El golpe de Estado
contra Evo Morales continúa en medio de protestas y la juramentación
presidencial express de Jeanine Añez, quien acaba de juramentar a su
gabinete ministerial y de poner una indígena de El Alto, como Martha
Yujra, en la cartera de Cultura. Las actividades se van “normalizado” en
Santa Cruz y el Oriente boliviano, mientras que algunos diputados del
MAS como Choque están llamando a “la pacificación” para que “las FF.AA.
regresen a los cuarteles”, que es el plan de un sector del golpismo,
para darle un barniz democrático al golpe cívico-policial y militar
contra el propio gobierno masista.
En medio de este desarrollo de la
crisis política boliviana que todavía no se cierra, han quedado
preguntas en el aire, que hasta ahora pocos saben cómo responder
objetivamente. ¿Qué pasó con 14 años del MAS en el poder?, ¿Por qué
perdieron bastiones históricos como Potosí? ¿Quiénes están detrás de
Camacho para dar un golpe tan certero que hasta el propio Evo se propone
como “pacificador”? ¿Quién además de la CIA le interesa el golpe contra
Evo?
Bolivia es un país, fundamentalmente, exportador de gas,
llegando la exportación en 2018 a un 33% del total de sus exportaciones,
muy por debajo del 50% que habían alcanzado en 2014. En esta cuestión,
la crisis mundial y la caída de los precios del gas, soja y petróleo,
tienen mucho que ver, produciendo un déficit fiscal del 8% del PBI.
Bolivia tiene como gran comprador de gas a Brasil. El 2014 exportó 62% y
37% a Brasil y Argentina, respectivamente, por un valor de $6 030
millones. No obstante, según el jefe del INE, Santiago Farjat, “… la
actividad de petróleo crudo y gas natural presentó un crecimiento
negativo de 7,82% por la disminución de la demanda de gas natural por
parte de Argentina y Brasil…” (América economía, 24/04/19).
Para
Brasil era muy caro seguir comprando gas a Bolivia y encontró nuevos
vendedores de otras regiones a la vez que aumentó su suministro a través
de su plataforma submarina PRESAL. Por eso redujo a una tercera parte
la compra de gas a Bolivia y más bien, aun con el PT en el poder,
solicitaron a Evo Morales bajar el precio del gas para seguir
consumiéndole.
Una vez que Bolsonaro llegó a Palacio de Planalto
se recrudecieron las presiones al gobierno masista teniendo en cuenta
que los contratos terminan este año. Por otro lado, al protofascista de
Bolsonaro, no le interesa desarrollar el MERCOSUR (lo que anunció
durante su campaña electoral), sino sus relaciones económicas y
agroindustriales con Donald Trump y el capitalismo financiero.
“…Mientras Bolsonaro se empeña en la ruptura con este organismo (Mercosur)
a favor de un comercio preferencial con el imperialismo norteamericano
(posición sostenida por su ministro de economía Paulo Guedes y por los
hijos de Bolsonaro), el canciller Ernesto Araujo, el asesor para asuntos
internacionales Filipe Martins, y las fuerzas armadas -que fueron las
que impusieron la candidatura y el ascenso del actual mandatario- se
enfrentan a Guedes y al presidente (representantes del sector
financiero) en nombre del sector industrial representados en la
confederación nacional de la industria. Una razón fundamental para
defender el Mercosur es que éste en 2018 absorbió exportaciones
brasileñas por 16.700 millones de dólares y la Argentina más de 12.000
millones…”, redactó Roberto Gellert (prensa obrera, 09/11/19). A esto
habría que agregar que Brasil tiene enormes inversiones en la
agroindustria del oriente boliviano.
En medio de estas
contradicciones en el gobierno de Bolsonaro, está claro, como señalamos
líneas arriba, de que a Bolsonaro, le interesa más las relaciones con
EE.UU. no solo por la cuestión ideológica sino económica. El mismo
teórico del Trumpismo, Steve Bannon, tiene relaciones estrechas con los
Bolsonaro.
Por su puesto, que el golpe de Estado, hay que
ubicarlo dentro del escenario de ingentes rebeliones populares en Puerto
Rico, Chile, Ecuador, Haití, etc. que han logrado conquistas
importantes, derrotando, en el caso de los países andinos, los planes de
ajuste del FMI.
Es así como llegamos a la conclusión de que
todo el plan golpista para derrocar a Evo Morales se organizó
intelectual y físicamente en Sau Paulo. Y en efecto, según audios y
videos, propalados por las redes, Luis Camacho, se reunió varias veces
con el canciller brasileño Araujo. En estas conversaciones se destaca el
hecho que ellos (Bolsonaro y cía), ya tenían previsto que el punto de
partido del golpe eran las elecciones del 20 de octubre, que aperturaría
una crisis política.
“…El canciller brasileño, Ernesto Araújo,
había recibido el 3 de mayo pasado en su despacho del ministerio a Luis
Camacho, el magnate boliviano de Santa Cruz de la Sierra…”, (Infochacú,
13/11/19).
Por su lado, el diario Mundo de Brasil, redactó,
“…exactamente dos meses antes de consumarse el golpe cívico-militar en
Bolivia, el diputado Eduardo Bolsonaro, presentó un requerimiento en la
Comisión de Relaciones Exteriores y de Defensa Nacional, que autoriza al
presidente, para la realización de una audiencia pública sobre el
protocolo de adhesión de Bolivia por Mercosur…entre la lista de
representantes de Bolivia, estaba encabezando el profesor y abogado Luis
Fernando Camacho…”, (11/11/19).
Hay que
recordar que en el gabinete Bolsonaro se encuentra el ex jefe del
ejército de la MINUSTAH (formado por Clinton para invadir Haití),
Augusto Heleno, quien trabajó mucho tiempo con los mandos militares de
los gobiernos “progres” de la región. Esta conspiración golpista contó
también con el apoyo de los senadores republicanos Rubio y Cruz, quienes
tuvieron a la embajada yanqui en La Paz, como centro de operaciones
golpistas.
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