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lunes, 20 de abril de 2020

¿Cuál es la prisa?




No debe extrañar que el presidente Donald Trump cambie de parecer a las pocas horas de haber emitido un comentario; lo raro sería que no lo hiciera. Pocos son ya quienes creen en sus ocurrencias que, por desgracia, se convierten en propuestas. No otra fue cuando fijó como fecha el 12 de abril para que la economía se abriera. La respuesta a tan aberrante decisión no se hizo esperar por parte de destacados epidemiólogos, incluidos los del propio gobierno, quienes le advirtieron que ello pondría en peligro la salud e incluso la vida de miles de estadunidenses. La preocupación fue compartida por una decena de gobernadores, quienes declararon que decidirían la reapertura asesorados de expertos en pandemias. A las pocas horas, Trump reculó, no sin antes advertir que su plan estaba dirigido a salvar la deteriorada economía de Estados Unidos. De esa forma dio paso, de nueva cuenta, a la innecesaria dicotomía entre salvar vidas o las finanzas. En tal sentido, no pocos economistas indicaron que sería más grave para la propia economía abrirla sin antes haberse controlado el brote epidémico, ya que la posibilidad de un rebote pudiera ser más catastrófico. Aunque precario, pareciera haber un acuerdo.
El congreso aprobó un paquete de 2 trillones de dólares que dará un respiro a los sectores económicos, en especial a los más de 22 millones que han perdido su empleo hasta mediados de abril. La dimensión de la crisis ya es comparable a las sufridas en los años 30 y 2007-2008. Es claro que los paquetes aprobados serán insuficientes para evitar que la crisis se profundice; por ello, los legisladores se aprestan a aprobar otro paquete. En este marco, la institución que juega un papel preponderante es el Banco de la Reserva Federal (Banco Central o FED, como se le conoce), que en tándem con el Tesoro estadunidense deberán conjugar esfuerzos primero para evitar que la debacle se profundice aún más y, acto seguido, para tratar de superar la que seguramente será una de las más difíciles etapas en la historia de Estados Unidos. Así lo consideró el presidente de esa institución que, por lo pronto, inyectó 2.3 trillones de dólares en el sistema financiero para agilizar y ampliar el volumen de créditos a miles de angustiados solicitantes.
El cuerpo dirigente de la FED, incluido su presidente, coincidieron en la necesidad de aumentar el endeudamiento del Estado hasta donde sea necesario, en otras palabras, ilimitadamente, con el propósito de estabilizar la caída de la economía. Con base en varios de los instrumentos de política monetaria que para ese fin maneja, en las pasadas semanas determinó rebajar la tasa de interés a un nivel histórico de 0.25 por ciento, lo que en última instancia tiene el propósito de aumentar y facilitar el flujo del dinero que presta a más de 25 instituciones, entre ellas la banca comercial. De esa manera,  hacen a un lado la premisa sagrada de políticos, economistas e intelectuales conservadores de limitar a toda costa el endeudamiento del Estado, uno de cuyos aviesos fines es limitar el gasto social.
Sería suicida dar por concluida la emergencia sanitaria y abrir la economía. Al igual que en las crisis de los años 30 y, más recientemente en 2008, existen los mecanismos para superar la crisis mediante medidas monetarias que implementa el Banco Central, y las fiscales del Departamento del Tesoro. Es lamentable el movimiento cacerolista que auspician los republicanos y el propio presidente para obligar a que en los estados gobernados por demócratas se suspenda la cuarentena. La campaña de Trump para su relección está en marcha y, sin rubor alguno, usa al Covid-19 para el ataque político.

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