David Brooks
▲ Joey Gibson, fundador del grupo de ultra-derecha Patriot Prayer, en
imagen de archivo. El hombre que recibió antenoche un disparo mortal en
Portland, Oregon, cuando partidarios del presidente Donald Trump se
enfrentaron a manifestantes de Black Lives Matter, era simpatizante de
dicha organización y buen amigo de Gibson.Foto Ap
Recuerdo que buscábamos la revista Alarma para leer historias
realesde horror, para asustarnos, para confrontar con historias de horror –como ha explicado Guillermo del Toro varias veces– nuestros propios terrores. Pero eso era un acto voluntario. El reality show de horror político (nadie ha hecho uno antes, ¿verdad?) que se está produciendo en Estados Unidos es algo con consecuencias devastadoras reales no sólo para la superpotencia, sino para todos, y es momento de gritar: ¡Alarma!
Aquí hay nada menos que un intento para consolidar un régimen
neofascista, con todo lo que eso implica: El régimen y su campaña de
relección proclaman que Trump es el único salvador de Estados Unidos,
según Dios. La Casa Blanca, institución pública, ya fue convertida en la
Casa Trump. Todos los días el régimen declara que los medios no
alineados son el
enemigo del pueblo; cada día más familias y niños son enjaulados por el régimen como parte de la persecución brutal de migrantes para frenar la
invasiónpor “extranjeros ilegales”; todos los días hay amenazas y acciones de represión contra disidentes y sus protestas por fuerzas federales; el mandatario ha dado su bendición a fuerzas civiles paramilitares que buscan confrontar manifestantes opositores (según un nuevo informe, ultraderechistas se han presentado casi 500 veces en busca de enfrentamientos con manifestantes de Black Lives Matter este año, hiriendo a varios y matando a tres); procede la concentración extrema de riqueza (unos 467 multimillonarios ganaron 800 mil millones de dólares en los últimos cinco meses mientras decenas de millones sufren desempleo, pobreza y hasta hambre); avanza el desmantelamiento de la educación, salud pública y programas de bienestar social, como tambien la anulación de regulaciones y normas de protección ambientales y laborales. Todo esto, decorado por retórica de
la defensa del pueblo, la libertad, la familia, Dios y
la ley y el ordenal construirse una
realidad alternativapara anular la realidad empírica, la historia y la ciencia.
Uno de los mensajes centrales de la campaña de relección de Trump es
algo que debería ser cómico, pero se vuelve alarmante, ya que parece
funcionar: resulta que existe una
izquierda radicalconformada por anarquistas, socialistas, comunistas y marxistas tan poderosa que está al borde de tomar el poder (usando al neoliberal débil Joe Biden como su
caballo de Troya). Aún no está claro si Cuba y Venezuela están detrás de todo esto, pero siguen asustando al país mas poderoso del mundo. Trump declaró que sólo él puede salvar al país de tal amenaza. Ni la izquierda estadunidense se había dado cuenta de su poder antes de ser informada por el régimen. Esta narrativa nostálgica de la época de la guerra fría siempre ha sido empleada en este país para justificar pues, casi todo, desde represión interna hasta espionaje, intervenciones, etcétera.
A lo largo de las últimas dos semanas, ambas convenciones nacionales,
la demócrata y la republicana, proclamaron en esencia el mismo mensaje:
el triunfo del contrincante representa una amenaza existencial a la
república democrática de Estados Unidos. La pregunta es: ¿qué tal si
ambos tienen razón?
“Este es el momento más decisivo en la historia de este experimento
que llamamos Estados Unidos de América….”, comentó el filósofo político
Cornel West.
Hemos visto esta semana la cristalización de una forma estadunidense de neofascismo. Agregó que votará por
el neoliberal débil Biden, pero sólo porque es un voto antifascista. Aunque no es la solución, subrayó, primero
tenemos que sacar al gánster neofascista de la Casa Blanca.
Casi todos saben que las cúpulas no tienen soluciones reales para la
crisis democrática de este país. Ésas tendrán que salir de esa oposición
vasta y dinámica, aunque fragmentada, que se ve en las calles, en las
aulas y hasta en las arenas del deporte (la extraordinaria huelga de la
semana pasada) y que es clave tanto para frenar el proyecto neofascista,
como para la continuación del neoliberalismo dentro de Estados Unidos.
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