Integrantes de la iniciativa agrícola FarmHub, en el estado de Nueva York FARMHUB
La
ciudad de Kingston, en el estado de Nueva York, tiene una población
diversa de 23.000 habitantes y está flanqueada en el este por el arroyo
Rondout y el río Hudson y en el oeste por las montañas Catskill. Cuenta
con una rústica ribera industrial, un colorido casco histórico y
edificios de piedra de la época colonial. Cualquier viajero podría
describirla como bucólica.
Las calles del centro están llenas de
restaurantes y, desde hace un tiempo, tiendas de vestidos de terciopelo,
ropa de segunda mano, productos medicinales elaborados con cannabis y
teteras con pantallas LCD. Pero al pasar por la librería Half Moon
Books, el visitante puede encontrarse con otro aspecto de la ciudad. El
escaparate de la librería exhibe únicamente literatura de no ficción
sobre el fin del mundo tal y como lo conocemos. "Comencé organizando un
escaparate sobre utopías", explica la vendedora de libros Jessica
DuPont, "pero no sé cómo acabé con libros sobre la agonía del
capitalismo".
Hace poco más de una década me mudé a Kingston
desde la ciudad de Nueva York, cuando se desató la crisis económica de
2008. Había terminado mis estudios en la universidad hacía tres años,
pero mi incipiente carrera en los medios de comunicación se vio
arrastrada por la recesión. Unas amigas mías, dos pintoras –una de unos
30 años y otra de más de 40–, eran propietarias de un edificio en el que
estaba disponible un piso en la segunda planta. Allí podría vivir y
trabajar.
Mis nuevos vecinos –artistas, músicos, dueños de tiendas
o restaurantes, constructores, galeristas– me trataron como si fuera de
la familia. Nuestra comunidad era diversa en cuanto a edad, pero todos
teníamos ambiciones creativas e independientes en un sitio donde no
abundaban las oportunidades económicas.
Así, muchos de nosotros
nos encontramos con el mismo problema: la imposibilidad de acceder a un
seguro de salud. Hace tiempo que
el sistema de sanidad de EEUU es un desastre:
lo era entonces y todavía lo es, porque aunque hay un sistema de
sanidad público, los gastos extra y los copagos son astronómicos. Por
suerte, entre nuestros amigos había médicos y dentistas que consideraban
que nuestro trabajo era igual de valioso que el suyo. Entonces, se nos
ocurrió algo. Basándonos en el viejo sistema de trueques, diseñamos una
forma de intercambiar el arte de la medicina por la medicina del arte.
En
octubre de 2010, lanzamos nuestro primer festival de arte callejero que
duró todo un fin de semana, con música en vivo y eventos vinculados con
la salud. Lo llamamos O+, como el grupo y el tipo sanguíneo. El público
general podía participar mediante una donación. Los profesionales de la
salud podían ofrecer su trabajo en una clínica que montamos en la
calle.
Durante los siguientes años, miles de artistas como Lucius,
Spiritualized y artistas locales que han tocado con los B-52’s y David
Bowie, han recibido atención médica y dental valorada en cientos, a
veces miles de dólares. Algunos artistas incluso
afirman que la atención que recibieron allí les salvó la vida .
Poco
después del primer O+, me marché de Kingston porque me surgió una
oportunidad de empleo en otra ciudad. Ahora vivo en Savannah, en el
estado de Georgia. Pero O+ siguió adelante. Los organizadores se han
expandido para ofrecerle al público general más recursos: kits de
rescate para sobredosis de opioides, formación en reanimación
cardiopulmonar, conferencias sobre temas de salud y clases de bienestar
que duran todo el año.
Algunos políticos locales o vecinos que no
están de acuerdo con que se intercambie arte por atención médica y
dental han intentando poner trabas, pero la causa siempre ha estado
alimentada por un sentimiento de rebeldía y por la comprensión de que
los artistas necesitan atención médica y de que
el arte es bueno para la salud .
"Para
cambiar el sistema a nivel nacional, hay que hacer miles de cosas a
nivel local y en algún momento el sistema evolucionará", asegura el
director ejecutivo de O+, Joe Concra, en cuyo edificio yo vivía cuando
comenzamos el proyecto. Concra trabajó como voluntario a jornada
completa durante años, hasta que gracias a becas y donaciones se
pudieron pagar tres modestos salarios a jornada completa y siete de
media jornada. "Cada vez que entro a la clínica, pienso: ‘Vaya, sí que
es posible construir un sistema nuevo’. Me niego a creer que es
imposible. Por eso seguimos trabajando en esto'".
La semana antes
de la décima edición del festival O+, Concra y yo nos sentamos en la
cafetería de Rough Draft, una librería independiente de Kingston que
abrió en 2017 y a menudo es sede de eventos de organizaciones sin ánimo
de lucro para recaudar fondos. Los tres empleados de la cafetería llevan
camisetas de O+.
"Cuando comenzamos con esto", relata Concra
señalándose a sí mismo, a mí y a la habitación, "no nos dábamos cuenta
de lo que estábamos haciendo". Se pone de pie y corre al otro lado de la
tienda para buscar un ejemplar de Sobrevivir al Futuro de David Fleming
(2016), un tratado sobre comunidades sostenibles "en el marco de una
economía de mercado" y abre la página en un capítulo llamado Carnaval.
"Mira", me dice. "Estábamos creando un carnaval para la revolución".
Mural en la ciudad de Kingston en honor a los migrantes.
Puede
ser que O+ haya aportado el carnaval. Ahora ya no está solo en la
revolución: la red de sanidad anticapitalista y antisistema de Kingston
es solo un ejemplo de un modelo que podría reemplazar a las
corporaciones en el país. Los vecinos han lanzado una cadena de radio no
comercial,
Radio Kingston WKNY ,
con una programación representativa de las comunidades locales que se
emite gracias a grupos electrógenos si se corta la electricidad. También
existe una
micro-moneda regional llamada la Moneda Hudson Valley para "generar un ecosistema que nos incluya a todos", en palabras de su cofundador David McCarthy.
Iniciativas agrícolas como
Farm Hub
trabajan para lograr sistemas de alimentación fuertes e igualitarios.
Una red de carriles bici conecta los pueblos con las granjas locales
(para cuando ya no haya gasolina para los coches). Y organizaciones como
RiseUp Kingston, Kingston Citizens, Nobody Leaves Mid-Hudson, y la
Kingston Tenants Union facilitan la participación ciudadana, luchan
contra los desahucios y promueven políticas públicas para combatir la
cada vez más acuciante escasez de viviendas.
Visto desde mi casa
en el sur del país, da la sensación de que, poco a poco, Kingston está
montando la infraestructura de una comunidad autosuficiente, una
comunidad que pretende sobrevivir a un posible colapso económico sobre
el que bromeamos mientras bebemos cerveza en Rough Draft.
DuPont,
la vendedora de la librería Half Moon, no cree que el vecino medio de
Kingston esté activamente preparándose para una implosión social. "Pero
sí pienso que las presiones económicas –especialmente cómo se han
disparado los precios de las viviendas– están haciendo que la gente
busque formar nuevas redes y maneras de apoyarse entre sí", señala.
Mientras tanto, los directores de las organizaciones arriba mencionadas
se enfrentan a preguntas como: "¿Cómo podemos asegurarnos de tener todos
los recursos que necesitamos?" y "¿cómo hacemos para no dejar a nadie
atrás?".
El primer fin de semana de noviembre, en una escuela de la ciudad, se organizó una conferencia llamada
Sobrevivir al futuro: conexión y comunidad en tiempos de inestabilidad .
"Prominentes pensadores de cambios en el sistema y transiciones"
hablaron sobre temas clave para una "transición justa", inclusiva y
holística del capitalismo hacia algo nuevo… lo que quiera que sea
aquello.
Gran parte del trabajo es imaginar cómo se arma algo
desde cero: en un panel sobre la vivienda como derecho humano,
copresentado por Radio Kingston, O+, el Centro Comunitario LGTBQ Hudson
Valley y otros, Callie Jayne de RiseUp Kingston explica modelos de
trabajo para abordar su principal preocupación: la escasez de viviendas.
"Si no se ha hecho antes, probablemente sea algo bueno, porque lo que
hemos estado haciendo no ha funcionado".
"Me siento privilegiada
por formar parte de las conversaciones de alto nivel sobre qué sucederá
en el futuro", afirma el director ejecutivo de Radio Kingston, Jimmy
Buff. "Aquí hay gente que está intentando encontrar una vivienda que no
le cueste el 50% de sus ingresos o quedarse en viviendas en las que han
vivido durante décadas y que la gentrificación no los obligue a
marcharse del barrio. La crisis climática, la potencial agitación
civil…¿Cómo nos organizamos a nivel local para abastecernos cuando todas
estas cosas que parecen estar yéndose al diablo se vayan efectivamente
al diablo?"
Yo me pregunto esto mismo constantemente. Pero en
Savannah –una ciudad de 124.000 habitantes con una gran división racial y
política y una tasa de pobreza un cuarto mayor que la de Kingston–
formo parte de una minoría muy pequeña. En la radio no se escuchan
conversaciones sobre igualdad ni están representadas las voces diversas
de mi barrio. No he visto libros apocalípticos en los escaparates de las
librerías. Cuando pienso en lo poco preparados que estamos para la
crisis, echo de menos Kingston.
"Cuando todo se vaya al carajo, no
va a venir nadie a rescatarnos", dice Buff. "Tenemos que encontrar una
solución nosotros mismos, porque esta es nuestra ciudad. Aquí es donde
vivimos. Esto es todo lo que tenemos".
Traducido por Lucía Balducci.
Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/Kingston-EEUU-prepara-colapso-capitalismo_0_960304298.html
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