Pedro Miguel
La autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, rostro supuestamente
presentablede los golpistas que se encaramaron al poder en ese país, anunció ayer que presentará un reclamo a México para que le exija a Evo Morales
que cumpla con los protocolos de asilo y no estar incitando al país con su afán prorroguista desde donde está; eso es verdaderamente vergonzoso.
Horas antes, el ex presidente y ex candidato presidencial Carlos de
Mesa, uno de los dos cabecillas civiles de la asonada, expresó en rueda
de prensa algo parecido y
denunció ante el mundoque México
le permita al señor Morales declarar políticamente, hacer acusaciones, participar en la política boliviana. Y fue más allá:
Es una vergüenza que el gobierno de México permita que el señor Morales se mueva como si no hubiera pasado nada; el Presidente de México tiene que entender que la institución del asilo político tiene unas características; un asilado político no puede hacer declaraciones políticas.
A lo que puede entenderse, los que de facto controlan
Bolivia en estas horas no tienen idea de la existencia de la Convención
sobre Asilo Territorial, adoptada en Caracas en la décima Conferencia
Interamericana (1954), y que establece el derecho de todo Estado
a admitir en su territorio a las personas que juzgue conveniente
sin que ningún otro Estado pueda hacer reclamo algunoy
el respeto que según el derecho internacional se debe a la jurisdicción de cada Estado sobre los asilados en su territorio. El instrumento asienta también que
ningún Estado está obligado a establecer en su legislación o en sus disposiciones o actos administrativos aplicables a extranjeros distinción alguna motivada por el hecho de que se trate de asilados o refugiados políticos, por lo que los exiliados en México gozan de los derechos (salvo los derechos políticos reservados a ciudadanos mexicanos) consagrados en la Constitución. La Convención reconoce explícitamente, además, que
la libertad de expresión del pensamiento que el derecho interno reconoce a todos los habitantes de un Estado no puede ser motivo de reclamación por otro Estado basándose en conceptos que contra éste o su gobierno expresen públicamente los asilados o refugiados, salvo que constituyan propaganda sistemática por medio de la cual se incite al empleo de la fuerza o de la violencia contra el gobierno del Estado reclamante(https://is.gd/mdV3T2).
Aunque los reclamos de los golpistas bolivianos fueron fácilmente
desbaratados en lo jurídico y en lo diplomático en una nota informativa
de la Secretaría de Relaciones Exteriores (https://is.gd/vQPEA0),
previsiblemente darán combustible a la gritería de las derechas locales
que ante la llegada de Evo Morales al país han expuesto sus facetas
descarnadamente racistas, cuartelarias y mezquinas. Pero el derrocado
mandatario sudamericano es una figura muy querida por el pueblo y
gobierno mexicanos, tiene un alto valor simbólico para diversos
movimientos sociales nacionales y la reacción no va a alterar eso por
más que propaguen fake news, como la imaginaria
resurreccióndel Estado Mayor Presidencial para cuidar a Evo, o ladre por el costo del vuelo de la Fuerza Aérea Mexicana dispuesto para rescatarlo.
Lo más preocupante es que las protestas referidas son uno más de los
signos de que en Bolivia hoy se conforma una dictadura: las fuerzas
policiales propinan palizas, encarcelan y hieren a manifestantes que
exigen el retorno de Evo, disparan contra opositores y anuncian –por
boca de Arturo Murillo, que encabeza el Ministerio de Gobierno del
régimen de facto– una
caceríacontra los
animalesque se atreven a disentir de los golpistas. En conferencia de prensa De Mesa ya juzgó y declaró culpables a diversos funcionarios del gobierno depuesto por un fraude electoral que ni siquiera ha sido demostrado (el informe de la OEA es un manojo de afirmaciones sin pruebas) y exigió (o más bien anunció) la pronta realización de elecciones con un Movimiento al Socialismo (MAS, el partido de Evo) cuidadosamente diezmado y depurado a gusto de los golpistas para asegurarse un triunfo holgado. Y, a semejanza de los regímenes militares de décadas pasadas, el actual de Bolivia ha lanzado una campaña propagandística para intentar convencer a la opinión pública internacional de que el golpe de Estado no fue tal, sino una suerte de
democratización.
En cuanto a los absurdos reclamos a México, hay que recordar que ni Pinochet ni Videla ni García Meza –el sanguinario narcogorila
boliviano– se atrevieron en su momento a un gesto tan desmesurado e
impresentable como exigir a nuestro país que suprimiera los derechos
políticos de los chilenos, argentinos y bolivianos que buscaron refugio
en México.
Twitter: @Navegaciones
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