Argentina y la
derrota de Macri. Chile y el desastre de Piñera. Bolivia y el golpe.
Bolsonaro cuestionado. Nuevos hechos traen a la realidad política
continental el debate sobre el progresismo. ¿Qué rol ocupa en
Latinoamérica? ¿Dónde se ubican Fernández y el PJ? ¿Qué rol tenemos en
la izquierda? Desde el MST en el FIT Unidad abordamos estos temas
actuales.
Aún no es presidente en ejercicio pero AF ya da
señales. En México se reunió con AMLO para alentar un nuevo polo
progresista en la región. Luego fue anfitrión y disertante de la reunión
del Grupo de Puebla en Buenos Aires. Ante el golpe en Bolivia
intercedió para que a Evo lo reciba en México y criticó a EEUU.
Podríamos decir que son señales de una política internacional en parte
distinta a la del macrismo que, como sabemos, es de obediencia debida a
los planes de EEUU en el continente actuando desde el Grupo de Lima
junto a los gobiernos más derechistas.
Los primeros movimientos
políticos fueron solo en parte distintos, porque a la vez Fernández
hizo otros: se comunicó con Trump para proponerle «buenas relaciones» y
pedirle ayuda con la renegociación con el FMI. En México se reunió con
Claver, asesor de Trump para América Latina, y al menos hasta ahora, no
dice que Argentina se irá del Grupo de Lima. A la vez quiere tener
buenas relaciones con Piñera a quien intenta ayudar a sostenerse
mientras el pueblo lo enfrenta. Y mantuvo una cordial comunicación con
Macron, el presidente francés símbolo de la re- presión a los chalecos
amarillos.
La historia reciente
Ante el mal
momento de los gobiernos derechistas y el golpe en Bolivia, el llamado
progresismo se ubica como variante de recambio, con la idea de ser
llamados a solucionar las crisis. En la mayoría de los casos hablan como
si fueran ajenos al anterior ascenso electoral de las derechas. Un
análisis histórico serio sacaría a la luz, entre otros hechos, que en
Brasil la progresista Dilma aplicó un brutal plan de ajuste, perdió así
el apoyo social que tenía y sobre esa base la derecha brasilera la sacó
del poder con un antidemocrático impeachment y luego puso a Bolsonaro al
gobierno.
Un proceso algo similar se vivió en Argentina años
atrás. La falta de soluciones profundas, la inflación y pobreza, más la
alta corrupción oficial llevaron a que Macri aprovechara el descontento y
con un masivo voto castigo a los K en 2015 llegara al gobierno. Luego
asumió para multiplicar los problemas y sale ahora derrotado. Su
reaccionario gobierno fue un subproducto del fracaso del gobierno
anterior. El macrismo ascendió por la combinación del apoyo que recibió
por años siendo jefe de gobierno porteño con el peronismo votándole sus
leyes. Ya en la Rosada, se valió del apoyo del PJ en el Congreso y de
compartir el ajuste con los gobernadores peronistas. Por complicidad
opositora pejotista y de sus laderos sindicales, Macri no cayó antes y
la población pagó los costos.
Los supuestos progresistas de
Nicaragua comandados por Ortega y Murillo vienen desarrollando un ajuste
pactado con el FMI y una feroz represión sobre la juventud y el pueblo
que salió a enfrentarlo. Nada del legado de Sandino hay en ese accionar
regresivo. En medio de un Chile en revolución, con cientos de miles de
jóvenes y trabajadores enfrentando al derechista Piñera y a su régimen y
Constitución pinochetistas, el llamado progresismo chileno de la
Concertación del PS-DC con apoyo del PC, ha sido parte del desastre de
un modelo de país desigual que hoy el pueblo quiere derribar. Ahora,
otra vez, esos viejos aparatos junto al nuevo Frente Amplio se niegan a
plantear que se vaya Piñera. La falacia histórica del llamado
progresismo, como vemos, está a ambos lados de la cordillera y va desde
la Patagonia hasta el Caribe.
Frente al golpe en Bolivia,
también voces progresistas practican respuestas incorrectas. El
referente social Juan Grabois, escribió: «como Perón en 1955, Evo
Morales eligió el tiempo y no la sangre», justificando así su renuncia.
La triste realidad, pasada y presente, es que Perón en el ‘55 dejó solos
a los trabajadores y no evitó un baño de sangre que pagó en carne
propia la resistencia a los golpistas. La renuncia de Evo envalentonó
más a la derecha y hasta hoy siguen los enfrentamientos con sectores
obreros y campesinos, que ponen su fuerza y su sangre contra Camacho y
sus secuaces. Esa es la realidad. Que estemos juntos en la calle contra
el golpe y los planes imperialistas no elimina la necesidad de marcar
los graves errores de Evo, en sus 14 años de gobierno y en estos últimos
días.
Contradicciones del llamado progresismo
La palabra progresista, tan presente en el Grupo de Puebla, refiere a
diversos aspectos y sobrevuela en la esencia de su significado el ser un
proyecto progresivo, democrático, para el bienestar de las mayorías,
por más derechos civiles y ajeno a los males que las derechas
representan. Pero no pueden definirse como progresivos o positivos
proyectos político-económicos que sostienen a un régimen capitalista
que, más allá de las diversas formas que adopta según quien lo encabece,
a la corta o a la larga perjudica la vida de millones. Y todos los
llamados progresismos reivindican seguir gestionando este sistema
decadente.
En el caso argentino, el ahora progresista Fernández
considera a Vaca Muerta un motor de su gobierno y una cuestión de
Estado: un proyecto que combina la entrega de nuestros recursos
estratégicos a corporaciones con métodos de extracción nocivos y
destructivos como el fracking. Tampoco olvidamos que la megaminería
contaminante que por años impulsaron los gobernadores del PJ que hoy se
abrazan con Fernández será parte también de los impulsos del nuevo
gobierno. «Tenemos muchos minerales para explotar», dijo AF.
No
obviamos tampoco que este progresismo del siglo XXI en su variante
local se propone continuar con el mismo FMI que Macri trajo de vuelta.
Entraremos en breve en una renegociación de la deuda inmoral e ilegítima
con la aclaración previa de Fernández de que Argentina no pedirá una
quita y pagará todo. Lo escuchamos en los medios explicar que es «una
deuda contraída por un gobierno democrático» y por eso hay que pagarla.
¿Democrático? Macri jamás dijo en su campaña que iba a traer al FMI,
luego lo trajo sin siquiera pasar por el Parlamento, acordó lo que
quiso, estafó a sus votantes y a todo el país y nos deja una deuda
impagable. ¿A eso le llama democrático el futuro presidente?
Por estos días se configura el diseño del próximo gobierno y quienes lo
integrarán. Así empezamos a ver junto a Fernández a Gustavo Béliz,
hombre del Opus Dei como futuro funcionario. A Sergio Massa como futuro
presidente de Diputados. Al ex aliado de Macri y de pasado en la derecha
peronista, Felipe Solá, recorriendo países casi como un flamante
canciller. Al economista liberal Nielsen en encuentros con inversores y
la élite financiera. En su paso por la CGT, Fernández anunció que serán
parte de su gobierno. Cuesta encontrar alguna palabra que describa a
esta nefasta, eterna y millonaria burocracia sindical y que a la vez
tenga un mínimo atisbo «progre». Esos amigos no te los robo, Fernández.
El rol de la izquierda y el FIT Unidad
Vienen tensiones y será clave el rol de la izquierda anticapitalista y
socialista, en particular del FIT Unidad, por ser la expresión de la
mayor unidad de la izquierda lograda en muchos años y por ocupar un
lugar en la vida política y las luchas sociales.
Desde ese
lugar lo primero a reivindicar es que estamos donde hace falta; en cada
lucha justa en la calle. Y cuando es necesario, como estos días ante el
golpe en Bolivia, desarrollando la más amplia unidad de acción para
enfrentar al imperialismo y todos sus lacayos. Marchamos en unidad y a
la vez en forma independiente, con nuestras opiniones y críticas.
En la calle y en cada debate político somos una alternativa
independiente de todo el régimen capitalista, su gobierno y sus
partidos. Somos una construcción política unitaria y de clase, con un
programa de transformaciones de fondo en la estrategia del socialismo y
el gobierno de los trabajadores, que, en última instancia, es la única
salida realmente progresiva.
Comprendemos la decisión electoral
de quienes votaron para que se vaya Macri, y compartimos el anhelo de
un país mejor, sin desigualdad social y con futuro para la juventud.
Entender esas expectativas no significa silenciar nuestras críticas.
Tenemos la responsabilidad de decir abiertamente lo que creemos. Ante
una mezcla de discurso progresista con medidas de ajuste, FMI, saqueo de
corporaciones y un regresivo pacto social, enfrentaremos ese modelo
impulsando y apoyando cada lucha justa de trabajadores, del movimiento
feminista y de la juventud.
El rol de la izquierda y el FIT
Unidad en esta etapa es ser un actor político activo y alternativo,
postularnos con todo. Es marcar, como hicimos en la campaña electoral,
que hay otro camino posible sin deuda ni FMI, sin corporaciones, sin
burocracia sindical ni iglesias antiderechos y millonarias.
La
unidad de la izquierda es la única fuerza política nacional que se
plantará ante el nuevo gobierno en defensa de nuestros derechos sociales
y en busca de conquistar otros. Dentro de esta tarea, impulsar y
fortalecer la unidad del sindicalismo combativo adquiere una jerarquía
de primer orden. También en el movimiento feminista frente a un gobierno
muy alineado al Vaticano y sus regresivos planes.
En ese
camino, más temprano que tarde, nos encontraremos en la lucha con
nuestra importante base social y también con franjas de honestas y
honestos votantes del peronismo. Una de las más importantes tareas será,
a partir de consolidar nuestro espacio político, tender puentes para
llegar a nuevas franjas, para que nuestras ideas se inserten en nuevos
sectores. Necesitamos un FIT Unidad a la ofensiva, dinámico, que se
supere, se renueve y amplíe en base a nuestro programa anticapitalista y
socialista como norte irrenunciable. Para esas tareas, desde el MST nos
estamos preparando a lo largo del país. Y así aportamos a estos
objetivos políticos frente a los desafíos que vienen.
Sergio García, dirigente del MST e integrante de la Mesa Nacional del FIT Unidad
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