Ilka Oliva Corado
Imagine que un presidente recién electo, el día de la toma de
posesión en su primer discurso le afloren los aires de dictador y le
grite a la ciudadanía que va a declarar a los niños y adolescentes del
país como terroristas, ¡válgame!, pues eso pasó en Guatemala, lugar
donde la novela de Miguel Ángel Asturias, El señor presidente, se
queda corta comparada con el día a día del país donde todo pasa y la
gente ni se mosquea, porque llegaron a asimilar lo inverosímil con la
naturalidad del realismo mágico de las finconas latinoamericanas.
Un Giammattei recién ungido por la cúpula criminal gritó a los cuatro
vientos que le va a quebrar el culo y va a desaparecer a cuanto niño y
adolescente se le cruce en el camino a cualquier oreja u ojete que ande
picado con ganas de acumular medallas, codeos, palmaditas en los
hombros, aumentos salariales y posteriormente patadas en el culo;
simplemente porque él desde su posición clasista, racista y de lame
botas decidió declarar a los retoños de los arrabales como terroristas,
cuando en Guatemala las maras son los niños y adolescentes del país; las
clicas criminales son otra cosa y no están en los arrabales si no en
las casitas del barrio alto y en el gobierno.
El contexto, el tono en que lo dijo es muy claro, tal y como en los
tiempos de la dictadura de Ríos Montt cuando también a las cúpulas
criminales en el gobierno y las oligarquías se les ocurrió que los
pueblos originarios eran los terroristas a vencer y llevaron a cabo el
genocidio más grande de Latinoamérica. Aunque las limpiezas sociales en
Guatemala han existido desde siempre, que un presidente fanfarrón venga a
gritar a los cuatro vientos en su discurso de toma de posesión que va a
exterminar a quienes sistemáticamente desde su nacimiento son
violentados negándoles el derecho a un desarrollo y vida integral ya es
otra cosa. Porque ése es el significado de sus palabras.
Un panorama desolador le espera a los arrabales guatemaltecos, porque
con las palabras del presidente cualquiera puede ser tomado como
criminal (ojo, que pertenecer a una mara no significa ser criminal, las
maras en sí no son nidos de criminales, las estructuras criminales ya
hemos visto están en el ejército, la policía, el gobierno, en las
oligarquías y las conforman en su mayoría personas vestidas de traje y
corbata) ya que en el país todo es visto desde la perspectiva del
estereotipo. Tal como Otto Pérez Molina con su famosa frase de “mano
dura” este nuevo monigote de la criminalidad estructural pretende seguir
violentando a la infancia y adolescencia del país.
Aquí incluimos tatuajes, forma de vestir, color de piel, estilo de
corte de cabello, lenguaje, personalidad, lugar de residencia, si la
persona estudia, trabaja, tiene profesión u oficio, género. Lo
acontecido en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción en el gobierno de
Jimmy Morales no será nada comparado con la cantidad de niñas y
adolescentes que serán violadas y asesinadas por miembros del ejército,
la policía y paramilitares que se laven las manos diciendo que eran
mareras. La comunidad LGBTI también está expuesta a ser violentada por
criminales desde el gobierno.
Los criminales, los terroristas, son aquellos que atentan contra la
infancia y adolescencia del país. Solo por esas palabras Giammattei debe
ser visto como el mayor criminal en el gobierno actual y deber ser
destituido inmediatamente, porque Guatemala no necesita violencia
gubernamental, ni dictadores, necesita un gobierno que reconstruya el
tejido social y que brinde de oportunidades de desarrollo a los que
milenariamente han sido excluidos.
¿Y la sociedad lo seguirá permitiendo, haciendo solamente
revoluciones de redes sociales a punta de etiquetas chambonas o se
atreverá a ponerle un alto a estas clicas criminales que tomaron el
gobierno? ¿Hasta cuándo?
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Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado
15 de enero de 2020
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