Entrevista a Leonardo Boff, defensor de derechos humanos
Las señales que
lanza la sociedad planetaria son preocupantes. “Estamos en medio de una
crisis fundamental, ingresando en una era de barbarie, donde los
derechos esenciales se desvanecen”, reflexiona Leonardo Boff. Militante
social, co-iniciador de la Teología de la Liberación, uno de los
impulsores de la Carta de la Tierra en el año 2000, premio Nobel
alternativo en el 2001, Boff sintetiza las más variadas facetas de
hombre de reflexión y acción. Aportando en esta reflexión la impronta
del defensor de derechos humanos, una de los más marcantes en su Brasil
natal, aunque de las menos conocidas en el exterior. Entrevista
exclusiva realizada a los 40 años del nacimiento del Centro de Defensa
de los Derechos Humanos de Petrópolis, en el Estado de Río de Janeiro,
que Boff contribuyó a fundar en 1979 y del cual, en la actualidad, sigue
siendo su presidente.
Pregunta:
El Centro de Defensa de los Derechos Humanos de Petrópolis (CDDH) nació
durante la última dictadura brasilera. ¿Qué significaba entonces, en
concreto, defender los derechos esenciales de los brasileros?
Leonardo Boff:
Nació como respuesta a la agresión sistemática de los derechos humanos
de parte del gobierno militar, que consideraba como subversivos a todos
los que eran opositores. En ese momento fue esencial la lucha por la
democracia, ya que constituía una reivindicación esencial, prohibida por
los militares. Sin embargo, desde el principio, tuvimos como lema “Servir a la vida”.
Que expresaba el deseo de ir más allá de una visión meramente jurídica
de los derechos, poniendo en el centro la vida amenazada. Este Centro
fue esencial en la ciudad de Petrópolis, donde todavía habito, que, dada
su topografía montañosa, era escenario de continuos deslizamientos de
tierras que provocaban numerosas víctimas. El CDDH ayudó a mucha gente
-con la cooperación entre todos-, a reconstruir sus casas o hacerlas
nuevas. Pensábamos, ya entonces, en la vida como concepto integral,
incorporando también la vida de la naturaleza. Desde el principio las
luchas se centraron en la defensa de los derechos de los más pobres que
viven en las periferias. Empezando por crear conciencia sobre sus
derechos de tal forma que pudiesen ser protagonistas de sus propias
reivindicaciones.
P: Es decir, la defensa de los derechos humanos desde la perspectiva y la centralidad de los actores sociales marginados…
LB: En efecto. En estos años se dio una intensa tarea de
concientización y educación sobre los derechos, siempre, insisto, en la
perspectiva de los pobres. Era para nosotros claro que el primer derecho
es a la vida y a los medios de subsistencia. Luego, los demás, como,
los de expresión, de ciudadanía etc. Siempre con la preocupación de
crear comunidades, en las cuales los pobres pudieran discutir sus
problemas y con nuestro apoyo, buscar ellos mismos soluciones viables.
Como la ciudad de Petrópolis es política y socialmente muy conservadora
–Ndr. fue la sede del Emperador Pedro II, de donde deriva su nombre–
casi no existían organizaciones comprometidas con la justicia social.
Con encuentros y cursos sobre derechos sociales, logramos promover una
visión liberadora más crítica al sistema imperante. Priorizando desde
siempre el trabajo con los jóvenes.
P: Nos podría dar un ejemplo de alguno de los proyectos emblemáticos…
LB: Para mí el proyecto más significativo fue el que denominamos “Pan y Belleza”.
Se aseguraba el alimento básico de cerca de 300 personas que vivían en
la calle. Podían llegar, ducharse, vestir ropas limpias - recogidas
gracias a donaciones- y contar con una comida abundante y muy buena.
Después, por la tarde, era el momento de la belleza. Consistía en
rescatar su identidad, empezando por el uso de sus nombres, ya que la
gran mayoría solo tenía apodos. Se les apoyaba en mantener su salud; se
alfabetizó a muchos; se socializaban testimonios; se compartían
actividades culturales; y, si era posible, tratábamos de proponerles un
trabajo para promover su autonomía.
Bolsonaro se aprovechó de las debilidades del PT
P: 40 años después, Brasil vuelve a vivir una realidad compleja e
incierta, incluso de la perspectiva de la defensa de los derechos
humanos. ¿Cómo analiza hoy, casi un año después, la victoria de Jair
Bolsonaro que reivindica, incluso, a la dictadura militar brasilera?
¿Qué falló en la pedagogía popular como para facilitar este tropezón
histórico?
LB: Es una pregunta muy complicada. Hay que
comenzar analizando el hecho que las oligarquías dominantes nunca han
aceptado que un hijo de la pobreza, sobreviviente del hambre, llegara a
ser presidente. Esos grupos de poder solo toleraron a Lula siempre y
cuando respetara sus mecanismos de acumulación, la que desde siempre
estuvo entre las más altas y concentrada del mundo. Lula, por su parte,
en los años de Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), logró
sacar de la miseria a cerca de 40 millones de personas. Implementando
programas sociales como “Mi casa, mi vida”, que aseguró a millones una vivienda digna, o “Luz para todos”,
que iluminó aun los rincones más alejados del país. Permitió, además, a
jóvenes negros y empobrecidos, realizar estudios, incluso
universitarios. Sin embargo, hubo un problema estratégico del PT de
negociar alianzas en el parlamento -donde era minoría- con partidos sin
ninguna sensibilidad social. Y perdió una parte del contacto con las
bases populares que habían llevado a Lula al gobierno. También hubo
corrupción que contaminó a miembros importante del equipo de Lula y de
su sucesora Dilma Rousseff. Se les convirtió en chivo expiatorio de la
corrupción cuando en realidad, el PT ocupaba solo el décimo lugar en el
ranking entre los partidos políticos brasileros corruptos.
Hay
que agregar al análisis, además, que, en los últimos años, en muchas
partes del mundo, la derecha ha ganado fuerza, especialmente a partir
del apoyo explícito del presidente norteamericano Donald Trump.
En Brasil, todos esos elementos, promovieron una atmósfera anti-PT. Y
desde los mismos Estados Unidos se promovió una estrategia que
instrumentó jueces, parlamentarios y policías, para atacar al Estado
acusándole de ineficiente y descalificar a liderazgos populares como al
mismo Lula. Incluso enviándole a la cárcel mediante un procedimiento
jurídico totalmente irregular, condenado por “una acción indeterminada”,
elemento que no existe en ningún código penal en el mundo. Lula fue un
prisionero político. En la campaña electoral se difundieron millones de fakes news,
de tal forma que Brasil fue contaminado por una ola de odio, rabia y
disgregación social. Y en ese contexto, la consigna simplista, fue “hay que cambiar”, abriéndole la puerta a Jair Bolsonaro.
P: Con un programa elitista en lo económico, pero con promesas populistas…
LB: En efecto. Un ex militar, apoyado por los grandes grupos de poder.
De extrema derecha, sin ninguna educación, buscando siempre la
confrontación, alabando a los torturadores de antaño y las dictaduras
militares, tanto de Brasil, como de Chile y Paraguay. Confrontando con
palabras ofensivas a la canciller alemana Angela Merkel o al presidente
francés Emmanuel Macron y a los candidatos del Frente de Todos de
Argentina. Apoyándose en las iglesias neo pentecostales y en sus
programas televisivos masivos que manipulan a millones de personas con
todo tipo de mensajes mentirosos y distorsionadores. En este ambiente
irrumpió Bolsonaro, quien está desmantelando aceleradamente todos los
programas de inclusión social de los gobiernos de Lula y Dilma y
quitando derechos esenciales a los trabajadores. Hay mucha desesperanza
en el país. Incluso hay analistas que piensan que no terminará su
mandato ya que las propias oligarquías que lo apoyaron ya no creen en su
persona ni en el tipo de economía extremadamente neoliberal, sin ningún
crecimiento y restringiendo las inversiones productivas.
“Sociedad posdemocrática, sin leyes”
P: A nivel de derechos humanos: ¿qué representa el Gobierno Bolsonaro?
LB: Es explícitamente homofóbico, se manifiesta contra la población
LGBT, contra los negros e indígenas. Tiene un estilo vulgar de
comunicación, “a la Trump”, vía Internet, actuando de forma autoritaria
por encima de la constitución. Vivimos la realidad de una sociedad
posdemocrática y sin leyes. Debido a que defiende la tortura, el acceso
de la población a las armas de fuego, y la violencia, ésta ha aumentado
considerablemente en el país. Solo el año pasado se registraron más de
65 mil asesinatos.
P: ¿Cuáles son las prioridades para los defensores de DDHH y organizaciones sociales?
LB: En esta coyuntura, la lucha es por la defensa de los derechos
esenciales de los trabajadores, de las minorías sometidas y de los más
pobres, de los cuales Bolsonaro nunca habla y a los que desprecia. En
cuanto a derechos humanos, estamos volviendo al tiempo de la dictadura
militar, cuando se trataba de salvar vidas secuestradas,
torturadas…Ahora, la ola de violencia es animada por un presidente que
en tanto candidato alabó la represión y a los torturadores. Los que usan
la violencia, en particular contra los pobres y negros, se sienten
respaldados por la máxima autoridad del país. Bolsonaro vive una
paranoia que le lleva a ver en cualquier oposición la presencia
“comunista” y que le lleva a sentirse víctima de una conspiración
mundial. Ha estimulado la deforestación de la Amazonía, abierta
completamente a las empresas mineras de USA y de China y promueve una
visión claramente anti indígena. Los grandes incendios de extensos
territorios amazónicos cuentan con el beneplácito del presidente, lo que
está provocando un enorme escándalo nacional e internacional.
P: ¿Es decir, es de nuevo el momento de la defensa de los derechos humanos en su sentido más tradicional?
LB: En la etapa precedente muy diversos actores de base habían avanzado
mucho en conceptualizar y promover los derechos sociales, los derechos
de la naturaleza y de la Madre Tierra. Siento que ahora estos temas han
perdido centralidad. Se trata hoy de salvaguardar los derechos humanos
básicos, profundamente afectados. Sin embargo, se mantiene abierta la
reflexión, especialmente la que se dio previa al Sínodo para la
Amazonía, en torno a los derechos de la naturaleza. Brasil puede ofrecer
un aporte significativo al conjunto del planeta a través de sus selvas y
grandes ríos que sirven como filtros de absorción de CO2.
“Seres humanos que no reconocen a otros como humanos”
P: El repliegue nacionalista que promueve el gobierno brasilero
coincide con proyectos xenofóbicos y con los muros antinmigrantes que se
refuerzan en otras regiones del mundo, ya sea en Europa o en los mismos
Estados Unidos de Norteamérica …
LB: Siento que estamos en
medio de una crisis fundamental de civilización e ingresando en una era
de barbarie. Donde se debilita la solidaridad entre los seres humanos y
aumentan los oídos sordos hacia los gritos de la naturaleza y la
Tierra. Nos estamos dando cuenta que no tenemos soluciones para los
problemas que nosotros mismos hemos creado. En verdad, hemos convertido
el Jardín del Edén en un matadero y el ser un humano en vez de ser su
cuidador se transforma en el Satán de la Tierra. Cuando una civilización
globalizada como la nuestra no logra incluir a todos, expresa que está
agónica y camina rumbo a un desastre ecológico-social sin precedentes.
Vivimos en una emergencia humanitaria, en la que seres humanos no
reconocen a otros como humanos. Me refiero a seres que merecerían
respeto y afirmación de sus derechos. Su negación constituye una especie
de condena a muerte. De hecho, muchos mueren diariamente sea en las
aguas del Mediterráneo, tratando de llegar a Europa, o en los senderos
latinoamericanos rumbo a los Estados Unidos.
Sergio Ferrari,
en colaboración con la Fundación solidaria suiza COOPERAXION, con
proyectos de apoyo a los movimientos sociales en Brasil y Liberia
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