Tomen sus deseos por realidades
París mayo de 1968
Como
toda la convulsa Latinoamérica, la esquina norte de Suramérica estuvo
muy inquieta en 2019; las agitaciones parecían situarse por razones
internas y geopolíticas esencialmente en la vapuleada Venezuela, sin
embargo, imprevisiblemente del lado colombiano se han huracanado los
vientos. Las luchas sociales del sur, Chile, Ecuador, Argentina se han
diseminado también al norte. El poder hegemónico de Washington es fuerte
en estas tierras, pero no puede determinarlo todo; los seres humanos
somos impredecibles, afortunadamente. Calles colombianas antes
despolitizadas, rebosaron de vida social; hacia el futuro ¿se logrará
revertir con la sostenida movilización social un adverso statu quo que parecía inamovible?
A pesar de todo, tranquilidad.
En Venezuela el gobierno de Maduro, muy controvertido interna y
externamente a causa del descuidado cumplimiento de la Constitución
chavista de su país[1], debe sentirse especialmente satisfecho con su
situación en los inicios del 2020, por haber sobrevivido, de acuerdo a
sus propios cálculos, a cinco ‘intentonas’ golpistas en el pasado
año[2], las cuales, miradas en detalle y en la perspectiva del golpe de
estado ocurrido en Bolivia en octubre, parecen ser más sainetes, que
estructuradas conjuras imperiales, si tenemos en cuenta todo el apoyo
que para tales efectos Washington históricamente ha dado al pesado
aparato que para tales efectos posee. De colofón el presidente
venezolano reconoce sin ambages que depende de los militares para
sustentar su gobierno, a través de lo que él denomina ‘unión
cívico-militar’, de la cual no especifica detalles sobre su
articulación, tan sólo y ante la escasez de logros fácticos hacia el
pueblo, se adorna con la consabida catarata de abstracciones
autorreferenciales [3]. Por ahora, la unidad en las élites gobernantes en Venezuela sosiega al Palacio de Miraflores.
Represión de un gobierno ‘del pueblo’.
Y es que la actual Venezuela es particularmente curiosa en su gobierno,
estimado por algunos intelectuales de izquierda como ’progresista’,
‘popular’,’antiimperialista’, ‘revolucionario’, aunque a la vez persiga a
sindicalistas por delitos de opinión cuando reclaman derechos laborales
expropiados de facto y en general y desde hace años los acose
constantemente [4]. Tampoco encajan en un mandato ‘del pueblo’ las
agresiones perpetradas por ominosos cuerpos de seguridad ‘bolivarianos’,
que causan lesiones permanentes en personas manifestándose
pacíficamente contra las políticas económicas, que puede ser catalogadas
como quieran en Miraflores, pero desde hace un lustro les afectan
directa y desfavorablemente [5].
El asunto va a peor puesto que
como si fuera gobernado por el derechista y retrógrado gobierno de
Colombia, en la zona fronteriza venezolana con este país se presentan
sistemáticos homicidios en personas desposeídas que buscan su sustento
allí, con una cifra de muertes del estilo de guerras de baja
intensidad[6], las cuales se agregan a los cuatro centenares denunciadas
como homicidios a manos de aparatos de seguridad ‘bolivarianos’[7]. Sin
duda, para ser suaves con el gobierno de Maduro, los derechos humanos
no son su fuerte y los homicidios de opositores en manos de los
militarizados aparatos del Estado ‘revolucionario’ muestran
sistematicidad acompañada de impunidad[8]; ni los propios militares
insurrectos han escapado de tales tratos por parte de sus pares[9], a lo
cual se agregan las desconcertantes recomendaciones del presidente
‘socialista’, de un implacable exterminio a quienes se levanten contra
su gobierno[10]. La pauperizada población con álgidos asuntos a cuestas
como estos es evitada por muchos analistas, así como estos pasan por
alto el cómo militares ‘bolivarianos’, ‘revolucionarios’, ‘chavistas’,
‘antiimperialistas’, etc., condecorados por el mismo Chávez, han
aprendido sus quehaceres militares justamente en las siniestras
academias de EE.UU. y ahora son destacados agentes en la represión en su
propia tierra[11]. Con lo cual nefastamente se hermanan con los pares
del ultra reaccionario gobierno de Bogotá[12].
Métodos similares.
En este mismo sentido, en la agobiada Colombia son perseguidos,
acosados y exterminados líderes sociales, defensores de DD.HH. y
miembros de comunidades indígenas por todo el territorio nacional[13],
en actuaciones que cuesta mucho pensar que no sean metódicas[14],
haciendo de este país un lugar muy peligroso para dichas personas, algo
absolutamente inaudito en una auténtica democracia[15]. De su parte,
Venezuela escenifica a los pueblos originarios del estado Zulia que
buscan recuperar sus tierras, como perseguidos y encarcelados violando
la Constitución chavista, justamente por parte las autoridades marciales
bolivarianas[16]; derechos elementales de los trabajadores tampoco han
sido respetados, los despidos injustificados amparados por el gobierno
de Caracas se encuentran al orden del día[17], así como las acusaciones
por terrorismo a trabajadores reclamantes capturados y juzgados por la
‘justicia penal militar’[18], una aberración para un denominado
‘socialismo del siglo XXI’, que debería respetar a los desposeídos.
Un odio que atrae.
En el aspecto internacional una paradoja más consiste en que a más
consignas de miembros del gobierno de la Casa Blanca de que el gobierno
actual de Venezuela ‘debe irse’[19] (una agresiva atribución que se
arrogado EE.UU.), acompañadas del ‘que ya va a caer’[20] (hablando de
Maduro), sanciones decretadas como espada flamígera por Washington (y a
variopintos países por todo el mundo) continúan con sus consecuencias
aciagas violando la Carta de la Naciones Unidas[21], y pueden haber ya
causado en Venezuela directa o indirectamente miles de muertos[22], una
indiferencia de parte de Miraflores ante ello cada vez es más notable,
más allá de la retórica vacua de constancias y declaraciones de su
impasible ministro de Relaciones Exteriores.
Allí debemos tener
en cuenta la semioculta visita a Caracas de una persona estadounidense
de ominosidad conocida por ser dueño de empresas de mercenarios al
servicio del Pentágono, reuniéndose justamente con la Vicepresidenta
bolivariana Delcy Rodríguez[23], algo realmente insólito dadas las
circunstancias sabidas de confrontación. O pensándolo bien, no tanto:
¿Acaso Maduro no le obsequió 500 mil dólares a Trump para su posesión
como jefe de Estado en 2017[24]? ¿No se reunió secretamente con el
abogado de este en 2018[25]? ¿Y Thomas Shannon no tuvo una entrevista
con Diosdado Cabello y Delcy Rodríguez en 2016? Debemos reconocer del
madurismo su constancia en buscar apaciguar a sus adversarios externos,
más mirado todo ello en contexto tiende a ser inexplicable.
A
pesar de estos pertinaces esfuerzos del presidente revolucionario,
bolivariano y antimperialista, por congraciarse con la Casa Blanca, esté
quien esté allí, desde Washington no le ofrecen ninguna tregua: el
Congreso de ese país acuerda un presupuesto para el 2020 de 400 millones
(sin contar con partidas secretas), para apoyar a ese híbrido de
espectro político con influenciador sin carisma, llamado Juan
Guaidó[26]; una cifra significativa para alguien que no podría
calificarse sino como personaje sin relevancia ni utilidad. Una vez más
algo no encaja allí, si tenemos en cuenta que para 2020 las obstinadas
amenazas a Maduro y su selecta cúpula cívico-militar por parte de los
asesores en la Casa Blanca están muy lejos de disminuir[27]. No se le ha
dado respiro declarativo al gobierno de Miraflores, empero, los reales
afectados siguen siendo los de abajo.
Incompetencia ‘revolucionaria’, no es incompetencia.
Por esto mismo el haber pensado que herramientas como presiones
diplomáticas, bloqueos y sanciones económicas no iban a ser utilizadas
por un imperialismo que ha acometido desde la Segunda Guerra Mundial a
la fecha contra más de 37 naciones[28], y amenaza con la fuerza hasta a
la CPI[29], y el cual, en caso de un estado díscolo en el hemisferio,
siempre ha actuado de hecho sin miramientos en sus cruentas
consecuencias, ha sido para Venezuela un suicidio en cámara lenta en un
país que depende exclusivamente de una materia prima tan controlada
mundialmente por EE.UU. y sus corporaciones, como el petróleo; cualquier
gobierno mínimamente sensato lo hubiera previsto. Del desastre del
Bolívar como moneda en manos de los economistas de Maduro hay serios
indicios de su acentuada impericia, por llamarlo eufemísticamente[30];
es inocultable una gestión económica interna catastrófica[31]. El
grotesco y paradigmático caso del bloqueo a Cuba que va para 60 años
debería haber sido un ejemplo de lo que se debe hacer y lo que no,
interna y externamente ante este tipo de agresiones. Con todo y estas
ominosas acciones de ataque económico, la isla caribeña, ni en el
‘periodo especial’ de inicios de los 90, perdió el control de su
economía doméstica ni tuvo una contracción social general tan drástica,
como lo que ocurre en estos momentos en la ‘patria bolivariana’ con
incongruencias imposibles (un país ‘socialista’ dolarizado, exonerando
de impuestos a capitales foráneos), a ‘un nivel de improvisación,
irresponsabilidad y corrupción dentro del gobierno venezolano, que ha
creado una situación completamente explosiva’, en palabras del laureado
escritor Claudio Katz[32]. No nos detendremos más en otros errores del
periodo 1999-2013 y el 2013 al presente, pues ya hablamos de ellos hace
un tiempo[33].
Brutalidad ambidiestra. Del lado
colombiano, aunque en otro nivel, la economía se sostiene con un
crecimiento moderado, empero con una muy desigual repartición de la
riqueza y un inmenso desempleo disfrazado[34], justamente iniciando un
periodo nuevo luego de más de 50 años, ulteriormente de los acuerdos de
paz con las FARC; las urgencias sociales latentes han saltado a la
palestra mediática, entre ellas la no disminución de la violencia
atribuida antes al conflicto o medidas económicas contrarias a los
intereses de las mayorías, lo cual ha traído consecuencias sociales
imprevistas para el gobierno ultra retrógrado de Iván Duque en Casa de
Nariño desde 2018. Así, el final de 2019 presenció un inusual
descontento general con nutridas movilizaciones populares en las calles,
ante las cuales el presidente nominal, Duque, respondió con dilación,
engaños y brutalidad. Tanto Duque como Maduro en estas situaciones de
máxima presión interna en el caso del primero, y en el segundo
internacional, han exhibido como respuesta la incorporación de mayor pie
de fuerza de sus respectivas policías[35], y respaldan a sus
correspondientes cuerpos de escarmiento, aún pesar de su esmerada
violencia con muertos y heridos de por medio[36].
Brutalidad ambidiestra II.
A primera vista resulta extravagante en el norte de Suramérica, que
tanto Maduro como Duque (adversarios declarados), han apelado para
sostener sus gobiernos primordialmente a la fuerza de los cuerpos
armados de sus respectivos estados; el primero desde tiempo atrás ha
delegado abundantes funciones en la FANB y tiene un grupo de choque
policial llamado FAES, de muy alto poder letal destinado a los barrios
populares, sembrando el terror allí con miles de muertos[37]; y de su
parte el segundo, a raíz de las multitudinarias movilizaciones de fin de
año de 2019, acuarteló a las fuerzas armadas y empleó a la Policía
Nacional (militarizada) en su carácter de especializado cuerpo de
castigo, particularmente al ESMAD, un destacamento que supuestamente
ejerce violencia ‘no letal’ contra la población (sin embargo, son
despiadados sus miembros y emplean armas prohibidas por las convenciones
internacionales para disolver marchas pacíficas), en consecuencia,
tiene a su haber 34 muertos y los heridos a su cargo podrían ser miles
en 20 años de deplorable existencia[38]. Aquí entramos a concatenar esto
con los cientos de asesinados en todo Colombia en su calidad de líderes
sociales o indígenas, que parece ser un plan de exterminio por su
carácter sistemático y extensión geográfica. En este aspecto lo que unas
vez más equipara a Maduro con Duque y viceversa, es que en medio de una
absoluta indolencia y crueldad común, ambos vitoreen a los cuerpos
exiciales mencionados a pesar de las repetidas y documentadas denuncias
sobre sus desafueros[39]; un atroz parangón es evidente: al lado
oriental del norte de Suramérica suceden 5200 muertes en 2019 por una
supuesta ‘resistencia a la autoridad’[40], del lado occidental han
ocurrido desde tiempo atrás los denominados ‘falsos positivos’ (entre
4000 y 5000 muertes a manos de militares), más recientemente no menos de
250 líderes sociales han sido asesinados uno a uno[41], y
barbáricamente se bombardean niños ¡por orden presidencial[42]¡.
Brutalidad + Injusticia + abusos = sociedad movilizada.
Lo de Colombia fue inesperado, a semejanza de un fenómeno metereológico
caribeño emergiendo intempestivamente. La indignación al parecer allí
fue alimentándose de las experiencias de lucha del sur, de antiguas y
presentes ignominias de parte de todo el conjunto del gobierno de
Bogotá, como aquella de finales de agosto del semioculto bombardeo de
ocho niños en el departamento de Caquetá (¿en que otro lugar del
hemisferio bombardean personas?[43]), de los antipopulares paquetazos
congresionales para enriquecer más a los poderosos (en Colombia se
destaca el avaro y bribón banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, 129
entre los más ricos del mundo[44]), alejando aún más la posibilidad de
educación a los jóvenes, de pensión a los mayores, con menos salario y
con mayor precarización a los empobrecidos trabajadores, entre otras
razones.
¿Arlequines? ¿Obtusos? ¿Peleles? Paralelamente
al presidente Nicolas Maduro, estimado por personas de izquierda como
una persona incapaz de conducir un Estado moderno en una situación
compleja[45], Duque es tenido en Colombia como un ‘inepto total’, un
improvisado que no sabe de las responsabilidades que tiene a
cuestas[46]; hubiera podido ser mejor el animador fastidioso de un
programa de concurso de televisión u oficios similares, más la política
en Colombia se ha degradado tanto que una persona tan superficial y
carente absoluta de conocimientos elementales llegó a la presidencia sin
mediar muchos esfuerzos. Sus sandeces reflejadas en actos de gobierno
ya son épicas[47]. Incluso ha llegado, sin darse por enterado, a
reconocer su propia grave incapacidad, su nulidad como gobernante[48].
No obstante, su mentor y jefe para todos los efectos, Álvaro Uribe
(acusado de paramilitarismo, masacres, peculados, etc.), es internamente
el poder cada vez menos tras la sombra y en consecuencia homicidios,
corrupciones, arbitrariedades, etc., han continuado como si nada. De tal
manera ha ido creciendo la percepción de que ello no puede detenerse
sin una legítima acción colectiva directa: multitudinarias y constantes
protestas como las que fueron elevándose hasta estallar masivamente del
21 de noviembre en adelante.
Defendiéndose con los peores…
Ante la amenaza de una parte de la sociedad organizada y actuante,
quienes se benefician con el estado de cosas existente en Colombia desde
el gobierno, en la actualidad se agrupan ferozmente en el Centro
Democrático (partido fascistoide) y demás partidos clientelares (ávidos
del botín del erario y de cargos públicos: Liberal, Cambio Radical,
Conservador, De la U, etc.), miembros de ese circo de chanchullos y
ordinariez denominado Congreso de Colombia[49], a su vez conformado por
parlamentarios intonsos con el salario más alto de América Latina[50].
Los pomposamente llamados de ‘entes de control’ (Fiscalía, Procuraduría,
poder judicial, Defensoría del Pueblo, Contraloría, etc.) han sido
fácilmente cooptados por el poder ejecutivo y legislativo y conviven
tranquilamente administrando el clima habitual de corrupción y violencia
a cambio de variadas canonjías[51].
Más si se piensa en
desigualdades al otro la lado de la frontera, las clases ricas
venezolanas aún viven allí y en muchos casos hacen buenos ‘negocios’ con
el estado madurista[52]; en variadas maneras se benefician de las
insensateces de este, pudiendo continuar con su tren de vida (y en
dolares) como si nada hubiese ocurrido en su nación gracias a las
‘importaciones’ que desde Miami hacen por habilidosos y bien conectados
comerciantes[53], algo que ocurría antes en pequeña escala pero que en
2019 fue un hecho notorio y de impacto, reflejante de las abismales
diferencias sociales que van creciendo cómodamente en la Venezuela
‘revolucionaria’. Naturalmente, a la cúpula cívico-militar no se le ha
visto haciendo filas para recibir risibles aumentos o bonos ni
recogiendo cajas CLAPs, pues la vanguardia ‘socialista’ y sus entornos
más cercanos (dirigencia del PSUV, ministros, etc.) además de
ostensibles privilegios, pueden llegar hasta comprar fácilmente a los
comediantes de la oposición[54]. Así, el poder legislativo en Venezuela
tiene a partir de enero de este año tres presidentes de asambleas
nacionales: el de la constituyente del chavismo creada en 2017 para
suplantar a la no chavista Asamblea Nacional (con el inamovible e
irritante Diosdado Cabello), y la citada Asamblea Nacional electa en
2015, ahora con dos presidentes, uno respaldado internacionalmente y
otro reconocido por el chavismo y Rusia[55]. En la práctica, ninguna
tiene mayor efecto en la vida venezolana, pues Maduro y sus adláteres
son el único poder efectivo gobernando por decreto, marchando sin
afujías notorias al compás de la dosificada presión de EE.UU.
Impunidad y destino del país.
En medio de la omnipresente palabrería ‘revolucionaria’ del madurismo,
los controles políticos se encuentran también cooptados por entero y
cualquier causa judicial dirigida a las altas esferas por ostensibles
crímenes, abusos y negligencias, es del todo inútil[56]. De su parte,
las clases medias e incluso los teóricos beneficiarios de la
‘revolución’ bolivariana migran a causa de salarios de hambre a un ritmo
nunca visto para el continente[57], lo cual ha permitido manifestar
cínicamente a quien directamente impone las sanciones económicas, Donald
Trump, que ‘tomará un tiempo recuperar las riquezas[58]’ (¿para quién?)
y que Venezuela puede convertirse en ‘un pueblo fantasma’[59],
develando sus no muy bien mimetizados deseos.
Dominio directo e indirecto.
Es innegable la existencia de planes de embestida pausada a los pilares
de la sociedad venezolana, es decir, las comunidades, sus habitantes en
general, los cuales marchan al ritmo de los acontecimientos
internacionales (y naturalmente Latinoamericanos) y de las tácticas del
Pentágono[60], siendo articulados en el marco del ‘caos controlado’ bajo
el cual se desarrollan[61]. Ello logra una presión para el gobierno de
Caracas, empero, mucho más para la población aunque aquella se
desarrolle por ciclos; Miraflores a su vez responde con un afianzamiento
de su despotismo cívico-militar para mantenerse en el poder a pesar de
sus rocambolescas medidas políticas y económicas; de su parte, el
desprestigiado gobierno de Bogotá cumple las misiones que en este
sentido le son dictadas desde los poderes imperiales, frecuentemente sin
que esté enterado de las reales tácticas y tiempos de sus señores (es
posible que por la capacidad intelectual de los miembros del gobierno
Duque no se logren captar), de ahí sus permanentes salidas en falso en
la materia[62]. De facto y de tiempo atrás, las fuerzas armadas
colombianas se hallan al servicio del Pentágono[63], a más de las bases
que este posee este en territorio neogranadino; dicho control externo
absoluto de las FFAA es ya un asunto público allí[64].
Esperanzas en la calle y en movimiento.
No obstante todo lo anterior, el factor humano hace imprevisible
cualquier plan por esmerado y asegurado materialmente que parezca; el
descontento ante una cadena de gobernantes oprobiosos desde hace unas
cuatro décadas, pero que, en el presente siglo, han malgobernado con
especial ensañamiento, ha emergido en Colombia con fuerza y masividad
desde noviembre. Mucho se ha escrito y hablado sobre el asunto y a ello
nos remitimos. Sólo cabría añadir que el pasado enseña a multitudes como
estas la aparente locura de ‘ser realistas’ y ‘pedir lo imposible’[65].
Si la sociedad se moviliza denotando sus vastas capacidades, a tono con
ello debería exigir, lo que el gobierno y sus dueños aseguran que es
irreal, no realizable; así, si las exigencias tienen miras cortas, nada
importante se logrará. Verbi gracia: si la movilización social precisa
únicamente la disolución del aciago ESMAD, ni una mínima reforma de este
se obtendrá; si se exige la disolución de la policía en su genuino
papel de cuerpo militarizado de castigo, organizado bajo la Doctrina de
la Seguridad Nacional, incapaz por tanto de cumplir con su función
normal en una sociedad efectivamente democrática, la sociedad podrá
obtener algo tangible; en cuestiones económicas, cualquier ‘eso no se
puede hacer por que contraría las ‘leyes’ de la economía’, debería ser
enfrentado con un ‘que reviente la economía’[66], la neoliberal, esa que
ya ha destruido millones de existencias y amenaza las siguientes
generaciones. Es tiempo que se reviertan los hechos pauperizantes, es
hora de al menos un poco de justicia. Si hablamos de esto último, la
demanda del cese de las muertes de líderes sociales debería no poder ser
denegada por un gobierno del hemisferio occidental en pleno siglo XXI,
pues si un Estado no puede garantizar la vida humana, no tiene razón
alguna para su existencia. Obviamente, esto es válido plenamente en un
futuro próximo para la Venezuela que enfrenta las absurdas políticas
reales de Maduro[67], y siente y lucharía por el cese de los abusos y
desaparición de destacamentos policiales mortíferos, apenas como pasos
iniciales; reavivando con objetivos concretos, inequívocos las
movilizaciones en Venezuela, aquellas que fueron potentes hasta hace un
lustro, se podrá superar su cooptación por parte del ‘oficialismo’ y sus
amanuenses que las han transformado en un forzado rito clientelar, para
así rebasar el estalinismo tropical reinante.
Hemos reseñado
algunos detalles comparativos de los dos estados al norte de Suramérica;
las apariencias de una oposición ideológica entre ellos, se diluyen
hasta la desorientación por el ambiente de violencia, corrupción,
injusticia, pobreza, etc., que, aunque con matices, es imperante a ambos
lados de esa dudosa frontera de más de 2200 kilómetros. La
militarización y paramilitarización (Águilas Negras, Autodefensas
Gaitanistas, etc. en Colombia; Milicias, Colectivos ‘Bolivarianos’,
‘Cuadrillas de Paz’, en Venezuela) de la cotidianidad en los dos países
es la norma no escrita; por tanto, un control social brutal impera sobre
sus poblaciones.
No se conoce una forma más efectiva de
materializar los deseos políticos, que la retoma de las calles para
detener la expropiación violenta de derechos, recuperar lo perdido y
proyectar el futuro de las generaciones que vendrán. De lo contrario, la
barbarie continuará en ambos lugares.
Notas:
en el link de la fuente
http://rebelion.org/noticia.php?id=264768
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