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sábado, 2 de noviembre de 2019

¿La mala memoria o el Alzheimer?

Uruguay en jaque

Apenas, terminada la primera ronda de las elecciones en Uruguay, me llamó la atención la frecuente utilización del sustantivo-adjetivo, de una palabra llana de tres silabas, “memoria”.
Casi como una referencia obsesiva –la malamemoria de los uruguayos– se paseaba por las calles de las dudas, la incertidumbre se instalaba en los dirigentes políticos y garantizaba el pretexto, que en cierta forma justificaba por sí mismo los resultados, y el descenso electoral del progresismo.
Es cierto que en la antigüedad se consideraba a la memoria una de las tres facultades del alma que diferencian al ser humano del resto de las especies, por lo que suponía un origen divino o sobrenatural. No fue hasta el comienzo de la ciencia moderna cuando empezó a entenderse que se trata de una función del cerebro cuyo alcance real no se limita a ser el almacén de nuestro pasado, sino también el sustento de nuestra conducta aprendida.
Por lo tanto, la ciencia nos enseña que la memoria configura nuestro yo en continuidad con la historia, nos permite construir relaciones de causa-efecto y nos dota de cierta capacidad predictiva para construir escenarios posibles a partir de la experiencia.
Escribía Marcel Proust que “los momentos del pasado no permanecen parados; retienen en nuestra memoria el movimiento que los arrojo hacia el futuro ”. El novelista que tanto indagó en la experiencia humana de la memoria sabía que nuestros recuerdos no son archivos fosilizados, sino más allá de ser lo que somos, son también lo que seremos.
Pero para paliar un poco las traiciones de mi memoria y a su carencia tan extrema se me ha ocurrido una vez más el volver a la reflexión crítica. La reflexión crítica es una reflexión voluntaria, aunque muchas veces nos cueste aceptar que la (des)información puede dominarnos.
La realidad nos muestra que estamos ahogados en (des) información, no podemos no estar (des) informados. La sociedad de la (des) información se rebela contra nuestro silencio, nos llena todo de ruido, del que no deja oír el ruido del mar.
Hablemos de “mala memoria”
En estos últimos años, la avalancha ideológica neoliberal ha sido de tal magnitud, que ejerce una influencia determinante en la producción teórica y en la práctica política de diversos sectores de la “izquierda progresista”, latinoamericana.
Con diferentes matices, se afianzó en todas las fuerzas de los gobiernos progresistas la idea de que la Revolución Social es irrealizable –o lo es solo a muy largo plazo, tan largo que no sabremos si aun existirá el planeta para realizarlo–, por lo que es pertinente adaptarse a las reglas del capitalismo y tomar distancia del lenguaje y los programas radicales.
Entonces dudamos de Cuba, miramos a Hugo Chávez con recelo, ninguneamos a Evo Morales, y la vieja Cristina Kirchner era la viuda del Tuerto. Todo esto se dijo en su momento por diversos dirigentes del progresismo.
Algunos renunciaron al socialismo, por oportunismo, mientras que otros diluyen su esencia y lo convierten en una especie de capitalismo idílico, con rostro humano dentro del cual será posible satisfacer los intereses del conjunto de la nación.
Según estos conceptos, hacen que el sistema liberal burgués sea democrático y capaz de garantizar el respeto a los derechos humanos, al menos los derechos políticos y ciudadanos. Argumentan, además, que a lo que más se puede aspirar es a moderar los excesos de las políticas antipopulares y que los oprimidos deben seguir cediendo paulatinamente, porque corren el riesgo de perderlo todo.
Pero, de vez en cuando, surgen las ovejas negras y se consolidan nuevas alternativas sociales independientes que se colocan objetivamente en la vanguardia de la batalla contra el modelo de dominación.
Pero cada vez que los movimientos sociales alternativos o personalidades aisladas tienen un punto de vista diferente al gobierno aparecen en escena sus principales dirigentes o los “bomberos sindicales” señalando que se ha avanzado mucho, que las ideas del gobierno son ideas modernas y están sustentadas en una interpretación inclusive científica de los nuevos tiempos… del consumo.
Según los visionarios de estas corrientes, aquellos que no renuncian a la construcción del socialismo, están aferrados a ideas obsoletas y son incapaces de interpretar la realidad circundante, en definitiva, unos trasnochados que aún no comprendieron nada.
Desde hace más de dos décadas los ideólogos del capitalismo lanzaron una ofensiva mundial para despojar a la izquierda de dos de sus banderas históricas, democracia y derechos humanos, y éstas han sido incorporadas como supuestos elementos compatibles con el capitalismo y el neoliberalismo.
En la actualidad, frente a los síntomas de incremento de la crisis económica, política y social, pretenden nuevamente tomar la iniciativa para mediatizar otros reclamos populares.
Creo recordar –si la mala memoria no me falla—que hasta hace muy poco nos explicaban que la economía imponía un límite y que ese límite hacía inevitable que una parte creciente de nuestras sociedades quedase condenada a un eterno estatus infrahumano.
Si no ¿cómo explicar que nuestro subcontinente es el que registra el mayor índice mundial de crecimiento simultáneo de la riqueza y la pobreza? Si hay más riqueza: ¿por qué tiene que haber mayor pobreza? ¿Será cierto que la economía impone tal límite al desarrollo humano o es que el límite lo impone el deseo de elevar las tasas de ganancia a cualquier costo?
¿Es este el entorno "moderno" de que nos hablan, lo que le permitía al progresismo construir el país productivo con justicia social y desarrollo sostenible?
Es cierto que durante tres gobiernos con su lenguaje tecnocrático de neoliberales renovados -estilo contador Danilo Astori (capo de la economía uruguaya)- se han desarrollado ciertos programas sociales y hubo un avance en algunos sectores de la sociedad uruguaya (de mala memoria) pero que en esencia no alteó, ni modificó el patrón de acumulación, la macroeconomía y el mercado.
Nos hemos interpelado siempre si es ésto posible, si es realmente posible compatibilizar el culto a la macroeconomía y el mercado con la redistribución de la riqueza Desde nuestra ignorancia económica hemos llamado a las cosas por su nombre: el mercado no es un ente redistribuidor y la macroeconomía, es un eufemismo para esconder la siempre creciente elevación de las tasas de ganancia de las transnacionales, que constituye su único objetivo.
La derecha… con tufillo de fascismo
Orgullosos –los uruguayos- de nuestra ejemplar democracia, aquí comienza el camino (una carrera de relevos) que le entrega el testigo, ¿a un nuevo gobierno? Es posible… pero en todo caso de viejos partidos, con un Comandante en Jefe que ha blanqueado directa o indirectamentea violadores, asesinos y torturadores de un ejército genocida, formando un cabildo abierto impregnado de militantes neonazis.
Aquí pasamos a otra etapa de la patología,cuando la manifestación sintomática de la mala memoria se transforma en Alzheimer.
¿Que esperar de un nuevo gobierno? En ese fatídico eslogan de “abrirse al mundo”, sin dudas podemos esperar más de lo mismo, a saber: el incremento de la dependencia de las grandes potencias industrializadas, lo que se manifiesta a través de la extranjerización de sus economías, la pérdida de sus recursos naturales, la erosión de su soberanía y el incremento de la injerencia y la intervención foránea.
En la era del neoliberalismo, los Estados caen bajo el control de élites superprivilegiadas asociadas al capital financiero internacional, cuyos intereses se distancian cada vez más de los del conjunto de la nación. Por una parte, el Estado pierde objetivamente capacidad para adoptar sus propias decisiones y, por la otra, los grupos gubernamentales son cómplices y conscientes de las políticas antinacionales.
Como consecuencia de este proceso, en el plano interno se acrecienta la disociación entre el poder real y las instituciones legislativas, ejecutivas, judiciales que supuestamente lo ejercen. Estas tesis plantean que no hay otra opción: lo único posible es funcionar dentro del sistema, para intentar mejorarlo.
Pero lo que objetivamente ocurre es que son asimiladas, aplicando las políticas neoliberales y entran en contradicción con su pasado, sus programas y sus bases, de mala memoria. En esta nueva fase del capitalismo no crece la interdependencia, sino que se agudiza y profundiza la dependencia de los países subdesarrollados.
Esta es la mala memoria, los que tienen una lectura equivocada de la realidad y continuarán midiendo los resultados de su gestión política por parámetros obsoletos o engañosas campañas de marketing publicitario. Ese camino conduce a administrar o coadministrar la crisis del capital en beneficio de los capitalistas y a cargar con los costos que a ellos les corresponden.
El capitalismo, en su fase neoliberal, demostró ser un sistema basado en el incremento sin límites de la desigualdad y la marginación, que beneficia exclusivamente a las trasnacionales y las élites locales a ellas asociadas.
Ahora bien, cabría preguntar qué país tendremos los uruguayos cuando no queden escuelas, sino sólo colegios privados; cuando no queden hospitales, sino sólo clínicas privadas; cuando no queden parques, ni carreteras, ni recursos naturales propiedad del pueblo, todo ello combinado con una reducción indetenible del poder adquisitivo de la ciudadanía en general.
Es verdad que el mundo experimenta transformaciones irreversibles, en virtud del desarrollo de la revolución científico-tecnológica y las fuerzas productivas, pero la globalización neoliberal, que impone un orden económico, político, y social aún más esclavista y explotador, no es el camino al futuro, sino un callejón sin salida para toda la humanidad.
Eduardo Camín. Analista uruguayo, acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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