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martes, 30 de octubre de 2018

Un defensor de la dictadura, compañero de fórmula del vencedor


Sao Paulo. El general retirado Antonio Hamilton Mourao, compañero de fórmula del presidente electo de Brasil Jair Bolsonaro, construyó su reciente carrera política con amenazas de golpe de Estado y proyectos de convocatoria a constituyentes sin el voto popular, aderezados con comentarios racistas y odas a la tortura.
Mourao, de 65 años, empezó a ganar notoriedad con su defensa de la dictadura militar (1964-85). En 2015 criticó al gobierno y a la clase política, lo que le costó el comando de su tropa y su transferencia a un cargo burocrático.
Ocupó decenas de titulares en 2017, cuando en un acto organizado por una logia de la masonería advirtió que si las instituciones no solucionan el problema político, nosotros (los militares) tendremos que imponernos.
Tres meses después, en diciembre, afirmó que el impopular presidente, Michel Temer, buscaba permanecer en el poder hasta el fin de su mandato por medio del clientelismo político. Esta declaración le hizo perder su nuevo cargo y en febrero de 2018, luego de 49 años en las fuerzas armadas, pidió el pase a retiro.
En su discurso de despedida, calificó de héroe al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, ex jefe del DOI-Codi, centro de detención y tortura del régimen militar.
El polémico general fue la cuarta opción de Bolsonaro para ser compañero de fórmula, y la decisión se anunció en un breve mitin el 5 de agosto.
Su nombre no aportaba base electoral ni experiencia política, pero podía servir de antídoto a quien quisiera destituir a Bolsonaro, pues sería él quien lo remplazaría. El vicepresidente tiene que ser alguien por quien no compense pedir un impeachment, explicó a mediados de año Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del ahora presidente electo.
Este es un criterio clave en un país donde casi la mitad de los vicepresidentes de la era republicana asumieron el poder por diversos motivos, entre ellos el actual, Temer, quien llegó a la jefatura del Estado tras la destitución, en 2016, de la izquierdista Dilma Rousseff en lo que la ex gobernante calificó de golpe de Estado parlamentario.
En el ejército, el general Mourao tuvo una carrera más exitosa que Bolsonaro, quien era capitán.
En octubre pasado, Bolsonaro le dio la vuelta al asunto recordando la nueva jerarquía civil de la dupla: Él es general, yo soy capitán, pero el presidente soy yo.
Mourao nació en Porto Alegre, en el sur de Brasil, pero sus padres son oriundos de la Amazonia y tienen raíces indígenas, lo cual no le impidió afirmar en agosto que Brasil está lastrado por una herencia producto de la indolencia de los indígenas y del espíritu taimado de los africanos.
Hijo de un general y de una profesora universitaria, Mourao contó en septiembre en una entrevista con Folha de Sao Paulo que acostumbra ir a misa los domingos y es aficionado a la lectura.
Pero en campaña, el general retirado coleccionó un historial de polémicas que incomodaron al propio Bolsonaro.
En septiembre dijo que las familias sin figura paterna eran “fábricas de elementos desajustados que tienden a ingresar en bandas de narcos”.
Luego se dijo contrario al pago del aguinaldo a los trabajadores.
Volvió a crear consternación al afirmar que Brasil podría necesitar una nueva Constitución que no forzosamente sería elaborada por representantes del pueblo.
Bolsonaro lo desautorizó en cada ocasión, dando lugar a interrogantes sobre la relación cada vez más discordante entre ambos.

Afp
 Periódico La Jornada

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