Vilma Fuentes
El investigador francés Didier
Raoult, microbiólogo de reputación mundial especializado en
enfermedades infecciosas, se encuentra en el centro de una polémica
desencadenada por la pandemia del nuevo coronavirus. Este científico
propone un tratamiento a base de chloroquina, más precisamente
hydroxichloroquine, producto que, según Raoult y el grupo de
especialistas que lo secundan, podría curar las enfermedades
contaminadas por el virus a condición de seguir sus instrucciones y
aplicar el tratamiento al inicio de la enfermedad. Estos especialistas
dan resultados en cifras que probarían la exactitud y la eficacia de su
programa. Didier Raoult es director del Instituto
Hospitalario-universitario en Enfermedades infecciosas de Marsella y
laureado con el gran premio del Inserm (Instituto Nacional de la Salud y
de la Investigación Médica) en 2010.
Esta esperanza de curación gracias al chloroquine produjo, de
inmediato, un levantamiento de críticas, protestas y agresiones
verbales. Otros investigadores de medicina, no menos diplomados y
respetables, impugnaron resueltamente el resultado de los trabajos
efectuados por el instituto de Marsella bajo la dirección de Didier
Raoult. Cuestión de método: según ellos, las estadísticas no habían sido
establecidas de acuerdo con las normas científicas requeridas.
Los científicos del instituto de Marsella respondieron que esta ola
de reprobaciones era una prueba más de la arrogancia incorregible de los
parisienses y de su menosprecio hacia los pobres provincianos
marselleses. El tema dejaba el terreno de la medicina para tomar el de
la eterna rivalidad entre la capital y la provincia, dando a la polémica
un giro irracional. Excepción que confirma la regla: un grupo de
doctores parisinos, entre ellos Alain y Jean-Pierre García, hicieron un
llamado en apoyo al tratamiento de Raoult.
Después del desacuerdo médico y la rivalidad de las metrópolis, como
si hicieran falta otras causas de cizaña, se declararon otras guerras.
Para empezar, la política, siempre subyacente en los conflictos. ¿Hacia
qué lado se inclinaba el Poder Ejecutivo: el presidente y el gobierno
franceses? La controversia se extendió a la persona misma de Didier
Raoult: ¿era un opositor, una especie de rebelde insumiso a las
autoridades? Su aspecto fascina y desconcierta desde que se dejó crecer
el cabello. Y este pelo largo ha dado lugar a todas las
interpretaciones, incluso las más inverosímiles. Quienes prefieren
bromear de su lado lo llaman Panoramix, nombre del druida que
prepara una poción mágica, gracias a la cual los habitantes de un
pequeño pueblo resisten a la invasión de los romanos. Se agrega a esta
controversia, en importantísimo lugar, la guerra financiera. Intereses
económicos disimulados a menudo tras el importante papel de los
laboratorios farmacéuticos. No sería la primera vez que un escándalo
estalle alrededor de los productos y maniobras de la poderosa y rica
industria farmacéutica. Mientras el tratamiento del investigador y
médico Didier Raoult no cuesta casi nada. Este científico, y quienes lo
siguen, desean, en primer lugar, curar a los enfermos, sin ocuparse de
ganar dinero. De ahí la nueva polémica que una cierta casta médica o
mandarinato de investigadores al servicio de intereses financieros trata
de encubrir poniendo en duda y desacreditando los trabajos científicos
de Raoult. Así, los ataques se multiplicaron en todos sentidos a tal
extremo que algunos observadores se decidieron a plantear algunas graves
cuestiones: ¿los intereses monetarios prevalecen sobre las cuestiones
de salud pública? ¿El coronavirus no sería el único enemigo invisible
del bienestar sanitario? El polifacético Didier Raoult, fiel al
juramento de Hipócrates, rebelde a la tecnocracia médica dominante,
personalidad original que no teme decir lo que piensa y hace tambalearse
ideas preconcebidas, ¿sería, como ya se dice,
el chaleco amarillode la medicina?
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