Robert Fisk
▲ Una doliente coloca flores junto a fotos de víctimas del avión derribado de Ukraine Airlines.Foto Afp
En tiempos de guerrale dijo célebremente Churchill a Stalin,
la verdad es tan preciosa que la debería cuidar en todo momento un guardaespaldas de mentiras. Dijo esto en noviembre de 1943 –que casualmente era su cumpleaños 69– en un esfuerzo por transmitir al líder soviético la importancia de los engaños que hubo en la planeación del Día D. De hecho, los aliados sí engañaron a los alemanes, cuyos comandantes de la Wehrmacht pensaron que los desembarcos serían en el norte de Francia en vez de en las playas de Normandía.
Pero el significado de la verdad y las mentiras –e incluso el de la expresión
tiempos de guerra– han cambiado tanto en sentido y utilidad en la historia reciente de Medio Oriente, que es casi imposible aplicar hoy en día la cita de Churchill.
Después de que uno de sus misiles antiaéreos destruyó el vuelo 752 de
Ukranian Airways este mes, la mentira inicial de Irán –que la caída se
debió a problemas con el motor– se pronunció no para
atentarcontra la verdad sino para proteger al régimen iraní de las acusaciones en caso de que su pueblo descubriera la verdad... que fue lo que, desde luego, ocurrió muy pronto.
Hubo un tiempo en que podía uno salir limpio de este tipo de mentira
gigantesca. En la era pretecnológica, casi cualquier catástrofe podía
ocultarse: aún hablamos de desastres
envueltos en misterio. Pero con las cámaras de los teléfonos, los rastreadores de misiles, los radares de alto alcance y los satélites, las mentiras quedan al descubierto rápidamente. La pérdida del vuelo MH370 de Malaysia Airlines de hace casi seis años es la única excepción que se me ocurre ahora.
Cierto, Mubarak rodeó las instalaciones de la televisión de El Cairo
con tanques en 2011, en un intento antidiluviano de detener la
revolución impulsada por mensajes de teléfonos móviles. Pero la Guardia
Revolucionaria y el ejército iraníes son tan avezados en cuestiones de
computación que es improbable que no hayan entendido lo que le hicieron
al avión ucranio. La idea, que aún repite el régimen, de que hubo
problemas de
comunicación(sí, durante tres días, por amor de Dios) es absurda.
Lo que en realidad pasó, sospecho, es que tanto el presidente Hassan
Rouhani como el ayatolá Alí Jamenei supieron la verdad una hora después
de lo ocurrido, pero estaban tan impactados de lo que había hecho su
país que no supieron cómo responder. Su nación, en cuyo nombre se define
como
islámicay cuya supuestamente venerada (pero en realidad corrupta) Guardia Revolucionaria se ha vendido como impecable y temerosa de Dios. No supieron qué decir, y dijeron una mentira. De esta forma la imagen de la inmaculada teología que supuestamente sostiene la imagen de Irán fue destrozada por un error… y por su deshonestidad.
No es de extrañar que los iraníes volvieran a las calles.
Irán cometió un error, pero el conjugar un yerro trágico con una
falsedad descarada que después admitió está muy cerca del pecado
original. El pueblo no está a punto de derrocar al régimen, como
sugieren los acólitos de Trump y los
expertosestadunidenses de siempre. Pero Irán ha cambiado para siempre.
Sus líderes ya no pueden adjudicarse una infalibilidad papal. Si
mienten sobre haber matado a inocentes pasajeros de un avión ucranio –la
mayoría de ellos iraníes– seguramente su jurisprudencia es igualmente
mentirosa. Quienes exigen obediencia de sus leales seguidores no pueden
esperar que su audiencia acepte sus futuros pronunciamientos –acerca de
Trump o de Dios– con la misma confianza sagrada.
Durante un tiempo, la Guardia Revolucionaria que solía presentar a sus integrantes como potenciales mártires del islam ahora serán conocidos como
Los tipos que dispararon el misil.
Recordemos que en Occidente nos hemos acostumbrado tanto a nuestra
deshonestidad y a que nos descubran, que apenas y chistamos ante la
palabra
mentira. Permítanme hacer una pregunta franca: salvo por las moscas que revolotean alrededor de Trump ¿alguien de verdad cree que hay información de
inteligenciasobre los planes de Qasem Soleimani para atacar o hacer estallar cuatro embajadas estadunidenses (o cinco, o seis o las que sean)?
Tal vez es cierto. Tal vez no. Pero a juzgar por las burdas
respuestas de Mark Esper, secretario de Defensa, y sus amigos, yo me
atrevería a apostar que eso no es más que una novela barata de Trump;
mezcla de Hollywood, confusión mental y un tuit matutino. ¿A quién le
importa si es verdad o no? Soleimani era un mal tipo. Levante la mano
alguien en Occidente a quien le moleste que haya sido asesinado (al
menos usemos esa palabra una vez por hoy)? Hasta Boris Johnson dijo que
no iba a lamentar la muerte de Soleimani, pese a que nadie le pidió su
opinión. Seguramente hubiera dicho lo mismo –y probablemente lohará– si
Estados Unidos, Israel, o ambos, asesinaran al líder libanés de Hezbolá,
Sayyed Hassan Nasrallah.
El problema es que nos hemos acostumbrado tanto a las mentiras –sobre el Brexit, sobre Medio Oriente, sobre lo que ustedes digan– que ya ni nos importan.
Podemos ir a la guerra por armas de destrucción masiva, por
advertencias de 45 minutos y promesas de democracia para Irak y lo que
resulta es medio millón de muertos, un millón o un cuarto de millón.
¿Ven cómo se puede jugar con las almas de los muertos en esta parte del
mundo? No protegemos la verdad con guardaespaldas ¿No está mejor el
mundo sin Qasem Soleimani? ¿No está mejor el mundo sin Saddam?
Pero esto sólo funciona hasta cierto punto. ¿O alguien realmente piensa que la mezcolanza de Boris Johnson sobre un
nuevotratado nuclear con Irán es algo más que una concesión a Trump? Había un acuerdo y, en teoría, como nos lo recuerdan los iraníes constantemente, sigue habiéndolo. Los iraníes están listos para retomarlo… o al menos eso dicen.
Claramente, los estadunidenses sufrirán en días, semanas o meses
próximos. Esas bases en el desierto iraquí se ven cada vez menos como
los
lirios acuáticoscon los que los comparó alguna vez Donald Rumsfeld, y parecen cada vez más potenciales trampas de muerte.
Lo extraño es que cuando los estadunidenses originalmen-te acusaron a
los iraníes de es-tar detrás de los ataques de guerrilla contra sus
tropasde ocupación durante la invasión de 2003, los iraquíes sabían que
esto no era cierto. Irak tenía suficientes armas y expertos muy bien
entrenados; todos ellos provenientes del viejo y abandonado ejército de
Saddam, y no necesitaban a Soleimani para enseñarles lo que ya sabían.
Nadie debe dudar de su apoyo, pero sugerir que el general encabezaba la
resistencia iraquí –otra de las razones que dan para asesinarlo– es
ridículo.
Lo irónico es que cuando Estados Unidos afirmó que los iraníes
estaban detrás de los ataques contra sus soldados en Irak, probablemente
no lo estaban.
Y ahora los estadunidenses han matado al comandante de las fuerzas Al
Qods de la Guardia Revolucionaria, los iraníes están, de hecho, detrás
de los ataques a las bases estadunidenses. Así lo admitieron, como una
notable verdad dicha incluso cuando mentían sobre la destrucción del
avión ucranio.
Es evidente el por qué Trump está tan confundido. Hasta ahora, los
estadunidenses tuvieron el monopolio del engaño. Su plan para Medio
Oriente destruye cualquier posibilidad de dar a los palestinos una
nación y Estado propios; es la antítesis del Acuerdo de Oslo, suponiendo
que éste tuviera realmente la intención de dar a los palestinos un país
propio. Las políticas de Trump (si es que se les puede llamar así)
llevarán inevitablemente a una ocupación israelí permanente de
Cisjordania y al despojo de los palestinos. Aún así, se supone que
debemos creer –lo mismo que los árabes e incluso los mismos palestinos–
que la continua colonización en Cisjordania, sin mencionar la existencia
de una nueva embajada estadunidense en Jerusalén, tienen la intención
de pacificar la región. Simplemente al discutir este absurdo escenario,
estamos ayudando a propagar la mentira.
Lo raro es que en un mundo en que el asesinato de un comandante
militar no es considerado un acto de guerra, comenzamos a aceptar estas
mentiras. Se han vuelto normales, incluso se han convertido en una
especie de rutina. Occidente, por supuesto, espera que su mentiroso en jefe
termine su presidencia el próximo año. Yo no estoy tan seguro. Pero
¿qué hay de la otra nación que se regodea en mentiras? Me refiero al
Estado que nunca jamás ha enviado a sus fuerzas especiales a Ucrania,
que nunca tuvo nada que ver, ni de la forma más remota, en derribar a
ese otro avión, el vuelo MH17 de Malaysia Airlines.
En comparación con todo esto, los iraníes parecen rechinar de
limpios. Después de todo, su régimen sagrado confesó al final. Pero
antes de hacerlo descubrieron el pecado original. Eso es toda una
experiencia.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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