,
pero que justamente en la práctica, por no conocerlos, han llevado al
fracaso a muchas experiencias o intentos de lucha por el poder. Gracias a
la existencia de las organizaciones político-militares precisamente
esos aspectos básicos y la experiencia de combate ya se habían
experimentado, por lo que fue más fácil para el pueblo en general,
particularmente sus elementos más avanzados y organizados en
organizaciones populares, encontrar las maneras para dar el paso.
Este
aspecto, señalado por Schafik, aún hoy sigue siendo obviado en muchas
reseñas sobre la historia del FMLN, sea por ignorancia, sea por pereza
intelectual o simplemente por deliberada malicia.
Y sigue Schafik, en ese mismo tema:
“Las organizaciones armadas también han corregido su visión sobre
nosotros porque ahora entienden muy claramente que sin aquel ejercicio,
sin agotar, sin llevar al pueblo a agotar por sí mismo esta posibilidad,
no se habría producido el gran viraje en favor de la lucha armada.”6
Por
nuestro lado, lo que a los que no pertenecimos al partido de Schafik,
nos ha costado asimilar que el agotamiento de la vía electoral, que el
PCS seguía manteniendo a través por ejemplo de la UDN (Unión Democrática
Nacionalista), fue un gran aporte.
Otro tema que señala Schafik y que me parece oportuno recordar, es el siguiente:
“Una idea que me parece importante en relación a la unidad de las
fuerzas revolucionarias (es que) es curioso y sintomático que los
Partidos Comunistas hayamos mostrado en los últimos decenios una gran
capacidad para entendernos con los vecinos del lado derecho, mientras,
en cambio, no logramos en la mayoría de los casos establecer relaciones,
alianzas estables y progresivas con nuestros vecinos del lado
izquierdo. Entendemos perfectamente todos los matices que van desde
nosotros hacia la derecha, sus orígenes, su significación, etcétera,
pero respecto a quiénes están a la izquierda nuestra, no somos capaces
de comprender la esencia misma del fenómeno de su existencia y
características, ni su significación histórica objetiva, ni nuestras
tareas hacia ellos.”7
Estas palabras de Schafik son tan claras que no necesitan mayor comentario.
Respecto
a la cuestión del poder, que a mi juicio está íntimamente ligada a la
unidad entre revolucionarios, es decir la cuestión de asumir la
responsabilidad de conducir el Estado y el proceso de la revolución
democrática y así garantizar la transición hacia el socialismo, pongamos
atención a la reflexión de Schafik:
“La verdad es que, al
plantearnos la revolución democrática antiimperialista como una vía de
aproximación hacia la revolución socialista, pensábamos que la primera
podía alcanzarse dejando en la delantera de la acción a sectores
progresistas, antiimperialistas de las capas medias (de la
intelectualidad, de los militares, etcétera) y hasta a la burguesía. (…)
Claro que en ningún documento partidario se dice expresamente tal cosa,
pero la conducta práctica de nuestro Partido ha venido siendo esa. Y me
parece que es la de otros Partidos Comunistas de América Latina. Veíamos
la experiencia cubana como una peculiaridad excepcional. (…)llegamos a
convencernos a nosotros mismos de que la revolución democrática no es
necesariamente una tarea a organizar y promover principalmente por
nosotros, sino que en ella podríamos limitarnos a ser fuerza de
apoyo, en aras de asegurar la amplitud del abanico de las fuerzas
democráticas participantes.”8
Estas palabras de Schafik, en particular las que subrayo, resuenan con
un fuerte significado hoy. O vamos adelante o vamos a la cola, dice
Schafik sin ambages…
Ahora 40 años después nos encontramos ante
la misma disyuntiva que él planteaba, es decir, asumir o no asumir la
conducción del proceso de la transición democrática en un gobierno con
fuerza propia, sin delegarlo a ningún aliado, mucho menos burgués. Hoy,
en estos momentos, en eso estamos.
DE LA UNIDAD A LA DIVISIÓN ACTUAL
Cuando la dirección nacional en mayo de 2018 se puso a elaborar la
estrategia electoral para las elecciones presidenciales, hubo un debate
sobre quién era el enemigo político electoral a vencer. La mayoría
reconocimos a Bukele y su instrumento Nuevas Ideas como el adversario y
enemigo político electoral a vencer. Y los demás no aceptaron. Fue así
como ese asunto central de nuestra estrategia quedó en una definición
imprecisa. De manera tal que la pelea electoral presidencial la hicimos
en apariencia unidos, pero en realidad divididos; y la consecuencia fue
que el diseño de nuestra campaña no fue compacto ni unitario. Me
pregunto ¿no era eso favorecer la posible presidencia de alguien que se
proponía destruir al FMLN?, ¿no era eso favorecer a alguien proveniente
de las filas de la burguesía? ¿Queríamos (como nos hubiera dicho
Schafik) entregar la conducción del proceso de la revolución democrática
a un burgués y replegarnos a ser simplemente su “fuerza de apoyo”?
Todos sabemos cuál fue el resultado de esa división.
¿Y cómo
estamos hoy? Después de tantos años de construcción de unidad entre
revolucionarios, calificada de ejemplar por muchos movimientos en el
mundo, hemos regresado a convertirnos en un partido políticamente
dividido, hoy en tres corrientes principales. De seguir en esa tendencia
pondremos en riesgo la vanguardia revolucionaria por la que tanto luchó
el antiguo PCS y las organizaciones revolucionarias en los años 70 del
pasado siglo.
Compañeros, compañeras: es el momento en que
cuadros que pertenecimos a las distintas organizaciones revolucionarias,
ERP, PRTC, PCS, FPL, RN, junto con los jóvenes revolucionarios de hoy,
recuperemos la unidad y la reconstrucción del partido como partido
único, y que pasemos a mayores niveles de unificación, con paso seguro,
aun en este momento difícil.
Sobre este tema del partido único,
quiero mencionar cuatro párrafos de un documento denominado
“Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS” (elaborados de cara al
VII Congreso del PCS), pero que según el propio Schafik nunca fue
publicado. Gracias al carácter de Schafik, siempre empujando a revelar
las cosas, aunque pudieran parecer incómodas para algunos, hoy conocemos
los elementos siguientes, que por cierto siguen siendo poco citados9.
1.“La Perspectiva de desarrollo del proceso revolucionario de nuestro
país apunta hacia un acercamiento progresivo, aunque de ninguna manera
fácil, sin inconsecuencias ni retrocesos, entre estas organizaciones y
nuestro partido y, con ello, se abre como posibilidad – aplazo más o
menos largo – la formación de una dirección revolucionaria única
e, incluso, la integración de una parte de todas las organizaciones de
la izquierda revolucionaria en un partido Marxista-Leninista único”. 10
2.“Nuestro Partido, al luchar por la unidad de la izquierda considera
esta perspectiva hacia la Dirección Única de la Revolución y al Partido
Marxista Leninista Único, como la más lógica, la más deseable y
provechosa culminación del proceso unitario: considera este proceso como
parte de la construcción y desarrollo de la vanguardia proletaria
marxista-leninista de la revolución.”11
En las circunstancias de hoy, aún de división, sostengo que debemos
recuperar esta perspectiva y aspirar a retomar la ruta de la
reconstrucción de la unidad entre revolucionarios, trabajar por una
estrategia común, una conducta común, un discurso común frente a un
enemigo común, claramente identificado y caracterizado como tal, y que
termine la conspiración entre hermanos y que apuntemos hacia un único
objetivo.
Retomo a Schafik, destacando:
3.“El proceso
hacia la unificación es y será complejo: comprende a la vez: los
acercamientos, el dialogo entre camaradas y la polémica ideológica, el
esfuerzo por converger hacia la unidad de acción y la discusión de las
divergencias, el esfuerzo por suprimir la virulencia en este debate y
por alcanzar acuerdos cada vez más significativos, la cooperación
práctica mutua y la emulación en el trabajo por el desarrollo de cada
organización; el esfuerzo por superar el hegemonismo sectario,
marrullero.”12
4.“Se trata, pues, de un proceso en el que se entrelazan la búsqueda de
la unidad y la lucha. Realizar esforzada y sistemáticamente los pasos
hacia la unidad y llevar adelante esta lucha, pero realizándola como una
lucha por la unidad, tal es la orientación del PCS a político este
respecto.”13
En
estos cuatro puntos, repito, poco difundidos, están delineados con 16
años de anticipación, acontecimientos de unidad que como todos sabemos
se dieron en el FMLN hasta el año 1995, con la desaparición de las
estructuras orgánicas de las tres organizaciones que se unieron en el
FMLN en esa fecha, hecho político que en aquel año nos sacudía a todos,
emocionalmente y sobre todo ideológicamente. Este paso superior en
nuestra unidad indujo procesos en los cuales hubo compañeros que se
negaron a acompañar esta dinámica, o más precisamente no vieron la
dinámica que se estaba abriendo. Esto, tanto por el lado de compañeros
del PCS, quienes insistían (aunque de manera no tan explícita) en que la
vanguardia de la revolución solo podía radicar en una fuerza aglutinada
alrededor de un núcleo partidario del Partido Comunista por un lado, y
por otro lado compañeros de otras organizaciones (del ERP, PRTC, RN y
FPL) que veían concluida la labor del FMLN con la implementación de los
Acuerdos de Paz y que por lo tanto no veían mayor sentido a la
consolidación de la vanguardia de la revolución, para que ésta condujera
mejor el proceso de la revolución democrática y garantizara que éste no
se estancara y poder progresar en su debido momento hacia la revolución
socialista. Ambas tendencias se desprendieron del FMLN para formar sus
propios esfuerzos: los unos de carácter más movimientista y otros de
carácter socialdemócrata, desarrollando, según coyunturas, campañas de
ataques virulentas contra el FMLN como si su propia existencia
dependiera de una campaña de destrucción del Frente.
Durante más
de 20 años esos esfuerzos se mantuvieron en variables formaciones de
organizaciones políticas o sociales, sin mayor crecimiento y sin la
posibilidad de poder destruir o disminuir la fuerza de acumulación del
FMLN, objetivo que estas iniciativas compartían con el enemigo principal
y estratégico que el FMLN siempre ha tenido, el imperialismo y la
oligarquía con sus respectivos instrumentos políticos y militares.
Hoy,
con el último intento de destrucción del FMLN como vanguardia de las
aspiraciones de la revolución socialista en El Salvador, a través de
Bukele, debemos reconocer que nuestros enemigos han logrado darnos un
golpe fuerte que en la fase actual de nuestra lucha se expresa en la
masiva fuga de votos en elecciones nacionales hacia una burbuja de
promesas falsas, propias de una política que no es de revolucionarios,
sino de derechistas.
Pero al considerar nuestra unidad como
proceso nos basamos en el principio de oro que nos ha enseñado Fidel
Castro y en el que se ha basado Schafik, y que consiste en que no se
puede hablar de luchas revolucionarias sin recordar el factor que
determinó en todas sus épocas su avance o retroceso: la unidad de los
revolucionarios y la unidad de éstos con el pueblo en sus diversas
expresiones.
Esto implica tener una concepción clara de lo que
es “unidad entre revolucionarios” y de lo que es “alianza”, y tener una
“concepción clasista del sujeto de lucha”, eliminar las “imprecisiones
de la definición de los aliados” y atreverse a jugar un “papel no
subordinado y secundario en la política de alianzas”, como identifica
muy bien el compañero José Ramón Balaguer Cabrera, miembro del
Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, cuando
aborda en el 2002 la “política de alianzas de la izquierda marxista en el inicio del siglo XXI”.14
La
concepción de la unidad como proceso, y yo diría como proceso de
acumulación y desacumulación, me parece abordada de manera concisa por
el compañero comandante Balaguer en la siguiente cita: “El enfoque
abarcador, integrador y unitario de la Revolución Cubana fue el que guió
el proceso de transformación de la alianza en unidad y de la unidad en
fusión y síntesis de las organizaciones que lucharon contra la tiranía
(…) aglutinados después en el partido Unido de la Revolución Socialista y
fundidas y sintetizadas, a partir de 1967 en el Partido Comunista de
Cuba, que es hoy el partido único (…), no por omisión o exclusión de
otras fuerzas políticas democráticas, populares, progresistas y revolucionarias, sino como resultado de la más amplia, profunda y sólida convergencia política e ideológica.”15
El
FMLN, en sus inicios como DRU (Dirección Revolucionaria Unificada) en
el 79, luego como Frente durante los largos años de guerra, logró forjar
la alianza inicial entre revolucionarios en una unidad sólida y
productiva, luego a partir de 1995 en una fusión; y ha trabajado desde
el 2004 en la síntesis permanente, en donde inicia un periodo de
estabilidad política-ideológica, pero también de esclarecimiento
ideológico, que el proceso necesita para dar los pasos adecuados en cada
período. A tal grado que en ese período de estabilidad en unidad
ganamos como izquierda por primera vez en la historia del país el
ejecutivo y dos gobiernos consecutivos en el 2009 y 2014.
Debemos
reconocer de manera autocrítica que la fase en el Ejecutivo no la
supimos aprovechar a cabalidad: Primero para radicalizar la toma de
conciencia por el pueblo; y segundo para seguir ampliando nuestro
proceso de unidad revolucionaria, al grado que nuestros enemigos
lograron introducir entre nuestras filas de manera temporal un caballo
de Troya, con el que lograron confundir a propios y extraños y llevarnos
a momentos de debilidad en cuanto a identificación clara del enemigo
principal y por ende de la estrategia correcta a implementar.
El
compañero Balaguer dice precisamente a ese respecto que semejantes
confusiones se pueden producir cuando a la base hay una deficiente
definición del sujeto de lucha y por ende una deficiente comprensión del
carácter de fusión del partido revolucionario.
Es en tal sentido
que hoy el FMLN está en una encrucijada: ¿sabremos mantenernos en un
carril de forjamiento productivo de la síntesis entre revolucionarios
que somos para cumplir con la aspiración de seguir construyendo
vanguardia de la revolución socialista, o retrocedemos a una fase en la
que los revolucionarios se dispersan en pequeños grupos?
Parece
que entre nosotros hay compañeros que han llegado a la conclusión que
este árbol frondoso del que Schafik alguna vez se enorgulleció, ya no
sirve, ya es inútil, que ya no tiene sentido seguir regándolo y que es
preferible volver a imaginarias raíces más puras, supuestamente “más
revolucionarias”. Por supuesto que mi postura y la de muchos compañeros y
compañeras es distinta. Creemos que el frondoso árbol de Schafik o el
“tronco” de Fidel (como Fidel Castro llamó a la Revolución)16,
formado por todos los revolucionarios del país, todavía tiene sentido
histórico. ¿Y por qué es necesario cuidar y abonar este árbol? Es que es
la única fuerza que ha sabido luchar por el pueblo; porque es necesaria
una vanguardia; porque no podemos regresar a una época de debilidad de
medio siglo atrás; porque hay posibilidades de dar un salto, hoy con la
experiencia adquirida de nuestras debilidades y errores cometidos en el
primer ejercicio del poder de gobierno, experiencia que hace 40 años no
teníamos; y porque somos revolucionarios, porque somos marxistas
leninistas.
También debo decir que nuestro árbol no es perfecto,
tiene problemas y ha sufrido desfiguraciones. De manera autocrítica
debemos reconocer que durante el tiempo en que ejercimos el poder en el
gobierno aplicamos una política casi socialdemócrata, a lo sumo
progresista. Con eso hay que ser consecuente y hay que entender que en
otra ocasión no podemos volver a cometer los mismos errores. Estoy
totalmente de acuerdo en esta observación de base y de izquierda honesta
por parte de compañeros de aquí y de allá, que hemos manejado mal el
tema de los valores, el tema de los salarios dentro de las filas de los
que hemos sido funcionarios de gobierno y del Estado. No pudimos
transformar, desde nuestra perspectiva, el aparato del Estado. Tenemos
que recuperar rápidamente el tejido popular, y tenemos que recuperar
rápidamente la confianza del pueblo en nosotros.
Camaradas: A
esta “postura” según la cual el FMLN ya estaría agotado prefiero la
posición de la reconstrucción, de la unidad, de la fusión de los
revolucionarios, la disyuntiva de la síntesis que comenzamos desde 1995
hasta el 2018, y no el regreso a una búsqueda que puede ser demasiado
dolorosa para el pueblo salvadoreño en las próximas décadas. En ese
proceso caben muchos compañeros que hoy en día siguen considerándose
marxistas-leninistas, revolucionarios y hasta comunistas, y entre ellos
me incluyo yo, sin haber pertenecido nunca a las filas del extinto
partido comunista o sin haber pasado nunca por las escuelas de formación
bajo su conducción. La vanguardia que necesita nuestro pueblo no se
podrá construir basada en la exclusión. Nuestro proceso debe seguir
aspirando a forjar la fusión y síntesis entre los revolucionarios. Esto
quería transmitir, sobre todo a los jóvenes, a quienes hoy les toca
tomar decisiones transcendentales.
Déjenme solo una última
frase. No abona a la unidad el hecho que un grupo que se auto-denomina
“dirección joven” hable en conferencia de prensa en nombre de toda la
dirección, sin siquiera invitar a alguno de los dirigentes históricos
integrantes de la nueva dirección. Con esta conducta ese grupo cae en la
trampa divisionista que nuestros enemigos siempre tuvieron prevista
para el FMLN: la de “renovadores contra ortodoxos”, la de “dirección
contra bases” o en este momento la cacareada “división generacional”.
Con lo que, quizá sin quererlo, quizá deliberadamente, están negando que
el FMLN es continuidad histórica, con capacidad de debate ideológico,
con un funcionamiento de democracia propia, buscando siempre estar
acorde con las necesidades de cada momento de nuestra lucha, con
síntesis entre “viejos” y “jóvenes”. Y como lo he dejado ver en toda la
ponencia, hablo de continuidad entre revolucionarios, seamos viejos
algunos, sean jóvenes otros, siempre en defensa de los intereses del
pueblo.
¡Que viva la unidad entre los revolucionarios salvadoreños, hombres y mujeres!
¡Que viva el FMLN!
¡Que viva El Salvador!
2
Domingo Santacruz, Schafik, autentico representante de la lucha por
la unidad de la izquierda. En: Vigencia del pensamiento de Schafik,
2015, San Salvador
3
Schafik Handal, 1997, Pensar Juntos El Futuro. En: America Libre,
No.10, https://www.nodo50.org/americalibre/anteriores/10/handal10.htm
4 Idem
5 Idem
6 Idem
7 Un partido que supo ponerse a la altura de la historia. https://www.marxists.org/espanol/handal/1982/001.htm
8 Un partido que supo ponerse a la altura de la historia. https://www.marxists.org/espanol/handal/1982/001.htm
9 Ver las declaraciones de Schafik en 1981, en el artículo publicado bajo el título “El Poder, el Carácter y Vía de la Revolución y la Unidad de la Izquierda, 1981, www.marxists.org/espanol/handal/1981/001.htm#n2,
del cual aparecen fragmentos en otras publicaciones de años
posteriores (entrevista de Martha Harnecker, 1982), pero no los
párrafos arriba citados. Las palabras de Schafik sobre estos párrafos
textualmente: “Durante la preparación y discusión de los
'Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS' y del Informe del
Comité Central, sometidos al VII Congreso y en el marco del esfuerzo
autocrítico por realizar el viraje hacia la lucha armada, fue que
elaboramos de un modo más profundo y acabado nuestra concepción sobre
la unidad de la izquierda revolucionaria.
En enero de
1979, cuando apenas se habían realizado menos de cinco contactos
nuestros en total, con algunas de las organizaciones de la izquierda
armada y cuando aún no aparecía en el terreno práctico un camino
abierto hacia la unidad, el CC entregó a la discusión de las Células,
incluidas las de la Juventud Comunista, las tesis sobre la construcción
del Partido. Este es el único capítulo del Documento 'Fundamentos y
Tesis' que no fue incluido en su publicación por la secretividad de
muchos de sus aspectos. De allí tomamos los siguientes párrafos, en los
que se define nuestra línea de unidad de la izquierda revolucionaria ”.
10 Ídem
11 Ídem
12 Ídem
13 Ídem
14
José Ramón Balaguer Cabrera, “La política de alianzas de la izquierda
marxista en el inicio del siglo xxI.” Ponencia presentada en el
seminario internacional “los comunistas reflexionan y debaten sobre la
política de alianzas en el siglo XXI”, Montevideo, 27 al 29 de enero
2002, publicado por primera vez en: Cuba Socialista, tercera época, no.24, La Habana, 2002 y citado en: Pedro Prada, 2013, La Unidad Nacional, Ocean Sur, México.
15 Idem. P. 50
16 Fidel Castro, “Discurso del 26 de marzo de 1962”, Obra Revolucionaria, no.10, citado en: José Ramón Balaguer Cabrera, Ibídem.
Medardo González, exsecretario general del FMLN (2004-2019)
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