La convención del
calendario gregoriano nos empuja a un balance anual arbitrario que –en
esta mega vertiginosa coyuntura latinoamericana- es bien distinto al que
hubiésemos hecho hace no mucho tiempo y seguramente también difiera del
que haríamos en unos meses. Pocas veces en la historia de la región
pasaron tantas cosas tan relevantes en tan poco tiempo: rebeliones
populares, golpes de Estado, cambios trascendentes de gobiernos… Un
torbellino de hechos políticos sustanciales, y en general inesperados,
que modificaron aceleradamente el escenario del continente y abrieron un
futuro marcado por la incertidumbre.
Una mirada rápida podría
concluir centralmente en la consolidación de la hegemonía de los
gobiernos conservadores. El golpe de Estado en Bolivia significó un
mazazo rotundo para los proyectos progresistas y populares e impactó
fuerte en el ánimo y en el diagnóstico general. Sumado a la caída del
Frente Amplio en Uruguay después de 15 años, la foto de América Latina
que deja el último tramo del año muestra un mapa plagado de gobiernos
reaccionarios y deja una sensación de retroceso apenas amainada por el
cierre del ciclo macrista en la Argentina. El 2020 estará dominado por
la derecha en ocho de los diez países de Suramérica (si no contamos a
Guyana y Surinam), en seis de los siete centroamericanos y en la mayoría
de las naciones caribeñas. El cronograma electoral del año que asoma
sólo podría deparar eventuales cambios en los Ejecutivos de Bolivia y
República Dominicana. El polo progresista quedará reducido al contrapeso
que puedan -y quieran- hacer Andrés Manuel López Obrador y Alberto
Fernández, pero seguramente desarticulados del proceso bolivariano en
Venezuela que sólo contará con el apoyo incondicional de Cuba y
Nicaragua.
Es por abajo
Sin embargo, hay que
evitar el reduccionismo de acotar los análisis a las disputas por
arriba, a los vaivenes en la superestructura del Estado, a la realpolitik.
Y no subestimar los procesos populares, que muchas veces no logran
madurar en alternativas de poder pero que, pensando en perspectivas de
largo aliento, son los que en definitiva determinan la suerte de los
gobiernos de turno. Y si hay algo que deja este 2019 como rasgo
distintivo es la irrupción de los pueblos en las calles en varios
rincones de la región. El estallido social en Chile, la insurrección
permanente en Haití y las potentes protestas sociales en Colombia,
Ecuador y Puerto Rico (menos intensas pero también disruptivas) abonaron
el terreno para imaginar un eventual freno al neoliberalismo en el
mediano plazo.
Intentando un pantallazo sintético, podemos resumir lo más destacado que deja el 2019 latinoamericano en cinco tópicos:
1- Bolivia: un golpe racista y neocolonial.
Una vez más, las élites demostraron su poco apego democrático cuando no
les dan los números para ganar por las buenas. Fue el cuarto quiebre
institucional en la región en los últimos diez años y, al igual que en
Honduras (2009), Paraguay (2012) y Brasil (2016), va camino a camuflarse
de legalidad con un proceso electoral lleno de espinas que el MAS
aceptó para evitar que se extendiera el baño de sangre que dejó al menos
34 muertes. El golpe de Estado combinó métodos clásicos (la
participación determinante de las Fuerzas Armadas, la complicidad de la
OEA, el apoyo explícito de Estados Unidos); rasgos simbólicos de corte
histórico (la Biblia contra la whipala); y elementos de las guerras de
nueva generación como el blindaje mediático, el despliegue de un
ejército de trolls, grupos de choque violentos al estilo de las guarimbas
venezolanas y la instalación de un imaginario en la previa de las
elecciones de que iba a haber fraude, lo que abrió paso a que sectores
diversos se movilizaran esos días pese a ser conducidos por el fascismo
blanco de Santa Cruz.
Varios dilemas quedan planteados en clave
de aprendizaje y autocrítica en torno al proceso que mejor parecía
haber sobrevivido en lo que fue el “ciclo progresista”. ¿Hubo cierta
ingenuidad para no advertir la traición militar que permitió el éxito
golpista? ¿Pudo haber otro camino que insistir en la repostulación de
Evo Morales luego del rechazo en el referendo de 2016? Pensando un
paralelismo con la infinidad de intentonas golpistas en Venezuela,
quedan en evidencia dos elementos clave para resistir: la lealtad del
alto mando militar y un pueblo en estado de movilización permanente.
2-La rebelión de lxs cabrxs.
“Chile es un verdadero oasis dentro de una América Latina
convulsionada". La frase de Sebastián Piñera apenas nueve días antes de
que estallara todo por los aires lo dejó en ridículo anti-profeta,
aunque en rigor hay que reconocer que nadie la vio venir. Un aluvión de
adolescentes saltando los molinetes del metro prendió la mecha y se
rompió el dique que contenía el espejismo neoliberal. La rabia acumulada
en décadas de injusticia social devino en un despertar masivo contra la
precarización generalizada de la vida y el oasis chileno se quedó sin
agua. Ya van más de dos meses de una insurrección espontánea, inorgánica
y multiforme que, de mínima, logrará tumbar la Constitución
pinochetista en la que se asienta todo el sistema de poder.
En
las calles de Chile se está formando una generación de pibes y pibas con
un nivel de conciencia y combatividad conmovedora. En las calles de
Chile nacen héroes colectivos como “la primera línea”, se crean íconos
populares como el Negro Matapacos, se masifica la reivindicación
del pueblo mapuche. En las calles de Chile reviven las voces de Víctor
Jara y Violeta Parra, se baila, emergen formas de lucha artísticas y
creativas, se defiende la alegría como una trinchera a pesar del
salvajismo represivo de los pacos. En las calles de Chile se reconstruye
el tejido social (o se construye uno nuevo) y se le da una estocada
profunda al “ejemplo modelo” del paradigma neoliberal.
3-Lo que las urnas dejaron.
En el plano electoral se produjeron tres cambios de gobierno
significativos. En Argentina, el peronismo reunificado logró darle un
corte a la experiencia macrista, que deja más de un 40% de pobreza y un
tendal de profundas heridas sociales, económicas, políticas pero también
culturales. En Uruguay, en sentido inverso, una coalición de tres
tendencias de derecha y ultra derecha destronó por apenas 28 mil votos
al Frente Amplio tras una década y media en el gobierno: el 1° de marzo
asumirá la presidencia Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, un
abogado que sólo trabajó como legislador y votó siempre en contra de los
derechos sociales aprobados en el Congreso uruguayo. También hubo un
giro en El Salvador, donde el joven empresario conservador Nayib Bukele
ganó en primera vuelta; el FMLN dejó el gobierno después de diez años
con una flojísima elección: salió tercero con apenas el 14% de los
votos. Además hubo renovación presidencial, aunque sin cambio de rumbo
político, en Panamá y Guatemala, donde la derecha sigue gobernando ahora
con Laurentino Cortizo y Alejandro Giammattei, quien asumirá el 14 de
enero. En tanto, se prevé que el proceso electoral truncado en Bolivia
se repita –en condiciones muy distintas- en junio de 2020.
4-La revolución bolivariana en su laberinto.
Los primeros meses del año estuvieron marcados por una nueva ofensiva
internacional (diplomática, económica, comunicacional) para derrocar al
gobierno de Maduro por la fuerza. Por primera vez, EEUU asumió
explícitamente la conducción de la cruzada -amenazando incluso con una
intervención militar-, secundado por Luis Almagro y los gobiernos
articulados en el Grupo de Lima, conformado especialmente para esa
causa. El chavismo cerró filas y logró resistir una vez más. El “plan
Guaidó” terminó en fracaso, desnudando la incapacidad de la derecha
venezolana para penetrar en los sectores populares y capitalizar el
descontento por la crisis económica. Contra todos los pronósticos, la
revolución bolivariana sigue viva, aunque atraviesa su etapa más
compleja: sumergida en un descalabro económico que ya lleva seis años
(producto en gran parte del bloqueo de EEUU pero también de las
debilidades propias) y cada vez más aislada y demonizada
internacionalmente.
5-Se va a caer. El 2019
consolidó la lucha del movimiento feminista latinoamericano como el
principal signo de época. Con mayor dinamismo y masividad en Argentina
(donde se dieron multitudinarias marchas por el aborto legal) y en Chile
(de allí salió la performance "Un violador en tu camino” que se
convirtió en himno mundial), las mujeres y las disidencias irrumpieron
definitivamente en las calles de toda América Latina para denunciar la
violencia machista pero también para visibilizar las lógicas del
patriarcado y marcar el pulso de un cambio cultural irreversible.
* * *
Si la primera década del siglo estuvo signada por el surgimiento de los
gobiernos progresistas y populares, la década que termina mostró el
reflujo de esas experiencias y la parálisis del proceso de integración
regional construido. Las derechas recuperaron terreno, apuntaladas por
el poder mediático, el lawfare y los fundamentalismos religiosos.
Pero en ningún lado logran estabilidad ni consenso. Y así como el
“ciclo progresista” estuvo precedido por una serie de levantamientos
contra el neoliberalismo de los noventa, los tiempos que vienen auguran
una creciente efervescencia social que abone el terreno para una nueva
época en América Latina. Al cumplirse 25 años del alzamiento zapatista
en el sureste mexicano, sobran las razones para seguir creyendo que
“otro mundo es posible”.
Gerardo Szalkowicz. Editor del
portal informativo NODAL (Noticias de América Latina y el Caribe). Autor
del libro “Norita: la Madre de todas las batallas” y autor, junto a
Pablo Solana, del libro “América Latina. Huellas y retos del ciclo
progresista”. Conduce el programa radial “Al sur del Río Bravo”.
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