Entrevista al periodista Rafael Poch de Feliu
Fuentes: eldiario.es
El inicio de la crisis del coronavirus en China fue
descrita por algunos medios como “el Chernobyl chino”, sugiriendo el
inicio de la decadencia de la potencia asiática. Un par de meses
después, parece todo lo contrario…
Hay que ser muy prudentes, porque de este virus nos falta mucha
información, pero de momento el Chernobyl no es tanto chino como
americano. Hace unas semanas, cuando el principal foco era Europa, escribí que
el siguiente problema gordo podía ser el de Estados Unidos, y eso es lo
que tenemos ahora. En Estados Unidos se están confirmando las cosas más
locas que se pensaban sobre ellos, como que es un país que pone el
dinero por delante de la gente, que es incapaz de cesar sus sanciones
que la crisis convierten en aun más criminales, o que tienen unos
responsables políticos absolutamente disparatados, como el gobernador de
Florida, Ron DeSantis, que tiene una población de ancianos muy
abultada y que no ha hecho prácticamente nada, o el de Georgia, Brian
Kemp. Y eso por no hablar del principal incompetente y negacionista que
está en la Casa Blanca, lo que no le impide ofrecer mil millones a una
empresa alemana para hacerse con la exclusiva de posibles remedios.… Y
mientras eso pasa en Estados Unidos, en China parece que de momento
están saliendo. La actitud exterior china no solo no ha sido
negacionista sino que ha dado información muy fluida a la OMS y ha hecho
una labor de ayuda extraordinaria brindando a los demás un tiempo que
no todos han sabido aprovechar para prepararse. Esta es una crisis en la
que por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados
Unidos, y parece que algunas incluso van a venir de China.
¿Por
qué cree que se no se espera que las soluciones vengan de EE.UU?
¿Muestra una decadencia del país como potencia única o es por
otras razones?
La
crisis ha puesto en evidencia una situación que ya teníamos, que
es una tendencia a cierto relevo de potencias. No en el sentido de
que China vaya a ser la próxima superpotencia hegemónica, no está
claro que China quiera ser eso, pero sí en el sentido de que el
vector que ya conocíamos de que la potencia estadounidense se iba
relativizando mientras la china se iba aumentando. Esta pandemia nos
ha ofrecido una fotografía de eso. Y todo aquello que
barruntábamos, de repente, lo vemos.
Antes
sugería que quizás China no quiere ser esa potencia a la que
parece estar llamada a convertirse. ¿Por qué?
Por
tradición secular, China ha sido un país y una cultura
introspectiva, más bien cerrada en sí misma. No ha sido una
potencia expansiva. Sí, ha tenido cierta expansión imperial en su
inmediato entorno, pero no ha sido un imperio de comercio de gran
distancia ni nada de eso, como fueron las potencias europeas. Y el
motivo podría ser la gran fragilidad interna que siempre ha tenido
China, un país en el que siempre han coincidido las sequías con
las inundaciones y, en fin, que siempre ha tenido enormes problemas
de gobernabilidad interna. También cierta idea de superioridad y
autosuficiencia, de “nuestra civilización como la más perfecta
por lo que hay que concentrarse en defenderse de los bárbaros”,
lo que la Muralla China representa.
Pero
todo esto puede ser música celestial si lo cotejamos con los
imperativos de la globalización, cuando hablamos de una potencia
industrial y de exportación, que necesita materias primas para
funcionar, y eso cambia mucho las cosas. Desde el momento que eres
la fábrica del mundo tienes que abandonar esa introspección y
necesitas proyección exterior.
En
Europa se ha instalado cierta idea fatalista de que, si vamos a
competir con China, hace falta que demos un giro tecnocrático. ¿Es
así?
Antes
hablábamos de Chernobyl. En estos momentos Europa está en la UCI,
clarísimamente. También ha ofrecido una fotografía en esta crisis
de todas las miserias e insuficiencias que la Unión Europea
demostró durante la crisis del 2008. El egoísmo de Alemania, la
incapacidad de hacer una política solidaria dentro de un esquema
diseñado como una autopista de la globalización neoliberal. Eso es
muy difícil de transformar porque los tratados que regulan los
principios neoliberales de la UE son inamovibles y están blindados
contra el cambio, lo que agudiza la crisis interna.
Una
crisis que parece recurrente entre el norte y el sur europeo.
En
el caso de Alemania las posiciones han sido espectaculares, en una
de las últimas reuniones, la del 26 de marzo, ante una presión
considerable en pro de medidas solidarias, Merkel realizó una
maniobra indecente. En manos de los cinco presidentes de las
instituiciones de la UE (Consejo, Parlamento, Comisión, BCE y
Eurogrupo) la posición de países como Francia, España e Italia en
favor de los llamados coronabonos parecía ineludible, así que hizo
que la decisión se tomara en el Eurogrupo donde los
adversarios de esa política tenían más peso, con Holanda y
Alemania en primer lugar. Este truco de Merkel lo explicaba el
indecente Der
Spiegel el dia
27. Este tipo de recursos ahora cada vez huelen más y son los que
llevan a la UE a la UCI. La Comisión Europea, entre 2011 y 2018,
exigió en 63 ocasiones a los países miembros que recortaran sus
gastos en sanidad o privatizaran ambitos enteros de su sistema
público de sanidad. La contabilidad es de Martin Schirdewan,
coopresidente del grupo de la Izquierda unitaria europea. Esto es
muy difícil de olvidar…
Así
como en la crisis pasada no parecía tan factible, en la actual
crisis se habla en voz alta de la posibilidad de una ruptura de la
UE. ¿Cree que es posible?
Creo
que estamos hablando de cosas que en cierta manera ya han sucedido.
Siempre pongo el ejemplo de la Sociedad de Naciones (1919), la
antecesora de la ONU. Fue un acontecimiento histórico, por primera
vez las naciones del mundo intentaban ponerse en común, conscientes
de que debían tratar problemas generales. La práctica demostró
que no pintaba nada, fue impotente ante las catástrofes del periodo
de entreguerras y no digamos en la génesis de la Segunda Guerra
Mundial, así que se acabó disolviendo en 1946 sin que nadie lo
notara. Pero luego se creó la ONU. ¿Por qué? Porque la necesidad
de una coordinación entre estados para un gobernanza mundial
existía, permanecía y se incrementaba trasla experiencia de la
guerra mundial. Pues yo creo que con la UE pasará lo mismo, no
sirve para nada, está complicando las cosas con el corsé del euro
y de sus irreformables tratados germánicos de cemento armado, nos
ha quitado soberanía y democracia, es imposible de cambiar con el
actual esquema pero, al mismo tiempo, la necesidad de una
integración entre las naciones de Europa es por todos reconocida y
fundamental.
¿Las
democracias liberales están peor preparadas para afrontar una
crisis como la del coronavirus o no tiene nada que ver con sistema
político?
La
pregunta es: ¿Para vencer al coronavirus tenemos que ser un régimen
autoritario de partido único o mandar a centenares de miles de
uigures a campos
de reeducación?
Pues creo que es una idea disparatada. Porque de momento, insisto en
el “de momento”, quien lo ha hecho bien no es solo China sino
Asia Oriental en general. Y ahí tenemos regímenes políticos muy
diferentes: Japón, Taiwan, Corea del Sur… Y en China ha habido
medidas de tipo autoritario (cuando el autoritarismo era necesario)
pero también otras que simplemente tienen que ver con el buen
gobierno y con anteponer la sanidad pública y los intereses de la
población a la economía. Eso ha ocurrido bajo diferentes métodos.
Ahora, sí que es necesaria cierta disciplina cívica y cierto
regreso a una gobernanza estatal efectiva, cosas que en occidente se
han perdido en beneficio de la gobernanza empresarial.
Uno
de los debates es sobre las medidas de protección a la salud en
contraposición con el impacto económico que podían generar. Y se
le pueden sumar también los derechos. ¿Cree que en Europa se ha
resuelto bien esta cuestión?
Respecto
a las libertades, en condiciones de pandemia la solidaridad pasa por
el distanciamiento social. Parece contradictorio, pero no, es
absolutamente claro. El confinamiento por tanto no solo no es
autoritario sino que es altruista y solidario. Ahora bien, el dilema
entre la economía y la salud no es ninguna tontería. El
actual parón va a provocar un colapso mayor. Otra cosa es que el
capitalismo siempre prime la economía en detrimento de la
población. Pero en una posición 100% humanista, atenta a los
intereses de la población, la pregunta continúa siendo válida:
¿Hasta qué punto este confinamiento llevado más allá de lo
razonable no se puede volver contra nosotros? Estamos ante
sociedades de clase y los de abajo son los que más van a sufrir. El
dilema este es muy serio, independientemente de que Trump, Bolsonaro
o Merkel, a otro nivel, le hayan dado una respuesta asquerosa desde
el principio.
En
un sistema comunista también habría este dilema, ¿no?
Claro.
Por eso hay que buscar un balance. Pero es muy difícil porque esta
pandemia, sin ser históricamente nueva, es novedosa porque hace
tantos años que no ocurría algo así, y nunca en una sociedad tan
moderna, que estamos en terreno desconocido.
Rusia
ha apostado por unas medidas mucho más blandas que China o el sur
de Europa en relación con el coronavirus. Parece que se ha alineado
más con los países negacionistas. ¿Por qué cree que ha sido así?
Hay
un punto de misterio en la respuesta rusa a esta pandemia, aún no
está claro si es que han tenido suerte, si han acertado mucho en
las medidas preventivas, o si han sido de una incompetencia
increíble. O podría ser una combinación de todas estas. En primer
lugar, las características de la sociedad rusa dan ventajas: hay
menos sociabilidad que en España o Italia, tienen un espacio físico
enorme, las redes viarias son menos fluidas, hay mucho comercio con
China, pero es sobre todo de petróleo y gas… todo esto ayuda a
que el impacto sea menor. Además Rusia cerró ya en enero la
frontera con China, y desde febrero los pasajeros a Moscú eran
controlados por equipos médicos, y a quien daba fiebre se le
confinaba en casa. Todo eso ocurrió.
Más
allá de lo que dice el Gobierno de Putin, entonces, ¿la clave es
que Rusia apostó por la prevención?
Sobre
todo fueron medidas muy prontas, ya desde enero. A partir de ahí,
la vida en Moscú ha continuado con menos cambios que aquí hasta
hace bien poco. Pero tienen pocos casos y por eso, a la pregunta de
si se falsea la información, pues es totalmente plausible. Yo
sostengo que en este tipo de crisis la estadística se convierte en
un recurso de Estado: cada uno cuenta los muertos como quiere. Y eso
es aplicable tanto a China como a Rusia, a Estados Unidos, Alemania
o España.
Hay
quien sostiene que la crisis del coronavirus puede generar un giro
hacia posiciones más solidarias o de defensa de los servicios
públicos. ¿Lo ve de forma tan optimista?
Yo
lo que veo claro es que las cosas van a cambiar. Pero, ¿En qué
línea? Esta es la cuestión. ¿Hay oportunidades para un cambio
negativo o positivo? ¿Puede acabar esto en una guerra? Por qué no.
¿Puede acabar en una revuelta social o en un despertar social
contra el neoliberalismo? Pues también, puede ser. Ahora bien,
también es posible una utopía de estas orwellianas, con más
control social, a partir de los precedentes liberticidas creados por
la emergencia. Recordemos la nueva y desastrosa ola imperalista
abierta por el 11-S neoyorkino: la “guerra contra el terror”, es
decir millones de muertos, Guantánamo y la NSA en nuestro teléfono
móvil y nuestro ordenador. Mucho depende de la capacidad y
exigencia de las sociedades para cambiar las cosas. Yo creo que el
futuro está bastante abierto y tenemos que reconocer que
simplemente no sabemos qué va a pasar. Hay condiciones para el
desastre y también para un cambio socioeconómico que encare los
retos del siglo (clima, recursos de destrucción masiva y
desigualdad), pero no habrá “vuelta a la normalidad” porque ha
sido esta normalidad
la que ha creado el problema.
(Publicada en eldiario.es y ampliada)
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