Democracy Now!
En Estados Unidos,
todas las miradas están puestas esta semana en el Senado, donde se
desarrolla el juicio político contra el presidente Donald J. Trump.
Trump es el tercer presidente que es sometido a un juicio de destitución
en la historia del país. Mientras tanto, lejos de la mirada pública, en
la base naval de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo, Cuba, se
está desarrollando otro juicio importante. Tras el alambre de púa del
denominado “Campamento Justicia”, cinco de los 41 prisioneros que siguen
detenidos en Guantánamo –acusados de haber cometido los atentados del
11 de septiembre de 2001– asisten a las audiencias preliminares al
juicio a casi 20 años de los atentados.
Uno de los testigos del
juicio es el Dr. James E. Mitchell, un psicólogo retirado de la Fuerza
Aérea que, junto con su socio, el psicólogo John “Bruce” Jessen, elaboró
y llevó a cabo el programa de tortura de la CIA después de los
atentados del 11 de septiembre. Los doctores Mitchell y Jessen
participaron activamente en las sesiones de tortura en los centros de
detención clandestinos de la CIA . Ambos han sostenido durante mucho
tiempo que eran tan solo contratistas que recibían órdenes de la CIA . A
pesar de no que no contaban con experiencia previa en técnicas de
interrogatorio, el gobierno de Estados Unidos les pagó la generosa suma
de al menos 81 millones de dólares con dinero de los contribuyentes por
la elaboración del programa de tortura. La tortura es un crimen de
guerra y quienes torturan deberían ser enjuiciados. Sin embargo, el Dr.
Mitchell no es quien está siendo juzgado esta semana. De hecho, dijo en
forma desafiante ante el tribunal “Volvería a hacerlo”. Mitchell estaba
sentado en la sala del tribunal a unos pasos de las víctimas de sus
sesiones de tortura.
La audiencia preliminar llevada a cabo esta
semana en Guantánamo es un intento de los abogados defensores de los
cinco prisioneros —que podrían ser condenados a la pena de muerte— de
eliminar las declaraciones realizadas por los acusados ante el FBI
mientras eran torturados por la CIA o inmediatamente después. Uno de los
prisioneros es el supuesto autor intelectual de los atentados del 11 de
septiembre, Khalid Sheikh Mohammed, que fue sometido a ahogamiento
simulado 183 veces. En algunas o todas las ocasiones, Mitchell estuvo a
cargo de la tortura. El ahogamiento simulado es una técnica de tortura
que consiste en colocar agua y una toalla mojada en la boca y la nariz
de la víctima para llevarla al borde de la sofocación, simulando el
ahogamiento.
Mitchell y Jessen evitaron utilizar la palabra
“tortura” y prefirieron, en cambio, el eufemismo “técnicas intensivas de
interrogatorio”. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (
ACLU , por sus siglas en inglés) demandó a Mitchell y Jensen en nombre
de dos prisioneros de la CIA y de los familiares de otra víctima de
tortura de la CIA , Gul Rahman, que falleció tras haber sido sometido a
un brutal interrogatorio y tortura en un centro de detención secreto de
la CIA en Afganistán. En la demanda, la ACLU resumió algunas de las
“técnicas intensivas de interrogatorio”: “Los métodos de tortura
diseñados por Mitchell y Jensen, que fueron utilizados contra los tres
hombres, incluyen golpearlos contra las paredes, colocarlos dentro de
cajas similares a ataúdes, exponerlos a temperaturas extremas y a música
estridente, hacerlos pasar hambre, infligirles diferentes tipos de
tortura mediante el uso de agua, privarlos del sueño durante días y
encadenarlos en posiciones sumamente incómodas a fin de provocarles
dolor y mantenerlos despiertos durante varios días”.
Mitchell y
Jessen dijeron que analizaron y tomaron como modelo las técnicas
impartidas a las fuerzas armadas de Estados Unidos para evitar la
captura o para resistir la tortura y el interrogatorio en caso de ser
capturados. Ese programa de entrenamiento militar se denomina “SERE”,
sigla que significa “supervivencia, evasión, resistencia y escape”. En
teoría, el programa SERE fue elaborado para ayudar a las personas a
sobrevivir. Mitchell y Jessen elaboraron técnicas para dañar a las
personas, no para ayudarlas. Esta distinción fundamental planteó
preocupaciones éticas entre los miembros de la Asociación Estadounidense
de Psicología ( APA , por sus siglas en inglés). Las preocupaciones
fueron desestimadas por la dirección de la organización, que quería
complacer al gobierno del entonces Presidente George W. Bush. Durante
años, psicólogos opuestos a la tortura llevaron a cabo una campaña para
cuestionar la complicidad de la APA , la mayor asociación de psicólogos
profesionales del mundo, con el Pentágono y la CIA . Finalmente se
destituyó a los directores de la APA y la asociación prohibió a sus
miembros participar en interrogatorios de ese tipo.
Durante su
campaña para ganar la candidatura a la presidencia por el Partido
Republicano en 2015 y 2016, Donald Trump habló muchas veces a favor de
la tortura, a pesar de que universalmente se reconoce que genera
información falsa y poco fiable. En uno de los debates antes de las
elecciones primarias, Trump se jactó: “Reinstauraría el ahogamiento
simulado y volvería a utilizar muchas técnicas peores que esa”.
En
una entrevista con Democracy Now!, Baher Azmy, director de asuntos
jurídicos del Centro por los Derechos Constitucionales, una organización
de defensa legal sin fines de lucro que ha representado a muchos
prisioneros de Guantánamo, reflexionó sobre el juicio político a Donald
Trump y los tribunales militares de Guantánamo: “Ambos juicios son, de
algún modo, una farsa. En lugar de llevar a cabo un juicio penal
tradicional de acuerdo al Artículo III , se creó el proceso de los
tribunales militares, a fin de evitar la rendición de cuentas por los
crímenes de guerra y, en el juicio en el Senado, el objetivo es evitar
la rendición de cuentas por abuso de poder”.
Desde Washington,
D.C. hasta la Bahía de Guantánamo esta semana ha quedado en evidencia la
lógica perversa del sistema de justicia estadounidense.
© 2020 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy
Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional
que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en
inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que
luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios
en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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