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domingo, 12 de abril de 2020

Didier Raoult: chaleco amarillo



El investigador francés Didier Raoult, microbiólogo de reputación mundial especializado en enfermedades infecciosas, se encuentra en el centro de una polémica desencadenada por la pandemia del nuevo coronavirus. Este científico propone un tratamiento a base de chloroquina, más precisamente hydroxichloroquine, producto que, según Raoult y el grupo de especialistas que lo secundan, podría curar las enfermedades contaminadas por el virus a condición de seguir sus instrucciones y aplicar el tratamiento al inicio de la enfermedad. Estos especialistas dan resultados en cifras que probarían la exactitud y la eficacia de su programa. Didier Raoult es director del Instituto Hospitalario-universitario en Enfermedades infecciosas de Marsella y laureado con el gran premio del Inserm (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica) en 2010.
Esta esperanza de curación gracias al chloroquine produjo, de inmediato, un levantamiento de críticas, protestas y agresiones verbales. Otros investigadores de medicina, no menos diplomados y respetables, impugnaron resueltamente el resultado de los trabajos efectuados por el instituto de Marsella bajo la dirección de Didier Raoult. Cuestión de método: según ellos, las estadísticas no habían sido establecidas de acuerdo con las normas científicas requeridas.
Los científicos del instituto de Marsella respondieron que esta ola de reprobaciones era una prueba más de la arrogancia incorregible de los parisienses y de su menosprecio hacia los pobres provincianos marselleses. El tema dejaba el terreno de la medicina para tomar el de la eterna rivalidad entre la capital y la provincia, dando a la polémica un giro irracional. Excepción que confirma la regla: un grupo de doctores parisinos, entre ellos Alain y Jean-Pierre García, hicieron un llamado en apoyo al tratamiento de Raoult.
Después del desacuerdo médico y la rivalidad de las metrópolis, como si hicieran falta otras causas de cizaña, se declararon otras guerras. Para empezar, la política, siempre subyacente en los conflictos. ¿Hacia qué lado se inclinaba el Poder Ejecutivo: el presidente y el gobierno franceses? La controversia se extendió a la persona misma de Didier Raoult: ¿era un opositor, una especie de rebelde insumiso a las autoridades? Su aspecto fascina y desconcierta desde que se dejó crecer el cabello. Y este pelo largo ha dado lugar a todas las interpretaciones, incluso las más inverosímiles. Quienes prefieren bromear de su lado lo llaman Panoramix, nombre del druida que prepara una poción mágica, gracias a la cual los habitantes de un pequeño pueblo resisten a la invasión de los romanos. Se agrega a esta controversia, en importantísimo lugar, la guerra financiera. Intereses económicos disimulados a menudo tras el importante papel de los laboratorios farmacéuticos. No sería la primera vez que un escándalo estalle alrededor de los productos y maniobras de la poderosa y rica industria farmacéutica. Mientras el tratamiento del investigador y médico Didier Raoult no cuesta casi nada. Este científico, y quienes lo siguen, desean, en primer lugar, curar a los enfermos, sin ocuparse de ganar dinero. De ahí la nueva polémica que una cierta casta médica o mandarinato de investigadores al servicio de intereses financieros trata de encubrir poniendo en duda y desacreditando los trabajos científicos de Raoult. Así, los ataques se multiplicaron en todos sentidos a tal extremo que algunos observadores se decidieron a plantear algunas graves cuestiones: ¿los intereses monetarios prevalecen sobre las cuestiones de salud pública? ¿El coronavirus no sería el único enemigo invisible del bienestar sanitario? El polifacético Didier Raoult, fiel al juramento de Hipócrates, rebelde a la tecnocracia médica dominante, personalidad original que no teme decir lo que piensa y hace tambalearse ideas preconcebidas, ¿sería, como ya se dice, el chaleco amarillo de la medicina?

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