En los campos de refugiados en el Líbano se preparan para el coronavirus
Fuentes: The Independent
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Si Fairuz, de 45 años,
estira su brazo lo suficiente, puede tocar la tienda de su vecino. La distancia
entre su maltrecho refugio y el adyacente es de solo 50 cm.
Esa es una cuarta parte
de la distancia mínima a la que se supone deben estar unos de otros si las
personas siguen las regulaciones de distanciamiento social del coronavirus.
Como la mayoría de las
otras 30 familias en este campamento
informal de refugiados sirios en Arsal, en el noreste de Líbano,
Fairuz, madre de tres niños, vive con los cuatro miembros de su familia en una
habitación y no disponen de suficiente agua para lavarse las manos siquiera
someramente. Y tienen también racionada la comida.
Fairuz huyó de su casa
en Qusayer, en el oeste de Siria, bajo el rugido del fuego de artillería,
pensando que regresaría en unas pocas semanas cuando todo se hubiera calmado.
Cuatro años y medio después, todavía vive en una tienda de campaña en Arsal, a
pocos kilómetros de la frontera.
“Cada año es más
difícil, pero nunca imaginamos que llegaríamos a tener que enfrentarnos a algo
como esto”, dice en una llamada de video desde su casa.
“Mi mayor temor es que
uno de mis hijos contraiga el virus, ya que no todos estamos registrados como
refugiados y no tenemos acceso a la atención médica ni a dinero para pagar el
tratamiento”.
Dijo que están
intentando desinfectarlo todo pero que es muy complicado hacerlo en un
campamento donde el acceso al agua es limitado.
“Sencillamente, no creo
que los niños y yo podamos resistir esto”.
Las autoridades
libanesas han impuesto un bloqueo estricto a los campos de refugiados para
tratar de detener la devastadora propagación de la enfermedad.
En otro campamento, a
pocos kilómetros de distancia, Jalid Malit, de 41 años, que huyó de Siria hace
ocho años, usa su teléfono para llevar a The Independent por un
recorrido virtual pixelado. (*)
“La distancia social es
aquí imposible porque cada tienda está a menos de un metro de distancia”, dice
deslizándose por entre los callejones de tiendas.
Señala una línea de
tanques de agua y dice que los 40 litros por día que consiguen ahora no son
suficientes para poder cumplir los requisitos de higiene para combatir la
enfermedad.
Jalid señala que si bien
las personas registradas en las Naciones Unidas reciben asistencia monetaria y
paquetes de alimentos, no es suficiente para sobrevivir y ahora la gente no
puede abandonar el campamento para ir a trabajar. “Los que no están registrados
no tienen ningún tipo de apoyo y están desesperados”.
“La gente está
racionando ya su comida, pero no dejaré que nadie muera de hambre,
encontraremos comida para ellos”, agrega.
Los refugiados en el
Líbano se encuentran entre las personas más vulnerables del mundo ante esta
pandemia mortal. Muchos de ellos, como Fairuz y Jalid, viven en carpas
rudimentarias o en barrios abarrotados en pésimas condiciones de vida.
Hasta ahora, el
Ministerio de Sanidad libanés ha anunciado 500 casos de Covid-19 y 15 muertes
en todo el país, aunque la cifra real puede ser mucho mayor. No se han
registrado casos entre la población de refugiados.
Las autoridades se han
apresurado a tratar de frenar la propagación de la enfermedad imponiendo
algunas de las medidas más estrictas en la región, incluido un confinamiento
nacional total y toque de queda nocturno. También han cerrado las fronteras
terrestres y marítimas, así como los aeropuertos.
El potencial para el
desastre está bien servido. El Líbano tiene el mayor número de refugiados per
cápita del mundo: según la ONU, una de cada cuatro personas en el Líbano es
un refugiado.
Entre ellos se estima
que hay 1,5 millones de sirios, el 40% de los cuales no está registrados en la
agencia de la ONU y, por lo tanto, no son aptos para recibir asistencia en
efectivo, paquetes de alimentos o, hasta hace poco, atención médica.
Hay otros 470.000
refugiados palestinos registrados por la ONU en el Líbano, incluidos los 30.000
que han huido de Siria desde el comienzo de la guerra civil. Tienen asimismo
que enfrentarse a la carencia de permisos de trabajo y restricciones de
atención médica que los hacen también vulnerables.
Antes de que esta
pandemia global llegara a las costas del Líbano, el país estaba ya intentando
recuperarse de una crisis financiera sin precedentes y de los últimos momentos revolucionarios.
Antes del coronavirus,
el Banco Mundial estimó que para fines de 2020 un 40% del país iba a estar por
debajo del umbral de la pobreza.
Los economistas
libaneses piensan ahora que esa estimación es optimista. Con el bloqueo
cerrando empresas y empleos, la tasa de pobreza real será mucho más alta.
Ese porcentaje es ya
mayor entre la población de refugiados. La agencia de la ONU para los
refugiados, ACNUR, dijo que al menos las tres cuartas partes de la comunidad
siria en el Líbano viven bajo el umbral de la pobreza.
“El mundo entero está en
crisis por vez primera y hay pocos que puedan ayudarnos”, dijo Mohamed, un
refugiado palestino.
En el campamento de
Shatila, en el sur de Beirut, la refugiada palestina Iman Husein, de 29 años,
que huyó del campamento de refugiados de Yarmuk en Siria, dijo que tiene miedo
de que los nuevos bloqueos de coronavirus impidan que pueda alimentar a su
nuevo bebé.
“Ni yo ni mi esposo
tenemos documentación de la ONU para permitirnos trabajar o movernos por el
país, ni siquiera para obtener ayuda alimentaria”, dice ella.
“Luchamos mucho antes de
que todo esto sucediera, pero ahora estamos realmente asustados. Mi bebé solo
tiene siete meses de edad, no sabemos cómo sobreviviremos a este período”.
Abdel-Mayid Ayub, de
Siria, que ayuda a administrar dos campamentos informales en la zona norte de
Akkar, dijo que quienes tenían ahorros estaban ahora alimentando a los que no
disponían de nada.
“Al menos el 80% de las
personas que están aquí estaban ya desempleadas antes de la pandemia”, dice por
teléfono. “Hemos creado un grupo de cinco personas que salen a buscar
suministros. La gente está utilizando todos sus ahorros para apoyarse
mutuamente”.
El trabajo ha sido
durante mucho tiempo un problema para los refugiados en el Líbano.
El año pasado, los
refugiados palestinos, que por ley no pueden buscar empleo en 39 profesiones en
el Líbano, estuvieron protestando contra la nueva legislación del Ministerio de
Trabajo libanés que les exige permisos especiales de trabajo.
El Consejo Superior de
Defensa de Líbano ese mismo año tomó medidas enérgicas contra los sirios que
trabajaban sin autorización, según Human Rights Watch.
Ahora, Abdel-Mayid dice
que una de las principales preocupaciones era el coste del tratamiento si se
contrae el coronavirus. Hace tres años, su propio cuñado murió de cáncer porque
la familia no podía pagar las facturas médicas.
“Nos preocupa que las
personas no declaren su enfermedad por temor a los costes sanitarios”, dice.
Representantes del ACNUR
y de la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los
Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés)
dicen que cubrirán la mayoría, si no todos, los costes médicos de los
refugiados con Covid-19 y han comenzado una campaña de sensibilización en los
diferentes campamentos y áreas de asentamiento informales para explicarlo e
informar de que hay una línea directa a la que los refugiados pueden llamar si
experimentan síntomas.
Pero hay un signo de
interrogación para las decenas de miles que no son refugiados registrados.
“Estamos trabajando en
la construcción de unidades de autoaislamiento en los campamentos o
asentamientos informales para refugiados”, dijo Lisa Abu Jaled, del ACNUR.
Agregó que buscaban fondos para poder proporcionar más ayuda en efectivo.
La UNRWA, que se
enfrenta a la peor crisis de financiación de su historia, también está buscando
donaciones adicionales para aumentar la asistencia en efectivo y alimentos a
los palestinos en el Líbano. Pero están bajo una presión extrema: el próximo
mes se quedarán sin dinero.
Claudio Cordone,
director de la UNRWA en el Líbano, dijo que estaban trabajando con la
organización benéfica médica Médicos Sin Fronteras para convertir uno de los
centros de la UNRWA en un centro dedicado al aislamiento de refugiados para
tratar los casos leves y aliviar la carga del sistema de salud libanés, que
afronta ya bastantes dificultades.
“Las autoridades
libanesas nos han asegurado que todos los residentes en el Líbano serían
tratados en los hospitales”, dijo Cordone.
“El problema se
producirá cuando el sistema de salud esté desbordado y haya que elegir entre un
paciente palestino y uno libanés”, agregó.
También preocupan otras
prácticas discriminatorias contra los refugiados.
Human Rights
Watch declaró el jueves que 21 municipios libaneses han introducido
medidas más duras para la población de refugiados que para los ciudadanos
libaneses, incluidos toques de queda más estrictos.
En otras partes del
país, como el municipio norteño de Darbaashtar, a los sirios se les prohibió
salir por completo de sus hogares, por lo que preocupa que no puedan acceder a
la ayuda médica.
“El coronavirus no hace
discriminaciones y para limitar la propagación y el impacto de Covid-19 en el
Líbano hay que garantizar que todos puedan acceder a los centros de pruebas y
tratamiento”, dijo Nadia Hardman, investigadora y defensora de los derechos de
los refugiados de HRW.
Los trabajadores
municipales libaneses a cargo del mantenimiento de los campamentos dicen que
están trabajando las 24 horas y que cuentan con un personal mínimo para poder
ayudar.
“El problema es que los
libaneses se están enfrentando ya a graves problemas, por eso nos resulta
difícil ayudar a los refugiados”, dijo Jaled Isultan, del municipio de Arsal.
“La realidad es
deprimente, los refugiados van a sufrir más problemas aún este año”, dijo. Debido
a las restricciones de coronavirus, sus empleados y los voluntarios no pueden
trabajar en el campamento.
Se están realizando
campañas de desinfección para tratar de mantener a las personas seguras, pero
muchos refugiados temen no poder seguir las pautas de la Organización Mundial
de la Salud en medio de la escasez de agua limpia.
“He sobrevivido a tres
guerras, pero incluso en 2006 siempre podíamos salir y encontrar comida,
obtener apoyo”, dice Mohamed Kasem, de 40 años, del campamento palestino de Nahr
al-Bared, en el sur del Líbano, que estuvo bajo asedio y fue parcialmente
destruido en 2007.
“Observamos con horror
la situación que atraviesan Italia, Francia y España. Por primera vez, el mundo
entero está en crisis. Por tanto, sabemos que hay pocos que puedan ayudarnos. Y
esto lo complica todo aún más”.
(*) Véase video en
fuente original.
(Se han cambiado los
nombres de algunos de los refugiados para proteger su identidad.)
Bel Trew es corresponsal de The Independent en Oriente Medio,
donde vive. Bel ha cubierto la región desde el comienzo de la Primavera
Árabe en 2011 y ha informado sobre los levantamientos y conflictos
posteriores en Egipto, Libia y Yemen. También ha cubierto las dos
últimas guerras de agresión de Israel contra Gaza, y siguió también la
aparición del Daesh en Túnez.
Esta
traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad
y mencionar a las autoras, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
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