Gana con 46% de los votos
Habrá segunda ronda; difícil que la izquierda revierta el resultado en la elección presidencial
▲ Jair Bolsonaro, candidato de la ultraderecha, ganó ayer la elección
presidencial de Brasil, pero sin alcanzar 50 por ciento más uno
requerido para evitar la segunda vuelta. Su rival será el candidato
petista.Foto Afp/Tomada de Facebook
▲ Fernando Haddad, del izquierdista PT obtuvo 29% de votos en la
elección presidencial brasileña. Enfrentará al candidato de la
ultraderecha. En la imagen, con su esposa, Ana Estela.
Río de Janeiro. La tumultuosa elección brasileña trajo un
resultado previsible: habrá segunda vuelta entre el ultraderechista
Jair Bolsonaro y el izquierdista Fernando Haddad, y varias sorpresas
negativas para la izquierda, empezando por las derrotas en el Senado en
Sao Paulo del veterano Eduardo Suplicy, y en Minas Gerais, de la ex
presidenta Dilma Rousseff. Por si fuera poco, también en Minas el actual
gobernador, Fernando Pimentel, del Partido del Trabajo (PT), quedó
fuera de la segunda vuelta.
Superando las más pesimistas previsiones de los partidos de izquierda y centroizquierda, todo ha sido muy sorprendente.
En las elecciones presidenciales, el ultraderechista Jair Bolsonaro
logró 46 por ciento de votos, frente a 29 por ciento de Fernando Haddad,
el
ungidopor Lula. El otro candidato de centroizquierda, Ciro Gomes, obtuvo 12.5 por ciento.
La segunda vuelta se anuncia como una disputa feroz y de resultado
otra vez imprevisible, pero con un antecedente importante: nunca antes
se logró revertir el resultado de la primera vuelta.
Todo indica que Bolsonaro tiene consolidada su base electoral, y que a
Haddad le queda la difícil tarea de unir votos tanto de la izquierda y
la centroizquierda como de la derecha, especialmente del electorado de
Geraldo Alckmin, del centrista PSBD, partido del ex presidente Fernando
Henrique Cardoso.
Alckmin quedó relegado a sólo 4.76 por ciento de votos válidos. Dos
días antes, los sondeos indicaban que tendría 8 por ciento. Se supone
que la diferencia se refiere a que sus simpatizantes optaron por
dirigirse directamente al candidato de extrema derecha. De ser así, al
menos la mitad de sus electores efectivos podría destinar sus votos, en
la segunda vuelta, al candidato del PT, Ferando Haddad. Todo para
impedir que un ultraderechista llegue al poder.
Todo es incertidumbre en Brasil. Los sondeos y proyecciones fueron
desafiados seriamente. En Sao Paulo, el estado más poblado y rico de
Brasil, el candidato de la derecha, João Doria, disputará la segunda
vuelta con Marcio França, del Partido Socialista Brasileño, y no con
Paulo Skaff, de la ultrapoderosa FIESP (Federación de las Industrias de
Sao Paulo). Y el muy activo y popular Eduardo Suplicy, especie de
símbolo del PT, quedó fuera de la disputa por un escaño en el Senado.
A lo largo y ancho del territorio brasileño hubo sorpresas de todo
tipo. Para empezar, la estampida del candidato de extrema derecha Jair
Bolsonaro se confirmó: con 46 por ciento de los votos logró una
confortable distancia tanto del candidato petista, Fernando Haddad
(29.4) como del de centroizquierda, Ciro Gomes (12.5).
Si se observan los resultados que obtuvieron los partidos de
izquierda y centroizquierda en el país, y en todos los niveles
(gobernador, senador), lo que existe es una pesadísima sombra de
amenazas. Y sobraron sorpresas en los más nutridos centros electorales.
En Río de Janeiro, por ejemplo, Wilson Witzel, un ex juez
literalmente desconocido, de extrema derecha, saltó al ruedo como
favorito para la segunda vuelta frente a Eduardo Paes, ex alcalde de la
capital carioca. En Minas Gerais, la ex presidenta Dilma Rousseff, que
hasta hace cinco escasos días era la franca favorita para convertirse en
senadora, quedó relegada al cuarto lugar, perdiendo ante los candidatos
de la derecha.
Ha sido, en resumen, la gran sorpresa – y la grandísima derrota– de las fuerzas progresistas en Brasil.
Bolsonaro, con su defensa de la tortura y de la dictadura militar que
imperó entre 1964 y 1985, con sus posiciones misóginas, machistas,
homófobas y racistas, llega a la segunda vuelta, con una confortable
distancia de Haddad, el ungido por el ex presidente Lula da Silva.
En la mayoría de las provincias los gobernadores electos son de
derecha o, en algunos casos, incluso de extrema derecha. La conformación
que se vislumbra en el Congreso es igual.
Todo indica que a partir del primero de enero de 2019 Brasil habrá
retrocedido décadas en el espectro político. Las posibilidades de que
Bolsonaro sea derrotado en la segunda vuelta electoral parecen frágiles.
Esa ola, en las dimensiones en que se dio, era inesperada. Tanto la
Cámara de Diputados como el Senado, por no mencionar los gobernadores de
las 27 provincias brasileñas, sorprendieron. Queda por saber qué se
heredará de los tiempos de Lula da Silva y Rousseff.
Dentro de 20 días los brasileños volverán a las urnas para confirmar
su elección a presidente y, en muchas provincias, a gobernador. No hay
en el horizonte otra cosa que un escenario confuso, de profunda
nebulosidad.
No se sabe, al menos por ahora, cuál es el tamaño de la derrota del
PT y de las izquierdas en Brasil. Y, con eso, cuál será la dimensión del
avance de la derecha más radical y retrógrada. Pero sí es visible que
el PT y la izquierda perdieron amplio espacio.
Y, para terminar, quedan desmoralizados los institutos que se dedican a realizar los sondeos de intención de votos.
Ninguno dio, ni de lejos, al blanco: los resultados fueron absolutamente inversos de lo que se preveía.
Foto Ap
Eric Nepomuceno
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
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