Ana María Aragonés
Los flujos
intrarregionales en la región latinoamericana hasta inicios del siglo
XXI, fueron producto de procesos históricos de larga duración. Durante
décadas hubo migraciones desde Colombia hacia Venezuela, desde
diferentes países del Cono Sur hacia Argentina, desde Nicaragua hacia
Costa Rica, desde República Dominicana hacia Puerto Rico, y así
sucesivamente. En este contexto, parecían hacerse realidad los
pronósticos de un mundo sin fronteras.
A partir de 2001 la crisis azotó gravemente a la región, los flujos
migratorios orientarían sus destinos alejados de Estados Unidos, quien
no podía ser una opción al aplicar la llamada
securitización fronterizay cuyo elemento central en la retórica y diseño de su política migratoria es la criminalización de las migraciones sur-norte consideradas un peligro para su seguridad nacional. Debido a ello las poblaciones migrantes buscaron posibles países receptores, y uno muy importante fue España, que al gozar de cierta expansión económica, recibió a la mayoría de latinoamericanos, entre ellos a los bolivianos, ecuatorianos y argentinos.
En el espacio latinoamericano las devastadoras consecuencias de la
crisis económica generaron una gran ola de protestas populares contra
las políticas del Consenso de Washington y a partir de 2001 se
extendieron importantes movimientos sociales contra la globalización y
el neoliberalismo. Entre ellos cabe destacar el Foro Social Mundial en
el mismo 2001, los movimientos indígenas en Ecuador, el Movimiento al
Socialismo (MAS) en Bolivia, la consolidación del Partido de los
Trabajadores en Brasil, etcétera. Movimientos que explicarían la llegada
de nuevos personajes y grupos sociales claramente progresistas y con
propuestas alternativas de desarrollo. En este entorno político,
económico y social, se produjo la crisis estructural de 2008 que si bien
devastó a las grandes economías del mundo, a los países
latinoamericanos, de acuerdo con diversos economistas (Fariza y Díaz
Molina) “el cataclismo de Wall Street los encontró fuertes, con el boom
de los precios de los productos básicos, petróleo, cobre, hierro o la
soja, además de que las experiencias anteriores los llevaron a tomar
precauciones y tuvieron recursos para aplicar políticas contracíclicas”.
No se puede desdeñar la participación de China, que recién ingresaba a
la Organización Mundial del Comercio y jugó un papel de enorme
importancia, no sólo en la recuperación mundial, sino sobre todo en
relación con los países latinoamericanos, quienes fueron destacados
proveedores de productos primarios y manufacturas para el mercado
asiático y le permitió mantener su crecimiento económico.
Este fue el entorno que propició la vuelta de muchos latinoamericanos
a sus nacio-nes de origen a partir de los años 2011-2012, pues los
países receptores enfrentaban una profunda recesión económica,
particularmente España, país profundamente afectado por la crisis
financiera, al punto que hizo decir a uno de sus ministros que
la situación económica es tan grave, que ni los migrantes quieren venir. Lo que es interesante constatar es que las naciones origen de los flujos migratorios, Ecuador, Bolivia y Perú, llevaron a cabo políticas y programas de retorno para sus compatriotas, y si bien está por verse el éxito de ellos, lo que merece destacarse es que los gobiernos se hacen responsables y por ello ofrecen opciones para que sus connacionales encuentren las mejores condiciones posibles para reintegrarse exitosamente a sus comunidades.
Sin embargo, esos gobiernos llamados de la
marea rosaChávez, Lula, Correa, Mújica, Morales, Néstor, Cristina, Lugo, Bachelet, Tabaré, Dilma, que aplicaron políticas progresistas favoreciendo a los grupos sociales más desfavorecidos, no pudieron detener el ascenso de la derecha latinoamericana y que, no es de extrañar, concuerda con la ola de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos. Como señala Israel López Monsiváis, el gobierno estadunidense está de vuelta en la región imponiendo su agenda y buscando recuperar terreno. Es posible documentar las afinidades entre Estados Unidos y la derecha latinoamericana al analizar los discursos sobre fronteras y migrantes. En Argentina, Mauricio Macri buscó eliminar el sustrato de los derechos humanos de la ley migratoria, Jair Bolsonaro despliega un discurso xenófobo y antinmigrante en Brasil y el chileno Sebastián Piñera señaló que
hay que tratar las fronteras como si fueran nuestras casas.
Discursos que tienen una preocupante similitud con las ideas de las
dictaduras y representan claramente una marcha atrás de los procesos
democráticos en el escenario internacional.
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