“Este hombre anglo vino aquí para matar latinos”.
Richard Wiles, Alguacil del condado de El Paso.
Es
un joven blanco de escasos 21 años, con estudios universitarios,
aficionado a la informática, y vive pegado 8 horas diarias a su
computador personal. Sus vecinos y compañeros de clase dicen que siempre
anda solo, no tiene amigos ni compañera sentimental, es muy tímido e
incluso algunos afirman que es una nulidad, un tonto. En sus cuentas en
redes sociales se quejaba de la falta de perspectivas laborales y
pensaba que en el mejor de los casos podría desempeñarse como técnico de
informática. Ese joven, que responde al nombre de Patrick Crusius,
habitaba en un suburbio de Dallas (Texas), y el sábado 4 de agosto
condujo su coche particular durante un poco más de 1000 kilómetros
durante 10 horas para dirigirse a la ciudad de El Paso, fronteriza con
la ciudad mexicana de Ciudad Juárez. En su automóvil portaba un fusil
AK-47, para llevar a cabo la misión de matar a personas inocentes.
El Paso, el lugar escogido para realizar la masacre, fue seleccionado
en forma premeditada, puesto que esa ciudad de 700 mil habitantes tiene
una particular característica demográfica: el 80% de sus habitantes son
de origen latino, especialmente mexicano, y en los últimos meses ha
adquirido importancia por la afluencia de migrantes centroamericanos que
quieren ingresar al territorio de los Estados Unidos desde territorio
de México. Se seleccionó a un supermercado Wal Mart, para efectuar la
matanza, por el hecho elemental que a ese sitió concurren a diario
cientos de personas de origen mexicano.
Antes de efectuar la
masacre, Patrick Crusius colgó en un portal digital denominado 8chan ―en
el que se difunden opiniones racistas, xenófobas y misóginas― un
manifiesto de 2300 palabras con el título La verdad inconveniente. Esta
perorata racista se basa en la “teoría” del “gran reemplazo”, promovida
tanto en Europa como en Estados Unidos, por ideólogos de extrema
derecha que sostienen que la “raza blanca” está en peligro de
desaparecer porque está siendo sustituida por “razas inferiores”,
procedentes de África, Asía o América Latina. La supremacía de los
blancos sale a relucir en este manifiesto de odio, con la terrible
novedad de que los enemigos que se señalan como el objetivo a liquidar
ya no son los musulmanes o los árabes, sino son los migrantes de origen
latino (principalmente mexicanos) que malviven en los Estados Unidos. P.
Crusius dice que Texas se encuentra en peligro porque está siendo
invadida por los mexicanos y es imperativo matarlos, para salvar a los
blancos, con lo cual “nuestra forma de vida puede ser más sostenible”.
Con tono de mesías salvador, Crucius sostuvo que su acción criminal es
“solamente el principio de la lucha por Estados Unidos y Europa […] Me
siento honrado de encabezar la lucha para recuperar mi país de le
destrucción”.
Al llegar al Wal Mart con la frialdad del asesino
que actúa meticulosamente para hacer daño y causar dolor, P. Crusius
accionó su AK-47 contra las personas que estaban en el lugar, como luego
lo confesaría a la policía, con el objetivo de matar a ”la mayor
cantidad de mexicanos posibles”. Al final de su cruzada mortal
perecieron 22 personas y otras 26 resultaron heridas. Entre los muertos
se encuentran tres mexicanos y otros seis más fueron heridos. Una mujer
mexicana de 25 años, madre de tres niños, fue abatida mientras llevaba a
su pequeño bebe de dos meses en brazos, como constancia de la
determinación criminal del joven racista de acabar con las personas que
se encontraba a su paso, así fueran niños.
Esta ha sido la
masacre número 248 de este estilo que ha sucedido en los Estados Unidos
en el 2019, pero es la primera en donde se afirma que su objetivo son
los latinos que viven en los Estados Unidos. Esa terrible novedad, que
no puede pasar desapercibida, refleja el impacto directo del discurso de
Donald Trump cargado de odio y racismo hacia los latinoamericanos, a
quienes califica de “plaga”, “asesinos” y “violadores” que están
“invadiendo a los Estados Unidos”. Este discurso en sí mismo no es nuevo
en los Estados Unidos, pues viene siendo esgrimido por distintos
sectores de la extrema derecha en ese país, lo que sucede es que ahora
esa perorata tiene “carta de ciudadanía oficial” y “licencia para
matar”, al ser propugnado por el presidente de los Estados Unidos. De
ahí que por primera vez y en forma directa el asesino de El Paso haya
aludido a los latinos y mexicanos como los enemigos a matar. Un terrible
antecedente que no puede separarse del discurso incendiario de Trump,
que ha avivado el odio de importantes sectores de la población “blanca”
de los Estados Unidos, que consideran a los migrantes latinos como los
responsables del desempleo y el deterioro de sus condiciones de vida.
Pero atención, no es que el odio sea promovido de manera exclusiva por
Trump, ni sea una cuestión reciente, como afirman ciertos políticos y
periodistas en los Estados Unidos. Es el resultado de procesos de odio y
racismo de larga duración, incubados en la sociedad estadounidense, en
la que se rinde culto al individualismo, a la violencia, a las armas, a
las acciones homicidas dentro y fuera de ese país, encubiertas además
con un barniz religioso de tinte apocalíptico.
Por ello, no
extraña que aparezcan jóvenes blancos como Patrick Crusius, influidos
por la propaganda racista que circula por todos los medios en la
sociedad estadounidense, promueve el odio y crea a este tipo de
criminales. Estos individuos pasan del anonimato al desprestigio
criminal, porque ellos encarnan la intolerancia homicida que siempre ha
caracterizado a diversos sectores de la sociedad estadounidense desde
hace siglos, y que podría expresarse en forma lacónica con un lema
emblemático: odio luego existo. Con ese lema, miles de jóvenes
blancos de los Estados Unidos están dispuestos, y armados que es lo
peor, para matar en cualquier esquina y a cualquier hora a los que
conciben como enemigos e invasores, porque están permeados por una
lógica racista de pretendida superioridad sobre todos aquellos que son
considerados inferiores.
Una masacre como la de El Paso no es
una acción de lobos solitarios o de casos aislados, ni mucho menos. Es
un proyecto criminal de envergadura que seguirá generando muerte y
desolación dentro de los Estados Unidos, en la medida en que las
transformaciones demográficas se tornan irreversibles y como resultado
los “blancos puros” tienden a convertirse en una minoría en los próximos
años. Dentro de esa minoría operan fuerzas retrogradas de la extrema
derecha, de la cual Donald Trump es por ahora su vocero más visible, que
acarician la vana ilusión que matando a los “invasores” van a impedir
el flujo de inmigrantes al territorio de los Estados Unidos. Así, este
tipo de masacres tiene un porvenir asegurado en los suelos del Tío Sam.
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