Se ha producido un
cambio de enorme magnitud. En distintas regiones del planeta los
trabajadores y excluidos se insurreccionan contra sus gobiernos y los
regímenes políticos que los sostienen. A la vanguardia de las rebeliones
y revoluciones que se están produciendo se encuentra la juventud, que
el sistema capitalista en su decadencia está dejando sin futuro. Es
mucho más que una nueva coyuntura: estamos presenciando un cambio en la
situación mundial.
En el mes de octubre se han producido
rebeliones en Ecuador, Haití y una revolución extraordinaria en Chile. A
miles de kilómetros, las rebeliones en Irak y el Líbano anuncian el
despertar de una nueva primavera árabe. En Europa vuelve a la calle la
heroica Cataluña y en Asia la rebelde Hong Kong no se doblega ante la
brutalidad de la burocracia china. En el primer aniversario del
surgimiento de los “chalecos amarillos” franceses, los precursores de
los cambios que ahora se han generalizado, las calles de París han
vuelto a conocer el calor de los olvidados del sistema y el 5 de
diciembre se prepara una huelga general indefinida de la poderosa clase
obrera francesa. En infinidad de países las huelgas y movilizaciones
están a la orden del día. Junto a la crisis económica global, que no
deja de profundizarse, en muchos países donde la movilización todavía no
ha tomado la magnitud de otras latitudes afloran crisis políticas
profundas.
La polarización política y social que atraviesa al
mundo desde hace años comienza a tener claramente al movimiento de masas
y sus luchas a la ofensiva.
En esta nueva edición de Revolución Permanente
socializaremos conclusiones sobre algunos de los procesos más
dinámicos, en la mayoría de los cuales las secciones nacionales de la
Liga Internacional Socialista están participando activamente.
Rebelión global, nuevo Mayo del ’68, primavera latinoamericana, el mundo en llamas,
son algunas de las expresiones periodísticas que desde los medios
masivos de comunicación intentan graficar el nuevo momento que estamos
atravesando. Existen manifestaciones del cambio que se está produciendo
en todos los continentes, pero dos son las regiones del mundo que se han
transformado en los epicentros de este nuevo ascenso revolucionario:
Latinoamérica y Medio Oriente. En ambos lugares se vive una situación
prerrevolucionaria o directamente revolucionaria, según tomemos como
referencia la definición de Trotsky o l a de Lenin y por eso cualquier
chispa, como el aumento de la gasolina, del metro o incluso un impuesto
al uso del WhatsApp es capaz de desatar una revolución.
Medio
Oriente y el África del Norte han cambiado para siempre. El ascenso
revolucionario conocido como Primavera Árabe logró que cayeran gobiernos
y regímenes que durante décadas sometieron a sus pueblos con ajustes
permanentes y mano de hierro. Se produjeron cambios cualitativos,
incluso en aquellos países en donde las rebeliones fueron derrotadas. El
motor de todos los estallidos y semiinsurrecciones que se vienen
produciendo es una combinación de demandas sociales y democráticas. La
oleada revolucionaria del 2010-2013, que arrancó con la inmolación del
vendedor ambulante Mohamed Bouaziz en Túnez, rápidamente contagió a
Egipto, Bahréin, Libia, Yemen, Siria y le dio un impulso a la lucha de
autodeterminación del pueblo kurdo. Otro capítulo tuvo lugar a fines de
2018 y principio de este año con rebeliones en Túnez, Sudán y Argelia.
En estos momentos estamos asistiendo a rebeliones muy profundas en Irak,
el Líbano y ahora le llegó el turno a Irán, en donde un estallido
social a lo largo y ancho del país está haciendo temblar el régimen de
los mullahs.
En Latinoamérica, desde principio de siglo
no se daban procesos de la magnitud que estamos presenciando por estos
días. El año pasado la juventud y el pueblo nicaragüense se levantaron
contra el ajuste que aplicó la dictadura de Ortega-Murillo y fue
brutalmente reprimida. A mediados de este año fue el turno de Puerto
Rico. Pero el cambio cualitativo en la región vino de la mano de la
rebelión de los campesinos e indígenas ecuatorianos. Le siguieron Haití y
ahora Chile, en donde una verdadera revolución está desmoronando al
régimen reaccionario que la burguesía puso en pie a partir de la
dictadura genocida de Pinochet. Evidentemente, el continente ha entrado
en una dinámica que en cualquier momento puede contagiar a los
trabajadores y jóvenes de otros países. Colombia, por ejemplo, se ha
sumado a la rebelión con millones en las calles y una huelga general
histórica; en Centroamérica las tensiones están al rojo vivo y en el
resto de los países se desarrollan luchas y crisis políticas en las
alturas. Por eso hasta los grandes medios de la burguesía alertan sobre
lo que visualizan como un nuevo momento de consecuencias impredecibles.
Chile, una revolución impresionante
“No son 30 pesos, son 30 años”.
Esta consigna resume la profundidad del proceso revolucionario que se
inició en Chile con el aumento del precio del metro, pero que cuestiona
al gobierno de Piñera, al régimen heredado del pinochetismo y
objetivamente al propio sistema capitalista semicolonial del país
andino. De un día para el otro, el modelo a seguir que enarbolaban con
orgullo los sectores más concentrados del capital y las formaciones de
derecha de todo el continente voló por los aires. Si la derrota
electoral de Macri había dejado maltrecho al Grupo de Lima, punta de
lanza de Trump en la región, la revolución chilena terminó de empujarlo
hacia el basurero de la historia.
Con la juventud a la
vanguardia, arrastrando tras de sí a la mayoría de la población y
obligando a las direcciones burocráticas del movimiento obrero a llamar a
dos paros generales históricos, con movilizaciones de millones de
trabajadores, jóvenes y pobladores de una punta a la otra de su
geografía, autoorganizándose en asambleas populares y cabildos, con
barricadas y piquetes, enfrentando valientemente la represión de un
ejército armado hasta los dientes, un doble poder en las calles ha ido
derrotando cada una de las maniobras con las que el gobierno y las
fuerzas del régimen han intentado desviar el proceso hacia una salida
institucional controlada desde arriba.
Actualmente, el pacto
espurio para intentar salvar a Piñera y lo que puedan de la vieja
Constitución pinochetista entre la derecha que gobierna y la oposición
parlamentaria, incluyendo al Frente Amplio, que se postulaba como la
renovación por izquierda de la vieja casta política, abre un nuevo
momento político. El rechazo a esta nueva y evidente traición está
provocando la ruptura acelerada de franjas importantes de la población
con todas las formaciones de la izquierda institucional, lo que
potenciará el surgimiento de nuevos dirigentes en el movimiento obrero y
la juventud y ampliará el espacio para fortalecer una organización
revolucionaria como la nuestra.
Bolivia es parte de la ola revolucionaria
El imperialismo, las derechas latinoamericanas y sus escribas
intentaron aprovechar la caída de Evo Morales para contrarrestar la
oleada revolucionaria que sacude a Latinoamérica. Sin embargo,
rápidamente la situación evolucionó hacia una confrontación del
movimiento de masas contra el autogobierno golpista que la emparenta con
las rebeliones que están haciendo tambalear a varios gobiernos en el
mundo.
Más allá del debate interesado entre los sectores más
reaccionarios, que se niegan a definir como un golpe de Estado lo que
sucedió en Bolivia porque apoyan al gobierno interino de la racista
Jeanine Áñez, y el falso progresismo, que se empeña por mostrar un
avance fascista en todos lados que no es tal para tratar de asustar al
movimiento de masas y hacer pasar su política posibilista y de pata
izquierda de los regímenes democrático-burgueses en los países que
gobierna o influencia, existe una polémica real en la izquierda. Algunos
grupos se negaron a definir como golpe de Estado lo que sucedió y
defienden que Evo Morales cayó por un levantamiento popular. Otros solo
ven la acción de la derecha golpista y tienden a tener una visión
acrítica de Morales al punto de plantear como estrategia su
reinstalación en el poder.
No coincidimos con ninguna de estas
visiones. En Bolivia se sucedieron tres momentos que se fueron
combinando hasta llegar a la situación actual. La percepción, correcta o
equivocada, de que el gobierno de Evo Morales realizó un fraude para
evitar una segunda vuelta que muy probablemente perdería produjo en un
primer momento un levantamiento de sectores medios, el estudiantado y
diversos movimientos sociales que rompieron con el gobierno por su
conversión pro-capitalista y hostil hacia todos los sectores populares
que se opusieron a sus políticas de ajuste y pro-mercado. Todo esto
también explica la pasividad durante todo un primer momento del resto
del movimiento obrero, campesino e indígena o las declaraciones de la
dirección de la COB y otros movimientos pidiendo a Evo Morales que dé un
paso al costado.
Recién luego de un par de semanas, cuando Evo
estaba debilitado y acorralado por el levantamiento al punto que primero
acepta la auditoría de la OEA y luego del informe convocar a nuevas
elecciones, algo que podría haber encauzado la situación, la derecha más
recalcitrante aprovecha la oportunidad y se decide a dar el golpe de
Estado atizando el acuartelamiento de la policía primero y convenciendo
al ejercito después. Aun en este segundo momento, la COB y el resto de
las organizaciones sociales, salvo un sector minoritario dirigido por el
MAS, se mantiene al margen o apoya la salida de Morales. Aislado y sin
apoyo, Evo renuncia y se va al exilio. Se consuma el golpe y luego de
varios días de vacío de poder se autoproclama el gobierno de la extrema
derecha. Esto genera el tercer momento, que estamos presenciando ahora y
cuyo resultado final todavía está en disputa: irrumpe nuevamente el
movimiento de masas, que obliga a todas las direcciones del movimiento
obrero e indígena a pronunciarse contra el nuevo gobierno golpista y “de
los ricos”. Este nuevo levantamiento, completamente distinto al
primero, encuentra en un frente único a sectores influenciado por el MAS
de Morales y otro espacio, mayoritario, que es crítico de Morales pero
entiende que debe derrotar a los golpistas porque si se consolidan serán
un enemigo peligrosísimo contra los trabajadores y el movimiento
indígena.
Sin ver los distintos momentos y la complejidad de la
situación no es posible tener una política correcta para intervenir en
Bolivia. Hoy los revolucionarios tenemos que estar junto al pueblo
movilizado hasta tirar abajo al autoproclamado gobierno, que es
contrarrevolucionario. Ese es el eje que ordena nuestro programa. Pero
junto a esto no le debemos dar ningún apoyo a Morales y el MAS,
responsables en última instancia de que sectores marginales de la
ultraderecha hayan llegado al gobierno y que ahora, cuando hay que
ayudar a aislar y derrotar a esos golpistas está impulsando una
negociación con ellos, una nueva traición. Nuestra orientación debe
incluir el llamamiento a profundizar la lucha hasta tirar abajo la
dictadura y a continuar hasta lograr un gobierno de las organizaciones
obreras y campesinas, el único capaz de aplicar las medidas
anticapitalistas que son imprescindibles para poder responder a las
necesidades del conjunto de la población boliviana.
Las razones detrás del cambio
Existe una multiplicidad de elementos que explican por qué llegamos a
este nuevo momento. En casi todos los procesos ha tenido peso el rechazo
al autoritarismo y la vulneración de derechos democráticos. Pero lo
determinante ha sido la profundización de la crisis económica mundial y
las secuelas provocadas por los brutales planes de austeridad para pagar
deudas y garantizar las ganancias de las corporaciones que vienen
aplicando los distintos gobiernos. Estancamiento y retroceso de las
economías, desigualdad obscena, desocupación creciente, precariedad
laboral extrema, deterioro de la salud y la educación, viviendas
inaccesibles y la párdida de toda perspectiva de futuro que experimentan
millones de jóvenes en todo el mundo son el cóctel explosivo que
comienza a estallar y extenderse de un país a otro.
A 30 años de
la caída del Muro de Berlín, las ilusiones creadas a partir de la
campaña imperialista de que el capitalismo traería “prosperidad y
progreso” han desaparecido. El deterioro del nivel de vida, la pérdida
de conquistas, la destrucción de la naturaleza, la exacerbación del
machismo y la xenofobia hacen que millones empiecen a identificar al
sistema capitalista como el origen de sus desgracias. En lugares
impensados, como los EE.UU. o Gran Bretaña, la juventud masivamente gira
hacia la izquierda y el socialismo.
La caída del estalinismo
implicó el desplome del orden mundial creado en la IIª Guerra Mundial.
Sin ese socio contrarrevolucionario, que jugaba un rol clave para
contener a los trabajadores y pueblos del mundo, el imperialismo
norteamericano lejos de fortalecerse, como creyeron ver desde distintos
sectores de la izquierda, comenzó a concentrar en sus manos todas las
contradicciones de la realidad mundial y a debilitarse. La debacle de
2008 fue un salto de calidad en su deterioro y los obligó a profundizar
su política de contrarrevolución económica contra el movimiento de masas
para salvar a los bancos y corporaciones. Actualmente nos encaminamos
hacia una nueva crisis, reflejo de la decadencia del imperialismo
norteamericano y del sistema capitalista en su conjunto. Las rebeliones
que estamos presenciando son la respuesta del pueblo trabajador a la
barbarie a la que están llevando a la humanidad para salvar al 1% que
representan.
Revoluciones socialistas inconscientes 1
Lo que estamos presenciando en Latinoamérica y Medio Oriente son
rebeliones y revoluciones profundamente anticapitalistas. Parte de sus
objetivos es democrática y por eso además de los gobiernos se enfrentan a
los regímenes y sus instituciones, profundamente antidemocráticas y
represivas. Pero no se trata de procesos esencialmente democráticos: la
movilización persigue sobre todo cambios económicos y sociales,
incompatibles en los marcos del capitalismo en su fase de decadencia
actual. En ese sentido son revoluciones anticapitalistas, socialistas,
pero inconscientes, porque el nivel de conciencia de las masas aunque
avanza rápidamente todavía está un estadio por detrás de sus acciones y
no existen direcciones revolucionarias a la cabeza de la movilización.
Se trata de rebeliones o revoluciones populares. La clase obrera
participa y en cada proceso va teniendo un rol más activo, pero en un
primer momento lo hace de manera individual, no organizada, disuelta en
el movimiento popular. La dinámica de los acontecimientos logra
desbordar y empujar a las direcciones burocráticas y por eso se terminan
produciendo huelgas generales muy potentes, como las dos que se acaban
de realizar en Chile, la de Colombia, las de algunos países árabes o las
que se preparan en Francia y en otras latitudes, pero todavía en ningún
proceso la clase obrera se ha transformado nítidamente en la dirección
del mismo.
Las masas se vuelcan a la acción directa porque han
aprendido que por las vías institucionales no se logra nada. Las
semi-insurrecciones que se producen terminan produciendo situaciones de
doble poder pero todavía, al no tomar la dirección de los procesos la
clase obrera, no han surgido organismos que lo institucionalicen. Se
trata de un doble poder de hecho, en las calles, por la fuerza y
radicalidad que adquiere la movilización; sí se desarrollan procesos
asamblearios, cabildos abiertos y algunos organismos tradicionales toman
formas nuevas, sin llegar a ser organismos de poder.
En casi
todos los procesos está surgiendo un activismo joven, que al no tener
nada que perder y todo por ganar se radicaliza, logra sobrepasar a los
aparatos conciliadores y dejarlos en evidencia. Este sector es
claramente la vanguardia en todos los procesos y el que no sólo no le
tiene miedo a la represión sino que ha roto con el prejuicio
pequeñoburgués de oleadas anteriores, que defendían la no violencia y se
negaban a defenderse de las fuerzas represivas. La juventud le imprime
un dinamismo extraordinario a todos los procesos y genera simpatía entre
los trabajadores y demás sectores que se movilizan.
La política de los revolucionarios
En esta nueva situación mundial que atravesamos, la consigna de Asamblea Constituyente libre y soberana
para reorganizar todo a favor de los trabajadores y el pueblo ha tomado
importancia en muchos países. Es la instancia más democrática que puede
ofrecer la democracia burguesa y sirve para profundizar los procesos y
desenmascarar a las direcciones traidoras, tanto si se niegan a su
convocatoria por miedo a no poder controlarla como si se ven obligados a
hacerlo y queda en evidencia su negativa a tomar medidas de fondo a
favor de las mayorías populares.
La AC empieza a estar planteada
cuando la crisis política abre la posibilidad de la caída del gobierno o
comienza el cuestionamiento a regímenes reaccionarios como el chileno,
el español o el de varios países árabes. Cuando la movilización se
transforma en semi-insurrección y no existen organismos de doble poder
sigue siendo muy útil, aunque ahora toma fuerza el llamado al movimiento
de masas a imponerla desde abajo.
No puede ser utilizada como
nuestra consigna de gobierno, como equivocadamente hacen algunas
organizaciones de izquierda, porque aun la AC convocada en el período
más revolucionario estará compuesta por un importante número de
representantes de la burguesía y de los partidos reformistas, que lo más
probable es que sean mayoría.
En momentos de crisis política y
mucho más cuando se producen estallidos revolucionarios, nuestro sistema
de consignas debe arrancar planteando Abajo el gobierno. Esta consigna se combina con Asamblea Constituyente y con la salida por la positiva y de clase al problema del poder: que gobiernen los trabajadores.
Nuestra propuesta de poder será abstracta en la medida en que no surjan
organismos de doble poder. Debemos impulsar su surgimiento, apoyar
todas las formas de autoorganización por embrionarias que ellas sean
-asambleas, cabildos, comités de huelga, etc.-, llamar a coordinarlas y
centralizarlas. Puede suceder que las viejas organizaciones como los
comités de empresa o sindicatos al calor del ascenso se transformen en
organismos de nuevo tipo. Tenemos que estar atentos a todo, ya que
nuestra política tiene que ser concretar lo más posible nuestra
propuesta llamando a que gobiernen los trabajadores y el pueblo a través
de los organismos más democráticos y que reflejen más genuinamente el
estado de ánimo de las masas y su vanguardia.
Si la izquierda
revolucionaria tiene representantes en el Congreso en momentos en que se
produce la caída de un gobierno, no existen organismos y se llama a una
Asamblea Legislativa para discutir la sucesión presidencial, podemos
plantear propagandísticamente que gobiernen provisionalmente los
diputados de izquierda, para disputar con los representantes de la
burguesía y postular una alternativa clasista y de izquierda ante las
masas.
Sólo el surgimiento de organismos democráticos y
centralizados de los trabajadores, como fueron los consejos obreros
(soviets), las coordinadoras, cordones industriales u otros similares,
pueden permitir que en una situación revolucionaria sea posible
contraponerlos a las instituciones de la burguesía y llamar a que sean
ellos los que tomen el poder. Lamentablemente, en los procesos que
estamos viendo una de las debilidades más importantes es la inexistencia
de organismos de estas características.
Otra orientación que
debemos darnos es sobre la autodefensa. Desde el surgimiento de los
“chalecos amarillos” y lo que estamos viendo en las rebeliones actuales,
surge una vanguardia decidida a enfrentar la represión. Debemos apoyar
con entusiasmo el derecho de las masas a defenderse y promover la
formación de comités de autodefensa. En momentos de crisis agudas si
existe una autodefensa organizada y se tiene una política correcta, la
creatividad del movimiento de masas puede dividir, desorganizar y
derrotar a cualquier ejército o policía por más armada que se encuentre.
Las semi-insurrecciones que se están dando en distintas partes del
planeta se desarrollan a partir de movilizaciones multitudinarias, la
mayoría de las veces autoconvocadas y van creciendo día a día, con
barricadas y enfrentamientos durante horas con la represión. Junto con
participar activamente debemos levantar la necesidad de la huelga
general y su continuidad hasta derrotar al gobierno y el régimen e
imponer el programa del movimiento, exigiéndole y denunciando a la
burocracia sindical que permanentemente tratará de contener y evitar que
el movimiento obrero entre con fuerza y termine dirigiendo y definiendo
a su favor la situación.
El partido y la LIS
A
diferencia de lo que sucedió en el mundo entre la IIª Guerra Mundial y
la caída del Muro de Berlín, cuendo varios de los estallidos
revolucionarios que se produjeron terminaron expropiando a la burguesía
sin un partido socialista revolucionario al frente 2
y en algunos sin ser la clase obrera la vanguardia, en esta etapa de la
lucha de clases, por el giro escandaloso hacia la defensa incondicional
del capitalismo y el régimen democrático burgués de todas las
direcciones pequeñoburguesas, reformistas y filo-estalinistas, desde el
punto de vista de los sujetos que hacen falta para lograr avanzar al
socialismo estamos como en las primeras décadas del siglo pasado.
Concretamente, sin la clase obrera como vanguardia de la movilización y
sin un partido socialista revolucionario con influencia de masas al
frente se pueden lograr triunfos parciales, pero es imposible que
triunfe una nueva revolución socialista.
A la vez, para que la
clase obrera se termine transformando en el sujeto de la revolución,
además de la movilización, que la hace avanzar en su conciencia, es
imprescindible que exista un partido revolucionario que logre desplazar a
la burocracia y termine con la influencia de quienes predican la
conciliación de clases y trabajan conscientemente para evitar que los
trabajadores tomen el poder.
Por todo esto, las corrientes
autonomistas o anarquistas que militan contra la construcción del
partido revolucionario juegan un rol reaccionario y debemos enfrentarlos
decididamente.
La actuación contrarrevolucionaria que están
teniendo las corrientes estalinistas, socialdemócratas, neo reformistas,
nacionalistas y populistas en las actuales rebeliones, pactando con la
burguesía para frenar el ascenso revolucionario o aplicando los ajustes y
reprimiendo en donde gobiernan, están poniendo en evidencia ante los
ojos de millones en todo el mundo la necesidad de construir nuevas
herramientas políticas.
La nueva situación plantea condiciones
cada día más favorables para que crezcan y se fortalezcan organizaciones
revolucionarias. Los jóvenes sin miedo, las mujeres que se levantan por
sus derechos, los obreros que organizan las huelgas generales son la
materia prima para construirlas.
Hasta los escépticos de
izquierda, que hasta ayer nomás pregonaban que era la burguesía la que
tenía el control estratégico de la situación y que el mundo giraba a la
derecha, ahora tienen que aceptar a regañadientes que se ha producido un
cambio favorable.
Quienes conformamos la Liga Internacional
Socialista estábamos convencidos de que las tensiones que se estuvieron
acumulando durante años tendrían un desenlace como el que estamos
presenciando. Todas nuestras secciones nacionales están en la primera
fila de los acontecimientos. Te invitamos a sumarte a nuestra
organización. Necesitamos ser cada vez más para que una nueva sociedad,
sin explotación ni opresión de ningún tipo, solidaria, igualitaria,
realmente democrática, socialista, esté cada día más cerca de hacerse
realidad.
Notas:
1 Ver Actualización del Programa de Transición, tesis XV, Nahuel Moreno.
2
Estas revoluciones se hicieron con direcciones estalinistas
nacionales o pequeñoburguesas oportunistas al frente y debido a eso
degeneraron en estados obreros burocráticos.
Alejandro Bodart es referente del MST de
Argentina, Coordinador de la Liga Internacional Socialista – LIS,
Director de la Revista Revolución Permanente.
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