¿Por qué Venezuela es capaz de
reunir exitosamente a cientos de importantes representantes de los
principales partidos de izquierda y movimientos populares, femeninos,
juveniles, de nuestra región y del mundo? Lo consigue con frecuencia
pese a los obstáculos impuestos por el imperio yanqui, que presiona
cancillerías para que no den visas y a aerolíneas para que no vendan
boletos. La semana pasada Caracas congregó al Foro de Sao Paulo y un
Encuentro Mundial contra el Imperialismo
por la vida, la soberanía y la paz. En mi opinión lo único que explica esa capacidad de convocatoria es su fuerza moral, su ejemplo de resistencia. Y también la necesidad creada por la época en que vivimos. El asesinato de un general antimperialista mueve multitudes en Medio Oriente e indigna a millones en el mundo.
Venezuela derrotó en 2019 la más feroz de las arremetidas de Estados
Unidos contra otra nación en el siglo XXI. La autoproclamación de Juan
Guaidó en enero de ese año como presidente encargado era la señal para
el inicio de la nueva ofensiva contra la patria de Bolívar, de acuerdo
con planes previamente aprobados por el Comando Sur de Estados Unidos, a
su vez coordinados con los gobiernos más derechistas de la región y con
el servil secretario general de la OEA, Luis Almagro. Estos planes se
basan en el esquema de las llamadas guerras de cuarta generación, que
comprende acciones en diversos campos, destacadamente masivas y
prolongadas campañas de intoxicación mediática, guerra económica y
acciones subversivas de distinta naturaleza, incluyendo el intento de
magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro y otras operaciones
militares y paramilitares cuya ejecución es canalizada vía Colombia por
el Comando Sur con la activa participación de Álvaro Uribe y del
subpresidente Iván Duque. ¡Cómo se creyeron esos dos, Piñera, Almagro,
Pence, Elliott Abrams, Marco Rubio y, por supuesto, Trump, que Guaidó
tumbaba a Maduro!
El fulminado intento de golpe de Estado del 30 de abril también lo
vieron venir como el final de la revolución bolivariana. Ciertamente fue
el momento más alto de la ofensiva, con presencia de Guaidó y su jefe
político Leopoldo López, una acción aventurera e irresponsable que pudo
haber costado numerosas vidas de no ser por el patriotismo y el
profesionalismo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en estrecha
unión cívico-militar con el pueblo. Ya para entonces el autoproclamado
había comenzado a perder aceleradamente la capacidad de convocatoria
mostrada en las primeras semanas del año. Hoy se ha apagado mucho más
porque no ha cumplido una sola de sus promesas y está envuelto en un
gigantesco escándalo. Por vínculos con narcoparamilitares, por el robo
de fondos para
ayuda humanitariay de activos venezolanos. Lo más que puede reunir es unos pocos cientos de personas en zonas opositoras de Caracas, en contraste con la permanente iniciativa política de Maduro y la enorme capacidad de movilización de masas del chavismo.
Pero lo más dañino y criminal de esta larga cadena de agresiones es
el ataque cotidiano, mediante la guerra económica, a las bases de la
alimentación y el suministro de medicinas para el pueblo venezolano.
Cuando se visita Venezuela y se observa la acción del poder popular, de
los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción, puede uno darse
cuenta cabalmente de la creatividad, la alta conciencia política y el
heroísmo sin aspavientos del pueblo chavista. Pues por muy poderoso que
sea el imperio, no ha sido capaz de apagar la llama de rebeldía de los
venezolanos, ni de imaginar las soluciones que surgen a nivel de barrios
para derrotar su guerra. Subestimar a ese pueblo ha sido un grave error
de Estados Unidos. Igual subestima a los otros pueblos latinoamericanos
y caribeños que no están dispuestos a aceptar por más tiempo el
insoportable e inmoral sistema de superexplotación del capitalismo
neoliberal y su democracia elitista y antipopular. Quién imaginaba en
2019 que la pradera latinocaribeña iba a arder con la velocidad que lo
está haciendo desde finales de ese año. Faltan liderazgos, proyectos,
organización, pero eso se crea y a ello ayudan mucho reuniones como la
de Caracas, porque permiten algo tan valioso e imprescindible como el
intercambio de experiencias, la certeza de no estar solos y de que hay
muchos otros que luchan. A propósito de eso le decía Maduro a los
reunidos en Caracas que no debemos cohibirnos en darnos cita para
organizarnos. Pensé entonces en Fidel y en los intercambios que sobre la
deuda externa y la amenaza del ALCA promovió en La Habana, encuentros
sin los que uno no podría explicarse bien la gran ola antineoliberal
latinocaribeña de los años 90 y hasta hoy. A lo que de veras temen
Estados Unidos y las oligarquías es a eso, a que nos encontremos y
organicemos. Culpan a Cuba y Venezuela para justificar más agresiones
contra ellas pero saben que es su modelo neoliberal de muerte lo que ha
hecho que Haití, Honduras, Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina,
México, y los que sigan, se levanten para derribarlo, en las calles o
en las urnas.
Twitter: @aguerraguerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario