Los acontecimientos
políticos en el mundo y, en particular, en América, han dejado
estupefactos a la Elite. Y no es para menos. La caída, como castillos de
naipes, de varios gobiernos en Irak, Líbano y Argelia, etc. y el
derrumbe del “milagro neoliberal chileno” a través de una rebelión
popular, cayó como un balde de agua helada para Piñera, los Chicago Boys
y los defensores del état politique bourgeois.
Y es que
el capitalismo chileno, que, había estaba creciendo todos estos años al
5% del PBI (el mínimo necesario según el sistema para crear empleo),
cayó al 1.9%, desnudando la gran desigualdad social inmanente al
desarrollo del mismo, donde, según la institución Casen 2017 ,
la distribución de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre,
es de 39,9% veces más, y las personas que viven en situación de pobreza
multidimensional llegan a 3.530.889.
Así las cosas, lo que
comenzó como una rebelión aislada en Haití, terminó extendiéndose a
Puerto Rico, Ecuador, Chile, Colombia, como si fuera un reguero de
pólvora. Es así como observamos el fracaso de las políticas
neoliberales, la crisis de los regímenes políticos parlamentarios, el
ascenso de gobiernos bonapartistas, y el desarrollo de la dialéctica
orgánica de la revolución latinoamericana unida por vínculos políticos,
económicos, sociales y culturales.
Entonces, la
intervención de la vanguardia estudiantil, juvenil y feminista, es
expresión de un fenómeno social democrático y contestatario que recorre
América. Está emergiendo en un escenario muy volátil donde la economía
mundial está el borde de la recesión y la Elite se ve obligada a apelar a
los planes de ajuste para recuperar su tasa de ganancia. Esta cuestión
es producto no solo de la reducción de los precios de las materias
primas (el grueso de exportaciones latinoamericanas), sino del freno del
comercio mundial, la fuga de capitales, del encarecimiento del crédito y
las deudas externas (50% del PBI en Ecuador, 100% del PBI en Argentina,
etc.), que operan como un mecanismo de opresión y confiscación
imperialistas sobre nuestros pueblos.
Esta crisis es la base
para la intensificación de las salidas golpistas y fascistoides como en
Brasil y Bolivia (como respuesta a la convulsión social), la guerra
comercial chino-yanqui-europea, a la vez que también es el caldo de
cultivo para las escaladas bélicas y las propias rebeliones populares.
“…Ciertos
años de historia (1848, 1917, 1968, 1989) evocan imágenes de protestas
callejeras, manifestaciones masivas y agitación revolucionaria...En
algunos lugares, fue un desencadenante económico, como un aumento en las
tarifas del metro en Chile o un impuesto propuesto sobre WhatsApp en el
Líbano. En otros lugares, el motivo ha sido más claramente político,
como las nuevas leyes sobre ciudadanía y refugiados en la India, o una
propuesta de ley de extradición en Hong Kong… Pero las protestas masivas
de 2019 muestran pocas señales de desaparición… Entonces, aunque 2019
ya califica para un lugar en los anales de la protesta callejera, es
posible que el año que realmente estremezca el mundo sea 2020…”, redactó
el connotado analista Gideon Rachman (“2019: el año de la protesta
callejera”; FT, 23/12/19).
Y aunque las comparaciones entre las
semirevoluciones de 1848 y 1968 con la revolución de 1917 y la
contrarrevolución de 1989, son antojadizas, pues, lo significativo es
que lo señale un escritor que defiende el statu quo remarcando que, “el
2020 podría ser el año que estremezca al mundo” (mientras que una parte
de la “izquierda” se encuentra cada vez más aggiornada al establishment
convirtiendo la táctica electoral en una estrategia per se).
Y
en efecto. Los poderes fácticos tienen razón para estar alarmados. Y es
que, si bien es verdad, hay un debate incipiente sobre el carácter del
signo político por el que estamos transitando, pues, la mayoría de la intelligentsia,
está de acuerdo en que asistimos a un cambio de época. Y nosotros
agregaríamos señalando que, “es un cambio de época de dimensiones
revolucionarias”. En este sentido hay que recordar que el octubre ruso
de 1917 tuvo antes un Ensayo general en 1905. Es así como podemos
comprender el repliegue de las masas chilenas frente al cansancio de dos
meses en combate, pero con una alta conciencia política revolucionaria,
que tiene a la intervención de la clase obrera, la canción “El violador
eres tú” del colectivo feminista Las Tesis, y el desarrollo de
organismos de “poder popular”, como factores nuevos e inspiradores en la
lucha de clases.
“La necesidad a veces se expresa a través del
accidente”, decía Hegel. Y si bien es cierto, los “accidentes” son
diversos (30 pesos en Chile, eliminación de subsidios al combustible en
Ecuador, etc.), pues, hay homogeneidad en el rechazo a los gobernantes
Piñera, Moreno y Duque, y en el primer caso, una propuesta democrática
burguesa profunda de una nueva Asamblea Constituyente, replanteando el
programa mariateguista.
Esta dinámica de
la rebelión popular desarrolla, contradictoriamente, la respuesta
fascista por parte del Imperio, y que tendrá en las elecciones
presidenciales de noviembre en EE.UU., un factor determinante, ya que de
ser reelegido Trump (superando el impeachment demócrata que, más que a
vacarlo, apuntaría a minar su base electoral), podríamos estar
asistiendo a un régimen político bonapartista (imponiéndose sobre el
Parlamento), como preámbulo a un mayor desarrollo del fascismo liderado
por la primera potencia política-militar y que podría apelar a una
salida bélica catastrófica a la crisis para imponer la restauración
imperialista en China, Rusia (y los países ex “socialistas”), con el fin
de tratar de superar el impasse de la economía mundial.
César Zelada. Director de la revista La Abeja (teoría, análisis y debate).
No hay comentarios:
Publicar un comentario