Un dilema de estos 14 años
en Bolivia fue: ¿qué hacemos con los nuevos sectores que ahora tienen
ingresos medios y oportunidades nuevas producto de las condiciones del
proceso de cambio?
Fue parte de las estrategias electorales, cómo llegar a esa nueva
juventud que vivía en esta nueva condición de clase y, además, cómo
responder a este sector que resultó siendo cada vez más mayoritario y
cada vez más urbano. Pues resulta que el hecho de que el proceso de
cambio se presentara en los últimos años como un proceso democratizador e
incluyente para los propios grupos de poder del pasado, contribuyó a su
despolitización y a que la inclusión se convirtiera en un canal de
acceso al mercado de los consumidores, entonces el modelo es el propio
mercado, competitivo, occidental e individualista-racista; pues para ser
exitoso no sólo hay que tener muchos títulos, sino también parecer
menos indio.
Pero este mismo camino llevó a un mayor encumbramiento de mercado de
las clásicas clases medias de este país, que no se distinguió en el
pasado por tener una amplia cintura social, sino más bien por amplias
mayorías excluidas y una mínima oligarquía de poder. Dichos sectores
siempre se distinguieron por su toque de distinción racista, de ostentar
abolengo y apellidos, en alguna medida recursos, pero sobre todo el
diferenciarse de
la indiada, en un complejo de inferioridad que les hacía sentir que mientras más odiaban a los indios, más aceptados podía ser entre los escasos círculos oligárquicos.
De esta manera, fue una afrenta de clase el que un indio se
convirtiera en Presidente a nombre de todos, y de ellos que reivindican
su origen colonial antes que indígena, y empezaron a aflorar los odios,
junto a la sensación de invasión de clase que realizaban los sectores
populares con nuevas condiciones de derechos y de consumo.
Entonces, frente a la revolución de la inclusión en estos casi 14
años, estos sectores medios empezaron a ampliar su descontento hacia
otras formas políticas ya que los partidos de antaño ya no los
representaban. Agrupaciones ciudadanas, que se organizaban por intereses
concretos, que junto a la gran afluencia hacia las iglesias
evangélicas, propugnaron el nuevo discurso de la
despolitización, mezclando demandas de clase junto a una aureola religiosa de una predestinación que politizó temas como el tema del aborto o del feminismo como atentados contra la familia.
Aunque el proceso electoral en torno a la necesidad de adscribirse a
organizaciones y partidos políticos polarizó la participación, estas
formas organizativas sectoriales, temáticas juveniles y de clases medias
se mantuvieron como una nueva identidad política de clase. El Comité
Cívico Cruceño, junto a su brazo paramilitar, la juventud cruceñista se
convirtieron en un referente de este nuevo momento de organización
política, que en las condiciones aceleradas por la coyuntura electoral,
les permitieron comandar a estos nuevos sectores políticos, esta vez con
un componente nuevo, la expansión del discurso hacia otras capitales de
departamento a escala nacional, que combinaron las representaciones
políticas formales y partidarias con las representaciones cívicas, y las
representaciones universitarias (que precisamente representan las
clases medias en ascenso tanto como las tradicionales; en las
universidades públicas como privadas); que logra un bloque urbano de
enfrentamiento con el proceso de cambio, con las organizaciones sociales
y con la mayoría popular. A ellos se sumaron en Cochabamba la
Resistencia Kochala, que son quienes comandaron los actos de violencia y racismo contra las campesinas y sobre todo las polleras a las que quieren negar en su propia identidad; lo propio con los universitarios sucrenses o el comité cívico de Potosí ; o del Beni, tomado por la propia gente de los cívicos cruceños.
En fin, estamos viviendo la rebelión de las clases medias, que se
atribuyen la voz del pueblo, como siempre lo hicieron, también en sus
representaciones partidarias del pasado; pero además con el componente
de la violencia desatada, de la vuelta a los discursos racistas en
nombre de la democracia, del irrespeto a la institucionalidad lograda
por cuanto ha sido hecho por
los indios; pero eso sí, están dispuestos a defender la Constitución si les sirve para sus propios fines políticos.
Como corolario de estos movimientos juveniles y cívicos encontramos
la entronización de un nuevo liderazgo nacional a partir de la
presidencia del Comité Cívico de Santa Cruz, con Camacho, un empresario
exitoso que hizo dinero gracias al propio proceso de cambio, pero que se
encumbró políticamente en este nuevo contexto de negación de la
política formal, y sin embargo coordinando con ella a través de los
partidos de oposición. No sólo el discurso radical y racista de la
exclusión que abiertamente volvió con este personaje, sino que asumió
que su principal estructura discursiva debía ser con componentes
religiosos. Entonces incorpora no solo la mención de Dios en sus
discursos, sino también incorpora la imagen de la Virgen de Schoensttat,
(la de los croatas que es un grupo oligárquico de Santa Cruz); realiza
oraciones en los cabildos, llora y gesticula como los pastores
evangélicos. En este camino es que la siguiente etapa de este proceso de
rebelión es que este liderazgo se sobrepone a los liderazgos
partidarios y se asume como salvador de Bolivia.
En un acto
de valentíase lanza a La Paz para entregar una carta de su renuncia a Evo Morales, y dice que le entregará a Evo junto a la Biblia, porque Dios volverá a entrar al Palacio de Gobierno, pues con Evo estuvo en manos del diablo. La pregunta obligada es ¿cuál será el plan de su dios para Bolivia en manos del ungido Camacho? Será el orden perdido que se instituyó en la colonia o bien las exclusiones de la república, o más bien el de la violencia neoliberal de los ricos contra los derechos de la mayoría pobre. En definitiva, parece ser esta la propuesta política mesiánica, o más bien la no propuesta fascistoide del evangelismo cívico que hoy enfrenta el proceso de cambio y al liderazgo de Evo Morales.
*Coordinador general de la Enciclopedia Memoria Constituyente de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia
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