La plana mayor del gobierno de Lenin Moreno con representantes del FMI
La
imagen de un país sentado en una silla de ruedas es la que mejor
describe la actual situación del Ecuador. En dos años y medio la
paraplejia del mandatario se ha trasladado a la nación.
Las
medidas del 1 de octubre no son, ni de lejos, el comienzo de la crisis
política que ahora vivimos, la crisis comenzó hace dos años y medio, en
el nivel económico, no precisamente político. Moreno debió haber dado
continuidad al modelo que logró implantar su antecesor en los diez años
precedentes. Los hechos, desde entonces, demuestran que Lenin Moreno no
estaba capacitado para sostener sobre sus hombros esa responsabilidad
histórica. Optó por traicionar al proyecto correista y entregarse al
poder transnacional y a la derecha empresarial ecuatoriana.
La
traición no es una mera arenga política, es un golpe artero contundente
dado para matar el proyecto progresista que representa la figura de
Rafael Correa. Su intención de fondo es darle vuelta al modelo de un
Capitalismo de Estado que asume, entre sus responsabilidades, las de
atender las necesidades sociales de los sectores menos favorecidos,
obligando a los más favorecidos a democratizar sus ganancias vía la
optimización de la recaudación fiscal y la ampliación de los beneficios
laborales de los trabajadores. Un modelo que llevó a sostener a
políticos neoliberales como Alberto Dahik que había que destruirlo si
queríamos conservar la salud de la economía.
Todo el accionar económico y político de Lenin Moreno se inscribe en ese objetivo y en eso consiste su traición.
El gran “salto hacia atrás” de Lenin Moreno
Pese
a su paraplejia el gobierno de Lenin Moreno logra dar un sorprendente
“salto hacia atrás” en la economía nacional. Para poder hacerlo inicio
un plan perfectamente meditado de desprestigio político del gobierno de
la revolución ciudadana. El caballo de batalla utilizado fue el de la
corrupción. Desde su silla ortopédica lanzó la impactante “chalaca” de
un latrocinio de más de 70 mil millones de dólares por parte del
correismo, lo que de inmediato convertía a su antecesor en el “gobierno
más corrupto de la historia”. La cifra colosal, sin sustento real de
ninguna clase, tenía como único objetivo comenzar a justificar el viraje
del modelo económico-político armado hasta entonces por el gobierno
correista. Se trataba de posesionar, en la opinión pública nacional, la
idea de que había que cambiar de modelo. Tres años después ningún ente
gubernamental, comenzando por la ridícula Secretaría Anticorrupción de
la Presidencia de la Republica, ni la Asamblea Nacional, ni la Fiscalía
han podido comprobar nada de semejante atraco a los intereses
nacionales, pero, en cambio, al ciudadano común, que a duras penas se
entera de lo que pasa en el país viendo la prensa “libre e
independiente”, le han grabado en la mente la idea de que Correa y su
gobierno fueron más corruptos que todos los de la partidocracia juntos.
Ese era justamente el objetivo. Habiéndolo logrado, el camino estaba
expedito para el gran viraje.
Uno
o dos ministros fusibles nada significaron en el desmontaje del
andamiaje económico construido por el correismo. La fiesta comienza
realmente con el nombramiento de Richard Martínez al ministerio de
Economía y Finanzas, detrás del cual se van sumando genuinos
representantes de las concepciones neoliberales, hasta que queda
conformado un equipo económico capaz de enterrar definitivamente las
concepciones progresistas de Correa. Equipo afin, por supuesto, con las
teorías y concepciones fondomonetaristas. El nivel político representado
en la falsa lucha contra la corrupción correista aterrizando en el
cambio del modelo económico. No es fruto de la “genialidad” política del
mandatario, sino resultado de las exigencias del modelo de dominación
del capitalismo corporativo mundial, que les da empleo a políticos
pusilánimes y corruptos como Lenin Moreno, Iván Duque o Sebastián
Piñera.
Los ejes de la restauración neoliberal
Los
ejes que conforman el alma del modelo no son muchos ni tampoco
innovadores o nuevos, son los mismo que han llenado los bolsillos de las
élites y han empobrecido a los pueblos y que vienen aplicándose desde
la época de Reagan y Margaret Thatcher, los mismos que mediante la
fuerza fueron impuestos en el Chile pos socialista y los mismos que en
la actualidad han hundido economías como la Argentina de Macri.
La
línea estratégica de este modelo es la recuperación de los activos del
Estado para beneficio de la empresa privada y, sus realizaciones
tácticas más importantes son: la disminución de los impuestos para el
sector privado y la flexibilización laboral para los trabajadores. La
ausencia absoluta de inversión en la matriz productiva obliga al Estado a
recurrir al endeudamiento externo para paliar la crisis estructural que
el modelo implica, convirtiéndose la deuda externa en un mecanismo
expansivo del cual es imposible salir y cuyo efecto real sobre la
economía de nuestros países es la dependencia y el subdesarrollo.
Para
llevar adelante un modelo de esta naturaleza hay que ser genéticamente
pro capitalistas. Alberto Dahik, Guillermo Lasso, Richard Martínez,
Pablo Arosemena, Alarcón, Nebot son parte consubstancial de este rebaño.
Lenin Moreno es su instrumento político, como un piano, que suena sólo
cuando le acarician las teclas.
El
progresismo correista parte de la concepción ética de que la riqueza
social debería ser mejor distribuida. No es una idea radical, ni nada
tiene que ver con las concepciones del comunismo marxista, no llegan ni
siquiera a rozar seriamente el socialismo como concepción teórica, se
basa en la idea humanista de que no es justo que a nivel global la
riqueza se concentre en poco más del 2% de una población mundial que
bordea los 8 mil millones de seres humanos, se basa en la lógica,
entonces, más allá de la teoría o de las ideologías, aunque las
ideologías contestatarias a esta realidad coincidan con ese infalible
sentido común. Es a esta lógica que Lenin Moreno traicionó,
convirtiéndose en su sepulturero cuando su obligación era darle
continuidad y fortalecerla. Es en este nivel donde su traición alcanza
dimensiones históricas.
¿Qué es lo que Lenin Moreno es incapaz de comprender de la realidad actual?
Personalidades
como las de Lenin Moreno son patológicamente limitadas para comprender
cuál es el sentido de la Historia. No pueden distinguir la delicada
línea que separa una época de cambios de la de un cambio de época. Los
fenómenos globales del desarrollo económico ligados a la transformación
inverosímil de la ciencia y la tecnología nos están exigiendo nuevas
comprensiones de la realidad, cuya esencia primordial es aceptar que el
capitalismo ha preparado ya, ahora en el siglo XXI, las condiciones
cualitativas para el cambio de sistema. Ese nuevo sistema es el
socialismo que, por lógica histórica, se tiene que desenvolver sobre la
base tecnológica y científica preparada por el capitalismo desde su
nacimiento. Esa transición es la que vive la humanidad en los momentos
actuales y lejos está de ser pacífica y ordenada, por el contrario, la
violencia será una de sus más dramáticas características. Doble
violencia, la que ejercerán los defensores del viejo sistema y la que
desplegarán los aupadores del nuevo. Es el fin del capitalismo
corporativo mundial que no resistirá el empuje del 98% de la población
mundial, asediada por el hambre y las necesidades. Es el momento de la
expropiación revolucionaria de las nuevas tecnologías capaces de
producir por arriba de las necesidades del ser humano y que ahora son
aprovechadas de forma privada por los dueños del capital. Sólo hay un
argumento a favor de los defensores del “ancian regim” y es el de la
fuerza atómica. Nada es imposible para los dueños del poder que no
dudarán en hacer volar el planeta si de defender sus privilegios se
trata.
Es en el marco de
esta restauración neoliberal que se explican todas las medidas políticas
y de economía política adoptadas por el gobierno de Lenin Moreno.
Recortes en los presupuestos de educación que afectan a cerca de un
cuarto de millón de niños, en salud pública, en vialidad, en
infraestructura, en reforma del Estado, la reducción de aranceles que
permite la fuga de dólares en una economía dolarizada y la supresión del
impuesto a la renta que obliga al gobierno a endeudarse más sólo para
cubrir el servicio de la deuda y hace imposible controlar el pago del
impuesto a la renta. La ley Económica Urgente enviada a la Asamblea
Nacional para su discusión, refleja de forma ordenada, los intereses de
las élites nacionales y rubrica de forma agresiva la traición neoliberal
de Lenin Moreno a los ideales del progresismo ecuatoriano. Es esta ley
la que configura la imagen de un país sentado en una silla de ruedas,
aquejado de apoplejía e incapaz de afrontar los retos que nos plantea el
futuro.
Lenin Moreno es
un político ignorante que confunde la administración de una empresa con
la conducción del Estado. Básicamente no entiende que desde el poder se
tiene que trazar rutas, perfilar derroteros que permitan marchar a la
nación a un futuro mejor. Defender las viejas fórmulas fondomonetaristas
es insistir en el fracaso y cerrar los ojos a las nuevas realidades que
están comenzando a nacer. Si sus decisiones le afectaran a él y a su
familia, poco importaría, pero está jugando con la suerte de quince
millones de ecuatorianos.
Los ejes de la restauración progresista
Todo
hace pensar que avanza una segunda ola del Progresismo a nivel
latinoamericano. En Argentina la conciencia sembrada por el kischnerismo
acaba de dar un golpe contundente al fondomonetarismo, en Chile se
rompió el dique neoliberal impuesto por la dictadura pinochetista, en
Ecuador el pueblo indignado salió a las calles a protestar contra su
ignorante mandatario, Bolivia reafirmó su marcha indetenible a un nuevo
tipo de socialismo reeligiendo a Evo Morales, Venezuela resiste, Haití
eleva su voz, Uruguay se agita, en Puerto Rico crece la conciencia
nacionalista, México mantiene firme el timón del progresismo renovador.
La Historia como una fuerza que sube indetenible en la espiral
evolucionista, nos está pidiendo el concurso de la inteligencia humana,
porque sola no es suficiente. Esa inteligencia es la de los pueblos que
han comenzado su marcha para rebozar con su contenido el continente
caduco del “capitalismo salvaje”. Restaurar el Progresismo será el
aporte que el pueblo ecuatoriano hará a la gran marcha de los pueblos,
aliado con las fuerzas revolucionarias que saben que en el horizonte se
perfila el socialismo renovador y profundo. Estas son las claves para
avanzar en la lucha político-económica de restauración del progresismo
en el Ecuador:
El
progresismo, “de aquí en adelante, tiene que ser, sobre todo, un
movimiento político-ideológico con una sólida estructura partidaria,
capaz de dar dirección revolucionaria al movimiento. Sin esos elementos
no se podría avanzar.
La
clave de la lucha política está en profundizar todas las iniciativas
político-económicas implementadas por el correismo en la primera etapa.
Profundizarlas significa radicalizarlas, pero, por otro lado, se
necesita avanzar, ir más allá en la lucha contra la oligarquía. Para
hacerlo se tiene que tener concepciones político-ideológicas sobre estos
tres temas fundamentales:
- El poder
- La matriz productiva y
- La educación
Sobre
el primer punto. Se debe tener claro que toda lucha política gira en
torno del poder del Estado que va, desde una Junta Parroquial hasta la
Presidencia de la República. El poder no es poder si no tiene el
respaldo del pueblo, entendido como la suma de todos los sectores
populares, de los sectores medios pauperizados, minorías inconformes,
profesionales progresistas, feministas, jóvenes, jubilados, ecologistas
etc., etc., etc. Tampoco es poder efectivo si los sectores sociales no
están en capacidad de movilizarse constantemente por sus aspiraciones.
Es el partido el que se encarga de movilizar a su militancia y sus
aliados. En el ámbito del poder hay que definir una política de alianzas
bajo el principio de ir de la izquierda (el partido) hacia el centro,
nunca al revés y siempre bajo un acuerdo programático.
Sobre
la matriz productiva. Dar prioridad a la producción agrícola para
desplazar paulatinamente al sector industrial a un segundo plano. El fin
es producir más valores de uso, lo que tendería a una transformación
profunda a mediano y largo plazo de nuestra forma de vida. La base de
este proceso es la implementación de una Reforma Agraria que elimine, de
forma definitiva, la gran propiedad terrateniente y el latifundio,
acercándonos al ideal de un Sumak Kawsay actualizado que armonice la
vida del ser humano con la naturaleza y mantenga el equilibrio dinámico
de la economía.
Y tres, la
educación. Es en este sector donde comienza una verdadera revolución.
Se debe implementar una educación nacional, igual para todos, sustentada
en el principio básico del servicio y no del lucro, profundamente
humana y solidaria”.1
Este
es el sentido de la Historia, aspecto sobre el cual nuestro mandatario
no tiene ni la menor idea. La nación, al igual que él, se encuentra con
apoplejía. La restauración progresista tiene que echarla a andar.
05-11-2019
1 Véase: Oviedo Rueda, Jorge: Hablar claro y sin complejos: https://wordpress.com/block-editor/post/nucanchisocialismo.com/111
https://www.alainet.org/es/articulo/203175
https://www.alainet.org/es/articulo/203175
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