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jueves, 23 de enero de 2020

En el inicio


Jorge Eduardo Navarrete
La Jornada 

Los años veinte han tenido un arranque trepidante. De entre los diversos sucedidos de las semanas recientes –que abarcans0 tanto el momento de mayor peligro para la paz global desde la crisis de los misiles, hace casi sesenta años, como el triunfalista retorno a Davos de Donald Trump en la víspera de su enjuiciamiento por el Senado de su país– aludo a los que me permiten ahondar en el tema de mis colaboraciones recientes: la coyuntura comercial y económica mundial.

Al tiempo que Trump proclamaba en Davos que "Estados Unidos transita un auge económico sin paralelo en lo hasta ahora visto en el mundo", el Fondo Monetario Internaciona (FMI) publicó su visión de año nuevo de la perspectiva global. Prevé para Estados Unidos un crecimiento económico de 2 por ciento en el año en curso y de 1.7 por ciento en 2021, tras alcanzar 2.3 por ciento en 2019. De las veinte economías de importancia sistémica identificadas por el FMI, las tres mayores (EU, China y Japón) muestran un crecimiento declinante en el bienio 2020-21. El avance esperado para el conjunto de la economía mundial (de 3.3 y 3.4 por ciento en 2020 y 2021, por encima de 2.9 por ciento estimado para 2019) se califica como "una recuperación titubeante", por debajo de la cota de 3.6 por ciento confirmada para 2018. Por ello, han reaparecido los temores de que en los años veinte las gráficas de crecimiento económico continúen aplanadas, reproduciendo en el nuevo decenio la experiencia de los “ flat teens”. Las "décadas perdidas" para el desarrollo continuarían acumulándose, en especial en América Latina.

En el Reino Unido, Johnson obtuvo la aprobación parlamentaria para su estrategia de salida de la Unión Europea, si así puede llamársele. Los analistas tuvieron dificultad para señalar los elementos que la hacían preferible a las propuestas de su predecesora, Theresa May, rechazadas en más de una ocasión. Se distingue por su gran inflexibilidad: establece el 31 de enero próximo como la fecha del retiro y limita a once meses, hasta el 31 de diciembre de 2020, el plazo para negociar y acordar los términos de la futura relación euro-británica. Dada la diversidad y complejidad de las cuestiones por definir, parece del todo insuficiente y puede conducir, en muchas áreas, a salidas catastróficas de alto costo. Una de ellas es la relativa al estatus de los nacionales de la UE residentes en el Reino Unido. Otra, la eficacia de la "frontera marítima" entre la Unión Europea e Irlanda del Norte.

En dos de los escenarios de las guerras o pugnas comerciales provocadas por el gobierno de Trump, se registraron en este primer mes acontecimientos calificados como positivos o alentadores. La ratificación legislativa del T-MEC, el tratado sucesor del TLCAN que ya sólo depende de la agenda legislativa canadiense. Está por verse si conducirá, en los años veinte, a una subregión menos asimétrica, cumpliendo, al menos en parte, la expectativa abierta hace un cuarto de siglo.

El acuerdo entre China y Estados Unidos, que en teoría supera la primera fase de su conflicto comercial, debe entenderse más bien como una tregua formal. Mientras se llega a las fases siguientes –aun indefinidas en número y alcance– impedirá que se establezcan nuevos aranceles, si bien deja en vigor casi todos los que se impusieron en el año y medio de hostilidades comerciales y que gravan porciones sustanciales de ambas corrientes del intercambio bilateral. La lectura que el gobierno estadunidense ofrece, en el sitio web de la Casa Blanca, por ejemplo, subraya únicamente las acciones a las que China se compromete en el arreglo y pone el acento, sobre todo, en sus importaciones adicionales de bienes agrícolas estadunidenses: entre 45 mil y 50 mil millones de dólares anuales en 2020 y 2021.

El gobierno de Donald Trump asegura haber conseguido, en el acuerdo para la fase uno, que “China acepte –por primera vez en cualquier acuerdo comercial– dar por terminada su práctica de forzar a las compañías extranjeras a transferir tecnología a las empresas de China a fin de obtener acceso a su mercado”. Además, "China aceptó fuertes compromisos en materia de política monetaria, relacionados con el manejo cambiario y el recurso a las devaluaciones". Estos extremos no aparecen en los análisis del acuerdo de 15 de enero divulgadas por agencias de prensa y medios informativos en inglés de China.

Algunas fuentes internacionales ofrecen un análisis más equilibrado: el arreglo parece haber sido estimulado por el reconocimiento mutuo de los costos crecientes que la escalada arancelaria implicaba para uno y otro, y de las crecientes repercusiones para el conjunto del comercio internacional. Es difícil afirmar, sin embargo, que el arreglo restaura la atmósfera de cooperación constructiva entre las dos potencias que prevaleció en algunos años de la era de Obama. Esta perspectiva se antoja aun más remota si se asume el supuesto, ahora dominante, sobre el resultado de la elección de noviembre: la relección de Trump.

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