Nací
en San Salvador, capital salvadoreña, en diciembre de un convulsivo
1989. Ese año, en mi país se libraban muchas batallas, una de ellas, la
que hurgaba en el hígado de un enemigo desgastado que gobernaba el país
desde el militarismo y que dio a luz frutos que hoy no nos parecen del
todo duraderos. Aquella guerra entre el Gobierno, representante
político de las oligarquías y los injerencistas estadounidenses, y el
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que desde el nombre
del real y no oficial personaje aglutinaba a las principales fuerzas
político militares progresistas que buscaban que todas las voces
reprimidas de El Salvador pudieran escucharse y tener alguna
participación en el quehacer político, económico, social y cultural
salvadoreño. Otros, en el interior del país o en los municipios de San
Salvador, ni se enteraban.
Esta lucha no deja de ser digna pero
la violencia es evidente.Otra de esas batallas que mencioné
arriba, tiene que ver con la información que habría abierto la
reconciliación nacional y habría marcado un auténtico nuevo capítulo de
nuestra historia vital. Se trata de que quienes cometieron crímenes de
lesa humanidad, quienes asesinaron, quienes torturaron y reprimieron
tengan los auténticos cojones para ir a los medios de comunicación y
asumir el peso de sus actos: “Yo hice esto y esto porque en ese momento
creí que era lo correcto”. Y entonces todos los exguardias nacionales,
todos los expolicías nacionales, todos los expolicías de hacienda,
todos los exmilitares, todos los escuadroneros, todos ellos harían
valer su hombría, en los términos machistas que ellos defienden y
merecerían que se les reconozcan sus aportes a la protección de “la
patria”, así como exigen en los últimos años. Que nos dijeran, sin
temor a ser juzgados por tribunales competentes aún no nacidos, qué
hicieron exactamente por la patria. Porque si esa “patria” que arguyen
pretende ser “mi patria”, al menos quisiera saber por qué mi patria
debe seguir fundada en crímenes horrendos.
Casi por casualidad,
las demandas de estos sectores -los veteranos de las Fuerzas Armadas de
El Salvador (FAES)- aumentaron en los últimos cinco años, bajo una
administración de centro izquierda y no durante los veinte años de
gobiernos de derecha, quienes fueron los más directos favorecidos por
las masacres y la represión del pueblo. Ellos, los veteranos, los carne
de cañón, los mal alimentados empleados del militarismo, siguen mal
alimentados, siguen siendo carne de cañón y están tan desinformados
porque creen que el pueblo les debe algo por haber ayudado a la
Oligarquía a devorar a su propio pueblo.
Ellos, que dedicaron
probablemente los mejores años de su juventud para ver, sentir y
ejecutar los horrores de la guerra, no están en la misma posición
social en que sí están sus exlíderes si no fallecidos, hoy diputados,
alcaldes, empresarios, analistas políticos, y otros parásitos.Hoy,
una mengana cualquiera se despierta inexplicablemente dolorida del
alma; yo, una mengana de clase baja que no se graduó todavía de la
única universidad nacional de El Salvador; yo, una mengana que no fue
víctima durante esos doce, veinte, cincuenta años de violencia, me
busco entre las miles de víctimas y en cada uno de sus nombres
encuentro la letra que debería conformar mi nombre para sentirme en
este momento más completa; yo, una mengana ninguneada que puede ser
asesinada hoy o mañana sin que su vida haya costado un pepino, sé que
las pandillas encontraron la mejor escuela de violencia, de tortura, de
desaparición forzada, de masacre, de represión, de machismo, en la
violencia estadounidense injerencista.
También su mejor escuela yace en
la violencia de Estado que ejecutó cada una de las policías del pasado,
cada uno de los exmilitares involucrados, cada uno de los paramilitares
que hoy se protegen en Miami, como empresarios, como políticos o como
analistas políticos de derecha.Hoy siento que algo me hace
falta. Me hace falta asistir, por ejemplo, a un Museo de la Fuerza
Armada de El Salvador que diga la verdad sobre el papel del ejército en
la historia salvadoreña. No la historia oficial que me dice que los
soldados salvaron a mi patria del comunismo; no la historia oficial que
reafirma a Domingo Monterrosa como un héroe y no como un genocida; no
la historia oficial que se niega a escribir -quizá por pena- los
crímenes cometidos por el General Maximiliano Hernández Martínez en
1932; no la historia oficial que sigue opinando que estos aparatos de
represión sirvieron para proteger a las y los ciudadanos.O
quizá las mejores frases de la historia oficial sean más realistas de
lo que quisiera creer.
Es posible: las y los ciudadanos siguen siendo
los mismos que en la democracia griega. Quizá la ciudadanía siga
siendo, después de todo, ANEP, ASI, FUNTER, ARENA, ASDER, TCS, ESEN, y
otros(1), todos próximamente reunidos en el Encuentro Nacional de la
Empresa Privada (ENADE 2014) para pensar en cómo volvernos altamente
competitivos en el mercado. Lamentablemente el problema económico sigue
pareciendo el único problema neural de El Salvador. Con algunos
agregados, la clase alta y media alta de El Salvador siguen siendo, a
lo mejor, la única sociedad civil con voz, veto y voto que actualmente
sigue guiando el hacer y decir salvadoreño.
Y yo, mengana vil,
ignorante, embrutecida por la mentira y la violencia de las pandillas
no tengo más esperanza que ir y venir de un trabajo a otro y esperar a
que la cobardía y la impotencia de mi propia clase, expresada en las
pandillas, me asalte, me amenace, me desaparezca, me torture o me mate
un día como hoy. Debo conformarme además, con haber abonado a la
destrucción de la juventud desde mi propia violencia. Porque al fin y
al cabo, las pandillas cumplen muy bien el rol que la antigua FAES y
los escuadrones de la muerte cumplían antes de los Acuerdos de Paz. Y
las pandillas siguen siendo además, resultado de la más completa
incapacidad de resolver las cosas sin violencia y de la incapacidad de
nuestra clase de acudir a algo más fecundo que el sectarismo religioso.
Nota
1.- Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI), Fundación Teletón Pro-Rehabilitación (FUNTER); Alianza Repuublicana Nacionalista (ARENA), Asociación de Radiodifusores de El Salvador (ASDER), Telecorporación Salvadoreña (TCS), Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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