Joan Martínez Alier*
En
toda Sudamérica hay enormes exportaciones en volumen (toneladas de
petróleo, carbón, mineral de hierro, soya, madera, cobre…) y sin
embargo varios países (Brasil, Colombia, Perú, Venezuela, Argentina,
Ecuador) no logran apenas pagar sus importaciones. Argentina está entre
caer o no en déficit comercial. Colombia, Brasil, Perú, Ecuador ya lo
hicieron en 2013 y principios de 2014. Sus exportaciones no pagan sus
importaciones. Un ejemplo: Colombia vende al exterior unas cinco veces
más toneladas que lo que compra de él, y sin embargo no puede pagar sus
importaciones con las exportaciones que, en este caso, son en buena
parte de carbón.
Persiste una estructura desfavorable en el comercio exterior, se
exportan más toneladas que se importan, y se vende mucho más barato por
tonelada que lo que se compra. Y esa gran exportación física no
consigue ya pagar las importaciones o lo consigue apenas. Las balanzas
comerciales de estos países medidas en dinero están ya en déficit,
excepto en Argentina, que tiene todavía con un pequeño superávit.
Un reciente artículo publicado por la Flacso-Ecuador (de Pablo
Samaniego, María Cristina Vallejo y yo mismo) con el título Déficits
comerciales y déficits físicos en América del Sur llama la atención
sobre esos hechos, fruto de una equivocada política extractivista.
Nuestro artículo va a contracorriente de los entusiasmos generados por
la evolución favorable en los términos de intercambio en los inicios
del siglo XXI en América del Sur. Al analizar en detalle tres países
andinos (Colombia, Ecuador y Perú) comprobamos que ciertamente existió
una mejora en los términos de intercambio, pero que en 2012-2014 toca a
su fin.
Da lo mismo que los gobiernos sean nacional-populares o
neoliberales. En Brasil y Argentina, al igual que en esos otros países
y en Venezuela, las exportaciones son persistentemente mayores que las
importaciones (en toneladas). Sin embargo, Brasil ya entró en déficit
comercial entre enero y marzo de 2014 de 6.072 millones de dólares, el
mayor para un trimestre en 21 años, mientras Argentina ha visto casi
desaparecer su superávit comercial entre 2012 y el primer trimestre de
2014. Y eso a pesar que la moneda de ambos países se ha estado
devaluando, en un intento por exportar todavía más cantidades y de
frenar importaciones.
Existe estructuralmente una relación de intercambio desfavorable que
se observa en dos ámbitos: por una parte, se registran persistentes
déficits físicos, es decir, se exportan más toneladas de materiales que
se importan. Lo llamamos
déficitporque se pierden recursos naturales, se agotan los recursos. En años muy recientes esta trayectoria se acompaña en países grandes y chicos por un contraproducente déficit en la balanza comercial monetaria, que compone el segundo ámbito de deterioro estructural en el comercio exterior de estas economías. ¿Por qué contraproducente? Porque en principio conduce a un endeudamiento mayor y a una presión por exportar más y más, causando mayores daños ambientales y más conflictos sociales. Los déficits comerciales exigen otros ingresos en el balance de cuenta corriente o en el balance de capitales. La afluencia de inversión extranjera directa puede compensar el déficit comercial, pero va a generar rentas que se escapan después del país.
Un
ligero resfriado en China se convierte en pulmonía en América del Sur,
aunque uno pueda pensar que la demanda de materias primas que no se
reciclan (como los combustibles fósiles) o que se reciclan sólo en
parte (como los metales) tenderá a ser firme, incluso sin crecimiento
económico mundial. Si el mundo hoy quema 90 millones de barriles,
mañana va a quemar otros 90 millones, un poco más o un poco menos. La
energía no se recicla. La demanda se mantiene, pero los costos
económicos, sociales y ambientales de la extracción son crecientes al
disminuir la ley de los minerales metálicos y extraer petróleo o gas de
lugares más recónditos, como sucede también en la extracción de madera,
soya, palma de aceite. Al mismo tiempo, con ofertas abundantes, los
precios pueden bajar mucho a causa de pequeñas oscilaciones en las
coyunturas de los países importadores.
Así pues, las críticas de los post extractivistas sudamericanos
(Maristella Svampa, Eduardo Gudynas, Alberto Acosta) tienen doble
fundamento económico. La exportación de materias primas agota los
recursos naturales, produce contaminación y causa conflictos con las
poblaciones locales, envileciendo a los gobiernos que usan la represión
como método para la extracción, como el presidente Correa, en Intag,
Ecuador, en estas semanas, olvidándose ya del Buen Vivir o Sumak
Kawsay. Y por otro lado, los precios de esas cuantiosas exportaciones
son baratos en relación con las importaciones. Se exporta mucho y sin
embargo no se cubre el costo de la importación. De ahí un nuevo camino
por la ruta del endeudamiento.
*ICTA-Universitat Autònoma de Barcelona
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