La periodista y escritora vuelve a ver la misma película del 2008, cuando "las consecuencias de la crisis las pagó la gente".
Angela Mauro (HuffPost Italia)
“Atentos a la austeridad después de la emergencia”. Naomi Klein está convencida de que estamos viviendo la misma película que cuando estalló la crisis financiera en 2008, con los picos de 2009 y 2010. Se gastó “mucho dinero para salvar el sistema financiero y la cuenta la pagó la gente corriente con la austeridad”, explica la activista, periodista y escritora canadiense en esta entrevista con la edición italiana de HuffPost. Pero algo se puede hacer, argumenta la autora, que se hizo famosa en todo el mundo con el libro No logo, en pleno auge de los movimientos antiglobalización.
Klein, de 50 años, siempre crítica con el modelo capitalista, busca la respuesta en el activismo social más que en la acción de los gobiernos que, junto con las multinacionales, “podrían utilizar esta emergencia para crear más desigualdades e injusticias”. ¿Qué puede hacer uno confinado en casa? “Usar esta fase temporal para prepararnos lo mejor posible para la movilización en la siguiente fase”, responde, evitando el error cometido en el pasado: más allá de la protesta contra la austeridad, hace falta “una propuesta” para otro modelo económico.
Empecemos con un pronóstico: ¿El mundo será mejor o peor después de la crisis del coronavirus?
Podemos aprender mucho de esta emergencia pero no hay ninguna garantía de que lo vayamos a hacer. Estoy de acuerdo con Arundhati Roy (escritora y activista india) que hace un par de días escribió que esta fase es como una puerta: caminamos hacia un punto muy diferente del que nos encontrábamos antes. Puede ser mejor o peor, seguramente será diferente, pero cómo será depende de nosotros. No hago pronósticos. Solo digo que esta es una fase de profunda transformación: estamos cambiando por culpa de esta emergencia. La cuestión es que las estructuras del sistema, ya sea en América o Europa, podrían utilizar esta emergencia para crear más desigualdades e injusticias. Este virus lo han expandido alrededor del mundo viajeros mayoritariamente ricos que viajan por conferencias o cruceros. Pero, naturalmente, son los pobres, los migrantes, los que serán culpados y los que una vez más pagarán las consecuencias por culpa de la xenofobia y del racismo, abocados a aumentar en esta fase de militarización de las fronteras. Ya lo estamos viendo: las industrias que más contaminan el planeta o las compañías aéreas están utilizando la crisis para conseguir regulaciones más flexibles y favorables para ellos. Lo he escrito durante muchos años, todo esto es predecible. La cuestión es qué hacemos nosotros.
Ahora hemos adquirido conocimientos irrefutables: conocemos el lado bárbaro de la austeridad, sabemos lo que significa infravalorar la importancia del sistema público sanitario y la seguridad de los trabajadores. Quien tiene hijos es consciente del increíble papel que desarrollan los profesores en escuelas a menudo abandonadas a sí mismas por los gobiernos, incluso ahora los docentes hacen lo que pueden para continuar desarrollando su trabajo a distancia. Y además hemos aprendido la lección de que es posible coexistir con las especies animales con la condición de respetarlas. Pensemos en la imagen de los delfines que vuelven a Venecia: viene a decir que los humanos son el virus porque se comportan mal, no respetan e medio ambiente, ocupan todo el espacio posible con coches y medios contaminantes. Si nos damos cuenta de la importancia de todo esto, entonces debemos refundar nuestra economía colocando en el centro estos valores. Y entonces sí se podrá decir que tenemos una oportunidad.
Las estructuras del sistema podrían utilizar esta emergencia para crear más desigualdades e injusticias"
Pero en esta fase los gobiernos están gastando más en el sistema público sanitario o en combatir las consecuencias de la crisis sobre el empleo. Se están endeudando. Y todo esto sin tener en cuenta el hecho de que todavía no se sabe cuándo y en qué condiciones se devolverá la deuda, que es la discusión que está destrozando la Unión Europea. ¿De verdad no tiene esperanzas en que desde aquí se pueda progresar en la protección del interés público?
Es difícil. Después de la crisis del 2009, se gastó mucho dinero en salvar el sistema financiero pero la cuenta la pagó la gente corriente porque, después de haber gastado, se intentó imponer la austeridad. Creo que la crisis del coronavirus es una oportunidad para construir otro modelo económico. Todo es posible. Pero la verdad es que el coronavirus no es la única emergencia que estamos combatiendo. La crisis climática también es una emergencia que requiere el mismo tipo de tratamiento que se ha adoptado para el COVID-19. Entonces debemos reconocer esta emergencia, pero estar atentos para que no se abuse y se utilice para suspender la democracia, violar los derechos humanos o normalizar la vigilancia de masas, sino para que se utilice para renovar nuestros hospitales, escuelas y para que nos lleve hacia una transición energética no contaminante, porque la contaminación hace que nuestros cuerpos sean más sensibles a epidemias como el coronavirus.
Una de las cosas más evidentes en Estados Unidos es que los afroamericanos están muriendo más que los blancos. La razón es que viven en las zonas más contaminadas de Estados Unidos, porque las fabricas que más contaminan se construyen en las zonas más pobres del país y parece que es ahí donde el coronavirus golpea más porque las deficiencias respiratorias son mayores.
¿Pero cómo podemos ejercer el activismo social confinados en casa? Las redes no son suficiente. Si echa un vistazo a los chalecos amarillos en Francia, no es que solo se hayan enviado mensajes de WhatsApp...
Esta es una situación temporal. Creo que debemos utilizar esta fase de reclusión para prepararnos lo mejor posible para la movilización en la siguiente fase. Es cierto que es difícil protestar ahora, pero no es imposible. En Estados Unidos los trabajadores de los supermercados, del servicio postal y las enfermeras, irán a la huelga para pedir seguridad en sus puestos de trabajo, mascarillas y protección. Son los trabajadores que hasta ahora han sido peor tratados por nuestro sistema económico, no se les ha valorado lo suficiente, se les ha pagado poco. Piden más derechos. Estos trabajadores guiarán la futura movilización. La gente debe prepararse para cuando se puedan volver a tomar las calles. Ahora hay muchas cosas en la red: videoconferencias, asambleas online para ver qué se puede hacer, cómo organizarse. Existe la posibilidad de construir una movilización con una participación más amplia de la que hubo después de la crisis de hace más de diez años. También existen otros instrumentos más allá de las huelgas: educación política, la construcción de relaciones y esto ya está sucediendo. Debemos insistir y lograr que este activismo nos resulte útil cuando podamos salir: está situación de confinamiento no es eterna.
Pero nunca antes la gente había estado tan deprimida y ‘objetizada’, totalmente dependiente de la actuación de los gobiernos
Sí, pero debemos aprender de los fallos de 2009, 2010 y 2011. En la fase poscrisis en Europa hubo una gran protesta contra la austeridad, pero no hubo propuestas políticas y económicas. Hubo protesta, pero no la propuesta para construir un modelo económico no basado en el consumo, sino en el bienestar, en la protección del ciudadano y el medio ambiente. Este es el momento para ser ambiciosos: no debemos limitarnos a decir no a la austeridad que podría llegar en un futuro, sino construir un modelo diferente.
El Green Deal parece olvidado en esta fase de la emergencia
Depende de si nosotros nos olvidamos. El Green Deal se diseñó antes de la crisis del coronavirus como un simple plan de relanzamiento de la economía. Inspirémonos en el New Deal de Roosevelt que ofrecía un empujón más fuerte, como el que necesitamos ahora con esta crisis. El New Deal se concibió en los años 30 en medio de una depresión económica y de una crisis ecológica, y tenía como objetivo revitalizar la economía. Un ‘new deal verde’ es todavía más importante en esta fase. Pero debemos creer e insistir, demandarlo. Porque seguramente los gobiernos y multinacionales intentarán utilizar esta situación como una excusa para continuar haciendo las cosas como hasta ahora.
¿Es pesimista sobre el futuro de la democracia liberal?
No. Los países que mejor han gestionado la pandemia no han sacrificado su democracia. Por ejemplo Nueva Zelanda, Islandia o Corea del Sur. Debemos prestar mucha atención a la hora de decir que hace falta un liderazgo autoritario para gestionar la crisis. China, por ejemplo, escondió información sobre la propagación de la epidemia y no podemos fiarnos de Pekín. Muchos líderes autoritarios han sido lentos en la gestión de la crisis y han escondido información. En China, en Estados Unidos, en Israel con Netanyahu, Orban en Hungría, Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas, Modi en India: todos han utilizado la crisis para reforzar sus poderes, pero no hay ninguna prueba de lo que estén gestionando mejor. Es más, es al contrario, lo están gestionando peor.
¿Entonces la crisis del COVID-19 podría revelarse como un boomerang para los líderes autoritarios? ¿Cerramos la entrevista con este ápice de optimismo?
(Ríe) Tenemos que ser claros sobre esto: es posible tratar la crisis como una emergencia que debe gestionarse con líderes fuertes pero democráticos, que no tengan una agenda oculta, sin chivos expiatorios, que no violen los derechos y que gobiernen con el consenso. Y existen, especialmente entre las mujeres.
Esta entrevista fue publicada originalmente en la edición italiana de El HuffPost y ha sido traducida y adaptada al castellano por Uxía Prieto.
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