Los incendios en Australia no
cesan. Arden algo así como 10.5 millones de hectáreas, una superficie
mayor al territorio de Portugal. Son 28 fallecidos hasta el momento y
unas 2 mil viviendas calcinadas. La pérdida de especies animales es
brutal. Se estima que más de mil millones de animales han muerto a causa
del fuego y el humo.
Era una tragedia anunciada, afirman los científicos australianos,
quienes ya predecían el desastre cuando calculaban los efectos del
cambio climático, ahora convertido en emergencia nacional y mundial.
Pretender que no ocurre nada porque los fuegos son un fenómeno
normal, sólo demuestra que los intereses económicos de las naciones y
las trasnacionales poderosas se imponen a los razonamientos ecológicos.
Hace unas semanas, en este mismo espacio me referí a lo acontecido
recientemente en Madrid, durante la Cumbre Mundial del medio ambiente,
mejor conocida como COP25, donde los científicos fueron desoídos y sus
alertas sobre las consecuencias por el calentamiento global, de plano
ignoradas.
Australia fue uno de los países integrantes del bloque más reacios. Y
no resulta extraño. Es también una de las naciones con la mayor emisión
de dióxido de carbono per cápita en el mundo. Su actual gobierno juega
con un doble discurso. Reafirma el compromiso con el uso del carbón y,
al mismo tiempo, amenaza con convertir en delito los boicots a empresas
destructoras del medio ambiente.
Durante la COP25 fue clarísimo el lobby de las empresas
mineras, no sólo australianas, sino también de otras naciones poderosas.
Australia es líder en exportaciones de carbón.
Hoy, los australianos representan 0.3 por ciento de la población
mundial, pero liberan 1.07 por ciento de los gases de efecto invernadero
en el planeta. Sus emisiones están muy por encima de la media de la
OCDE, así como del promedio de los países desarrollados.
Es por esto que los científicos australianos consideran que lo que
acontece es un suicidio anunciado, provocado por un gobierno
negacionista y una política irresponsable, que se topan con los efectos
del cambio climático. Paradójicamente, la población en Australia está a
favor de las políticas medioambientalistas.
Pero mucho de la tragedia rebasa el interés exclusivo de los
australianos. Australia tiene una de las tasas más altas de extinción de
mamíferos en el mundo y acontecimientos como el actual podrían acelerar
la desaparición de más especies.
Se calcula que en Australia 80 por ciento de la fauna es endémica, es
decir, que existen animales, como el koala, que no se conocen en otros
sitios de la Tierra, por lo cual las consecuencias de las pérdidas
pudieran llegar a alcanzar niveles atroces a escala global.
No es simple coincidencia que haya tantos incendios en tantas partes
del planeta. Hay ejemplos de sobra en fechas recientes: el Amazonas,
Siberia, Alaska, California y hasta el sur de México.
El planeta registra temperaturas cada vez más elevadas y en días,
semanas y meses recientes hemos sufrido calores diurnos que han roto
récords de los 150 años que se tienen medidos.
El doctor Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de
la UNAM, advierte que los fuegos ya no pueden ser vistos como
una cosa normal, pues no duda que son causados por el cambio climático.
Es un hecho, pues, que estamos padeciendo ya las primeras
consecuencias directas del cambio climático en el planeta. La ciencia
mundial advertía que la Cumbre Mundial de finales del año pasado
significaba una
última llamadapara adoptar medidas más enérgicas en favor del medio ambiente. Lamentablemente no fue así.
Por lo pronto, a principios de esta misma semana, las agencias
gubernamentales estadunidenses ubicaron a 2019 como el segundo año más
caliente de la historia (desde 1880, cuando se iniciaron los registros),
sólo después de 2016. Y la década que acaba de concluir tuvo los
índices más calurosos de los pasados 140 años.
La biodiversidad de nuestro planeta está cada vez más en entredicho. Y
tragedias anunciadas como la australiana, parece que formarán ya parte
de nuestra penosa nueva normalidad.
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