Un
golpe de Estado jamás está constituido por un hecho aislado. No existe
un momento puntual que pueda ser definido como el generador definitivo
de una ruptura democrática. Cualquier golpe es un proceso acumulativo en
el que el “marco” es fundamental para crear las condiciones necesarias y
suficientes que garanticen su efectividad. La erosión de legitimidad
del objetivo a derrocar se hace por múltiples vías que abonan un campo
en el que luego las acciones destituyentes procuran ser presentadas como
democráticas.
Por el
carácter multidimensional del proceso golpista, nunca podríamos afirmar
que existe un único responsable. Siempre hay muchos actores que
participan en esta tarea, desde quién acaba asumiendo la Presidencia pos
golpe hasta aquel que inicia una campaña de desgaste con una fake news.
En
Bolivia, el golpe de Estado contra la democracia, con el objetivo de
deponer a Evo Morales como presidente, también contó con muchos
participes, cada cual en su justa condición; unos como colaboradores y
otros como cómplices; los hubo más pasivos o más activos; algunos
planificaron desde el inicio y otros se fueron sumando a medida que se
fueron desarrollando los acontecimientos.
He
aquí un recuento breve, pero preciso, de quiénes fueron todos los
corresponsables del golpe de Estado en Bolivia, con nombres y apellidos:
1.
El fascismo de los comités cívicos, especialmente el de Santa Cruz.
Este movimiento político, tan violento como racista, no es nuevo, sino
que viene desde el principio de la gestión de Evo Morales, porque jamás
aceptaron que un representante indígena y campesino fuera quien tuviera
el mandato popular para gobernar el país. Lo intentaron muchas veces,
con muchos representantes diferentes y, esta vez, el turno fue de Luis
Fernando Camacho, quien no se presentó a elecciones, quien no tiene
ningún voto, pero decidió que la violencia y el terror eran las armas
para alcanzar el objetivo: derrocar a Evo y acabar con el Estado de
Derecho y orden constitucional del país.
2.
La oposición partidaria que sí se presentó a las elecciones.
Fundamentalmente, Carlos Mesa, principal contrincante de Evo Morales,
derrotado en las últimas elecciones, fue clave en todo este proceso
golpista, desconociendo resultados por anticipado y declarando fraude
mucho antes que se produjeran las elecciones. El mismo día de los
comicios salió a anunciar que había segunda vuelta sin que se culminara
el recuento de votos. Luego de las elecciones, mantuvo constantemente
una postura silenciosa, cómplice, ante la violencia desatada por los
comités cívicos, reacomodándose al nuevo eje político golpista sin
exigir que se frenara.
4.
La actual Secretaría General de la Organización de Estados Americanos
(OEA). Siempre presente cada vez que existe un proceso de
desestabilización antidemocrático. Esta vez lo hizo de forma directa,
participando en el proceso electoral. Primero, fue con el informe
preliminar de la misión electoral, que sin base alguna, anunció que era
“recomendable una segunda vuelta”. Segundo, con un informe preliminar de
la auditoría lleno de debilidades, sesgado y parcial, sin rigor, y
centrado en su mayoría en criticar al sistema provisorio de transmisión
de datos (no vinculante). Y es que a la hora de analizar las actas
oficiales, las reales, únicamente logró demostrar irregularidades en 78
actas de un total de 34.555, lo que supone el 0,22%. De hecho, la
muestra seleccionada, en sus propias palabras escritas en el informe, no
obedece a criterios estadísticos sino que eligieron los casos allá
donde el partido oficialista había obtenido muchos votos. El informe
está plagado de adjetivos y adverbios con tono valorativo y discrecional
(“comportamiento inusual”, “presumiblemente”) demostrando su
incompetencia en cuanto a rigor e imparcialidad.
5.
El Gobierno de los Estados Unidos. Otro infaltable: como siempre, tras
cada golpe, reaparece precipitadamente reconociendo al nuevo presidente
autoproclamado. Aunque esta vez, desde inicios de este año, diferentes
autoridades del Departamento de Estado -por ejemplo, Kimberly Breier- ya
habían declarado que el proceso electoral boliviano estaba repleto de
irregularidades, usando incluso el término de “potencial fraude”;
además, plantearon más de una vez que se debía de estudiar el
desconocimiento de los resultados que de la cita electoral se
desprendieran.
6. La
policía. Es la segunda vez que lo hace. En el año 2008 se amotinó y
desconoció al presidente Evo, provocando inseguridad ciudadana y
desestabilización política y social. No prosperó en ese entonces, pero
ahora lo repitió en un momento de gran caos y estado de terror provocado
por el movimiento fascista en las calles. Fue un actor clave en la
última fase del golpe de Estado.
7.
Las Fuerzas Armadas. Seguramente este es el actor más difícil de
descifrar en este golpe. Actuó en forma muy particular: hasta el último
momento no se pronunció ante la grave situación. En primer lugar, cuando
todo comenzaba a estar al límite, emitieron un comunicado escueto pero
con un párrafo último muy ambiguo. Después, en uno de los momentos de
mayor tensión, se mantuvieron en silencio hasta que, al final, salieron a
pedir la renuncia del presidente Evo. Es muy probable que al interior
hubiera división, y todavía la haya. Las Fuerzas Armadas tuvieron varias
horas de desconcierto, sin querer aprovecharse del vacío institucional
de poder existente, y en ningún momento asumieron el control de las
riendas del país. Sin embargo, esto no les exime de responsabilidad
porque se fueron acoplando al tsunami golpista. A partir de ahora
veremos qué ocurre porque la partida aún no está cerrada en cuanto a su
papel en los próximos días y semanas. Hasta el momento, la
autoproclamada presidenta ha cambiado al comandante de las Fuerzas
Armadas, lo cual quiere decir que no se fía del anterior ni de la
ascendencia de éste sobre otros mandos intermedios.
8.
Ciertos medios de comunicación. Jamás pueden faltar en cada golpe. Son
claves para construir el marco de referencia antes, durante y después.
Uno de los principales responsables en esta tarea en Bolivia es Página
Siete. Un ejemplo es suficiente para demostrar cuál fue su forma de
generar el máximo nivel de zozobra: desde la noche de las elecciones
hasta 48 horas después, sostuvo en su portal como entrada principal el
resultado de una encuestadora privada, Viaciencia, que daba sólo 4
puntos a favor de Evo para instalar la idea del fraude a pesar que ya
había sido publicado oficialmente el cómputo preliminar y definitivo.
Este medio siempre fue el máximo exponente del marco del fraude, antes y
después, defendiendo el desconocimiento de los resultados desde el
inicio y saliendo rápidamente a avalar la transición no democrática.
Además, hay otros actores involucrados. No podemos obviar el rol del
“periodista” Carlos Valverde, quién en la previa del referéndum del
2016, fue responsable de la campaña sucia en base al “caso Zapata”,
orientada a erosionar la imagen de Evo Morales.
9.
Los actores económicos. Los grandes empresarios del país se
enriquecieron mucho en el ciclo largo de bonanza económica. Es por ello
que esta vez no está tan claro que este golpe de Estado tenga su raíz en
su posición en contra del modelo económico boliviano. El eje
explicativo central de este golpe definitivamente reside en el racismo
que posee una clase boliviana que no acepta a lo indígena, esencia de un
Estado Plurinacional. Sin embargo, los grandes grupos económicos del
país tampoco están ajenos a esta cuota de desprecio por todo lo que
tenga que ver con lo indígena. Es por ello que, seguramente, buena parte
de los grandes empresarios del país hayan estado dubitativos entre
aceptar la dirección indígena que le garantiza un proyecto económico
estable y altamente rentable para ellos, o participar en este golpe a
favor de dirigentes que sólo saben ser violentos en las calles.
10.
Los oportunistas de siempre. No falta el títere de turno que siempre
quiere la foto como presidente, aunque sea en condición de
autoproclamado. Esta vez este papel, a lo Guaidó, lo desempeña la
opositora beniana Añez, que obtuvo algo menos de 50.000 votos para
obtener su banca de senadora. De todas formas, lo que es seguro es que
ella, a pesar que se auto promulgue y algunos otros lo repitan, jamás
será la Presidenta del país.
-Alfredo Serrano Mancilla, Director CELAG
https://www.alainet.org/es/articulo/203281
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