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miércoles, 22 de abril de 2020

La conquista histórica de la Gran Madre Tierra


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Foto: servindi.org


A propósito de una nueva celebración del Día Mundial de la Tierra este 22 de abril, resulta llamativa la retórica de buena parte de los gobernantes en el mundo, centrada en una guerra declarada contra el Covid-19, como si fuera un enemigo poderoso a vencer desde los distintos Estados, en un especie de nuevo Leviatán Sanitario, el cual se ha dedicado a instalar la idea de la aparición de un ser implacable y criminal que solo quiere asesinar a seres humanos.

Un discurso bélico contra este nuevo virus que no hace más que reactualizar la guerra contra la Gran Madre Tierra, iniciada hace miles de años atrás con la aparición del patriarcado, en donde su conquista fue el horizonte a seguir, dentro de un proceso que se irá profundizando con el tiempo, hasta llegar a un momento actual en donde las condiciones mínimas para la reproducción de la vida se encuentran en peligro.
 
En consecuencia, un proceso histórico, el cual según distintas investigaciones arqueológicas, tendrá a la Venus de Willendorf, aparecida hace 25.000 años atrás, como el ícono que mejor representa a la Gran Madre Tierra del período paleolítico, la cual no se percibirá como un ser omnipotente, dominador y trascendente, como es representado el Dios creador por las religiones patriarcales existentes.  


 
Por el contrario, las distintas Venus serán un ser inmanente, el cual se caracterizará  por ser la engendradora de vida en un mundo nómade y conectada con los ciclos vitales. De ahí que las grandes deidades de vida posteriores hayan derivado de esa primera Gran Madre Tierra, llevando diferentes nombres por distintos pueblos, como lo es la Pachamama, Gaia, Tiamet, Ishtar, Inanna, Astarte, Ñuque Mapu, Ixchel, Coaylicue, Nuna, Maka Ina, Kokyang Wuthi, entre muchas otras denominaciones históricas.   



No obstante, estas deidades situadas territorialmente, se verán en peligro por un proceso de masculinización de la divinidad, iniciado con la Revolución Neolítica en adelante, en donde el aumento de conflictos por el control de tierras aumentará considerablemente, trayendo consigo que muchas de aquellas perdieran sus cualidades, se fragmentaran e incluso fueran vistas como seres de sufrimiento y de muerte,  para dar paso a la aparición de Dioses guerreros fuertes, valientes y heroicos, donde el centro estaba puesto en la conquista y en la superioridad de unos sobre otros, como es el caso de Horus, Marduk, Teshub, Zeus, Júpiter, entre otros. 



En cuanto a la triada de religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), no hizo otra cosa que profundizar aquel proceso de conquista patriarcal de la Gran Madre Tierra, llegando a su punto más alto con la colonización de Abya Yala, en donde los conquistadores traían una concepción completamente negadora de aquella deidad de vida histórica, la cual aún se mantenía viva en muchos de los pueblos existentes, pero que para los conquistadores será una mera canasta de recursos. Es por esto que el Dios patriarcal y antropocéntrico traído con los conquistadores, verá a su entorno (humanos y no humanos) como seres salvajes que se les deberá dominar. 



Con el paso de los siglos, aquella concepción naturalista del mundo de carácter occidental se impondrá a nivel global, por intermedio de la secularización de Dios, a través de la Ciencia Moderna de corte racionalista y empirista, la cual será el mejor instrumento para imponer la idea de una supuesta civilización universal, la cual no es otra cosa que una civilización de muerte que ha buscado erradicar otros mundos de vida, ya sea a través de las guerras o simplemente de la negación de estas. 



De ahí que procesos eurocéntricos y antropocéntricos, como lo son el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial sean parte de un correlato lineal de la historia, como del tiempo y del espacio, en donde la Gran Madre Tierra no es otra cosa que un ser que debe ser conquistado y controlado. El filósofo inglés Francis Bacon, padre del empirismo, dejará en explícito esa mirada moderna al momento de decir “que la ciencia torture a la Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para conseguir develar el último de sus secretos”.   



Por todo lo señalado anteriormente, más que celebrar el Día Mundial de la Tierra este 22 de abril, debiera ser una oportunidad para reflexionar sobre el sentido de darle un día a un sistema vivo complejo del cual somos parte, como seres humanos, y que en los últimos siglos se ha intentado hacer creer de que estamos por encima de él, ya sea a través de un Dios poderosos o de una Ciencia objetiva.


Andrés Kogan Valderrama
Sociólogo
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable
Magister en Comunicación y Cultura Contemporánea 
Doctorando en Estudios Sociales de América Latina
Editor de Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org
 https://www.alainet.org/es/articulo/206051

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