Todo el mundo, periodistas
y analistas especialmente, escribe sobre la crisis del nuevo
coronavirus haciendo analogías con la crisis económica de 2008. Pero hay
que echar la mirada unos años más atrás para encontrar otro punto de
referencia: la época posterio al 11S donde un shock a escala planetaria sirvió como excusa para el mayor recorte a las libertades civiles y políticas nunca antes visto, Patriot Act mediante.
El escenario que tenemos por delante es una combinación de ambos
escenarios: la mayor crisis económica de los pasados 70 años combinada
con la militarización y retroceso de las libertades en nuestras
naciones. Todo ello en un momento en el que el neoliberalismo nos ha
dejado sociedades fragmenta-das donde prima el individualismo, fomentado
cada vez más por los grandes avances tecnológicos.
Una vez inoculado el miedo al virus, nuestras sociedades están
transformándose a pasos agigantados. Encerrados en nuestras casas, el
mayor miedo ahora es que los mercados inertes se enfermen de
coronavirus, un virus que no discrimina por raza, género o clase, pero
sí lo hacen nuestras sociedades, discriminación facilitada por una cada
vez mayor militarización de las mismas.
Todo este escenario se sintetiza en Estados Unidos, que ya se ha
convertido en el país con más contagios y muertos del mundo y donde, sin
embargo, y a pesar de la negación primero y de una pésima gestión
después, la popularidad de Donald Trump sigue en aumento, y todo parece
indicar que será relecto en noviembre frente a un Partido Demócrata sin
ideas una vez consumada la retirada de Bernie Sanders, quien tenía las
mejores propuestas para hacer frente a una crisis de salud y económica
como la que estamos viviendo, y la consolidación de Joe Biden como
candidato presidencial para enfrentar a Trump. La elección entre éste y
Biden demuestra que el miedo prevalece y que el pueblo estadunidense no
está preparado para los cambios que vienen.
Mientras tanto, en Francia, Macron declara:
estamos en guerra, y en España se declara el estado de alarma nacional, se saca al ejército a las calles y La Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial desarrolla una aplicación que permita geolocalizar mediante teléfono móvil a todos y cada uno de las y los ciudadanos de la nación para verificar dónde se encuentran y si están donde declaran estar. En Italia la app que se está desarrollando busca detectar los casos de contagio y con qué personas se han estado encontrando o reuniendo las y los italianos con la finalidad de aislarlos lo más rápido posible.
Entregar nuestros datos para resolver una crisis de salud no sería
tan grave si no fuera porque cuando la pandemia termine, la tecnología
al servicio del control social permanecerá.
Pero es en China donde el uso de tecnología y control social se ha perfeccionado mediante la aplicación Suishenban,
una especie de semáforo que después de otorgarle todos los permisos
para tu geolocalización y control, te ofrece luz verde, amarilla o roja,
en función de los lugares que hayas visitado y la gente de la que hayas
estado cerca. El código QR que proporciona es ya un pasaporte para
entrar a edificios gubernamentales, hospitales e incluso negocios
privados. Suishenban utiliza big data y tiene acceso a
las bases de datos de la Policía, la Comisión de Sanidad, operadores de
telefonía e Internet y aerolíneas. Eso, combinado con el control de la
temperatura corporal de la gente en las calles, ha conseguido frenar la
pandemia en el territorio de la República Popular China. Si a todo ello
le sumamos el sistema de crédito social del gobierno chino, junto a
otros como el Zhima Credit de Alibaba, en el que un algoritmo te da una
puntuación más o menos alta, según tu buen comportamiento, puntuación
que te permite acceder a diferentes servicios, 1984, de Orwell, se queda corto, aunque el episodio Nosedive, de Black Mirror, se aproxima bastante.
También en América Latina y el Caribe se han sacado los militares a
las calles en Chile, Colombia o Brasil, y no sólo para realizar las
necesarias labores logísticas, como en México, sino para controlar a la
población. Una población que según la Cepal es inminente que sea más
pobre, pasando de 185 a 220 millones las y los latinoamericanos y
caribeños en situación de pobreza y extrema pobreza, un tercio de los
620 millones que habitan nuestra América.
Pero si el coronavirus nos va a dejar una mayor militarización y
recorte de libertades como efectos negativos de la crisis económica y de
salud, también nos debería dejar elementos positivos para pensar la
sociedad que viene, como una apuesta decidida por desmercantilizar la
salud y una cada vez menor dependencia del dólar, la moneda de unos
Estados Unidos que sólo representan 10 por ciento del comercio y 15 por
ciento del PIB mundial.
La era de la biopolítica digital ya está aquí, y en la medida en que
se transforma el concepto de soberanía, cerrándose fronteras, pero
abriéndose los datos, debemos aprovechar la apuesta por la tecnología y
el 5G que Estados Unidos y Europa intentan vetar para no dejar a China
convertirse en la primera potencia mundial, y utilizarla a nuestro favor
para construir una sociedad más justa que deje atrás el modo de
producción capitalista. Con coronavirus, o sin él.
*Politólogo vasco-boliviano
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